viernes, 13 de mayo de 2016

El camino, la organización


Las nuevas condiciones en que se desarrolla la producción hortícola han llevado a buscar alternativas que permitan superar los obstáculos que le son impuestos por los altos costos de producción y los bajos precios de venta de sus productos, obligándola a asumir riesgos constantes y endeudarse para mantenerse produciendo. Al mismo tiempo que se visualiza una gran precarización laboral, degradación del suelo y extremas condiciones de vida.


Comprender la realidad de los productores hortícolas de la región de La Plata y sus alternativas organizativas para afrontar las dificultades que se le fueron presentando, resulta más sencillo si damos un repaso yendo y viniendo en el tiempo.

Se podría comenzar con las primeras inmigraciones y las distintas etapas que aportaron a una situación actual. Situación que se encuentra comprendida por incipientes experiencias organizativas, predominantemente el cooperativismo, las ferias y la asociación de palabra que, con sus dificultades, trata de dar batalla a las grandes problemáticas de la poca o nula posibilidad de acceso a la quinta propia, la presión inmobiliaria, el control de la comercialización, entre otras que atraviesa el productor hortícola.


Un poco de historia

La producción hortícola en los alrededores de La Plata tiene sus comienzos a principio del siglo XX y se caracterizó por el cultivo de productos frescos para el consumo de la población, con características de explotaciones familiares. Particularmente en la región se asienta en una zona de fronteras móviles entre el campo y la ciudad que comparte el espacio con otras explotaciones y usos del suelo generando, de esta manera, una relación de competencia por la tierra.

Los actores que le dieron empuje al sector son aquellos inmigrantes (principalmente italianos, portugueses y japoneses) que llegaron al país ni bien terminada la segunda guerra mundial. Esta nueva oleada de inmigrantes conjuntamente con el crecimiento demográfico y la concentración de la población en las grandes ciudades hicieron crecer la demanda de productos frescos para el consumo diario. Esto permitió la consolidación de la actividad y su actual estructura productiva.

La década del ‘40 hasta el ‘70 estuvo atravesada por una etapa de expansión del conjunto del sector a nivel general pero con una primera diferenciación entre los productores que lograron, de alguna u otra forma, total o parcialmente tener acceso al control del proceso de comercialización de la producción.


El inicio a una gran crisis

El período siguiente tomó como puntos centrales la concentración de la producción y el beneficio. Se dio un proceso de crecimiento de los productores grandes sobre los chicos, conjuntamente con el aumento del trabajo no retribuido y la intensificación de la producción por unidad de explotación.

Este proceso se agudizó con la inflación, disminuyendo la demanda y al mismo tiempo estableciendo parámetros de calidad, volumen y variedad mayores. El problema para los productores chicos y medianos era cómo subsistir aceptando los parámetros de producción impuestos sin tener que abandonar el establecimiento; y para la capa más concentrada, la baja en la demanda y la consiguiente sobreproducción hizo que ya no sea redituable un aumento de los volúmenes de la superficie y variedad de la producción.

Los ‘90 trajeron grandes cambios dentro de la producción hortícola, el gobierno de Menem privilegió la apertura y la desregulación económica aumentando la desocupación; y desde el punto de vista del cinturón hortícola platense, una tendencia a la depresión creciente de la demanda. La descentralización liberó la negociación de los precios entre el productor y el consumidor (hipermercados), negociando cada productor por separado con su comprador. Esta relación se dio de manera tan asimétrica que el productor casi no pudo imponer condiciones.

Lo que sucedió con la implementación de esta política oficial es que el mercado perdió toda capacidad de regulador de precios pasando, ahora, a manos de las grandes cadenas de hipermercados que encima exigían altos niveles de calidad. Los productos de mejor calidad salían del mercado central provocando una disminución de precios por contar con productos de menor calidad. Pero, el hipermercado (que compraba la mejor calidad) tomaba como precio de referencia el precio del mercado central y, así, obtenía los mejores productos al precio de los peores.

Este contexto culminó con cientos de productores abandonando sus quintas, dando comienzo a una nueva vuelta del proceso de concentración de la producción. El rasgo característico de este proceso de capitalización y alto rendimiento, pasó por la implementación de invernáculos, lo que terminó siendo una de las características distintivas de la zona hortícola de La Plata por su grado de difusión.


Nuevos y oportunos productores

Otro punto para comprender este sector social productivo es la importancia cuali y cuantitativa de la inmigración boliviana a la zona. Por lo que comparativamente llegaron predispuestos a realizar con diligencia tareas que trabajadores y campesinos argentinos no estaban dispuestos a realizar por la paga ofrecida.

Incluso las condiciones de vida con las que comenzaron su derrotero en la zona, signadas por las necesidades de sus estrategias de supervivencia, resultan de las más extremadamente deplorables que se encuentren en el mercado laboral argentino: trabajando 16 horas por día, la mayoría de ellos con “contratos” orales por fuera de cualquier parámetro legal, viviendo en la propia explotación, superponiendo el aspecto laboral y personal de la relación con el patrón; hacinados en casillas de madera, plástico y nylon, con piso de tierra y de un solo ambiente. "Nosotros no queremos vivir en una casa así pero no nos queda otra...la tierra no es nuestra" cuenta Valentín, productor hortícola de La Plata.

