martes, 20 de junio de 2017

Nos quieren pacientes

Hace unos pocos días, el Ministerio de Educación de la Nación – encabezado por Esteban Bullrich- puso a circular en todas las escuelas de la ciudad de Buenos Aires los nuevos manuales para sexto grado, con edición a cargo de la Editorial A-Z.  Lejos de promover una lectura crítica de la coyuntura sociopolítica, los textos apuntan -en al menos uno de sus apartados- a criminalizar la protesta.


En el área de Prácticas del Lenguaje, se enseña a lxs estudiantes a redactar una nota editorial. La nota en cuestión es un ejemplo tomado de un editorial realizado por el diario Clarín -el gran diario argentino- en el año 2004, titulado: “Una protesta que daña al Congreso”. Así, sin filtros, ni dobles sentidos, ni metáforas.

Como complemento/ soporte del texto aparecen dos ilustraciones a modo de historieta que muestran la discusión entre dos hombres. El primero, viste saco y corbata, y cierra su argumento diciendo: “(…) pero el ejercicio de esos derechos debe realizarse respetando la legalidad y los derechos de los demás ciudadanos”. El segundo hombre viste casco y overol -porque todxs los obrerxs visten casco y overol- y no parece saber qué responder a ese último argumento. Porque claro, en el fondo lxs obrerxs no tienen argumentos, no saben bien por qué marchan, y prefieren cortar la calle si hay coca y chori de por medio.

Párrafo aparte para el hecho de que las dos personas que aparecen mediando en este conflicto son hombres, universalizando así al hombre blanco, occidental y de clase media como único modelo de trabajador.

El gobierno actual ha criminalizado la protesta social y la ha atacado desde todos los flancos posibles. Están las heridas visibles del golpe directo, sin matices, ese que dejan las balas de goma y los palitos de abollar ideas. Pero también están esas heridas algo más sutiles -aunque a veces no tanto- y que dañan el imaginario social: las pantallas también disparan, así como los diarios y las radios.

El macrismo está dando un paso más en este marco de estrategias anti-protesta, y que sea la escuela pública donde está dando ese paso no es ingenuo. El conflicto que sostiene María Eugenia Vidal con lxs docentes bonaerenses, y que tuvo su punto más escabroso en la represión realizada frente al Congreso durante una nueva carpa blanca el pasado mes de abril, pone a la educación pública en el ojo de la tormenta, y como un terreno de disputa constante.

Que Vidal quiera dialogar con los chicos adentro de las aulas, se asemeja bastante a eso que plantea este tipo de traje y corbata, que afirma que el ejercicio de los derechos debe realizarse respetando la legalidad y los derechos de los demás ciudadanos. El sentido común lo pondría en palabras más o menos así: mis derechos terminan donde empiezan los de los demás. Y el sentido común -que de común tiene bastante poco- es lo que le ha valido muchos de sus votos al PRO.

Si se adoptase dentro del sentido común este tipo de postulados, estaríamos sepultando algunos sucesos históricos conseguidos por la lucha y la protesta social: jornadas laborales de 8 horas, vacaciones, aguinaldo, voto universal femenino, y tantos más.

No hagamos sentido común de las manifestaciones como crimen. No naturalicemos las balas ni los palos, porque los cuerpos que las reciben siempre son los mismo.

Nos quieren pacientes. No les demos el gusto.

Por Colectivo Cultural Otro Viento

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