El
doble asesinato de las jóvenes argentinas que estaban viajando por Sudamérica, María
José Coni (21) y Marina Menegazzo (22), ocurrido en Montañita Ecuador, suscita
todo tipo de comentarios al intentar generar hipótesis en la opinión pública de
lo que puede haber pasado, antes, durante y después del hecho; siendo
determinantes al momento de construir un razonamiento colectivo y hasta emitir
dictámenes generalizadores de las personas y sus destinos.
Durante el acontecer de hechos de esta índole, es
imposible no dejar de observar como la opinión publica condena con sus
argumentos el uso que las mujeres hacen de su libertad, así como las decisiones
y acciones que las alejan de ese lugar en el que “deberían” ubicarse por
mandato social.
El problema no
reside solamente en la línea de pensamiento y de análisis de la mayoría de los
internautas, que recae en el erróneo sentido común heteronormativo realizando
una asociación directa entre las ideas de mujeres<viaje<fiesta<drogas<alcohol<sexo<prostitución;
sino en cómo este razonamiento deviene en una invisibilización que justifica y
legitima finalmente los abusos como “castigo” a estas conductas que no son
compatibles con el estereotipo de mujer.
“En algo raro
andaban metidas”, “es muy peligroso ese viaje para dos mujeres solas”, “sin
plata, pidiendo favores... estaban condenadas por idiotas”, "ellas se lo
buscaron", son los comentarios que abundan frente a la trágica noticia.
Frente a otros datos que explican que las chicas tenían dinero, tarjetas de
crédito y otras alternativas al momento de pedir ayuda; pero estos no son
argumentos suficientes para que las conclusiones sigan siendo las mismas.
Quienes salen
de ese terreno –y en este caso, no solo en referencia a los espacios simbólicos
sino a los espacios territoriales también- determinados socialmente para las
mujeres, lo que resta es tierra de nadie; aunque bien sabemos que acaba
perteneciendo a aquellos que continúan ejerciendo poder perpetrándolo en el
cuerpo de las mujeres.
La síntesis de
todo este tipo de opiniones es que finalmente logran de a poco afianzar a
través de la estigmatización, la idea de que existe un lugar seguro y único por
correspondencia para la mujer; sólo en la esfera del ámbito privado la mujer
está “a salvo” de este tipo de violencias, abusos y “castigos”, aunque la
realidad de los índices de feminicidios en los ámbitos domésticos nos digan lo
contrario.
El racismo, un ingrediente infaltable
Como no podía
ser de otra manera, los principales sospechosos y ya casi en la confirmación de
su culpabilidad son dos hombres que a primera vista remiten a marcas de
etnicidad estigmatizadas, un hombre negro y otro con rasgos asiáticos, Ponce M
y "El Rojo". Después de varios días sin que se percibiera interés
sobre la búsqueda de las jóvenes, de repente aparecen no solo las huellas de la
historia, sino también los sospechosos y prontamente culpables de los
asesinatos; que casualmente según testimonios de las otras partícipes del viaje
que retornaron tiempo antes a la provincia de Mendoza, no era factible de que
sean personas en las cuales las jóvenes hubiesen confiado de buenas a primeras.
Los chivos
expiatorios en la mayoría de los casos de feminicidios también responden a un
estereotipo generado a través de –nuevamente- este mal llamado sentido común,
que culpabiliza a quienes menos recursos tienen, y que justamente están
ubicados en un grupo social subalterno que los apuntala ya identitariamente
como culpables, ni siquiera como una presunción.
No es de
sorprender que la primer persona con estas marcas de identidad, que se
encuentre cerca de la escena de un crimen o como presunto implicado, termine
siendo –entre todos los sospechosos- el culpable principal. Y dentro de estas
escenas montadas, los asesinos de guantes blancos y alto poder adquisitivo,
tienen los recursos y sus pieles lo suficientemente blanqueadas para quedar por
fuera de cualquier implicancia sobre casos de este tipo. Ellos no se manchan
con la sangre de inocentes, ¿cómo se podría decir eso? Son profesionales,
trabajadores, padres de familia, son gente de bien. Sin embargo, sabemos que
quienes están a cargo de prostíbulos, redes de trata, jefes del narcotráfico y
demás ilegalidades, no necesariamente condicen su pulcritud con los oscuro de
sus negociados.
Un viaje al exterior, una nueva justificación
Viaje, mujeres,
solas, no es una sumatoria novedosa al momento de justificar un feminicidio,
pero ahora a partir de este último caso, se vuelve un “coktail mortal” como
titulan varios medios latinoamericanos. Justo un lugar que no era el más
tranquilo, pero no muy alejado de muchos otros lugares turísticos en la
Argentina que tienen su espacio dedicado a salidas nocturnas, venta de alcohol
y drogas.
Hace dos
semanas volví de un viaje similar al que hicieron las chicas, pero de Guayaquil
decidí ir a Baños, ya que tenía entendidas las lógicas del lugar y tenía ganas
de hacer otro tipo de actividades de montaña que si brindaba este último lugar.
Pero eso no significa que como viajante no podría haber tenido la intención de
conocer otro lugar diferente, y eso no significa tampoco que esa elección
implicara una decisión de arriesgarme a ser asesinada o merecerlo por el sólo
hecho de hacerlo.
Mientras las
investigaciones continúan, es necesario tener en cuenta todos los matices de
implicancia que tiene el caso respecto a organizaciones con mucho más poder,
así como todas aquellas posibilidades que atraviesan la corrupción y que tienen
un importante peso sobre el destino de hechos que cotidianamente atravesamos y
que exceden las decisiones y acciones que llevamos adelante.
Emitir juicios
reproduciendo este sentido común, no ayuda más que a invisibilizar una trama
mucho más compleja de la que creemos circular, seamos críticos y no simples
espectadores de lo que nos dicen que debemos pensar.
Por Nadia Quantran
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