miércoles, 11 de mayo de 2016

La triple alianza antitrava: culpables hasta que demuestre lo contrario.

En el día de ayer, se conoció el veredicto por el cual se condenó a Claudia, una travesti/trans peruana, a 5 años y 3 meses de prisión. El juez Juan José Ruiz hizo lugar a lo peticionado por el fiscal de juicio platense, Martín Chiorazzi, quién ordenó su detención inmediata luego de la condena. Claudia había sido detenida en abril de 2014, cerca de 4 y 64 en la ciudad de La Plata, y estaba provisoriamente con prisión domiciliaria. Luego de la sentencia, fue trasladada a la sede de la Comisaría Novena de La Plata.

El Poder Judicial, el Diario El Día y asociados, junto a las fuerzas policiales de la Bonaerense y el Municipio, en especial, la Comisaría Novena (implicada en el asesinato de Miguel Bru), el Comando de Patrullas (ex C.P.C.), Control Urbano, la Coordinación Departamental de Investigaciones (Ex D.D.I.) forman parte de la escalonada y sistemática criminalización, persecución y estigmatización de las travestis, transexuales y transgénero que ejercen la prostitución en las calles de nuestra ciudad. Cada uno ocupa un rol que parece planificado en el laboratorio del heteropatriarcado.

El diario más vendido en la ciudad tiene un gordo prontuario de transfobia y xenofobia a lo largo y ancho de sus páginas. Utilizar el masculino, entrecomillar sus nombres y recurrir al nombre registral para individualizarlas, señalar irrelevantemente su procedencia nacional, acudir regularmente  a la calificación de “narcotravestis”, negar la vigencia de la Ley de Identidad de género (cuestión que se replica en los expedientes judiciales), disfrazar travesticidios por “simples homicidios” son parte de las múltiples alternativas que utiliza cotidianamente el Diario El Día para fomentar y legitimar la violencia ejercida a las travestis, transexuales y transgénero.


La línea de conducta transfóbica de este diario platense es lo que convierte a la condena a Claudia como un hecho noticiable. No por nada titularon ayer: “Más de cinco años de cárcel para una travesti por vender droga y ser peruana”. Ni un ápice sobre el incumplimiento en la implementación en la administración pública de la ley de cupo laboral trans, por la cual luchó Diana Sacayán y el movimiento LGBTTTIPQ, y que la Legislatura provincial sancionó en septiembre del año pasado.

A la consolidación del estereotipo “narcotravesti”, le agregaron el componente de su nacionalidad peruana. Insatisfechos con esta demandante tarea, ahora parece que quieren retroceder a la doctrina de la seguridad nacional de la “Ley Videla” (Decreto-ley N°22.439, vigente hasta 2004[1]) que dejaba bien en claro que las/os migrantes indeseables e invasores de “nuestra soberanía” eran las/os provenientes de Nuestramérica, y la migración tenía que provenir desde el norte del otro lado del Atlántico. En esta tarea de volver al pasado, su marco de alianza ya sabemos dónde está posicionado.
Por su parte, las fuerzas represivas de la Policía Bonaerense junto al brazo armado municipal son quienes se encargan de la tarea cotidiana. Comienzan con la vigilancia, pasando a la hostilidad, para luego ir por la violencia física y el armado de causas a las trans y travas que ejercen la prostitución.

Suelen ser diversas las estrategias policiales pero son clásicas las tareas de inteligencia y el montaje de operativos ilegales. Como denunció Nicolás Cuello, activista de la Coordinadora Antirrepresiva LGBTTTIQP: “hay policías de civil, que van y compran cocaína, conversan con ellas, las hostigan, les mienten, les preguntan cosas como si no fueran ratis, y a la menor señal de que tienen algo para vender, de que tienen información de lo que sea, la carnada se va, y en menos de dos segundos cae el patrullero, la carnada señala quién tiene qué, quién dijo qué, y se va corriendo por su ruta, mientras la policía monta el operativo”, aclarando que “luego no se sabe que hacen con lo que compran, si se lo toman, si se lo tiran a las pibas mientras se van”.

En esta línea, el pasado 9 de marzo catorce compañeras trans y travestis, junto a la Asociación Civil Otrans, presentaron un habeas corpus preventivo, es decir, una herramienta legal de la que se valen habitualmente distintas personas y organizaciones sociales ante el riesgo permanente de detenciones arbitrarias y violencia en la vía pública o en los lugares de detención. Este instrumento legal lo utilizan regularmente en forma colectiva, por ejemplo, quiénes llevan adelante la Marcha de la Gorra ante la situación de lxs jóvenes de las barriadas populares de Córdoba.

Finalmente, quiénes ocupan otro rol decisorio en el ejercicio de la violencia hacia las trans y travestis en nuestra ciudad, están en el ex edificio de la ex Dirección de Vialidad sobre calle 7 y 8 entre 56 y 57: fiscales, jueces y juezas que forman parte del fuero penal en la estructura judicial bonaerense.
Esta vez quiénes se llevaron el beneplácito del heteropatriacado fueron el juez Juan José Ruiz y el fiscal de juicio platense, Martín Chiorazzi. Una de las cuestiones centrales que planteó la acusación de Chiorazzi al momento de cuantificar y agravar la pena fue “la condición de extranjera de la imputada, por venir de una nación hermana y delinquir en el país que la recibe” y que vendía en la vía pública y los trastornos que le ocasiona esa actividad a los vecinos. En síntesis, en base básicamente a la sobre jerarquización de los testimonios de los/as policías que intervinieron, lo que quiere decir este agente policial de traje y corbata es lo siguiente: sos peruana y encima que te “dejamos cruzar las fronteras”, infringís “nuestra ley”.