Estos trabajadores fueron llegando por oleadas en distintos momentos, siempre dispuestos a “empezar de cero”. Se puede afirmar que en el corto plazo la mano de obra boliviana constituyó un factor que permitió hundir aún más el precio y las exigencias de la oferta de trabajo en el mercado laboral de la zona, llegando a ser el componente principal de la misma. Este es un cambio de suma trascendencia para entender otro de los rasgos centrales que adoptó la producción hortícola de la zona en este período: la generalización de la relación de mediería.

Por medio de este acuerdo, el quintero aporta para la producción la tierra, los insumos, las herramientas o los gastos de comercialización, y el mediero propiamente dicho, su fuerza de trabajo, la de su familia, y eventualmente insumos o gastos de la comercialización. Esto también le permitirá al patrón retener mano de obra calificada en cualquier etapa del proceso productivo. El hecho de que las decisiones básicas correspondan al propietario, es lo que en los hechos “define la relación laboral como una forma de contratación de trabajo dependiente” y no como una sociedad.


La feria como alternativa

En la actualidad, la inmigración boliviana de la zona se puede decir que ha pasado a ser el actor productivo más dinámico del sector, con distintos grados de presencia en todas las etapas de la cadena de valor hortícola: desde el peón y el mediero, pasando por el alquilante y el nuevo propietario, hasta los puesteros del mercado y las verdulerías en las ciudades.

Con la asunción de Evo Morales como Presidente de Bolivia en enero de 2006 y el cambio en el valor de la moneda se generó un éxodo o vuelta al país de origen de los productores bolivianos. Pero ni las medidas de reforma agraria en ese país han logrado todavía satisfacer las expectativas generadas hasta el momento, por lo que muchos de los que volvieron a su país “rebotaron” y hoy siguen en la zona.

Un fenómeno que aparece es el de los “rematadores”. Se trata de bolivianos con camiones que recorren las quintas “levantando” la producción para gestionar su venta en el mercado. Ante la falta de transporte y un puesto propio en el mercado de la casi totalidad de productores pequeños, éstos terminan por negociar bilateralmente con los rematadores el precio de compra de su producción (el precio de la “levantada”), el cual está en general muy por debajo del precio de mercado.

Los mismos “rematadores” constituyen la fuente de ingresos por las ventas, y a la vez, muchas veces, la fuente de crédito. Entre sus exigencias no sólo está la de pagar el préstamo, sino que los “rematadores” también llegan a decidir qué debe producir el quintero. Lo que da como resultado la concentración “invisible” del control real de cientos de explotaciones hortícolas en muy pocas manos.

Explotaciones que efectivamente se mantienen “atomizadas” en mayor medida que antes en la etapa de la producción, pero que son presa de una pinza entre el factor crédito y el factor comercialización, ambos en manos de los que “llegaron primero” a capitalizarse y obtener un lugar privilegiado en el mercado. "Vamos al mercado y nos cobran 5 pesos por cada bulto (cajón de verdura) que descargamos más el alquiler del puesto, la limpieza y el traslado es casi imposible sostenerse, solo pueden quienes están arreglados con los que controlan todo" comenta José, productor hortícola de La Plata.

Ante esto, en la actualidad se desarrollaron nuevos mercados, principalmente informales de venta de productos hortícolas conocidos como las ferias o ventas de bolsones de verduras frescas y de estación. Algunas de estas alternativas de comercialización son apoyadas por instituciones como las universidades, el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) hasta organizaciones políticas, sociales y culturales. De a poco la ciudad de La Plata va tomando a las ferias como centros de ventas del productor directo al consumidor.

Las ferias al igual que la venta de bolsones en los barrios de la ciudad son una alternativa que intenta romper con la gran cadena de intermediarios que imponen bajos precios de venta a los productores y altos precios de compra a los consumidores quedándose con una ganancia que equivale alrededor de 7 veces lo que se le paga al productor. Estas alternativas les permiten a los productores obtener una ganancia digna por el trabajo realizado y a los consumidores un precio accesible y justo.

Desde un punto de vista crítico podemos mencionar que esta incipiente pero creciente alternativa de comercialización tiene algunos desafíos que superar en cuanto a la legalidad comercial de sus ventas y a la cantidad que se comercializa. Esto último hace referencia especialmente a los grandes volúmenes de hortalizas que se producen donde las ventas en las ferias y bolsones representa un porcentaje ínfimo del total de la producción.


Los costos se dolarizaron, los precios no

El nuevo modelo económico (post convertibilidad) motorizó la reactivación de la economía beneficiando a algunos sectores sobre la base del perjuicio de otros. El sector hortícola platense entra claramente en la segunda categoría: produce bienes-salario (parte básica de la canasta familiar) con insumos importados.

