martes, 29 de septiembre de 2015

¿Y si en vez de planear tanto voláramos un poco más alto?


 “..Y este ha sido el panorama mundial” se escucha desde la radio, en el primer cuadro. Posteriormente, la madre, con una toalla en la cabeza como quien sale de bañarse, grita: “¿Mafalda, has estado sacando mis cremas?” cuya respuesta no tarda en llegar: “las de embellecer solamente”, mientras se observa los potes en el suelo vacíos y el globo terráqueo todo embadurnado (Mafalda n°69).

Ejemplos como el anterior hay cientos y es por eso que, 50 años después de las primeras publicaciones que tenían como protagonista a esta “inocente” niña, el universo de Mafalda, ese que parecía extenderse infinitamente por los recuadros de las historietas,  aún sigue vigente.
La  trayectoria de Mafalda ronda ya el medio siglo. Su primera aparición fue en 1964 en el semanario Primera Plana de Buenos Aires, luego se publicó en el periódico El Mundo donde se inicia el imparable éxito del personaje. Cruzó las fronteras nacionales e incluso las de América del Sur, pasando por la publicación semanal Siete Días Ilustrados, hasta el lanzamiento de los libros que reúnen las 1928 tiras en orden de publicación. Su trayectoria culmina en 1973, decisión que según el propio Quino toma “cuando en la Argentina estaba corriendo sangre y había una situación política muy peligrosa. Mafalda no podía ignorar los crímenes que se estaban cometiendo, y si los comentaba, el que no hubiese podido comentar nada más sería yo. Corríamos riesgo todos”.
“He decidido enfrentar la realidad, así que apenas se ponga linda, me avisan” sostiene Felipe con los brazos cruzados,  de espaldas al lector. Aunque refleje un estado de intervención pasivo, pone de manifiesto una  problemática que a todos afecta.  Es una publicación empapada de actualidad, aplicable por consiguiente a la cotidianeidad de estos días. Ante esta situación, Mafalda –definida por Humberto Eco como “heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es”-  se escupe las manos en medio de una plaza y exclama: “Bueno, a ver… ¿Por dónde hay que empezar a empujar este país para llevarlo adelante?”  (Mafalda n°240).
Se destaca sin dudas la visión crítica de su autor, Joaquín Salvador Lavado, mejor conocido como Quino. La obra no solo  mantiene vigencia, sino que además posee una característica particular: La tira, aunque está protagonizada básicamente por niños, no está destinada para ellos.
Y cada uno de estos niños representa muy bien las cualidades de los sectores sociales. Susanita es esa futura mujer conservadora, que cree en el matrimonio y en los hijos como el mejor camino hacia la felicidad de la mujer. El hijo de inmigrantes, emprendedor y capitalista, está caracterizado en la figura de Manolito. Éste siempre está hablando de dinero e incluso manifiesta cierta admiración por Rockefeller.  El papel de los sectores intelectuales de izquierda le corresponde irónicamente a la pequeña Libertad.
Luego está Miguelito, es el más ingenuo e inocente del grupo, probablemente el único niño propiamente dicho, ese que siempre intenta ver todo con cierto optimismo aunque sus amigos lo bajen a la realidad. Felipe vive amargado y preocupado, además de ser bastante fatalista. Se lo ve en crisis cuando tiene que hacer los deberes de la escuela o tiene que hablarle a alguna chica que le gusta. Párrafo aparte merecería Burocracia, la mascota de Mafalda, que curiosamente es una tortuga.
Los padres de Mafalda muchas veces se encuentran sin respuestas ante los planteos de su hija y son cuestionados constantemente. Por ejemplo, Raquel, la madre, representa a la típica mujer-ama de casa-madre que se desenvuelve en la cocina y en las tareas del hogar, actividades que Mafalda critica muchas veces con ironía y burla. En una escena donde la madre se encuentra lavando ropa, planchando y secando los platos, su hija le pregunta: “Mamá, ¿qué te gustaría hacer si vivieras?” (Mafalda, nº5). A su vez, el padre parecería ser la figura de autoridad en la casa pero nuevamente Mafalda lo cuestiona y desafía. Ante una broma de su hija el padre le pregunta: “¿Dónde está el respeto que debes guardar a tu padre?” y ella socarronamente responde: “¿En la heladera?” (Mafalda n°194).
Sus padres buscan responder sencilla y claramente a las preguntas de Mafalda, pero una nueva inquietud los descoloca: “¿Podrían explicarme porque funciona tan mal la humanidad?”(Mafalda n°80).  Y, hablando de vigencia, todavía no hay respuesta que haya podido resolver esa incógnita.
Una imagen vale más que mil palabras
En la 40° edición de la Feria del Libro de Buenos Aires, donde Quino dio el discurso inaugural, se llevó a cabo además un panel de exposición sobre los 50 años de Malfada, al que Otro Viento asistió en calidad de espectador. Dicho panel estuvo integrado por  su autor, Quino, el filósofo José Pablo Feinmann, el dibujante Liniers y los escritores Juan Sasturain y Rodrigo Fresán. Este último, sostuvo: “Siempre me sorprendió en Argentina la ausencia de una gran novela de clase media. Esos solo se ha visto en dos historietas, una es El Eternauta  y la otra, Mafalda. Es sorprendente que nuestra sociedad sea tan fácil de dibujar y tan difícil escribir”.
La obra de Quino, cuenta con una condición característica: el dibujo deja de ser meramente estético. Aunque nadie puede dudar  de la calidad de los trazos del autor, su narrativa está plagada de un discurso crítico en busca de la emancipación y el progreso social, que despierta interés en el lector no solo por la tira en sí misma, sino por la realidad que lo engloba, de la que es parte y cuyas estructuras lo modifican.
Como sostiene Joseph Catalá en La imagen y la representación de la complejidad: “La imagen no es una ventana al mundo, un lugar de tránsito hacia una determinada realidad, sino que por el contrario se trata de una estación término, donde hay que detenerse para iniciar una exploración que nos llevará a una comprensión profunda de lo real.”
Quino apunta a descubrir mediante su denuncia, las fallas del sistema en el que estamos inmersos, como así también nuestros propios errores.  .  “¿Qué hacés Mafalda?", pregunta su madre. "Nada, mamá, estoy mirando la humanidad”, dice ella mientras contempla cómo una mosca, en su afán de libertad, choca una y otra vez contra el vidrio de la ventana.
Por su parte, el dibujante Liniers, contó: “Yo tuve la suerte de arrancar a leer con Mafalda, y no se trata de alguien que te ayuda a portarte bien, sino que te hace reaccionar, te enseña a cuestionar todo el tiempo, sus tiras no son para encontrar respuestas, sino para formular preguntas (…) Quino es ese tipo de artista que cuando conoces su obra, te convertís en mejor persona.”

Mafalda excedió a Quino, y abarcó y  sigue abarcando en sus pequeños brazos a toda la sociedad. Hace más de 40 años que no se publica, y sin embargo no pasa de moda, seguramente porque nunca fue una moda. Esta gran niña nos invita todavía a autoconstruirnos como personas y como sociedades, sin dejar de perder las esperanzas en las transformaciones sociales y en los cambios colectivos, pero estando atentos, porque, como dice Mafalda “Ahora que hay una luz de esperanza, no sea cosa que a algún cretino le dé por afanarnos los tapones.”

Por Camila Grippo, Sebastián Bertelli, Martín Zinclair

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