martes, 15 de abril de 2014

Ante la desestabilización, el socialismo es la solución


Una vez más Venezuela se encuentra sumida en la violencia. En febrero de este año se evidenció la intención de los sectores opositores al proceso bolivariano -respaldados por EE.UU. y la derecha internacional- de destituir al gobierno democráticamente elegido de Nicolás Maduro.

Esta arremetida imperialista no se desata solamente en las calles venezolanas, sino que principalmente lo hace en los medios de comunicación masivos. Las grandes cadenas, al estar aliadas a los grupos desestabilizadores, operan sobre la realidad alterándola según les convenga, banalizando hechos aislados sin análisis serios, con ánimo de generar desconcierto y agudizar el caos.

Estos sucesos son de suma importancia para los movimientos sociales de América Latina y el mundo, por ser Venezuela abanderada de un proceso político que lucha por la libre determinación de los pueblos, con críticas claras y acciones concretas para acabar con la miseria capitalista que somete al mundo.




VIOLENCIA FASCISTA

Los acontecimientos ocurridos tienen origen a fines del mes de enero, cuando el líder del partido Voluntad Popular, Leopoldo López, representando a varias facciones de la derecha venezolana, lanza una campaña denominada #LaSalida, aludiendo a la finalización antidemocrática del mandato de Nicolás Maduro.

En virtud de ello, el 6 de febrero en los estados de Táchira y Mérida, se realizaron movilizaciones estudiantiles de tildes derechistas, bajo la consigna de más seguridad, finalizando éstas con la quema de locales comerciales y la casa del gobernador de Táchira y por lo cual, fueron detenidos algunos estudiantes.

Luego, el 12 de febrero -Día de la Juventud en Venezuela- hubo una serie de movilizaciones chavistas y antichavistas en conmemoración a la gesta independentista de 1814. Una de ellas fue convocada por Leopoldo López en reclamo de la situación económica y la liberación de los estudiantes detenidos. Al haber concluido la misma, un grupo de mercenarios pagos por la derecha, procedió a la quema de la Fiscalía General de la República y distintos automóviles.

En los días siguientes, López (con pedido de captura, luego detenido) y la diputada María Corina Machado (títere de la CIA) llaman a no abandonar las calles y a continuar con los ataques desestabilizadores. El método utilizado es la guarimba, que tiene por objeto atentar de manera violenta y sistemática contra la tranquilidad pública, para que intervengan las fuerzas represivas del Estado y la conflictividad aumente, forzando así una intervención extranjera.

Recientemente, un ex agente de la CIA encubierto, el cubano Raúl Capote, advirtió al diario venezolano Chávez Vive, que centenares de jóvenes venezolanos fueron captados por la agencia estadounidense y entrenados en Europa del Este, para desestabilizar a Venezuela.

Hasta aquí los hechos. Pero para poder comprenderlos hay que indagar sobre los motivos determinantes del afán estadounidense para derrocar al chavismo. Entonces, es preciso preguntarse en qué consiste el chavismo.



¿Qué es el chavismo?

No se puede entender ni hablar de chavismo sin considerar lo que fue el punto de inflexión que sentó las bases sociales y políticas para la aparición de la figura de Hugo Chávez: El Caracazo.
El 27 de febrero de 1989, el pueblo venezolano se lanzó a las calles -sin la convocatoria de ningún partido político- revelándose ante 40 años de sumisión a las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI), que se traducen en miseria para el 80% de la población venezolana.

El 4 de febrero de 1992, se produce un intento de golpe de Estado liderado por el Comandante Hugo Chávez, terminando dicha avanzada en una derrota de tipo militar y con varios militares revolucionarios encarcelados, entre ellos el mismo Chávez.

Sin embargo, esa derrota militar, se transforma en un triunfo político, ya que varios de los motivos que la impulsaban son demandas populares presentes en el Caracazo, por lo que recibe un gran respaldo popular, logrando sus excarcelaciones. Decantando luego en la creación del Movimiento V República en 1997, de bases ideológicas tradicionales y regionales, con el cual Hugo Chávez triunfara en las elecciones presidenciales al siguiente año.

Este movimiento, luego disuelto a fines de 2006 para integrarse al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), tuvo como base la democracia participativa, es decir, la participación del pueblo en la política. Ejemplo de ello es la reforma constitucional de 1999, en la cual el pueblo tuvo un rol preponderante, eligiendo y elevando propuestas a tratar por los constituyentes.

