El Espacio es una casa que reúne varios proyectos autogestivos que
trabajan con el diseño, la imagen y la literatura. Su lógica de trabajo se
escapa de las convenciones: hacia afuera, respetan algunas leyes del mercado;
pero hacia lo interno, prima el trabajo horizontal y colectivo.
“El espacio es la confirmación de que también
hay otras formas de laburo, que muchas veces desde lo discursivo es fácil de
decir, pero llevarlo a lo concreto es difícil”, cuenta Agustín Arzac uno de los que cranearon (palabra
que utilizan a menudo sus integrantes) el Centro Cultural El Espacio que
cumplió un año de vida el 22 de agosto.
Este lugar es una casa que reúne varios proyectos vinculados con
el papel. En tiempos donde Internet parece haber suplantado casi todo, Malisia,
Fa, Pixel, Club Hem, la revista Estructura Mental a las Estrellas y la Agenda
cultural ZAZ confirman que la imagen, el diseño y el libro están más vivos que
nunca.
Todos son proyectos independientes entre sí, pero que se aunan y
coordinan en El Espacio, y lo que tienen en común es la percepción sobre cómo
volver la pasión por las letras y el arte, un trabajo que les dé de comer. “Que el laburo colectivo se pueda realizar,
se pueda mantener en el tiempo y poder apostar a que cada uno de ese trabajo
colectivo pueda obtener lo mínimo como para poder vivir de lo que nos gusta es
interesante en un mundo con una sociedad que todo el tiempo te muestra lo
contrario”, opina Agustín.
El Espacio es un lugar de referencia en el campo de la edición, la
literatura y del trabajo con el papel. Invita a todos aquellos que buscan
indagar sobre la escritura, los libros y las revistas. Si el interés está en
distribuir o editar, está la editorial de Malisia, Club Hem y Pixel; si en
cambio la idea es hacer algo más artesanal, está Fa, un taller de
encuadernación que también tiene una mirada hacia lo editorial y lo
visual. De estos proyectos nacen infinidad de actividades que se realizan a
diario en El Espacio, como ciclos de lectura de poesía, presentaciones de
libros, ferias, música en vivo y todo tipo de eventos culturales innovadores.
El año pasado, el escritor José Supera, se reunía los viernes con sus lectores
y escribía capítulos de su última novela en vivo.
La corta trayectoria de El Espacio tiene una historia previa, se
trata de un proyecto que tiene bastantes más años y que fue tejiendo el camino
para lograr llevar adelante, en el contexto local actual, esta casa con
proyectos que tanto se complementan.
La responsable del nacimiento de este centro cultural es Malisia,
una librería que también es editorial y distribuidora, que comenzó a gestarse
en C´est la vie, otro espacio cultural que funcionaba en 54 entre 4 y 5. Cuando
a mediados de 2014 decidió mudarse, los integrantes de Malisia sintieron la
necesidad de continuar los proyectos que estaban germinando, en un espacio
propio. La librería había quedado chica: ahora cargaban con una revista, dos
editoriales, trabajos fotográficos y de diseño, y sobretodo, las imperantes
ganas de tener su lugar donde seguir craneando.
Agustín Arzac tiene 28 años y es uno de los fundadores de Malisia
y de la revista Estructura Mental a las Estrellas. También participa de la
revista Trinchera y milita en Liberación.
“Horizontalidad no es solamente una linda palabra, es algo que sucede día a día
en El Espacio”, dice. Allí la productividad no se mide en dinero facturado,
ni la división del trabajo en rédito económico, sino en que cada uno pueda
elegir qué tarea -de las tantas que hay- quiere hacer según sus gustos y
necesidades. “Nos dividimos el trabajo
dándole lugar a cada persona a que labure según la afinidad que tenga con
ciertas tareas y dándole el espacio que necesita”, explica Agustín.
Y entre tanto trabajo colectivo, siempre hay tiempo para el goce,
porque lo conciben como una necesidad: “A
todos nos gusta ir a ferias, y hay veces en que todos dejamos lo que estamos
haciendo y nos vamos a una, porque es otro momento de socializar, de conocer
otros proyectos y editores”.
La preciada independencia
Lograr la sustentabilidad económica siempre es el gran desafío de
todo proyecto autogestivo. Sobre todo, si la independencia es una convicción.
Para Romina, integrante de El Espacio y de Fa, y estudiante de diseño en
comunicación visual, la intervención del Estado en proyectos como éste, la
preocupa. “El trabajo lo pensamos en
colectivo, pero de una manera independiente. Nos guiamos por nosotros mismos en
cuanto a nuestras decisiones. No hay una bajada que nos limite. Pensar nuestro
trabajo en este sentido, nos hace, si se quiere, intervenir en la cultura”,
explica. Según ella, cada proyecto particular de El Espacio, tiene un
compromiso con la cultura. “Las
producciones que salen de acá hacia afuera van cargadas de intención, y, tal
vez, ofrecen un panorama de voces nuevas que reivindican el trabajo
autogestivo”, agrega.
Es habitual caer en el reduccionismo de igualar proyectos que
piensan lógicas alternativas de trabajo, con lo under, lo artesanal y de poco
alcance. Lo cierto es que desde El Espacio apuntan a la masividad. Las cientos
de editoriales pequeñas y autogestivas que existen en el país, no logran
insertarse en las grandes cadenas de librerías ocupadas por las 4 o 5 empresas
monopólicas que se encargan de la compilación y distribución de libros.
Por eso, la mira está puesta en ir contra esa lógica desleal del
mercado editorial. Cuando a Agustín Arzac le preguntan si se consideran
alternativos, sin titubear responde con un rotundo “no”. ¿Alternativos a qué?
¿A quién? ¿Por fuera de qué?, se preguntan. “Todos
somos laburantes de la cultura. Podes trabajar de diferentes maneras pero
siempre respondes a las leyes del mercado. Tratamos de no ser para nada
alternativos, tratamos de ser lo más cercanos a la masividad posible”,
sostiene.
Como ocurre en muchos otros centros culturales de La Plata, que
nacen por una necesidad de hacer visible aquel arte que no tiene dónde
exhibirse, El Espacio es un ejemplo más que muestra que la rueda que lo hace
girar es literalmente el amor al arte.
“La construcción va por un camino distinto: sin
buscar competencias, ni rivalidades entre los espacios. Creo que la ciudad está
empezando a estar preparada para reconocernos entre nosotros, no como
competencia sino como espacios que tienen particularidades pero también mucho en
común. Sabemos que solos es más difícil”, sostiene Romina.
La idea prima de estos lugares es incentivar a que esa cultura no
oficial, no hegemónica que anda dando vueltas, y que crece cada vez más en una
ciudad universitaria como ésta, no luche en vano por querer estar en el Pasaje
Dardo Rocha o en el Teatro Argentino.
En el caso de la literatura, según cuenta Agustín, desde que nació
Malisia y algunas otras editoriales independientes de La Plata, el escenario
literario creció muchísimo. “Tiene otra
recepción por parte del público, por parte de la prensa. Siempre hubo muy
buenos escritores y muy buenos lectores pero estaban desperdigados o con el
norte muy puesto en Capital Federal, y en los últimos 5 años cambió eso, cambió
para bien. Que hoy se presente una novela de una autora local y vengan 80, 90
personas y que al mismo tiempo se presente un libro político y vengan 60, antes
no sucedía”, explica.
Y así es cómo, cuando se
hace lo que se ama, cuando se apuesta a lo diferente, cuando se cree con
convicción que hay otros caminos además del comercial, los proyectos empiezan a
girar y la pelota se hace cada vez más grande.
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