lunes, 8 de julio de 2013

Tu discriminación, enferma


“Durante la golpiza los cinco hombres no dejaban de gritarnos ‘nosotros matamos putos’, y a mí (Marina), mientras me golpeaban me gritaban ‘puto, puto, puta de mierda’; desplazando mi identidad hacia cualquier lugar habilitado por ellos, en la incapacidad de nombrarme lesbiana, de reconocer en voz alta a quién y a qué estaban castigando.”

Este fragmento pertenece al testimonio de Marina quien junto a su amigo Rodrigo fueron víctimas de una golpiza en plaza Italia, en la ciudad de La Plata, en febrero de este año. Los responsables fueron un grupo de hombres cuyo motivo principal fue la intolerancia y rechazo hacia su orientación sexual.  



Después de dos leyes fruto de la histórica lucha del movimiento gay, travesti, transexual, tránsgenero, bisexual e intersex que otorgan el derecho a la identidad, con la ley de Identidad de Género sancionada en mayo de 2012, al matrimonio entre personas del mismo sexo sancionada en 2010 y a 23 años de que la homosexualidad haya sido sacada de la lista de enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud parece que algunas cosas todavía están en blanco y negro.

 La actitud de esta patota que agredió a dos personas por su manera de ser o de vivir, quienes además terminaron en el hospital, responde a una discriminación de tipo sexista cuyo parámetro de ‘normalidad’ es la heterosexualidad obligatoria. Más aún, a quien no sigue este mandato se le responde con violencia. Y a la violencia simbólica se le agrega la física. A lo que se castiga es a lo considerado ‘diferente’ en una sociedad que a pesar de algunos avances sigue moviéndose en términos patriarcales.

Pero ¿cómo es que en el año 2013 sigamos presenciando hechos de esta magnitud?  Porque si bien este fue sólo un caso existen muchos más como el crimen de Pepa Gaitán, asesinada por el padre de su pareja o bien el caso de ‘la Moma’, una travesti asesinada en 2011 y cuyo crimen sigue sin ser esclarecido, entre otros, no solo aquí en Argentina sino en el mundo también. Son golpes físicos y psicológicos que en ocasiones terminan en asesinatos o bien suicidios por lo cual no hay que callar sino más bien lo contrario, visibilizar dichos casos para que no queden impunes.

Para establecer el comienzo de este tipo de discriminación habría que retomar cómo fueron construidos los distintos actores sociales a través de la historia, profundizar un poco en las construcciones sociales que han sido internalizadas y naturalizadas. Con respecto a esto, el antropólogo Isidoro Moreno expresó que hay quienes consideran que otros:

“Desde la lógica productivista del sistema, son diferentes, y por lo tanto tratados como desiguales, cuanto no pueden ser definidos como población activa (por ejemplo) quienes no presentan una orientación sexual exclusivamente heterosexual, es decir, dirigida explícitamente, al menos de forma potencial, sólo a la reproducción: Gays, lesbianas, bisexuales”[1].

Es así como mucho de lo considerado fuera de los parámetros de ‘normalidad’ fue y es utilizado en forma de burla y/o agresión en varios ámbitos sociales como por ejemplo, en el caso de Mariana y Rodrigo, en la plaza donde lo que se castiga es a ese ‘otro/a diferente’. La agresividad de estos hombres, no es un hecho aislado sino que, lamentablemente, representa a muchas otras personas en la sociedad.

Detrás de las palabras

Por otra parte, la lengua está cargada de ideología, como se nombran las cosas es parte de  como se representan los valores. Y esto, transmite además una visión del mundo. Por ejemplo, para denigrar a una persona, en el caso de Marina y Rodrigo se ve claramente, la utilización de la palabra ‘puto/a’.

Es aquí donde se crea el enfrentamiento entre quien no es “hombre” en los términos antes mencionados es señalado peyorativamente como “puto”. En este caso, para entender el porqué de esta dicotomía entre hombre/puto se puede retomar al autor Eduardo Archenti quien explica que: “Ser hombre pasa por una práctica en la que para serlo debemos convertir a los otros en ‘no-hombres’, en anomalías del género y esto a partir de prácticas humillantes[2]. Es así como una identidad se fortalece negando a otra, se hace visible cuando encuentra otro en quien depositar una imagen negativa.

En cuanto a la utilización de la palabra ‘puta’ o bien mismo ‘puto’ masculinizando a una mujer que le gustan las personas de su mismo sexo también representa un tipo de invisibilización porque se niega su identidad. ‘Torta’ es otra de las palabras que se utilizan de manera peyorativa cargándolo de significado negativo, es decir, que a una mujer le guste otra mujer es utilizado como insulto.

Como vemos aún queda mucho por trabajar para erradicar esta constante discriminación que sufren las personas homosexuales, bisexuales, trans e intersex. No alcanza con promulgar una ley, eso es un comienzo. Falta por ejemplo, difusión de información para el acompañamiento de niños/as cuya identidad está en plena construcción, aquí no se puede dejar de tener en cuenta la figura que tiene la iglesia en la educación y formación y el discurso que sostiene sobre la homosexualidad e identidades diversas.

 Falta la figura del Estado en la vulneración de derechos y cuya ausencia se evidencia también en cada golpe físico y psicológico que reciben quienes construyen una identidad de género fuera de los patrones de heterosexualidad. Queda mucho por hacer, pero, sin lugar a dudas, es una lucha que se está gestando.

Desde diferentes organizaciones como por ejemplo, La Comunidad Homosexual Argentina (CHA) que presentó el mes pasado un proyecto para modificar la Ley Antidiscriminatoria para que incluya la discriminación motivada por el prejuicio a la orientación sexual e identidad de género, las actividades que realiza para la juventud la Federación Argentina LGBT, y así muchas organizaciones más que día a día luchan para que no existan más personas como los hombres ejecutores de la golpiza en plaza Italia.

“Pero ellos y ellas, los raros, los despreciados, están generando, ahora,
algunas de las mejores noticias que nuestro tiempo transmiten a la historia.
Armados con la bandera del arcoiris, símbolo de la diversidad humana,
ellas y ellos están volteando una de las más siniestras herencias del pasado.
Los muros de la intolerancia empiezan a caer.”
Eduardo Galeano. El peligroso arcoíris.













[1] Moreno, I. “Identidades y rituales”. En: Antropología de los pueblos de España. Editorial: Taurus, Madrid. Pág. 601-604 (1991).
[2] Zambaglione, D. “El aguante en el cuerpo” FaHCE – UNLP 2008

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