Las nuevas condiciones en que se desarrolla la producción hortícola han llevado a buscar alternativas que permitan superar los obstáculos que le son impuestos por los altos costos de producción y los bajos precios de venta de sus productos, obligándola a asumir riesgos constantes y endeudarse para mantenerse produciendo. Al mismo tiempo que se visualiza una gran precarización laboral, degradación del suelo y extremas condiciones de vida.
Comprender
la realidad de los productores hortícolas de la región de La Plata
y sus alternativas organizativas para afrontar las dificultades que
se le fueron presentando, resulta más sencillo si damos un repaso
yendo y viniendo en el tiempo.
Se
podría comenzar con las primeras inmigraciones y las distintas
etapas que aportaron a una situación actual. Situación que se
encuentra comprendida por incipientes experiencias organizativas,
predominantemente el cooperativismo, las ferias y la asociación de
palabra que, con sus dificultades, trata de dar batalla a las grandes
problemáticas de la poca o nula posibilidad de acceso a la quinta
propia, la presión inmobiliaria, el control de la comercialización,
entre otras que atraviesa el productor hortícola.
Un
poco de historia
La
producción hortícola en los alrededores de La Plata tiene sus
comienzos a principio del siglo XX y se caracterizó por el cultivo
de productos frescos para el consumo de la población, con
características de explotaciones familiares. Particularmente en la
región se asienta en una zona de fronteras móviles entre el campo y
la ciudad que comparte el espacio con otras explotaciones y usos del
suelo generando, de esta manera, una relación de competencia por la
tierra.
Los
actores que le dieron empuje al sector son aquellos inmigrantes
(principalmente italianos, portugueses y japoneses) que llegaron al
país ni bien terminada la segunda guerra mundial. Esta nueva oleada
de inmigrantes conjuntamente con el crecimiento demográfico y la
concentración de la población en las grandes ciudades hicieron
crecer la demanda de productos frescos para el consumo diario. Esto
permitió la consolidación de la actividad y su actual estructura
productiva.
La
década del ‘40 hasta el ‘70 estuvo atravesada por una etapa de
expansión del conjunto del sector a nivel general pero con una
primera diferenciación entre los productores que lograron, de alguna
u otra forma, total o parcialmente tener acceso al control del
proceso de comercialización de la producción.
El
inicio a una gran crisis
El
período siguiente tomó como puntos centrales la concentración de
la producción y el beneficio. Se dio un proceso de crecimiento de
los productores grandes sobre los chicos, conjuntamente con el
aumento del trabajo no retribuido y la intensificación de la
producción por unidad de explotación.
Este
proceso se agudizó con la inflación, disminuyendo la demanda y al
mismo tiempo estableciendo parámetros de calidad, volumen y variedad
mayores. El problema para los productores chicos y medianos era cómo
subsistir aceptando los parámetros de producción impuestos sin
tener que abandonar el establecimiento; y para la capa más
concentrada, la baja en la demanda y la consiguiente sobreproducción
hizo que ya no sea redituable un aumento de los volúmenes de la
superficie y variedad de la producción.
Los
‘90 trajeron grandes cambios dentro de la producción hortícola,
el gobierno de Menem privilegió la apertura y la desregulación
económica aumentando la desocupación; y desde el punto de vista del
cinturón hortícola platense, una tendencia a la depresión
creciente de la demanda. La descentralización liberó la
negociación de los precios entre el productor y el consumidor
(hipermercados), negociando cada productor por separado con su
comprador. Esta relación se dio de manera tan asimétrica que el
productor casi no pudo imponer condiciones.
Lo
que sucedió con la implementación de esta política oficial es que
el mercado perdió toda capacidad de regulador de precios pasando,
ahora, a manos de las grandes cadenas de hipermercados que encima
exigían altos niveles de calidad. Los productos de mejor calidad
salían del mercado central provocando una disminución de precios
por contar con productos de menor calidad. Pero, el hipermercado (que
compraba la mejor calidad) tomaba como precio de referencia el precio
del mercado central y, así, obtenía los mejores productos al precio
de los peores.