La propuesta del movimiento básicamente era concretar un quiebre con el modelo neoliberal hasta ese entonces imperante, logrando una salida por izquierda de horizonte socialista, no al estilo soviético de modelo cerrado, sino uno con arraigo en las tradiciones combativas latinas (Bolívar, Rodríguez, Zamora, entre otros) y construyéndose con las realidades concretas de la población y sobre todo, creando poder popular para la liberación.

Este proyecto bolivariano, de fuertes rasgos nacionalistas, es conciente de que no se limita sólo a sus fronteras, sino que tiene perspectivas de construcción más amplias; y allí radican sus esfuerzos inagotables por integrar los países de América Latina y el Caribe en una sola región, entendiendo que es el único modo de autodeterminación de sus pueblos, para lograr liberarse del yugo impuesto por EE.UU. y las potencias europeas.

Aquí se expresa uno de los puntos cruciales del conflicto con el imperialismo yankee, el rechazo al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en la Cumbre de Mar del Plata en 2005, y su antítesis: la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) creada en 2004 por Cuba y Venezuela, con el objetivo de que sea un acuerdo político, social y económico cooperativo entre los pueblos para luchar contra la pobreza y la exclusión social. Con una posición claramente antiimperialista, se ponen en pugna dos proyectos totalmente distintos. 

Con el triunfo del chavismo se da el primer gobierno popular y de carácter populista en esta nueva era de América Latina, y en cuanto a esto algunas salvedades: en este caso la idea de populismo no es antagónica a la de socialismo.

Al respecto, como señala el periodista y politólogo José Natanson “(…) en las sociedades postindustriales y globalizadas del ´Extremo Occidente´ de la periferia capitalista, la exclusión ha reemplazado a la explotación como el principal problema social, lo que en otras palabras significa que el conflicto no pasa por la ubicación en una cierta estructura social sino por la posibilidad de pertenecer o no a ella. Por eso, si en los populismos clásicos la inclusión se producía vía trabajo, hoy se gestiona a través de los programas sociales, sean éstos las misiones, la Asignación Universal o el Bolsa Familia. En el camino, el Estado reemplazó a los sindicatos como el lugar de construcción política de los sectores populares.    
 
Para llevar a cabo la inclusión es necesaria la redistribución social de la economía, situación impracticable sin lesionar los intereses de la minoría que se privilegió durante años acaparando ingresos para sí.
En este sentido, una de las medidas impulsadas por Hugo Chávez, fue la Ley Habilitante en 2001, que comprende un paquete de 49 leyes acordes a la Carta Magna, referentes a materias sustanciales como la tierra, pesca, hidrocarburos e instituciones financieras, las cuales se contraponen a los intereses de la oligarquía venezolana.

Pero sin lugar a duda, el punto más conflictivo fue la política impulsada por Chávez destinada a recomponer internacionalmente el denostado precio del petróleo -hasta 1999 EE.UU. adquiría el barril a un precio vil que no alcanzaba siquiera para costear los gastos de extracción y comercialización-. Para ello fue necesario rehabilitar la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) mediante una gira internacional durante agosto del 2000. Concluyendo ésta en un encuentro -luego de 25 años sin reunirse- en Caracas, donde los países acordaron un precio de barril razonable que beneficie a los pueblos donde se encontraban los yacimientos, cumpliendo con el principal objeto de la organización: regular el precio del barril.  

La cantidad de años sin reunirse de esta organización obedecía al lobby de las élites nacionales, quienes se enriquecían rifando los barriles y beneficiando principalmente a EE.UU. -principal comprador mundial-.
Con la restitución del precio del barril, las divisas ingresadas a las arcas venezolanas ascendieron exponencialmente. Puesto que, además, el gobierno logró un mayor control sobre la empresa petrolera estatal PDVSA, lo que permitió destinar una gran cantidad de recursos (64%) a las políticas sociales que caracterizan al proyecto bolivariano, mejorando la calidad de vida de los habitantes.

¿EL ÁGUILA OTRA VEZ?

Las economías industriales como las de EE.UU., con elevada producción de bienes manufacturados, necesitan (entre otras cosas, para mantener su nivel de competitividad) del control directo de materias primas, de las cuales se apodera sin importar su ubicación geográfica ni los medios a utilizar. Venezuela, al tener las reservas de petróleo más importantes del mundo, genera que los ojos del imperio se concentren sobre su suelo.

Entonces, que un gobierno se declare públicamente antiimperialista e intente llevar adelante el sueño de Simón Bolívar, San Martín, el Che y tantos otros de integrar la región Latinoamericana para asegurar la soberanía territorial e independencia de sus países, contraviene manifiestamente los intereses del imperio.

