martes, 17 de junio de 2014

¡QUIERO TU RESPETO!

¿Qué es el acoso callejero? ¿Es lo mismo que hablar de piropos? Analiza la problemática la fundadora y activista de la organización Hollaback Buenos Aires,Inti María Tidball-Binz, en una entrevista realizada por el colectivo Otro Viento.




Cuando hablamos de acoso callejero, ¿a qué nos referimos? Como explica la especialista estadounidense Holly Kearl, el acoso callejero se trata de las palabras o acciones no deseadas que ejercen personas desconocidas sobre las mujeres en espacios públicos. Palabras o acciones que resultan ofensivas, insultantes y hasta agresivas porque, en general, hacen referencia al cuerpo de la mujer. Este tipo de acoso invade el espacio físico y emocional de una persona, sin importar lo que ésta pueda sentir.
Por eso no es lo mismo hablar de piropo que de acoso callejero. Los insultos, las palabras obscenas, el acecho o la persecución en la calle no son piropos, son fuertes agravios contra la mujer. La palabra piropo se presta a la confusión o de alguna manera pone un velo sobre lo que verdaderamente sucede: las mujeres somos acosadas en la calle todos los días desde que tenemos aproximadamente 12 años.
A raíz de esto, decidimos acercarnos a charlar con la fundadora y activista de la organización Hollaback Buenos Aires y  trabajadora de la  Subsecretaria de derechos humanos de la Municipalidad de La Plata, Inti María Tidball-Binz. Hollaback es una organización que trabaja documentando el acoso callejero en Buenos Aires a partir de blogs editoriales, mapas digitales y otros recursos de concientización y visibilidad.


¿Cómo comenzó tu experiencia como activista?

Yo empecé en el 2011 a tratar el tema del acoso callejero. En ese momento este término no existía como tal, sino que se hablaba sólo de “piropos”, piropos en el sentido de “románticos”. En esa época vi una propaganda de Coca-cola Light que decía que debía haber más piropos en la vía pública, y presentaba una imagen de un Cupido que en vez de una flecha tenía un martillo. Yo subí la imagen a un blog haciendo una crítica del mensaje violento que transmitía la propaganda a través de los estereotipos. Eso desató que otros blogs lo publicaran y ahí se empezó a mediatizar el tema del acoso. Esta crítica tuvo también una mala interpretación, ya que mucha gente creyó ridículo prohibir los piropos. 

Entonces, ¿creés que el término “piropo” no es apropiado para este tipo de situaciones?

Para mí es muy errado llamar “piropo” al acoso callejero, ya que el piropo está relacionado con un halago y esto tapa muchas cosas. Tapa que la realidad de las mujeres en la calle es otra, tapa que existe la exposición pública,  el manoseo y el acecho, entre otras cosas.
Ahora se está hablando más del acoso callejero, y me parece fundamental darle el término que merece porque el lenguaje también cambia la cultura. Otra forma de llamarlo es “violencia simbólica”.

¿Nos contás un poco acerca de Hollback?

Hollback es una organización internacional que surge por inquietudes de activistas sobre el acoso callejero. No es jerárquica porque no mantiene solo una línea, decidimos intercambiar recursos entre los más de 70 países que participan. Por ejemplo, en ciertos lugares se han implementado normas sobre el asunto, y hay nuevas organizaciones que aportan experiencias sobre el tema. A partir de una mirada macro, se hicieron encuestas en distintos países, y la mayor parte de las mujeres encuestadas declararon que se sienten incómodas frente a los piropos acosadores, ya que no solo las inhibe sino que además agrede.

¿Qué consecuencias trae esta situación de violencia para las mujeres, y cómo deberían reaccionar?

El acoso callejero causa efectos muy negativos en las mujeres, influyendo en la calidad de vida, en espacios públicos y privados. Hay varios casos en donde las mujeres son amenazadas para no hacer denuncias o extorsionadas con perder sus trabajos (en el caso de jefes que acosan a subordinadas). También influye en comportamientos, como modificar la forma de vestirse o los sitios por donde caminar. La mujer debe hacer frente a esto sin reproducir esta cultura, es decir, sin sentirse culpable.

¿Se podría buscar un origen histórico cultural en este tipo de hábitos?

Las distintas trayectorias que experimentó cada género a lo largo de la historia influyen mucho en las costumbres o hábitos de hoy. En el caso de la mujer, históricamente su rol ha ido cambiando: en los tiempos feudales por ejemplo eran hombres y mujeres los que salían al campo a trabajar, pero con el desarrollo de la industria la tendencia de mujer como ama de casa va imponiéndose cada vez más. Las  mujeres que salían a la calle eran tildadas de putas, eran precarizadas y criminalizadas. Es entonces cuando su cuerpo empieza a tornarse propiedad pública. Al mismo tiempo la mujer honorable era la que se quedaba en la casa criando y educando a los hijos. En la actualidad todavía no tenemos una cultura que apoye a la mujer. Se habla de la llamada “cultura de la violación” (La rape culture), donde “la sociedad enseña a la mujer a cuidarse de no ser violada, en vez de enseñar al hombre a no violar”. La mujer es, en toda la sociedad (y sobre todo para  los medios), culpable. Es por eso que si es acosada, “seguramente debe haberlo provocado ella”.

¿Puede decirse entonces, que la diferencia de roles en la historia determinó la construcción de determinados comportamientos?

