miércoles, 18 de junio de 2014

Gabo, el amigo de los Pueblos libres



“Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. ‘Eres el único que no puede irse’ me dijo. Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos.”
Gabriel García Márquez – Doce Cuentos Peregrinos



Dolió. Como duele la muerte de un ser querido. Dolió, porque se murió un amigo de nosotros, con la diferencia que él no nos conocía. O al menos eso pensábamos. Pocos autores tienen la enorme capacidad de que el lector sienta que le está hablando directamente, que lo lleve a lugares al que nunca fueron y ni siquiera existen. Sin embargo, García Márquez condensó todas esas cualidades a lo largo de su obra, tanto en las novelas como en sus artículos periodísticos.

Aquí vamos a tratar de rescatar un poco de eso, del otro Gabo, el que los críticos literarios burgueses nunca quisieron indagar. No fue el único escritor latinoamericano al que se le ninguneó su visión del mundo, por encima de su obra artística. Pablo Neruda fue vendido durante muchísimo tiempo como un snob, bebedor de buenos vinos y nada más. A pesar de esta falsa imagen construida, el chileno nos regaló su Canto General, un conjunto de poemas a la clase oprimida y a su lucha por la construcción de un mundo nuevo. Claro está, que no es una de las obras predilectas de las editoriales encargadas de difundir su poesía.
Así es que existe otro García Márquez, por encima del multipremiado y con millones de ventas en todo el mundo. O no, en realidad es el mismoGabo comprometido, militante, ferviente defensor de la Revolución Cubana, no sólo con bellos testimonios de apoyo, sino también jugándose en el armado de Prensa Latina; construyendo una férrea amistad con Fidel Castro y pronunciando:"Para mí, lo fundamental es el ideal de Bolívar: la unidad de América Latina. Es la única causa por la que estaría dispuesto a morir". 


Por eso es importante poder traer de los recuerdos el papel que cumplió en Prensa Latinaen Cuba, aquella maravillosa agencia de noticias que el Che le encomendó a Jorge Ricardo Masetti, una vez que triunfó la Revolución. Esa agencia tenía (y tiene) como principal tarea la contra-información, una labor más que necesaria en un contexto donde la hegemonía de las agencias de prensa con intereses pro-yanquis, inundaban todo el globo. En un principio, fue difundir con vehemencia qué es lo que estaba pasando en esa islita del Atlántico, tan lejos del cielo y tan cerca del infierno consumista. Luego, fue sumar las voces de otros rincones del Planeta, donde se despertaban focos de lucha por la autodeterminación de los pueblos.

Así fue como el colombiano se subordinó a las órdenes de Masetti, realizando informes y crónicas a la par de un muchachito argentino, Rodolfo Walsh. El gran periodista argentino, también se formó en esa cuna de comunicadores militantes que fue Prensa Latina, y al poco tiempo que los militares genocidas lo secuestraron, en aquel frio marzo del ´77, Gabo le escribió el recordado texto “Rodolfo Walsh, el escritor que se adelanto a la CIA”, rememorando la enorme actuación que tuvo cuando descubrió los cables secretos de Estados Unidos con la intención de invadir Cuba desde Guatemala.

Él mismo reconoció que su labor como periodista le marcó el resto de su carrera como escritor. En ese terreno se formó, y a pesar de que luego se desarrolló como novelista, fue una tarea a la que nunca le soltó la mano. En sus Textos Costeños, afirmó que:“…el periodismo es la profesión que más se parece al boxeo, con la ventaja de que siempre gana la máquina y la desventaja de que no se permite tirar la toalla”.

Su compromiso con Cuba no terminó con su desvinculación de Prensa Latina. Al poquísimo tiempo que se instaló el Bloqueo económico de parte de Estados Unidos (y con la complicidad de muchas otras potencias), escribió ¿Cómo se asfixia a un pueblo sin tirar un cañonazo?, donde describe una enorme cantidad de atrocidades que sufrió el pueblo cubano, además de hacer un exquisito y trémulo análisis sobre los primeros años luego de la caída del régimen batistiano. Sin dudas, que ésta se vuelve una obra fundamental, cuando el “Genocidio más largo de la historia” sigue acechando  y hay un pueblo que sigue resistiendo.