Hasta acá la pregunta que nos podemos hacer es ¿cómo se mantiene la producción en estas condiciones? Una de las características que sobresale a primera vista es la degradación de la producción. Si antes la competitividad se trataba de alcanzar mediante la optimización del rendimiento y la calidad de los productos a través del salto técnico, hoy la prioridad excluyente es la baja de costos para poder sobrevivir.

En esta carrera contra los costos, también se daña el medio ambiente y se pone en riesgo la sustentabilidad del sector a mediano y largo plazo: la alta rotación de los cultivos sin los tiempos necesarios de descanso entre uno y otro, sumado a la sobrecarga de químicos indebidos, está comprometiendo seriamente la fertilidad de los suelos de la zona.

Es esta sumatoria de nuevas tendencias lo que el especialista en estudios agrarios, Juan Manuel Villulla, denomina como “degradación” de la producción. Este último tiene como objeto central de su desarrollo la precariedad y la informalidad laboral, que trae aparejada la degradación de la vida de miles de trabajadores y productores en la zona. Al mismo tiempo, estas nuevas estrategias han tenido también expresión en originales y variadas formas de relaciones de producción: para el uso de la tierra, la contratación de mano de obra, el acceso al crédito y la comercialización.

El asesoramiento técnico impulsado, principalmente desde las agencias de extensión del INTA por medio del programa Cambio Rural del Ministerio de Asuntos Agrarios buscan, entre otras cuestiones, dar salida a estos inconvenientes por medio de alternativas de producción mas sustentables que permitan disminuir la utilización de insumos químicos y mejorar la calidad de vida de las familias productoras.

Un punto aparte merece este programa que incentiva la organización de los productores para que puedan acceder al mismo y contar con un técnico que trabaje conjuntamente con ellos pero que tiene una gran deficiencia y es la precarización laboral que sufre el técnico por los bajos sueldos que el Estado está dispuesto a pagar para brindar este beneficio.


Ni calidad, ni cantidad…oportunismo y asociación

Actualmente, en el sector hortícola platense se manifiesta el fenómeno de nuevas tandas de productores que abandonan la producción, pero las tierras que quedan a disposición no son adquiridas o adosadas a las explotaciones más grandes, alimentando el fenómeno de la concentración, sino que se subdividen en explotaciones más chicas y son arrendadas por nuevos pequeños productores, en su mayoría de nacionalidad boliviana.

Se da así un uso más intenso de la tierra, donde había una explotación ahora encontramos tres o cuatro. Ya no es tan importante el volumen producido en una sola cosecha, sino producir muchas. Es decir, pequeños cultivos de alta rotación, para ingresarlos en el mercado en distintos momentos.

Parte del fenómeno lo constituye la asociación entre grupos de pequeños alquilantes para obtener el arrendamiento de una parcela, y luego subdividir internamente la explotación por separado. Se buscan entre sí para hacerlo, ya que en otras condiciones no podrían y los contratos de arrendamiento como el acuerdo de subdivisión al interior del grupo de alquilantes son “de palabra.

"Queremos un pedazo de tierra...pero no que nos regalen sino que nos financien y nosotros se los pagamos por mes", menciona un productor en una reunión de una cooperativa de productores tratando el tema de acceso a la tierra.

Se da un aumento de mini productores que pro
ducen y viven en peores condiciones que los de antes. Al mismo tiempo que la situación es de permanente inestabilidad y vulnerabilidad ante la informalidad y el riesgo del mercado hortícola. El denominador común refiere a mucha menos retribución por mucho más trabajo.


La actualidad de la historia

El gobierno argentino al igual que las instituciones y entidades vinculadas al sector hoy no están pudiendo dar respuestas a estas problemática, sino que muchas veces son quienes por políticas concretas o por omisión profundizan estas desigualdades que se dan en cada parte del proceso de producción y comercialización hortícola.

Ante esta realidad, los productores hortícolas, han avanzando en experiencias organizativas que les permitieron afrontar estas problemáticas. En los últimos años el cooperativismo tomó relevancia dentro del sector como forma organizativa donde el productor asociado sale de su quinta e intercambia conocimientos, saberes, necesidades y problemas con sus pares permitiendo buscar soluciones colectivas a los problemas generalizados del sector.

Los primeros acercamientos a formas asociativas de este estilo son por necesidades individuales puntuales o por posibilidades de acceder algún tipo de subsidio que mejore su situación actual. Quienes quedan conformando parte de la cooperativa son quienes han podido comprender que juntarse con otros productores no solo trae beneficios económicos sino que sirve como punto de partida para obtener mayor fuerza en los reclamos y exigir y proponer soluciones a los problemas históricos que atraviesa el sector.

No hay otra salida que la organización para hacer visible las necesidades que se tienen, luchar contra el individualismo que esta sociedad impone en todos los estratos de la misma donde el sector hortícola no es ajeno.


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