2016. Parque de la Memoria, Buenos Aires,
Argentina.
Vestigios del espanto, pedazos de un horror en las noches encendidas. Ahí está imponente, el memorial. Esculpidos en cada piedra los nombres de los desaparecidos.
Aquellos que no pudieron contener el grito ni dar el beso final a su amada, ni compartir los ojos de sus hijos ni aferrarse a la última ventana. Porque no le dieron ni la última defensa, ni contemplar en paz con su postre mirada. Ni llorar en silencio sus promesas o rezar una oración sin mañana.
Y ni siquiera sus tumbas estarán acompañadas, en el medio del campo o en el fondo del agua, con un nombre sobre sus huesos para derramar esta lágrima.
Y sin embargo están allí, de carne y hueso: Obama, el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, profanando con sus pasos las baldosas del sitio y Macri, el presidente de la República Argentina, con la hipocresía oculta en sus ojos claros.
Por qué…cómo aceptar que victimarios homenajeen a sus víctimas sin el menor arrepentimiento explícito y afirmando aún, con sus hechos recientes, el dominio con el que caminan por el mundo sembrando injusticias.
En la piel aún vislumbramos las heridas, por eso no es difícil identificar delante del Río de la Plata, el río que impulsa nuestras venas.
Porque quienes siembran atrocidades hiriendo de muerte a la vida, mientras visten la mentira con ropajes de gala, se presentan como siempre, con sus trajes impecables.
Caminan juntos, con la bandera de cada país en las solapas de sus sacos oscuros.
Pero para sepultar la memoria no alcanza nada.
Porque los intentos de olvido no encuentran primaveras. Y mientras la impunidad camina por el Parque, nuestros ausentes nos ayudan a encender el alba.
Y ahí está “El Vasco”, con su nombre, horadando junto a miles de otros nombres, la presencia de los verdugos del sol y la esperanza.
El “Vasco”, detrás de la oreja de Obama, delante de la boca de Macri.
1978. SABALÚA, MIGUEL ANGEL, se lee como un paisaje de fondo, entre los dos mandatarios.
Miguel, “El Vasco” nació en Azul el 4 de noviembre de 1947. Vivió en Chillar en el seno de dos familias tradicionales de esa localidad, los Sabalúa-Zabalza. Realizó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Azul, posteriormente se fue a estudiar Veterinaria a La Plata, iniciando su militancia junto a otros compañeros de su ciudad natal, como Héctor Rizzo y Juan Marcelo Soler. En la ciudad de las diagonales se enamoró de María Isabel Basso “Tata”, con quien se casó y tuvieron dos hijos. Hacía trabajo social en los barrios más pobres, vacunaba, enseñaba a leer, resistía las injusticias. Le gustaba la música y el teatro. Hacía y remontaba barriletes, en busca de expandir los sueños.
El 26 de enero de 1978 lo secuestraron junto María Isabel, su compañera.
El pasado vuelve a estar presente.
Porque las marcas de la vida están en la inmensidad del silencio. En una foto. Esta foto que veo hoy, mientras leo el diario del domingo. Y entonces escribo.
Escribo en busca de que los gestos sembrados por historias de vida, se rescaten en estos papeles, para que no se pierdan en la oscuridad del olvido. Porque como diría Rodolfo Walsh “el verdadero cementerio está en la memoria”.
Escribo por el placer y el deber de hacerlo. Porque el pasado vuelve a estar presente. Porque las heridas están abiertas, son heridas del porvenir, testimonios de ausencias que sangran.
El tiempo, ese que nunca se detiene, parece borrarlo todo. Y sin embargo, aquí están PRESENTES junto a los nombres y los lugares que siempre los traen a caminar nuevamente de donde nunca se fueron y emergen en cada acto victorioso que los nombra y los recuerda. En cada gesto de quienes rescatan su aliento en la construcción de una sociedad más justa.
A 40 años del golpe cívico-militar de 1976 en Argentina, el pasado está presente.
Sí, es cierto. Hoy vi al “Vasco” junto a Barack y Mauricio en la actualidad de una foto. Dando testimonio de una realidad, cuando una imagen silenciosa vale más que mil palabras.
Pero el nombre del “Vasco” Sabalúa, junto a miles, emergen gigantes desde el muro, por sobre las sombras oscuras de las aves de rapiña.
Azul, domingo 27 de marzo de 2016.
Por Jorge Meza (con antiguos poemas de mi autoría y presentes palabras sentidas)
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