martes, 8 de julio de 2014

Para algunos basura, para otros trabajo

La Unión de Cartoneros Platense es una de las siete cooperativas que recicla la basura que producimos los habitantes de La Plata. Pero de las toneladas diarias que se generan, sólo pueden rescatar un pequeño porcentaje que no alcanza para que hagan de ello una fuente de trabajo ¿No es hora de que les retribuyamos con condiciones laborales dignas la tarea ecológica que los cartoneros llevan adelante?



Apoyada contra la reja que hace de puerta de entrada a la Unión de Cartoneros Platense hay una tarima de madera escrita con tiza: "Necesitamos compañeros y compañeras que quieran sumarse a trabajar". Un predio enorme donde el piso son cenizas de plástico, de chapa, de madera, de tierra, en un costado un galpón con una cinta donde se abren las bolsas y se separan los elementos según su origen, y una máquina que aplasta los materiales que luego son enfardados conforman la cooperativa que se encarga de vender a depósitos y empresas recicladoras los deshechos que producen los habitantes de La Plata.
No debería haber olor y moscas, pero los hay en grandes cantidades porque de los cinco camiones con bolsas verdes que reciben a diario, en proporción, uno de ellos contiene basura que debería ir directamente a ser enterrada. El trabajo es duro y la paga es mala, entonces hay muchos recicladores que aguantan días o tal vez meses, y luego prefieren volver al carro, a pasear por las calles de la ciudad en busca de materiales que puedan reutilizarse.


La Unión de Cartoneros Platense es una de las siete cooperativas que tienen un convenio con la Municipalidad de La Plata para poder reciclar lo que se rescata en las bolsas verdes recogidas por camiones diferenciados que pasan casa por casa a partir de las 8 de la mañana. El subsidio es de 17 mil pesos mensuales que sólo les alcanza para pagar el alquiler y la luz. Con la ganancia que generan, consiguen repartirse alrededor de 1.900 y 2.300 pesos por mes entre los 20 trabajadores que la conforman.
En 2009 se aprobó la ordenanza municipal conocida como "Basura 0" que prevé mediante su artículo 10 que “el Departamento Ejecutivo deberá fomentar la participación en la Gestión integral de los Residuos Sólidos Urbanos (RSU) a los trabajadores no formales o recuperadores urbanos, mediante la formación de cooperativas. Estas deberán cumplir con los requisitos de la Legislación Nacional y Provincial vigente en la materia”. 

Si bien estas cooperativas existen y les llegan bolsas verdes, los recuperadores urbanos no consiguen condiciones de trabajo dignas. Peor aún es la situación si se tiene en cuenta que hay más de 3 mil cartoneros que no ingresan a ese sistema. Esto se debe, según la presidenta de la Unión de Cartoneros Platense y del Movimiento Nacional de trabajadores Cartoneros y Recicladores, Graciela Fernández, a que "por un lado no hay mucha difusión por parte de la municipalidad de las cooperativas, porque todo el mundo piensa que los residuos se entierran, no que van a las cooperativas; y por otro, la gente separa mal porque encontramos desde jeringas hasta perros muertos, o papel mojado con yerba y no sirve".

Escalón por escalón

Graciela Fernández habla con paciencia. Una sonrisa se le dibuja en la cara cada vez que enumera los pequeños logros que alcanzan como cartoneros. Tiene tres teléfonos que la interrumpen continuamente pero se las ingenia para estar en todo. Hace un tiempo fue convocada por la diputada provincial del Frente Para La Victoria, Karina Nazabal, que presentó un proyecto de ley para reglamentar el trabajo de los cartoneros. La normativa establece que las industrias y los grandes generadores de residuos como los hoteles, shoppings, hipermercados, comercios de comidas rápidas y countries, deberán contar con su propia gestión integral de RSU, debiendo realizar el tratamiento, gestión y disposición final de sus residuos. Es decir, deberán contratar una cooperativa recicladora para que se encargue de los deshechos que se pueden reutilizar. Por un lado, tiene como fin penar monetariamente a aquellos que producen grandes cantidades de desechos y a la vez integrar al sistema laboral a los que conforman el primer eslabón del circuito de la basura.

Pero el panorama no es alentador. El avance más importante en materia de gestión de los RSU en los últimos años fue tomar la decisión de que los materiales inorgánicos sean separados en los hogares, medida que fue deficiente porque careció de la implementación de campañas de educación ambiental y concientización de la población. Al mismo tiempo, donde hay intereses económicos hay pujas de poder, y no falta la oportunidad para que empresas tecnologizadas se quieran hacer cargo del sector. El jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, ya ha tenido intenciones de deshacerse de las cooperativas y delegar la tarea de separar y recuperar los residuos a determinadas empresas que no necesitarían demasiada mano de obra.

