“Desde aquí veo un pañuelo de cielo,
que me llama a la Libertad”
Oscar Wilde.
Entre una infinidad de monótonos ladrillos que pretenden
separar a quienes no cumplen las leyes de quienes aparentemente sí lo hacen,
aparece un ladrillo distinto, que se afloja y deja espiar de un lado y del otro.
Es Atrapamuros, un Colectivo de Educación Popular en Cárceles que elige
construir en conjunto con quienes viven día a día en unidades penales; que
quiere hablar de la cárcel y sacar el debate
a la calle para sacudir a una sociedad que sabe que existe, que la abala, que
pide más, pero que poco sabe de su realidad.
Atrapamuros surge aproximadamente en el 2008 por la iniciativa
de algunxs estudiantes de la carrera de Humanidades que querían empezar a
entrar en las unidades penitenciarias a dar talleres de apoyo para lxs
detenidxs que sean estudiantes de la Facultad de Humanidades. Con el transcurso
del tiempo sus prácticas crecieron, avanzaron en la Educación Popular con
talleres en unidades penitenciarias de La Plata y Gran La Plata. Desde
entonces, también publican una revista anual para difundir la realidad
carcelaria y plantear diferentes debates acerca de lo que allí se vive, incluyendo
su experiencia y la de lxs compañerxs detenidxs.
PRESO DE ESTA SOCIEDAD
¿Alguna vez te preguntaste por qué existe la cárcel?, ¿desde
cuándo existe?, ¿quiénes viven en ella? Es usual naturalizar la existencia de estas
prisiones, pero la realidad es que no existieron siempre. En nuestro país
la aparición de la cárcel como
institución tiene que ver con la necesidad de mantener el orden y la disciplina
social. Cuando las sociedades entran en la modernidad y ya no fue civilizada la
exhibición del castigo mediante torturas públicas, las cárceles brindaron un
espacio donde las mismas torturas se lograron llevar a cabo de manera silenciosa
y a la vista de nadie.
Desde el momento en que surgen los calabozos hasta la
actualidad, esta lógica del silencio permaneció prácticamente intacta, una vez
que se levantaron los muros, lo que pasa detrás de ellos difícilmente se sabe
afuera.
De repente, en medio de esta segregación de personas, aparece
Atrapamuros, con la propuesta de ir tendiendo lazos entre lxs de afuera y lxs
de adentro, con la intención de entrar y ver qué pasa, escuchar qué se dice,
qué se cuenta y cómo se vive dentro de las unidades penitenciarias.
“Nos parece importante
pisar un lugar como la cárcel, del cual casi nunca se habla, y cuando se habla
se lo hace desde un imaginario que siempre está asociado a la seguridad/inseguridad.
Nunca pone en discusión quiénes viven las cárceles, quiénes las sufren”, señala Clara, militante de
Atrapamuros, en el programa de radio Patitos en Fila, y con esta afirmación cuestiona por qué se suele
pensar la cárcel como algo aislado, como si solo fuese el “depósito” -dice ella-
a donde van “lxs chorrxs”.
En su militancia, Atrapamuros realiza trabajos tanto dentro
como fuera de la cárcel con el objetivo de sacar la voz y la realidad de las
personas privadas de su libertad, mostrando al resto de la sociedad la
exclusión y la impunidad que padecen. “Las cárceles las llenan personas
vulnerables, sin acceso a derechos básicos que no pierden cuando caen presos, sino
que son derechos que nunca tuvieron estando en el barrio, cuando lxs policías
lxs hostigan cuando no tienen educación de calidad, ni acceso a agua potable,
situación que después se degrada entrando a la cárcel porque encima pierden la
libertad. Muchas veces se piensa la cárcel como algo aislado, cuando es un
reflejo claro de la sociedad”,
expresó Brunela, militante de Atrapamuros.
Pensar la cárcel como un producto de una sociedad regida por
lógicas de desigualdad no parece tan descabellado cuando se puede observar que
quienes la ocupan son personas pobres y que el porcentaje más alto de delitos
que se cometen son delitos contra la propiedad privada. Las cárceles están
pobladas por pibxs que tienen las características de “pibx chorrx” que
reproducen los medios de comunicación.
