"El grado de emancipación femenina constituye la medida
natural de la emancipación general". Karl Marx.
Es necesario reflexionar sobre el rol que cumple la mujer en la vida social, haciendo hincapié en la división sexual y social del trabajo. Hay que mirar hacia dentro de la propia casa. ¿Qué sucede? ¿Cómo se relacionan los sujetos? ¿Qué clase de relación social es la que dichos sujetos internalizan? ¿Qué es lo que se naturaliza?
Si bien a través de la historia el rol de la mujer en las sociedades occidentales ha sufrido modificaciones favorables para su desarrollo, siguen existiendo grandes nudos problemáticos que establecen una relación desigual entre el hombre y la mujer.
Uno de los principales disparadores para abordar esta temática, es preguntarse cómo se distribuyen las tareas domesticas, ¿Qué hacen papá y mamá dentro del hogar?
La familia es el espacio de socialización primaria, dentro de ella se observan diferencias jerárquicas no solo según las edades sino también por la sexualidad, allí el padre y la madre cumplirán roles diferentes. De esta manera entra en cuestión el concepto de organización domestica: hay que reflexionar sobre cómo y de qué manera se distribuyen las responsabilidades dentro del esquema establecido.
El concepto “organización doméstica” permite visualizar la forma de participación femenina, interconectando tanto al trabajo doméstico como extradoméstico, para poder cuestionar qué rol y deber le tocará a cada uno según su destino de haber nacido hombre o mujer.
Marta Lamas contribuye a estas cuestiones con dos aportes importante: desde el psicoanálisis y desde la antropología. El primero está referido a la identificación del “otro”, el “otro” como el otro sexo. El segundo refiere a la necesidad de distinguir entre el género como elemento básico de la construcción cultural, diferenciándola de lo biológico. Hablar de género es hablar de prácticas, costumbres, representaciones, normas y valores en base a una diferencia sexual entre la mujer y el hombre, que constituye una relación entre sexo de manera jerárquica.
Las prescripciones sociales que una cultura desarrolla desde la diferencia anatómica entre mujeres y hombres, simboliza y construye socialmente lo que es “propio” de los hombres, y lo que es “propio” de las mujeres, es decir, una relación entre lo biológico y lo social: sexo y género.
Desde la interrelación entre estos dos aspectos del todo humano, la autora entiende que el cuerpo es una “bisagra” que articula lo social y lo psíquico y que allí se encuentra la sexualidad y la identidad. La comprensión de esta bisagra permite una determinada lectura de las relaciones sociales, es decir la construcción social del género.
A partir del nacimiento esa diferencia biológica también estará acompañada por las determinaciones fundadas en la sociedad: colores, aspectos lúdicos, juguetes, roles domésticos, costumbres, etc. Basta con poner algunos ejemplos: color rosa para las niñas, color azul para los niños. Ellas en su cumpleaños recibirán como regalo del mismo juguetes relacionados con el hogar: elementos de limpieza o de cocina, o incluso una casa miniatura que deben mantener en perfecto orden.
Es aquí donde se centra la cuestión a tratar: ¿Cómo la sociedad construye a la mujer? ¿Qué es lo que se naturaliza desde la infancia? La división sexual y social del trabajo define el sistema de parentesco y sobre todo la organización familiar, que es la primera generadora de relaciones sociales.
Si bien hoy se pueden hablar de una mujer con derechos reconocidos, con largos años de conquistas y luchas femeninas, las mujeres todavía quedan relegadas a la exclusividad domestica, más allá de que desarrollen una actividad laboral por fuera de sus casas.
Desde esta perspectiva se ha puesto en discusión el papel del trabajo domestico en la reproducción de la fuerza de trabajo, la contribución de las mujeres al proceso de desarrollo y la consecuencia que tiene la actividad económica para el bienestar de la mujer y su progreso social.
La mujer no solo queda encasillada en su rol de “organizadora doméstica”, sino que dicho trabajo oculta la producción de bienes y servicios elaborados por el trabajo doméstico y lo excluye de la producción económica.
Más allá del valioso significado que tiene la lucha por la conquista de derechos políticos, civiles y sociales, se debe cuestionar y revisar nuestro actuar en la cotidianidad, en la forma de relacionarse con el otro, cómo se piensa a la mujer madre, hermana, amiga o pareja. Son estructuras sociales muy difíciles de cambiar, son socializaciones desiguales que se deben combatir día a día.
LA AUTORIDAD
En épocas remotas, las mujeres se sentaban en la proa de la canoa y los hombres en la popa. Eran las mujeres quienes cazaban y pescaban. Ellas salían de las aldeas y volvían cuando podían o querían. Los hombres montaban las chozas, preparaban la comida, mantenían encendidas las fogatas contra el frío, cuidaban a los hijos y curtían las pieles de abrigo.
Así era la vida entre los indios onas y los yaganes, en la Tierra del Fuego, hasta que un día los hombres mataron a todas las mujeres y se pusieron las máscaras que las mujeres habían inventado para darles terror.
Solamente las niñas recién nacidas se salvaron del exterminio. Mientras ellas crecían, los asesinos les decían y les repetían que servir a los hombres era su destino. Ellas lo creyeron. También lo creyeron sus hijas y las hijas de sus hijas.
Eduardo Galeano
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