Este
contexto culminó con cientos de productores abandonando sus quintas,
dando comienzo a una nueva vuelta del proceso de concentración de la
producción. El rasgo característico de este proceso de
capitalización y alto rendimiento, pasó por la implementación de
invernáculos, lo que terminó siendo una de las características
distintivas de la zona hortícola de La Plata por su grado de
difusión.
Nuevos
y oportunos productores
Otro
punto para comprender este sector social productivo es la importancia
cuali y cuantitativa de la inmigración boliviana a la zona. Por lo
que comparativamente llegaron predispuestos a realizar con diligencia
tareas que trabajadores y campesinos argentinos no estaban dispuestos
a realizar por la paga ofrecida.
Incluso
las condiciones de vida con las que comenzaron su derrotero en la
zona, signadas por las necesidades de sus estrategias de
supervivencia, resultan de las más extremadamente deplorables que se
encuentren en el mercado laboral argentino: trabajando 16 horas por
día, la mayoría de ellos con “contratos” orales por fuera de
cualquier parámetro legal, viviendo en la propia explotación,
superponiendo el aspecto laboral y personal de la relación con el
patrón; hacinados en casillas de madera, plástico y nylon, con piso
de tierra y de un solo ambiente. "Nosotros no queremos vivir en
una casa así pero no nos queda otra...la tierra no es nuestra"
cuenta Valentín, productor hortícola de La Plata.
Estos
trabajadores fueron llegando por oleadas en distintos momentos,
siempre dispuestos a “empezar de cero”. Se puede afirmar que en
el corto plazo la mano de obra boliviana constituyó un factor que
permitió hundir aún más el precio y las exigencias de la oferta de
trabajo en el mercado laboral de la zona, llegando a ser el
componente principal de la misma. Este es un cambio de suma
trascendencia para entender otro de los rasgos centrales que adoptó
la producción hortícola de la zona en este período: la
generalización de la relación de mediería.
Por
medio de este acuerdo, el quintero aporta para la producción la
tierra, los insumos, las herramientas o los gastos de
comercialización, y el mediero propiamente dicho, su fuerza de
trabajo, la de su familia, y eventualmente insumos o gastos de la
comercialización. Esto también le permitirá al patrón retener
mano de obra calificada en cualquier etapa del proceso productivo.
El hecho de que las decisiones básicas correspondan al
propietario, es lo que en los hechos “define la relación laboral
como una forma de contratación de trabajo dependiente” y no como
una sociedad.
La
feria como alternativa
En
la actualidad, la inmigración boliviana de la zona se puede decir
que ha pasado a ser el actor productivo más dinámico del sector,
con distintos grados de presencia en todas las etapas de la cadena de
valor hortícola: desde el peón y el mediero, pasando por el
alquilante y el nuevo propietario, hasta
los puesteros del mercado y las verdulerías en las ciudades.
Con
la asunción de Evo Morales como Presidente de Bolivia en enero de
2006 y el cambio en el valor de la moneda se generó un éxodo o
vuelta al país de origen de los productores bolivianos. Pero ni las
medidas de reforma agraria en ese país han logrado todavía
satisfacer las expectativas generadas hasta el momento, por lo que
muchos de los que volvieron a su país “rebotaron” y hoy siguen
en la zona.
Un
fenómeno que aparece es el de los “rematadores”. Se trata de
bolivianos con camiones que recorren las quintas “levantando” la
producción para gestionar su venta en el mercado. Ante la falta de
transporte y un puesto propio en el mercado de la casi totalidad de
productores pequeños, éstos terminan por negociar bilateralmente
con los rematadores el precio de compra de su producción (el precio
de la “levantada”), el cual está en general muy por debajo del
precio de mercado.