“Creemos que hay tantas
personas detenidas porque hay una decisión del sistema penal de judicializar y encarcelar
a determinadx sujetx. Se penaliza el delito callejero, delitos que no están
pensados desde un entramado más complejo como la trata de personas, el mercado
de armas, el narcotráfico, que son delitos con un nivel de complejidad
muchísimo más alto, pero gozan del beneficio de tener plata y contactos”, explica Brunela y agrega: “La cárcel no sirve para nada, pero hoy en
día con 35.000 detenidos en cárceles bonaerenses que están sufriendo y
padeciendo formas de vida inhumanas, no podemos salir a denunciar que la cárcel
no debe estar. Obvio que no debe estar, pero mientras tanto, ¿qué pasa con esas
personas que están ahí?”
La cárcel es una institución social gigante, en nuestro país
la habitan alrededor de 60.000 personas, y en la provincia de Buenos Aires casi
35.000, y son números que lejos de tender a disminuir, van en aumento. Quien
debe velar por el bienestar de esas personas que habitan las cárceles debería
ser el Estado, ya que por más que estén en las cárceles y se quieran
invisibilizar, ellxs también son parte de esta sociedad, entonces deberían
existir políticas publicas pensadas para la cárcel en materia de salud, educación,
trabajo, vínculos sociales, régimen habitacional, entre otras. Sin embargo, las
políticas que se piensan hoy por hoy para la cárcel, se focalizan en responder
las demandas por más “mano dura”.
Estos son los motivos por lo que Atrapamuros piensa una
intervención dentro de la cárcel mediante los distintos talleres, y afuera de
la cárcel con la Revista Atrapamuros y un Equipo de Talleres en Secundarios que
llevan las producciones del interior de la cárcel a estudiantes de colegios
secundarios. De esta manera buscan generar intercambios entre el adentro y el
afuera, con una perspectiva política que entiende que lo que ocurre en la
cárcel debe ser visibilizado para ser debatido socialmente y que la prisión es
producto de un entramado de desigualdad que empieza para las personas mucho
antes de llegar a estar presas.
DIBUJO PUENTES PARA QUE
ME ENCUENTRES
Cuando Atrapamuros ingresa por primera vez a las unidades
penales lo hace pensando en talleres de apoyo para aquellxs detenidxs que
estudiaran Sociología e Historia. A medida que fueron avanzando y reflexionando
sobre su trabajo, consideraron que había que extender las actividades a otros
sectores por fuera del estudiantil. “Empezamos
a apuntar a talleres con otro tipo de dinámicas que puedan ampliar la población
así como nuestra propia visión de la cárcel, esa fue la motivación principal
para empezar a formarnos en la educación popular, una educación critica,
emancipadora, con participación. Si bien nosotros ya teníamos dinámicas de
taller dentro de las cárceles, empezamos a darle más sentido y un horizonte
político más claro”, contó Brunela.
Así empezaron a tener talleres que iban saliendo de manera
espontánea y del interés de las personas. Una de las áreas que se empezó a
trabajar fue vinculada a la comunicación, y se la pensó con una perspectiva
original: construir puentes entre el adentro y el afuera. No sólo sacar lo que
lxs pibxs querían expresar, sino empezar a construir conocimiento sobre eso,
intervenir en la calle a partir de lo que construyeran en su trabajo adentro de
los penales.
Si bien los talleres son diversos, a partir de las
experiencias concretas de la revista, “Nos re volamos 1”, y del programa de
radio “Rescatate Sociedad” se comenzó a generar -según contó Brunela- un efecto
dominó en el trabajo con la comunicación: “empezamos
a entender a la comunicación como algo más que un producto comunicacional. Hay
una necesidad integral de las personas de comunicarse, de mirarse a los ojos,
expresarse, eso es algo que está totalmente negado en la cárcel, que
individualiza todo el tiempo, calla, silencia. Entonces llevar a cabo un
proceso de comunicación colectiva, ya es súper disruptivo dentro de los
penales, y más cuando se genera algo concreto donde ellxs pueden identificarse”.
No se puede transformar la cárcel trabajando sólo de los
muros para adentro, hay que empezar a sacar la cárcel a la calle, esa es la
idea de construir puentes, pero no sólo se construyen puentes entre el afuera y
el adentro, sino que también se produce una relación “inter-penales” mediante
la práctica comunicacional. “Se empieza a
hacer una revista en Gorina y otra en Romero; un tallerista iba a los dos
talleres y se llevaban y traían propuestas entonces había un ida y vuelta
interesante al interior del penal, porque la idea es que esas revistas sean
repartidas y leídas dentro de las cárceles”, explicó Brunela.