Tanto la mujer como el hombre están limitados a cumplir con ciertos mandatos sociales, que fueron determinados con el correr de los años. Esto tiene que ver también con la educación sexual temprana de los roles de género. A los varones nunca se les hace sentir que son suficientemente varones, la única forma de demostrar que se es hombre es mostrando que no se es mujer, porque la mujer es lo abyecto. El hombre se ve obligado a negar la femineidad, y para ello necesita demostrar que ésta es más débil. Hay una lucha constante por construir la masculinidad a través del sometimiento de la mujer. Si construyéramos otro tipo de masculinidad no sería necesario someterla. La mujer también tiene un montón de precedentes históricos que dejan secuelas sobre su cuerpo, y determinan otro tipo de mandatos, como ser buena, prolija, pulcra, etc.

Entonces las causas que provocan la violencia simbólica van de la mano con el reconocimiento de la sociedad…
¡Exacto! Se busca ser reconocido por el “otro social”. Éste no debe necesariamente estar al lado, el “otro social” está dentro de uno mismo, naturalizado en las costumbres. Muchas veces los emisores del acoso callejero se encuentran solos, y reproducen esto por un mandato cultural ya internalizado. El mandato social también tiene que ver, por ejemplo, con la idea de que “yo me merezco tener a una mujer”, es decir, un deseo de posesión.  Hay que poder cambiar y construir relaciones desde la igualdad.

Existe una Ley de protección integral a las mujeres, la ley 26.485 ¿Cómo se lleva a cabo esta ley en la sociedad?

La ley existe, sí… de hecho en el apartado cinco, título uno, se describen todos los tipos de violencia: simbólica, verbal, psicológica, etc., y a partir de éstas se puede hacer referencia al acoso callejero. Es bueno que la ley exista, pero no hay muchas sanciones legales, solo un par de precedentes. Se puede comparar por ejemplo con la Ley de Identidad de Género, donde si bien las leyes están, es muy difícil cambiar el pensamiento de la sociedad.
Ahora se habla mucho de legislar, a raíz de lo que pasó en Bélgica: se sancionó una ley donde se puede multar o hasta poner en cana a los acosadores[1].

¿Ves ahí una solución?

No. No creo que la criminalización del acoso sea una solución, pero sí legislar para una mayor educación. Que haya sanciones sociales más que penales. La Ley desde la que hay que trabajar es la de educación sexual en las escuelas. La educación es un punto clave para generar conciencia, y revertir este tipo de hábitos violentos. La escuela es uno de los lugares en donde más se reproducen las relaciones de poder, que son las buscadas muchas veces por los acosadores. Hay mucha gente que está tratando de trabajar el tema pero hay varios obstáculos. Sucede muchas veces que chicas menores, que no han tenido educación sexual, son víctimas de palabras que nunca escucharon. Es decir que la primera persona que está notando los cambios de su cuerpo es una persona extraña en la calle. Para colmo este hábito está tan naturalizado que no es común hablarlo en la familia y menos en la escuela.

El primer paso: generar conciencia en la sociedad.

Sí. Trabajar en las escuelas, poner presupuesto, realizar talleres, hacer campañas publicitarias en los subtes. Hablar de la sexualidad en las casas y luchar por enseñarlo en las escuelas. Cambiar la cultura que nos rodea (que culpabiliza a la mujer) para cambiar la actitud cultural frente al acoso. Por eso me pareció genial que los pibes de la Escuela nº7 D.E 9 hayan tenido la iniciativa de tocar este tema a través de un cortometraje audiovisual realizado por ellos mismos, Piropos en la calle, ¿piropos?Esto generó que la gente se abra a esta cuestión, porque al ser chicos se lo toman más en serio. Además no hay tantos recursos visuales sobre este asunto.

En los últimos años se han creado muchas organizaciones que luchan contra las injusticias de la mujer en la sociedad ¿Creés que hay un cambio en la conciencia colectiva que va aumentando?

Desde que empecé mi militancia el cambio fue enorme. Porque ahora se tiene un poco más de noción de lo que es el acoso. Hay varios grupos de organizaciones que trabajan sobre esto, como el “comandoantipajero” o grupos feministas que recientemente instalaron el problema del acoso, ya que antes no lo consideraban un tema tan importante. Se ven avances en muchísimos aspectos, como en el tema del aborto, por ejemplo. Estos dos temas (aborto y acoso) están relacionados, porque tienen que ver con el derecho sobre tu cuerpo. La elección de cómo vestirte en la calle también es un derecho, hay que saber vincular estos temas.

A modo de cierre ¿Qué mensaje creerías importante transmitir para revertir esta violencia simbólica?

Creo que es fundamental desde nuestro lugar poder generar una conciencia social más crítica, y la solución va a estar mucho más de la mano de la educación que de la criminalización. Creo que esta toma de conciencia es progresiva, y que podemos llegar a construir relaciones desde la igualdad.

Por Manuela Bolla y Camila Grippo Año 2014
Ilustración: Giya Zabalza




[1] El Senado de Bélgica aprobó el mes pasado una ley que contempla multas entre 50 y 1000 euros, y condenas hasta por un año de prisión a quienes digan piropos ofensivos a las mujeres en la vía pública. Es el primer país que considera que los piropos son formas de acoso. La ley surge a raíz de que una estudiante belga,SophiePeeters, realizara un documental llamado "Femme de la Rue" (La Mujer de la Calle), en el que se evidencian los acosos que recibe una mujer al caminar sola por las calles de ese país.

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