Los
mismos “rematadores” constituyen la fuente de ingresos por las
ventas, y a la vez, muchas veces, la fuente de crédito. Entre sus
exigencias no sólo está la de pagar el préstamo, sino que los
“rematadores” también llegan a decidir qué debe producir el
quintero. Lo que da como resultado la concentración “invisible”
del control real de cientos de explotaciones hortícolas en muy pocas
manos.
Explotaciones
que efectivamente se mantienen “atomizadas” en mayor medida que
antes en la etapa de la producción, pero que son presa de una pinza
entre el factor crédito y el factor comercialización, ambos en
manos de los que “llegaron primero” a capitalizarse y obtener un
lugar privilegiado en el mercado. "Vamos al mercado y nos cobran
5 pesos por cada bulto (cajón de verdura) que descargamos más el
alquiler del puesto, la limpieza y el traslado es casi imposible
sostenerse, solo pueden quienes están arreglados con los que
controlan todo" comenta José, productor hortícola de La Plata.
Ante
esto, en la actualidad se desarrollaron nuevos mercados,
principalmente informales de venta de productos hortícolas conocidos
como las ferias o ventas de bolsones de verduras frescas y de
estación. Algunas de estas alternativas de comercialización son
apoyadas por instituciones como las universidades, el INTA (Instituto
Nacional de Tecnología Agropecuaria) hasta organizaciones políticas,
sociales y culturales. De a poco la ciudad de La Plata va
tomando a las ferias como centros de ventas del productor directo al
consumidor.
Las
ferias al igual que la venta de bolsones en los barrios de la ciudad
son una alternativa que intenta romper con la gran cadena de
intermediarios que imponen bajos
precios de venta a los productores y altos precios de compra a los
consumidores quedándose con una ganancia que equivale alrededor de 7
veces lo que se le paga al productor. Estas alternativas les permiten
a los productores obtener una ganancia digna por el trabajo realizado
y a los consumidores un precio accesible y justo.
Desde
un punto de vista crítico podemos mencionar que esta incipiente pero
creciente alternativa de comercialización tiene algunos desafíos
que superar en cuanto a la legalidad comercial de sus ventas y a la
cantidad que se comercializa. Esto último hace referencia
especialmente a los grandes volúmenes de hortalizas que se producen
donde las ventas en las ferias y bolsones representa un porcentaje
ínfimo del total de la producción.
Los
costos se dolarizaron, los precios no
El
nuevo modelo económico (post convertibilidad) motorizó la
reactivación de la economía beneficiando a algunos sectores sobre
la base del perjuicio de otros. El sector hortícola platense entra
claramente en la segunda categoría: produce bienes-salario (parte
básica de la canasta familiar) con insumos importados.
Hasta
acá la pregunta que nos podemos hacer es ¿cómo se mantiene la
producción en estas condiciones? Una de las características que
sobresale a primera vista es la degradación de la producción. Si
antes la competitividad se trataba de alcanzar mediante la
optimización del rendimiento y la calidad de los productos a través
del salto técnico, hoy la prioridad excluyente es la baja de costos
para poder sobrevivir.
En
esta carrera contra los costos, también se daña el medio
ambiente y se pone en riesgo la sustentabilidad del sector a mediano
y largo plazo: la alta rotación de los cultivos sin los
tiempos necesarios de descanso entre uno y otro, sumado a la
sobrecarga de químicos indebidos, está comprometiendo seriamente la
fertilidad de los suelos de la zona.
Es
esta sumatoria de nuevas tendencias lo que el
especialista en estudios agrarios, Juan Manuel Villulla, denomina
como “degradación” de la producción. Este último tiene como
objeto central de su desarrollo la precariedad y la informalidad
laboral, que trae aparejada la degradación de la vida de miles de
trabajadores y productores en la zona. Al mismo tiempo, estas nuevas
estrategias han tenido también expresión en originales y variadas
formas de relaciones de producción: para el uso de la tierra, la
contratación de mano de obra, el acceso al crédito y la
comercialización.
