domingo, 20 de octubre de 2013

MARIANO FERREYRA PRESENTE

Otro Viento invitó a escribir una reflexión al abogado de la CORREPI, Ismael Jalil, para materializar su visión a 3 años del asesinato de Mariano Ferreyra. Junto a María del Carmen Verdú (CORREPI) y Claudia Ferrero (APEL), Ismael Jalil compartió durante poco más de 8 meses y, en forma paralela a la querella de la familia de Mariano Ferreyra en manos del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la representación de las querellas de Elsa Rodríguez, quien recibió un disparo en la cabeza, se moviliza en silla de ruedas y tiene serias dificultades en el habla, Nelson Aguirre y Ariel Pintos, heridos en la manifestación contra la precarización laboral y los negociados a las espaldas de los trabajadores, aquel fatídico e histórico 20 de octubre de 2010 donde Mariano Ferreyra fue a ejercer un derecho y le pagaron con un balazo en el abdomen que le produjo la muerte.




No es lo que hay, es lo que se hace

Si algo caracteriza de modo unívoco al capitalismo, es la capacidad para naturalizar sus barbaries.

En la dinámica de la lucha de clases, la tercerización laboral ha sido una de sus herramientas predilectas: tasa de ganancia intacta para los empresarios y fraccionamiento de la clase trabajadora. El Estado, un gerente de los primeros, un verdugo de los segundos.
A Mariano Ferreyra no le cabía el "es lo que hay", emblemática frase de los  fracasados de toda laya. Había que levantarse contra esa lógica de la resignación, dar batalla contra quienes pretendían el disciplinamiento de la clase trabajadora a partir de la -relativamente- nueva y sofisticada manera de acentuar la explotación.

Lo sabían los empresarios de la Unión de Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia (UGOFE), el trío de empresas que repartían el botín del Ferrocarril Roca en el servicio de pasajeros, el servicio a la costa y el Belgrano Cargas; con sus astutos directores, sus funcionarios venales, y sus sindicalistas burocratizados y traidores.

Bienvenida al Roca la triple alianza antiobrera.

Planearon entonces el modo de terminar con los díscolos, esos rojos que nunca dejan en paz a los compañeros que sólo tienen que ir de casa al trabajo y del trabajo a su casa, esos zurdos que intentan a menudo desnudar la alienación e instalan entre los trabajadores la idea de la lucha por sobre la conciliación de clases.
Planearon entonces que la tercerización se trasladaría al "fuero criminal", con un sencillo mecanismo: 1) Pedraza dirigiría a la patota compuesta por lúmpenes barras bravas, pusilánimes y desclasados; 2) las empresas brindarían apoyo material con licencias y coberturas laborales y 3) el Estado instruiría a su policía para liberar zona y facilitar la movida de los muchachos de la Verde. Atacan, matan y se van, fue la consigna no escrita.
La necesidad de un hecho aleccionador que pusiera en caja a los indisciplinados, fue compartida por las tres patas de la alianza.

El 20 de octubre de 2010, la Unión Ferroviaria prestaba el salón de actos para un evento al que concurrirían funcionarios estatales y empresariales al tiempo que monitoreaba e instruía a la patota. Ese mismo día, las empresas daban vía libre al Taller de Escalada y el Estado instruía a su policía para dejar de filmar y ordenar a sus casi 100 efectivos desplegados en Avellaneda, quedarse a 800 metros de donde caería muerto Mariano pasado el mediodía.
El círculo cerraría perfecto con la impunidad que podían consagrar posteriormente en los Tribunales, tal como se hace en todo hecho represivo de los denominados preventivos (por ejemplo gatillo fácil) o selectivo (el de la persecución o muerte de los que denuncian, protestan, reclaman, organizados e independientes). El gobierno saldría indemne, las empresas insospechadas y el sindicato triunfante.

Pero un detalle se les escapó: no sólo por la imprevista llegada al lugar de periodistas independientes que filmaron lo que la policía quería ocultar, sino porque despreciaron el día después.

Las calles rebalsaron de voces indignadas. Se cortaron las vías del ferrocarril y se copó Constitución, se atravesó la ciudad de Buenos Aires con el fuego en las gargantas. Miles de Marianos jurándose no abandonar.

MARIANO hablaba desde cuanta pared se levantaba en todo el país, MARIANO estaba en los centros de estudiantes y en las comisiones internas de las fábricas, MARIANO lucía en el pecho de todos los debates, su nuevo apellido fue PRESENTE en los actos de las barriadas, MARIANO cobraba vida tras la movilización determinante de sus compañeros.

Hoy no quedan dudas que Pedraza y su banda llegaron presos al juicio por esa movilización. Ni que la policía debió rendir cuentas por esa misma movilización. Que esa movilización permitió que el juicio no llegara tarde. La movilización que superó cualquier artilugio legal, cualquier pretensión de leguleyo con dobles apellidos. Que fue ella, determinantemente ella, el motor de un proceso que pasará a la historia como el crimen político que marcará una época.
Una movilización que le dolió al gobierno de los derechos humanos, porque le corrió la máscara: la bala que mató a Mariano lejos de rozar el corazón de cualquier exponente del Estado, provino del corazón de su administración kirchnerista.

Sus cuadros judiciales concedieron inteligentemente. Condenaron, es cierto, aunque con penas que desilusionaron a quienes creyeron que la consigna era jurídica, pero que no sorprendieron a quienes estuvimos ciertos en que la batalla era (sigue siendo) política.
Tan inteligentemente condenaron a individuos, que dejaron a salvo el sistema: Pedraza era la foto que todos querían, pero con Pedraza solamente no alcanza. Exigimos seguirla contra los otros socios del hombre de Perón en las vías. Hay una triple alianza antiobrera que debe pagar íntegramente este crimen.

Han pasado tres años desde que Mariano murió en las calles un día y revivió al siguiente, también en las calles. Tres años en los que el proceso de acumulación capitalista que expresa el gobierno K lo conducen a un inexorable blanqueo de su real significación política: la conciliación de clases es decididamente una barbaridad, de esas que el capital suele naturalizar a veces con sus voceros directos y otras, con sus versiones terciarizadas disfrazadas de progresismo.

El crimen es el último recurso que emplean ellos desde el Estado que, a veces, lo terciariza. La movilización es el primer recurso nuestro, indelegable por cierto. No es lo que hay, es lo que se hace.


MARIANO FERREYRA PRESENTE.

No hay comentarios:

Publicar un comentario