"Las
empresas que contaminan en America Latina se fundamentan en el respeto a la ley
de cada país. Pero ocurre que la ley de cada país rinde tributo a la ley
universal de la ganancia. Esa ley que impunemente reina, rige la lógica
económica del Banco Mundial, condena a la naturaleza, y a la dignidad
humana."
Eduardo Galeano
Criticar hoy al modelo sojero parecería caer en un absurdo, teniendo en cuenta que es la piedra angular de la economía Argentina. Sin embargo, la sustentabilidad de este modelo oculta una realidad que no se quiere ver ni contar.
La llegada de la soja a nuestro país no tuvo
mucho impacto hasta la década del 70, donde se registró una producción tope de
un millón y medio de toneladas, representando el dos por ciento en la cosecha
mundial. Aunque el salto definitivo se da en la década del 90, donde el Estado
dejó de regular la economía y las grandes corporaciones, fomentadas por las
políticas neoliberales del momento, comenzaron a actuar con una mayor libertad
en todos los rubros, y el sector agrícola no fue la excepción.
En
consecuencia impusieron sus reglas
de juego, focalizándose por completo en los mercados externos. Es así que, el
25 de marzo de 1996 se aprueba el expediente, firmado por el entonces
Secretario de Agricultura Felipe Solá, donde se autoriza la producción y
comercialización de la soja transgénica, patentadas por la multinacional
Monsanto, sin ningún tipo de estudio ambiental previo.
La particularidad de la soja trangénica es
que la misma es modificada a través de la ingeniería genética. Esta
modificación tiene el objetivo de otorgarle resistencia a un herbicida o
agrotóxico llamado GLIFOSATO, comercializado con el nombre de ROUNDUP. El
glifosato es un veneno que mata todo tipo de especies, aunque algunas son resistentes
por naturaleza. Los ingenieros lograron aislar ese gen de las especies que eran
resistentes e insertarlo en la soja, de manera que cuando se esparce el veneno
en la cosecha, lo único que queda vivo es la soja modificada
(soja transgenica), facilitando el control de la maleza en el cultivo.
Monsanto patentó este
herbicida llamado roundup y, en un principio, afirmaba que el mismo era inocuo
y biodegradable. Tras el análisis del herbicida se descubrió lo contrario y
dejó en evidencia que la multinacional mentía, por ende fue
condenada por falsas publicidades y el concepto de biodegradable tuvo que ser
removido de sus envases. Lo cierto es que el glifosato es altamente tóxico y
provoca una división de células, que es inestable en lo que tiene que ver con la genética , provocando las primeras etapas de un cáncer.
Esto representa solo un arista más en la oscura historia de la multinacional, que no
siempre se ha dedicado a los agronegocios. Durante el Siglo XX Monsanto
adquirió una empresa química productora del PCB, elemento utilizado en los
transformadores eléctricos, prohibido a partir de la década del 70 por sus
efectos nocivos en la salud y el medio ambiente. De
igual forma proveyó al ejército
de EEUU en la guerra de Vietnam del químico Agente naranja, un herbicida usado
con la intención de arrasar la selva vietnamita.
Hoy en día Argentina es el primer exportador mundial de
productos procesados tanto aceites como harinas y es el tercer exportador de granos en el mundo ,superado
por EEUU y Brasil. La cantidad de
hectáreas destinadas a la producción sojera constituye más del cincuenta por
ciento del terreno que se deriva a la producción de granos en nuestro país. De
todas formas, casi la totalidad de la producción de soja es transgénica y su
destino es de exportación. La mayor parte de estas exportaciones son harinas y
otros subproductos derivados, destinados fundamentalmente al consumo del ganado
de los países europeos, dado que la soja se ha transformado en uno de los
alimentos balanceados más rentables para alimentar animales del viejo
continente.
Los aspectos positivos del modelo como la
inversión tecnología, el aumento de producción, el superávit de la balanza comercial y fiscal, y una agricultura que se supone sustentable, no tienen ninguna comparación con los
aspectos negativos que acarrea la situación de los agronegocios en Argentina. La
vulnerabilidad de la economía al encaminarse hacia un modelo de monocultivo
provoca el agotamiento del suelo y la disminución de nutrientes del mismo
(comparándolo con un modelo de rotación de cultivos que sería mejor), sumado al
hecho de que se observa un éxodo de los sectores rurales por consecuencia del
abandono de la chacra mixta por la siembra directa, el desplazamiento hacia
nuevos y cada vez menos campos de la actividad ganadera (y consecuentemente la
pérdida de cabezas de ganado), la incidencia en el alza de productos como el
tomate y la papa (dada la menor producción de los mismos); y la expulsión de
campesinos que se dedican a otras actividades no relacionadas con la soja, como
por ejemplo, los algodoneros.
Esta realidad acrecienta un modelo que deja
entre ver como incide el capitalismo en el agro, armando un modelo que atenta
contra la vida. El glifosato es un VENENO que se arroja sin ningún control y
sin tener en cuenta las consecuencias en la salud, sobre todo de pobladores
aledaños a las cosechas que manifiestan día a día patologías que van desde
tumores hasta malformaciones en animales y niños; y así comunidades
campesinas y pueblos indígenas luchan contra la arrasadora acción de las
empresas que buscan extender su producción sin tener ningún tipo de valor por
la vida y la dignidad humana, que cuentan con matones y sicarios que se encargan
de eliminar al campesinado. Las muertes se acrecientan, los últimos casos
sufridos por este fenómeno son el de Miguel Galván y Cristian Ferreyra
(militantes del Mocase-VC). Los movimientos
campesinos como el Movimiento Campesino de Liberación, Frente Nacional
Campesino, Mesa Provincial de Organizaciones de Productores de Buenos Aires y
el Movimiento Nacional Indígena, donde Mocase-VC (Movimiento campesino Santiago
del Estero - Vía Campesino) es una organización de base, defienden su tierra y están peleando por una Ley
Contra los Desalojos de campesinos que impida la inminente expansión de
empresas como Monsanto.
El gobierno hace oídos sordos y el
conflicto se expande por el Buenos aires, Santa Fé ,La Rioja , Córdoba, Tucuman, Chaco ,Jujuy y Salta. Los agronegocios avanzan contra los reales pobladores de la tierra, que
luchan por trabajar y vivir de ella. Pero nadie quiere escuchar ni ver
esta realidad, los medios esconden este grito desesperado que busca detener un
modelo que beneficia a unos pocos y que ha transformado a nuestro país en
algo que hace unos años era impensable, un país que históricamente fue
considerado el granero del mundo, hoy vive dependiendo de un cultivo impuesto
por un imperio de empresas agroindustriales, que una vez terminado el negocio, se
irán, dejando nuestra tierras inservibles y agotadas, llenas de veneno y
sangre.
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