Director: Haifaa Al Mansour
A medida que la historia transcurre, el espectador va
adoptando actitud de antropólogo y desnaturalizando contradicciones culturales
que contrajo esta porción del mundo ya globalizado. Hacia el afuera, las
costumbres árabes se siguen manteniendo, pero hacia adentro, hacia el interior
de los hogares, de las personas, de sus espíritus y creencias comienza una
revolución incipiente que está encarnada en Wadjda, la joven protagonista.Esta película fue rodada en Arabia Saudita y realizada por
la primera cineasta mujer de origen árabe que pudo llegar a la pantalla grande.
Es una película que logra enlazar a la perfección la trama ficcional de una niña
que se enamora de una bicicleta verde y hace lo imposible por conseguirla, con
la fotografía profunda de una cultura muy distante de la nuestra, que día a día
deja penetrar cada vez más el capitalismo occidental.
Las calles se tiñen de vestidos negros y rostros tapados,
que son las mujeres sometidas sin escrúpulos; y túnicas blancas y turbantes en
las cabezas, que son los hombres que caminan altivos y embaucados en su propia
arrogancia. Pero todo cambia cuando al abrir las puertas de sus casas la
vestimenta se transforma en un jean apretado con una camisa que marca los
senos, un cassette que reproduce un rock estadounidense en la radio de Wadjda,
o momentos en que la mamá de la chica sube a la terraza a fumar un cigarrillo.
La sinopsis se puede resumir en pocas palabras: Wadjda, una
joven árabe, quiere tener una bicicleta y es capaz de todo con tal de
conseguirla. Entre tantas ocurrencias que tiene, se entera que en la escuela
abrió la convocatoria para un concurso en el cual gana quien relata el Corán de
memoria. Ella decide hacer buena letra con la directora y dejar sus
"rebeldías" de lado, con tal de ganar el premio del concurso: el
monto que equivale al costo de la bicicleta.
Pero lo que en realidad atrapa es en lo que la realizadora,Haifaa
al Mansour, hace sutilmente hincapié. Cada personaje que introduce en la
historia pone, a su manera, en tela de juicio los mandatos orientales que
siguen siendo una mera costumbre que no muchos -sobre todo las mujeres- quieren
mantener. O al menos así lo comunica la película.
Las niñas son casadas por sus padres hombres cuando se les
da la gana con quien se les da la gana, las mujeres no pueden ser vistas sin su
atuendo negro (que sólo deja al descubierto los ojos) por otros hombres que no
sean sus maridos, las jóvenes no pueden verse con un chico porque son
consideradas como indignas e impuras. Los niños no pueden hablarle a las niñas,
como el caso de Abdullah, el vecino de Wadjda, que cuando la ve camino a la
escuela se le acerca con su bicicleta porque le gusta conversar con ella, por
más que tengan que ingeniárselas para que no los vean.
A cualquier lector le puede resultar habitual que cualquier
niño o niña tenga una bicicleta, pero cuando Wadjda le cuenta a su madre que
quiere una, ésta lo toma como un absurdo porque las mujeres en Arabia Saudita
no pueden andar en bicicleta ya que se cree que pueden perder la virginidad.
Wadjda quiere sentirse igual a su amigo. Le molesta que le
tome ventaja, que pueda tener su propia bicicleta por el sólo hecho de ser
varón. Por eso, para ella, ese vehículo se vuelve un símbolo de la igualdad, de
achicar las desventajas que sufren las mujeres en cada paso que dan. "Cuando
tenga mi bicicleta, te ganaré, entonces seremos iguales", le dice la joven
a su amigo. Y sus convicciones la llevan a pelear, como una niña decidida,
hasta sentir esa libertad que anhela.
Haifaa al Mansour logró contar una historia entretenida pero
también sólida en contenido que se disfruta a través de la descripción de la
cotidianidad misma que vive la sociedad árabe. La música acompaña cada momento
recreando los ritmos propios de Oriente y Waad Mohammed,
la actriz que encarna el papel de Wadjda, logra enseguida una complicidad con
el espectador y se hace querer desde que empieza hasta que termina la película.
Por Florencia Abelleira
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