En esta acción está presente nuevamente pensar en reconstruir
lazos que el sistema penitenciario intenta cortar, con una revista las personas
de diferentes penales comparten experiencias mediante una producción realizada
integralmente en el interior de la cárcel por otrxs compañerxs detenidxs. Todas
las producciones mencionadas, “Alto Mambo1” y “Rescatate Sociedad”, son
pensadas y debatidas en los talleres, tanto las secciones como los temas que
deben entrar, los nombres, en el caso de la radio la música que se va a pasar,
entre otros. Brunela contó que “eso era
un móvil para tener discusiones sobre distintos temas y al mismo tiempo para
aprender en conjunto. Te encontrás construyendo en colectivo y sacando un
producto en el cual las personas se ven reflejadas”.
Como se mencionó previamente, otra herramienta mediante la
cual se busca difundir la realidad carcelaria, así como las voces de lxs
detenidxs, es la revista Atrapamuros que se publica desde el colectivo
anualmente. Está compuesta por escritos de los y las militantes que componen el
colectivo, que plasman su visión sobre la cárcel o sobre determinado tema que
atraviese la cárcel, producciones de lxs presxs que participan en los talleres
o las producciones que salen de los mismos, y alguna entrevista o nota de
análisis con la visión de alguien que opine sobre el sistema penal, intentando
de esta manera proporcionar una visión amplia de la situación carcelaria.
Con su militancia tanto dentro y fuera de las cárceles,
Atrapamuros pone sobre la mesa el tema de las políticas de seguridad, de las
lógicas con las que actúa el Servicio Penitenciario y la policía, escucha a las
personas que viven en las cárceles, entendiendo esto como algo necesario para
comprender la realidad carcelaria y sobre todo para pensar formas de actuar
sobre esta realidad, poder problematizarla y criticarla.
LAS ALMAS REPUDIAN TODO
ENCIERRO
“Aprendí que dentro de
la cárcel, seguía siendo un hombre libre. Podían tener mi cuerpo pero no podían
tener mi espíritu, mi conciencia, mi sentido de la libertad”.
Adolfo Pérez
Esquivel
Es real que la cárcel como institución no tiene nada bueno,
el Servicio Penitenciario Bonaerense gobierna las cárceles en base a la
violencia estructural, superpoblación, hacinamiento y bajo condiciones de
detención inhumanas. Sin embargo, también es real que adentro de la cárcel no
todo es atenerse a las reglas que impone el poder, adentro de la cárcel puede
haber algo bueno: la resistencia. Hay personas que quieren organizarse para
alzar su voz contra las injusticias que viven a diario.
Las lógicas del sistema carcelario pretenden cortar lazos,
separar e individualizar, entre todo esto Atrapamuros eligió entrar a la cárcel
y apostar a construir lazos, confianza, diálogos, y encontraron no solo que es
posible, sino que esas cuestiones ya estaban presentes ahí, que por más que los
muros sean opresores, atrás de ellos hay personas dispuestas a no dejarse
quebrantar.
“Si bien la cárcel es
un sistema de crueldad, de tortura, también adentro hay resistencia, y esa es
la razón por la cual vamos. Vemos un sujeto revolucionario dentro de la cárcel,
vemos que lxs presxs quieren organizarse y generar un cambio, estando adentro y
también cuando salen, porque son los mismos pibes y pibas con lxs que cualquier
organización social labura en un barrio, personas que fueron privadas de
derechos básicos”,
opina Brunela.
Atrapamuros pone en escena las dos caras de la moneda,
visibilizar la violencia y la crueldad, para seguir exigiéndole al Estado y a
la sociedad que piense políticas públicas efectivas orientadas a garantizar
derechos a las personas privadas de su libertad. Y en la contracara de esa
violencia, la esperanza: visibilizar que las cárceles están pobladas de
personas, que viven, sienten y batallan el día a día.
Ellxs apuestan a la lucha: “Es reconfortante pensar que es
el territorio de militancia más hostil. Todo el tiempo estas rodeadx de una
estructura represiva, y sin embargo hasta ahí adentro se genera resistencia, se
genera organización, comunicación. Si acá pasa, tiene que pasar en todos lados”.
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