En el marco de los
recitales brindados por los Rolling Stones en el Estadio Único, la Municipalidad de La Plata organizó el festival «La Plata Ciudad Rock»,
un evento que -al menos en principio- ofreció la posibilidad a las bandas
locales de difundir su música, aprovechando la visita a la ciudad de las miles
de personas que vinieron a ver a la mítica banda británica.
Respecto a la iniciativa, quien encabeza la
secretaría antes mencionada, Gustavo Silva aseguró: «Tenemos que aprovechar estos eventos para mostrarnos como ciudad de rock,
que se conozca más el valor artístico que tenemos, nuestros paseos y servicios
gastronómicos. Vamos a garantizar que siempre tengan espacio todas las ramas
artísticas».
Así, el nuevo municipio parece querer
desprenderse de la antigua gestión cultural llevada a cabo por el bruerismo, y
que se caracterizó, en líneas generales, por darle la espalda a cualquier forma
de manifestación cultural que no generara algún tipo de rédito económico. Hasta
acá, todo bien. Llega un nuevo gobierno y decide empezar a estrechar lazos con
los artistas platenses que, por cierto, no son pocos.
Sin embargo, la cuestión es un poco más
compleja. Por empezar, habría que tener en cuenta los antecedentes del PRO en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires que son bastante polémicos, por no decir poco alentadores. En lo
que refiere al ámbito cultural, el partido creado por el hoy presidente
Mauricio Macri mantuvo la coherencia y el uso de los métodos que viene
utilizando desde el comienzo: ante la lucha
y la organización, desalojo y represión.
El caso de los centros culturales es tal vez
el más emblemático: durante su gestión, el partido de los globos se encargó de
clausurar a diestra y siniestra aquellos lugares que no se alineaban con su
política. La ola de clausuras no discriminó barrios: paso por «El café de los
patriotas», en La Paternal ,
luego fue hasta «Vuela el pez» y «La casa de Teresa» en Villa Crespo, y tampoco
se olvido de visitar Parque Patricios, donde se ubican «Víctor Jara» y
«Compadres del horizonte».
El caso de la Sala Alberdi , aquella
que funcionaba en el Centro Cultural San Martín, resulta por demás ilustrativo:
en enero de 2010 se decide tomar la
Sala de forma pacífica, realizando además un acampe en Plaza
Seca, en el que se dictaban talleres y se celebraban noches de cine-debate y
recitales.
La toma fue reprimida por partida doble:
primero, el 12 de marzo, dejando como saldo 63 heridos, y tres de ellos con
balas de plomo. Segundo, el 24 de marzo. Sí, el 24 de marzo. Por cierto, La Nación , calificó a la toma
como «insensata».
Volvamos a La Plata : afortunadamente, la
ciudad no estuvo bajo la sombra del PRO todos estos años. Sin embargo, y como
se mencionaba en párrafos anteriores, las políticas públicas culturales del ex
intendente Pablo Bruera poco tuvieron que envidiarle a las macristas.
Aquí también los Centros Culturales sufrieron
el hostigamiento y avasallamiento constante de las fuerzas estatales de
seguridad, principalmente de Control Urbano. Así fue que se clausuró, entre
otros, al «Pasillo de las Artes» (actualmente «El Nuevo Pasillo») y el «Centro
social y cultural Olga Vázquez».
Como una suerte de paliativo a este tipo de
medidas, la
Municipalidad realizó una serie de festivales, la gran
mayoría de ellos en el centro de la ciudad. El de mayor renombre quizá sea
«Arte Joven», un ciclo que se lleva a cabo durante apenas un fin de semana al
año en el Pasaje Dardo Rocha.
Allí podían encontrarse amalgamados skaters,
grafittis, música, pintura y poesía. En dicho Pasaje, también se organizó la Feria del Libro, esa que
prohibió cualquier tipo de mención a la inundación del 2 de abril, y que
tampoco invitó a participar a ninguna de las decenas de editoriales locales.
En el caso particular de las bandas de rock,
se lanzó el festival «Vamos las bandas», nombre inspirado en la célebre canción
de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Básicamente, las bandas locales se
anotaban para tocar en una serie de escenarios dispuestos por la Municipalidad en
lugares públicos.
Las bandas competían unas contra otras, cual
si fuera un ring de boxeo, y la «ganadora» pasaba a la siguiente instancia. Por
el contrario, las bandas que quedaban fuera del «torneo», debían nuevamente
salir en búsqueda de otros lugares -por lo general de gestión privada-
afrontando todas las dificultades que eso conlleva.
Un dato a tener en cuenta: mientras se
estimulaba la participación de las bandas en estos paupérrimos concursos, los
soldaditos del bruerismo cerraban las puertas del bar «Pura Vida», bastión por
excelencia del rock platense. Casualmente, por esos días, abría en La Plata una sede de «La Trastienda »-hoy, «LP
Music»-, lugar en el que estaba involucrado el hermano de Pablo, Gabriel
Bruera.
A fines del año pasado, se aprobó una
ordenanza de Centros Culturales, pensada para proteger a este tipo de espacios
e impulsada principalmente por el Frente para la Victoria , con el apoyo de
la UCECAA
(Unión de Centros Culturales Alternativos y Artistas) y la RECA (Ronda de Espacios
Culturales Autogestivos).
Si bien esto implica un avance y brinda un
marco normativo, hay algunos puntos grises que es necesario que sigan
debatiéndose: por ejemplo, no se especifica qué pasara con aquellos Centros
Culturales que opten por no empadronarse en el listado de la Subsecretaría de
Cultura.
Por otro lado, pero no menos importante, la
eficacia de la ordenanza dependerá de la voluntad política de las nuevas
autoridades. Si no hay intenciones de ponerla en práctica, no será más que
letra muerta en un papel.
De momento, el panorama resulta poco
alentador. Por una parte, parece difícil que Julio Garro pueda realizar una gestión
cultural más pésima de la que llevó adelante el gobierno anterior. Pero, por la
otra, los antecedentes con los que carga el PRO nos advierten que no será tarea
fácil poner en práctica cualquier tipo de manifestación cultural que escape al
establishment.
No obstante, tal vez en el manantial
artístico inagotable de la ciudad, y en la suma de las experiencias
organizativas y de lucha que se vienen construyendo en los últimos años,
radique la fuerza necesaria para seguir sosteniendo los espacios autogestivos.
Además
de las diagonales, los tilos y la catedral, un rasgo fundamental y
característico de La Plata
sigue siendo su alternatividad. Y, como sabemos, todo lo alternativo es
alterativo.
Por Sebastian Bertelli
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