El
asesoramiento técnico impulsado, principalmente desde las agencias
de extensión del INTA por medio del programa Cambio Rural del
Ministerio de Asuntos Agrarios buscan, entre otras cuestiones, dar
salida a estos inconvenientes por medio de alternativas de producción
mas sustentables que permitan disminuir la utilización de insumos
químicos y mejorar la calidad de vida de las familias productoras.
Un
punto aparte merece este programa que incentiva la organización de
los productores para que puedan acceder al mismo y contar con un
técnico que trabaje conjuntamente con ellos pero que tiene una gran
deficiencia y es la precarización laboral que sufre el técnico por
los bajos sueldos que el Estado está dispuesto a pagar para brindar
este beneficio.
Ni
calidad, ni cantidad…oportunismo y asociación
Actualmente,
en el sector hortícola platense se manifiesta el fenómeno de nuevas
tandas de productores que abandonan la producción, pero las tierras
que quedan a disposición no son adquiridas o adosadas a las
explotaciones más grandes, alimentando el fenómeno de la
concentración, sino que se subdividen en explotaciones más chicas y
son arrendadas por nuevos pequeños productores, en su mayoría de
nacionalidad boliviana.
Se
da así un uso más intenso de la tierra, donde había una
explotación ahora encontramos tres o cuatro. Ya no es tan importante
el volumen producido en una sola cosecha, sino producir muchas. Es
decir, pequeños cultivos de alta rotación, para ingresarlos en el
mercado en distintos momentos.
Parte
del fenómeno lo constituye la asociación entre grupos de pequeños
alquilantes para obtener el
arrendamiento de una parcela, y luego subdividir internamente la
explotación por separado. Se buscan entre sí para hacerlo, ya que
en otras condiciones no podrían y los
contratos de arrendamiento como el acuerdo de subdivisión al
interior del grupo de alquilantes son “de palabra”.
"Queremos
un pedazo de tierra...pero no que nos regalen sino que nos financien
y nosotros se los pagamos por mes", menciona
un productor en una reunión de una cooperativa de productores
tratando el tema de acceso a la tierra.
Se da un aumento de
mini productores que pro
ducen y viven en peores condiciones que los
de antes. Al mismo tiempo que la situación es de permanente
inestabilidad y vulnerabilidad ante la informalidad y el riesgo del
mercado hortícola. El denominador común refiere a mucha menos
retribución por mucho más trabajo.
La
actualidad de la historia
El
gobierno argentino al igual que las instituciones y entidades
vinculadas al sector hoy no están pudiendo dar respuestas a estas
problemática, sino que muchas veces son quienes por políticas
concretas o por omisión profundizan estas desigualdades que se dan
en cada parte del proceso de producción y comercialización
hortícola.
Ante esta realidad, los productores hortícolas, han avanzando en
experiencias organizativas que les permitieron afrontar estas
problemáticas. En los últimos años el cooperativismo tomó
relevancia dentro del sector como forma organizativa donde
el productor asociado sale de su quinta e intercambia conocimientos,
saberes, necesidades y problemas con sus pares permitiendo buscar
soluciones colectivas a los problemas generalizados del sector.
Los
primeros acercamientos a formas asociativas de este estilo son por
necesidades individuales puntuales o por posibilidades de acceder
algún tipo de subsidio que mejore su situación actual. Quienes
quedan conformando parte de la cooperativa son quienes han podido
comprender que juntarse con otros productores no solo trae beneficios
económicos sino que sirve como punto de partida para obtener mayor
fuerza en los reclamos y exigir y proponer soluciones a los problemas
históricos que atraviesa el sector.
No hay otra salida
que la organización para hacer visible las necesidades que se
tienen, luchar contra el individualismo que esta sociedad impone en
todos los estratos de la misma donde el sector hortícola no es
ajeno.
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