“Los Chávez que yo conozco”

El día que se murió Hugo Chávez, fue el mismo díadel anteúltimo cumpleaños de García Márquez. Poquito tiempo después de ese día, se dio a conocer “El enigma de los dos Chávez”, una magistral crónica que refleja el primer encuentro entre el colombiano y el líder de la Revolución Bolivariana. Allí, García Márquez hace un mea culpa y relata que:Fue una buena experiencia de reportero en reposo. A medida que me contaba su vida iba yo descubriendo una personalidad que no correspondía para nada con la imagen de déspota que teníamos formada a través de los medios. Era otro Chávez. ¿Cuál de los dos era el real?”.

A lo largo de todo el texto, se van conjugando las típicas frases del Comandante, junto con bellísimas descripciones de la situación hechas por el escritor. Esto nos lleva a sumergirnos en un universo similar al de sus novelas, marcadas por el género que él ha sabido llevar a rincones inesperados: el realismo mágico.  Uno de los pasajes inolvidables de ese encuentro, es el que relata el mismo Hugo:

“Uno de aquellos días atravesó la frontera sin darse cuenta por el puente de Arauca, y el capitán colombiano que le registró el morral encontró motivos materiales para acusarlo de espía: llevaba una cámara fotográfica, una grabadora, papeles secretos, fotos de la región, un mapa militar con gráficos y dos pistolas de reglamento. Los documentos de identidad, como corresponde a un espía, podían ser falsos. La discusión se prolongó por varias horas en una oficina donde el único cuadro era un retrato de Bolívar a caballo. “Yo estaba ya casi rendido, -me dijo Chávez-, pues mientras más le explicaba menos me entendía”. Hasta que se le ocurrió la frase salvadora: “Mire mi capitán lo que es la vida: hace apenas un siglo éramos un mismo ejército, y ése que nos está mirando desde el cuadro era el jefe de nosotros dos. ¿Cómo puedo ser un espía?”. El capitán, conmovido, empezó a hablar maravillas de la Gran Colombia, y los dos terminaron esa noche bebiendo cerveza de ambos países en una cantina de Arauca. A la mañana siguiente, con un dolor de cabeza compartido, el capitán le devolvió a Chávez sus enseres de historiador y lo despidió con un abrazo en la mitad del puente internacional.”

 Y es que al fin y al cabo, García Márquez siempre le hizo honor a una de sus máximas: “La crónica es la novela de la realidad”.

Crónica de un dolor anunciado

El 31 de marzo de este año, había sido hospitalizado en el México D.F., producto de un cuadro de deshidratación y un proceso infeccioso pulmonar y de vías urinarias.

Allí, en el país que le hizo de segunda casa durante más de 30 años, vivió su último primer mes del otoño. México lo había recibido luego de diversas tensiones con las derechas y oligarquías de su Colombia natal, que habían llegado a acusarlo de terrorista, sólo por promover un acuerdo de paz entre las esferas estatales y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

Fueron estas oligarquías, en clara complicidad con los gobernantes de turno, quienes obligaron a Gabo a exiliarse de su tierra natal. Sin embargo, su corazón y su obra siempre estuvieron al lado de los sectores explotados, de los guajiros que venden su fuerza de trabajo para que el café que producen se venda en países “desarrollados”.


Sin dudas, que cuando en su juventud imaginaba a Macondo como calles con tan buen sentido que ninguna casa recibía más sol que otra a la hora del calor… más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes. Era en verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto…”;estaba también anhelando un mundo de justicia e igualdad, la verdadera construcción de la Patria Grande.

Por Nacho Saffarano
Ilustración: Melína Ávalos 

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