Entretanto, a principio de año el OPDS creó un registro donde podrán inscribirse formalmente las cooperativas para facilitar su trabajo de gestión y reciclado. Quizás esto finalmente contribuya a que se tengan estadísticas aproximadas sobre cuántas personas cartonean y las condiciones en que viven ellas y sus familias.

"Si no estuviéramos nosotros no se reutilizarían las cosas"

El fenómeno social del cartonaje se remonta a los ´90, época en que las privatizaciones eran moneda corriente, al igual que la flexibilización laboral y el conjunto de políticas neoliberales que deslegitimaron la importancia del Estado.

Muchos desocupados consiguieron un carro y empezaron a vender lo que la población desechaba. De a poco se fue naturalizando el trote de los caballos por las calles, la gente revolviendo la basura, inventando un trabajo en un sistema que los excluyó. Y la realidad es que gracias a ellos se rescata el valor de materiales que pueden reutilizarse y no ir a parar al CEAMSE a contribuir con esa montaña de basura contaminante. El problema es que si se compara lo que la sociedad gana en materia de medio ambiente frente a los beneficios que ellos adquieren, la balanza queda muy desequilibrada.

"Como algunas personas trabajan en oficinas, nosotros estamos en el eslabón de la basura, somos los primeros recicladores de la basura y si no estuviéramos nosotros se enterraría más y si no estuviéramos nosotros no se reutilizarían las cosas", opina Graciela Fernández mientras le toma la presión a Hugo, un cartonero de unos 75 años que pasa todas las mañanas a tomar unos mates con ella. La Unión de Cartoneros Platense no es sólo una cooperativa que recicla. A la par que constituían una fuente de trabajo en el 2003, también se instalaban en el barrio como un lugar de referencia para los vecinos y para los mismos cartoneros.

"Los martes tenemos dentista, también tenemos ropero, estamos haciendo una biblioteca popular y además funciona Ellas hacen y Fines", cuenta Graciela Fernández. Todo esto se lleva a cabo en su casa, a un par de cuadras de la cooperativa. En el cuarto que da a la calle están los asientos de odontólogo junto con un banner de la Facultad de Odontología de la UNLP y a su lado un mueble de plástico de Coca Cola con ropa separada según los talles y si es de mujer, hombre o niño. Gladis, una vecina del barrio Gorina que se sumó a colaborar hace un tiempo, saca el ropero a la calle y espera a que alguien se acerque. Mientras tanto relata: "El roperito es una feria gratuita, vos elegís algo de lo que hay y si te gusta te lo llevás, y si tenés ropa en tu casa que no te gusta lo traes. Esto también hace a la idea del reciclado: no todo es para la basura, se puede reutilizar".

También tienen mucho trabajo territorial en Altos de San Lorenzo, lugar donde comenzó a gestarse la cooperativa. La familia de Graciela Fernández fue la primera en abrir un depósito en La Plata. Luego, ella abrió uno en 17 y 78 y por problemas con los vecinos y el desamparo del gobierno del ex intendente, Julio Alak, decidieron juntarse y formar la cooperativa que finalmente se radicó en Gorina. "Nosotros tenemos mucho trabajo en Altos de San Lorenzo también. Damos clases de apoyo y se trabaja en conjunto con las escuelas y las maestras de ahí. Por ejemplo, si un cartonerito no va al colegio, vamos y ayudamos a los chicos, les preguntamos por qué no van, es un seguimiento entre el colegio y nosotros", explica Graciela.

En la habitación también hay unas chapas de una especie de aglomerado que parece resistente. Luego de tantos años de trabajo lograron empezar a darle un valor agregado a los materiales y no quedarse en la venta del reciclado enfardado que genera escasos ingresos por sus tan bajos costos (el kilo de cartón se compra a $1,40). Ahora hacen chapas de tetra-plat, una madera rígida e impermeable fabricada con tetra-brick que se utiliza para muebles, divisiones en casas y también para algunos techos.


Mientras tanto, a medida que el consumismo crece y se instala el hábito de "lo uso, lo tiro", donde los avances tecnológicos, la industria, el diseño y la moda nos obligan a renovar lo que nos rodea, se empieza a escuchar este susurro de la reutilización de la "basura", de la importancia de no enterrarla, sino de volverla objeto de valor, de reacondicionarla para que regrese al mercado. Será que necesitamos un cambio de paradigma que priorice la inclusión.

Por Florencia Abelleira

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