En realidad, los “trastornos” tienen más que ver con un problema de moralidad pública que con un problema de “seguridad urbana”, es decir, cuáles son los intercambios sexuales legítimos/legitimados, y qué es lo que amenaza la tranquilidad del paisaje urbano[2] si la presencia de los cuerpos trans y travestis en la vía pública o el posible comercio de estupefacientes, bajo regulación policial.


Según señala el Diario El Día, a Claudia la detuvieron con un gramo y medio de cocaína en su poder, cerca de la “zona roja” platense, es decir, una conducta que, en el peor de los casos, podría encuadrar en el delito de “tenencia simple de estupefacientes” (cuya pena puede ir de uno a seis años de prisión) y no “comercialización” (la pena es de cuatro a quince años), ambos regulados por la retrógrada Ley 23.737.  Obviamente que ante la disyuntiva, el Poder Judicial eligió la alternativa más punitiva. 

Cabe aclarar que esta problemática ley permite que inclusive esta figura de “tenencia simple” pueda ser utilizada por las/os operadores/es judiciales para avanzar en el proceso penal cuando no consigue pruebas en el juicio para demostrar la comercialización y, finalmente, llegar a una condena.

Por su parte, el juez Juan José Ruiz se valió de una gama unidireccional de argumentos xenófobos y eurocéntricos para justificar su sentencia. Entre otros párrafos, hay uno que parecería más ser parte del guión de un personaje de Capusotto que formar parte de una sentencia judicial: “¿Quién de entre nosotros los argentinos, incluso el suscripto, no tiene un abuelo o una abuela español, un nono o una nona, un grandfather o grandmother, corriendo por la sangre de sus venas?”. Parece ser necesario señalar a este señor que no paga impuesto a las ganancias que, ni la cultura, ni la nacionalidad, ni tampoco la identidad depende de una portación sanguínea.

Luego se defiende de que su sentencia no infringe “el principio de igualdad ante la ley y no discriminación”, tomando como referencia los postulados más reaccionarios y periféricos del Preámbulo y la Constitución Nacional y parangonando (e intentando equiparar) la situación de “nacionales” y “extranjeros” en la Guerra de Malvinas, al decir que éstos últimos “gozaban de todos los derechos (aunque no de todas las obligaciones como se ve) veían desde la comodidad de su hogar el conflicto, sin temor a ser convocados”.

No solo que es falso lo que señala este juez (sobre todo, teniendo en cuenta la vigencia de la “Ley Videla” sobre migraciones, e intentando trasladar y equiparar la lectura de procesos históricos diferentes), sino que tiene un nivel de arbitrariedad  e ignorancia enorme para justificar la violación a derechos humanos.     

El año pasado fue el exjuez de la Casación bonaerense, Horacio Daniel Piombo, quien huyó despavorido ante el repudio social generalizado ante una sentencia más, profundamente discriminatoria. Este año el premio judicial -que modificó levemente su nominación-  a la homolesbobitransfobia xenófoba parece ir a manos de Juan José Ruiz y Martín Chiorazzi.



En el último informe presentado por el Observatorio de Violencia de Género (OVG) de la Defensoría del Pueblo bonaerense, a cargo de Laurana Malacalza, hay algunos ejemplos que señalan la constante violación a la identidad de género autopercibida y a las garantías más básicas en el marco del proceso penal. Asimismo, desde el OVG marcan que la política pública del municipio platense (en ese entonces, de Bruera), a través de la Subsecretaría de Control Urbano, se reduce a relocalizar la “zona roja” en las inmediaciones del bosque platense para “invisibilizar la responsabilidad integral del Estado frente a la situación de vulneración de derechos en la cual se encuentra el colectivo trans y travesti”, siendo más bien “una medida tendiente a apartar de la mirada social a este colectivo.”

La situación no es muy esperanzadora si tenemos al mando del municipio platense a Julio Garro (PRO-Cambiemos) quien es necesario recordar que, ante la pregunta por el cupo laboral trans, manifestó: “no se me ocurre darle un trabajo a un travesti cuando hay madres y padres con hambre”.

Multiplicar la organización, la furia y resistencia travesti, la lucha, las jornadas antirati en Plaza Matheu contra la militarización de la zona roja, el repudio de las más diversas formas a la criminalización, la violencia, el coimeo, el hostigamiento y persecución policial al colectivo trans y travesti son las estrategias que nos tenemos que valer para no encuadrar en esa categoría de “vecinos” que utilizan desde el Estado y las vías de comunicación hegemónicas para poner en práctica e imponer su visión heteropatriarcal del mundo. No hay muchos caminos posibles: la alianza o la lucha contra el heteropatriarcado. Porque, como dijo la gran Lohana Berkins, “ahora es tiempo de resistir y el tiempo de la revolución es ahora”.

Por Aramis Lascano

PH: Ale Chávez

[1] En la actualidad, rige la Ley 25.872 que cambió radicalmente, al menos en términos formales, la concepción sobre la migración y las personas migrantes.
[2] Sabsay, Leticia: Fronteras sexuales. Espacio urbano, cuerpos y ciudadanía, Buenos Aires, Paidós, 2011.

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