miércoles, 17 de febrero de 2016

No es solo rock and roll

En el marco de los recitales brindados por los Rolling Stones en el Estadio Único, la Municipalidad de La Plata organizó el festival «La Plata Ciudad Rock», un evento que -al menos en principio- ofreció la posibilidad a las bandas locales de difundir su música, aprovechando la visita a la ciudad de las miles de personas que vinieron a ver a la mítica banda británica.



La Secretaría de Cultura y Educación, fue la encargada de organizar e impulsar el ciclo que incluyó alrededor de 50 bandas platenses, que tocaron en un total de cuatro escenarios, dos dispuestos en Plaza Moreno, y los dos restantes en Plaza Malvinas. El primer recital tuvo lugar el jueves 11 de febrero, desde las 18 horas hasta las 00 horas aproximadamente. Mientras que la grilla se completo los días viernes 12 y domingo 13, en el mismo horario.

Respecto a la iniciativa, quien encabeza la secretaría antes mencionada, Gustavo Silva aseguró: «Tenemos que aprovechar estos eventos para mostrarnos como ciudad de rock, que se conozca más el valor artístico que tenemos, nuestros paseos y servicios gastronómicos. Vamos a garantizar que siempre tengan espacio todas las ramas artísticas».

Así, el nuevo municipio parece querer desprenderse de la antigua gestión cultural llevada a cabo por el bruerismo, y que se caracterizó, en líneas generales, por darle la espalda a cualquier forma de manifestación cultural que no generara algún tipo de rédito económico. Hasta acá, todo bien. Llega un nuevo gobierno y decide empezar a estrechar lazos con los artistas platenses que, por cierto, no son pocos.

Sin embargo, la cuestión es un poco más compleja. Por empezar, habría que tener en cuenta los antecedentes del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que son bastante polémicos, por no decir poco alentadores. En lo que refiere al ámbito cultural, el partido creado por el hoy presidente Mauricio Macri mantuvo la coherencia y el uso de los métodos que viene utilizando desde el comienzo: ante la lucha y la organización, desalojo y represión.

El caso de los centros culturales es tal vez el más emblemático: durante su gestión, el partido de los globos se encargó de clausurar a diestra y siniestra aquellos lugares que no se alineaban con su política. La ola de clausuras no discriminó barrios: paso por «El café de los patriotas», en La Paternal, luego fue hasta «Vuela el pez» y «La casa de Teresa» en Villa Crespo, y tampoco se olvido de visitar Parque Patricios, donde se ubican «Víctor Jara» y «Compadres del horizonte».

El caso de la Sala Alberdi, aquella que funcionaba en el Centro Cultural San Martín, resulta por demás ilustrativo: en enero de 2010 se decide tomar la Sala de forma pacífica, realizando además un acampe en Plaza Seca, en el que se dictaban talleres y se celebraban noches de cine-debate y recitales.
La toma fue reprimida por partida doble: primero, el 12 de marzo, dejando como saldo 63 heridos, y tres de ellos con balas de plomo. Segundo, el 24 de marzo. Sí, el 24 de marzo. Por cierto, La Nación, calificó a la toma como «insensata».

Volvamos a La Plata: afortunadamente, la ciudad no estuvo bajo la sombra del PRO todos estos años. Sin embargo, y como se mencionaba en párrafos anteriores, las políticas públicas culturales del ex intendente Pablo Bruera poco tuvieron que envidiarle a las macristas.
Aquí también los Centros Culturales sufrieron el hostigamiento y avasallamiento constante de las fuerzas estatales de seguridad, principalmente de Control Urbano. Así fue que se clausuró, entre otros, al «Pasillo de las Artes» (actualmente «El Nuevo Pasillo») y el «Centro social y cultural Olga Vázquez».
Como una suerte de paliativo a este tipo de medidas, la Municipalidad realizó una serie de festivales, la gran mayoría de ellos en el centro de la ciudad. El de mayor renombre quizá sea «Arte Joven», un ciclo que se lleva a cabo durante apenas un fin de semana al año en el Pasaje Dardo Rocha.
Allí podían encontrarse amalgamados skaters, grafittis, música, pintura y poesía. En dicho Pasaje, también se organizó la Feria del Libro, esa que prohibió cualquier tipo de mención a la inundación del 2 de abril, y que tampoco invitó a participar a ninguna de las decenas de editoriales locales.

En el caso particular de las bandas de rock, se lanzó el festival «Vamos las bandas», nombre inspirado en la célebre canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Básicamente, las bandas locales se anotaban para tocar en una serie de escenarios dispuestos por la Municipalidad en lugares públicos.
Las bandas competían unas contra otras, cual si fuera un ring de boxeo, y la «ganadora» pasaba a la siguiente instancia. Por el contrario, las bandas que quedaban fuera del «torneo», debían nuevamente salir en búsqueda de otros lugares -por lo general de gestión privada- afrontando todas las dificultades que eso conlleva.

Un dato a tener en cuenta: mientras se estimulaba la participación de las bandas en estos paupérrimos concursos, los soldaditos del bruerismo cerraban las puertas del bar «Pura Vida», bastión por excelencia del rock platense. Casualmente, por esos días, abría en La Plata una sede de «La Trastienda »-hoy, «LP Music»-, lugar en el que estaba involucrado el hermano de Pablo, Gabriel Bruera.

A fines del año pasado, se aprobó una ordenanza de Centros Culturales, pensada para proteger a este tipo de espacios e impulsada principalmente por el Frente para la Victoria, con el apoyo de la UCECAA (Unión de Centros Culturales Alternativos y Artistas) y la RECA (Ronda de Espacios Culturales Autogestivos).
Si bien esto implica un avance y brinda un marco normativo, hay algunos puntos grises que es necesario que sigan debatiéndose: por ejemplo, no se especifica qué pasara con aquellos Centros Culturales que opten por no empadronarse en el listado de la Subsecretaría de Cultura.

Por otro lado, pero no menos importante, la eficacia de la ordenanza dependerá de la voluntad política de las nuevas autoridades. Si no hay intenciones de ponerla en práctica, no será más que letra muerta en un papel.

De momento, el panorama resulta poco alentador. Por una parte, parece difícil que Julio Garro pueda realizar una gestión cultural más pésima de la que llevó adelante el gobierno anterior. Pero, por la otra, los antecedentes con los que carga el PRO nos advierten que no será tarea fácil poner en práctica cualquier tipo de manifestación cultural que escape al establishment.

No obstante, tal vez en el manantial artístico inagotable de la ciudad, y en la suma de las experiencias organizativas y de lucha que se vienen construyendo en los últimos años, radique la fuerza necesaria para seguir sosteniendo los espacios autogestivos.
 Además de las diagonales, los tilos y la catedral, un rasgo fundamental y característico de La Plata sigue siendo su alternatividad. Y, como sabemos, todo lo alternativo es alterativo.

Por Sebastian Bertelli


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