martes, 8 de abril de 2014

Ni amxs, ni esclavxs


La dialéctica del amo y del esclavo desde una perspectiva de género.

 “¿Qué es una mujer?”. Con este interrogante comienza Simone De Beauvoir su libro El segundo sexo. Aunque resulte una pregunta absurda, su formulación no se remonta a tiempos muy antiguos. Por el contrario, fue a raíz de la búsqueda de la reivindicación del rol de la mujer en la sociedad, cuando se empiezan a plantear estas  problemáticas.



Según Aristóteles: “La mujer es mujer en virtud de cierta falta de cualidades, y debemos considerar el carácter de las mujeres como adolescente de una imperfección natural”. De este fragmento podemos afirmar dos cosas: Por un lado, la mujer aparece como sujeto incompleto, sin serle reconocidas características distintivas propias ni aún biológicas, por tratarse de una mera imperfección (características en las que se basarán otras posturas para afirmar que la mujer es sólo una matriz). Por el otro, la mujer aparece como lo“negativo”, ya que, como afirma De Beauvoir,“toda determinación le es imputada como limitación sin reciprocidad”.


Ahora bien, ¿qué pasa con el hombre? De Beauvoir remarca que mientras el varón se piensa sin la mujer, ésta es y se diferencia en relación con el hombre. Se puede decir entonces que el papel del hombre no sólo establece lo “positivo” sino además lo “neutro”, lo esencial, lo absoluto. Avanzando un poco más, ¿Cuáles fueron los motivos que decretaron la historia de la mujer es su rol de “complemento incompleto”? La autora se remonta a la teoría Hegeliana de la Dialéctica del amo y el esclavo para responderlo.

En dicha dialéctica, Hegel plantea un escenario hipotético donde dos hombres se encuentran por primera vez en un contexto originario. Este encuentro se traduce en un enfrentamiento donde el primer instinto de ambos será someter al otro en una lucha a muerte. El motivo de la lucha es el reconocimiento del otro, un reconocimiento humanizante(propio del ser humano) que va a establecer los roles de cada uno.El “vencedor” será el amo que elige arriesgar su vida por someter al esclavo. El esclavo, por su parte,perderá la posibilidad de ser reconocido por elegir conservar su vida (propio de los animales).
La analogía que retoma De Beauvoir es bastante clara: el hombre considerado como parámetro estándar de lo correcto, domina a la mujer en una relación esclavizante, en la cual estipula sus hábitos, obligaciones, intereses y comportamientos.

El papel que les fue otorgado históricamente a las mujeres es bastante visible tanto en el pasado como en la actualidad; han tenidoque dar lucha ante cuestiones que al hombre se le fueron otorgadas“naturalmente”.Por ejemplo en el desarrollo intelectual (con el acceso a la educación), la participación política (con el derecho al voto), el desarrollo físico (estableciendo ciertos deportes como actividades masculinas, o labores domésticas que requieran fuerza física), entre otras.

En la actualidad, si bien esta situación se ha revertido en muchos aspectos, pueden verse infinidad de secuelas que siguen instauradas en la sociedad, y que son naturalizadas hasta por las propias mujeres. Claros ejemplos son los que se dan dentro de los hogares; cuando el hombre ocioso llega a su casa después de trabajar, mientras que la mujer no sólo trabaja, sino que además lleva a delante la tarea del hogar, y en muchos casos, cuando el hombre asume dichas tareas, se las considera como una “colaboración”.

Esta mujer trabajadora del hogar cumple una función económica esencial, que no es considerado como tal en la sociedad. “Reconstituye una cuota sustancial del trabajo del hombre al transformar materias primas en alimento y ropas, además de tener a cargo el cuidado de los hijos y el hogar. Es un trabajo encubierto, trabajo ‘en negro’ por excelencia, sin consideración social “, establece la activista del Partido Comunista, Fanny Edelman.  

En el plano laboral, la desigualdad aún hoy continúa. Existen datos concretos que hablan por sí solos. Según el periodista especializado en temas gremiales, Jorge Duarte, entre las mujeres que trabajan sólo el 2,7% llega a cargos directivos; la brecha que existe entre los salarios de mujeres y varones asciende un 24,8%, es decir, que por la misma labor una mujer recibe 24,8% menos que el varón; las mujeres tienen trabajos más precarizados, entre otras cosas.

Si bien esta dialéctica le resulta apropiada a De Beauvoir para esclarecer el lugar que ocupa la mujer en la sociedad, no resultaría aplicable en su totalidad ya que la teoría de  Hegel posee diferencias en su resolución. Con ello se refiere a que la dialéctica hegeliana resuelve la humanización invirtiendo los roles: el amo consume lo que el esclavo produce, volviéndose ocioso, deshumanizándose. Por otro lado, no puede ser reconocido por el esclavo ya que éste no es considerado como un igual. El esclavo por el contrario va formando la cultura al trabajar con el capital, humanizándose.

Resulta interesante, además, señalar que con El segundo sexo, De Beauvoir sienta las bases para  el "feminismo de la igualdad”, movimiento que tiene como objetivo la equivalencia de derechos entre mujeres y varones. Este es otro aspecto en el que difieren las teorías: mientras la lucha feminista es por la igualdad, la dialéctica de Hegel plantea una resolución asimétrica entre los dos sujetos; el amo se deshumaniza por su estado pasivo, mientras el esclavo maneja la cultura del trabajo humanizándose. La búsqueda de De Beauvoir se basa en un estado de igualdad, donde no haya amxs ni esclavxs, y donde todxs puedan marcar aportes en el paso de la historia.


Se propone revertir las opciones tanto desde el hombre “amo”; teniendo iniciativas de cambio, de salir muchas veces de su rol ocioso, porque esta postura algunas veces también lo perjudica;  y desde la mujer “esclava” desnaturalizando las costumbres para llegar a un estado de transformación y de igualdad donde la dialéctica sea superada, no iniciada nuevamente, y ya no haya ni amxs ni esclavxs.

Por Manuela Bolla, Guillermina Aguirre y Paula Calgaro.
 ILUSTRACIÓN: Giya Zabalza

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