Desde el establecimiento de la doctrina Monroe en 1823, sintetizada en la frase América para los americanos, el águila del norte comenzó a regocijarse de las presas que obtendría al sur del río Bravo.
Una de las máximas expresiones del dominio imperial sobre estas tierras tuvo lugar durante la década de 1970, donde se puso en marcha el Plan Cóndor ideado por Henry Kissinger (Secretario de Estado de EE.UU. entre 1969 y 1977). El Plan consistía, principalmente, en eliminar literalmente a la clase trabajadora organizada al calor de la revolución cubana y preparar el terreno para hipotecar los países en nombre del neoliberalismo voraz, ocasionando una enorme fractura social y niveles de exclusión inusitados que aún subsisten hasta en países que han intentado moderar sus efectos mediante políticas progresistas.
Estas intervenciones escondidas tras el velo de las fuerzas militares nacionales y las corporaciones económicas de cada país, sumadas a las netamente militares (Vietnam, Afganistán, Irak, etc.), generaron repercusiones negativas a nivel interno y mundial.

Es por ello que se les tornó imprescindible disfrazarlas, sirviéndose de cualquier desajuste interno que produzca descontento en la población (llámese inflación, inseguridad, desabastecimiento o corrupción) para trabajar sobre esa base a través de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) aplicando el manual de Gene Sharp, que consiste en cooptar a las distintas organizaciones opositoras mediante el financiamiento y asesoramiento para acelerar el proceso desestabilizador. Y ya con la conflictividad avanzada y traducida en sangre, entrometerse en los asuntos internos de cada país bajo la consigna de acabar con la violencia garantizando así, los derechos y libertades de esa población.

Este no tan novedoso mecanismo de injerencia internacional (mejor conocido como Golpe Suave) viene a suplantar la intromisión netamente militar mediante técnicas pacifistas y legitimadas por la democracia. Así su puesta en práctica ha servido para derrocar recientemente al gobierno democráticamente elegido en Ucrania (aliado a Rusia), como también hace algunos años a Muamar Gaddaffi en Libia, y en Paraguay a Lugo, entre otros.

En Venezuela, las manifestaciones opositoras iniciadas en febrero de 2014 guardan puntos de conexión con el Golpe de Estado del 11 de abril de 2002, que forzó a Hugo Chávez a entregarse a los militares (sin firmar su renuncia) a fin de evitar que bombardeen el Palacio Miraflores, tras los hechos de violencia ocurridos esa tarde en la marcha convocada por los sectores más reaccionarios e influenciados por las principales agencias de EE.UU., la CIA, NED y la NSA.

Allí la misma oposición -a través de francotiradores encubiertos- disparó contra su gente, para que los medios de comunicación hegemónicos (Globovisión, la CNN, El País, Clarín, etc.) atribuyesen la sangre derramada y el caos al presidente Hugo Chávez. Por desgracia para éstos, el pueblo venezolano secundado por los militares leales al proceso bolivariano, salieron a respaldar inmediatamente a su Comandante, logrando restituirlo en el poder en tan sólo 48 horas.

Hoy día la tensión en Venezuela es producto de la imposibilidad de la derecha de hacerse con el poder por vías legítimas. Las elecciones municipales del 8 diciembre de 2013 fueron determinantes para afirmar esto último. Agotada la esperanza democrática” -la derecha pretendía que se tomase como un plebiscito para forzar la salida de Maduro-, se puso en práctica la teoría del atajo, predicada por la diputada Corina Machado y Leopoldo López -ambos pertenecientes a la coalición burguesa de la MUD (Mesa de Unidad Democrática)-. La cual implica desatar toda la bronca del fracaso en la calle, mediante ataques violentos a las instituciones públicas, funcionarios y chavistas. Esto se da en evidente complicidad con los medios de comunicación que se encargan de pasar parte al mundo, satanizando a Maduro y sus ministros, tal como lo hicieron en 2002.

No obstante, este intento de derrocamiento a diferencia del golpe del 2002 no logró consolidarse, puesto que tanto Fedecámaras como el grupo económico Polar no pararon sus actividades en función de las movilizaciones, como tampoco lo hizo la CTV (Central de Trabajadores de Venezuela, opositora), sumado al alejamiento de los antichavistas de las calles por los altos grados de violencia. Por lo cual, el gobierno y el movimiento chavista lograron controlar los niveles de conflictividad que, pese a ello, están encendidos ante la persistencia de pequeños grupos dispuestos a no claudicar hasta que renuncie el presidente.

AVANZAR PARA NO RETROCEDER

Los cuestionamientos al chavismo no provienen solamente de los sectores más reaccionarios que han ido perdiendo privilegios durante el proceso. También en las bases del chavismo hay fuertes críticas producto de la inflación que impacta con creces sobre el poder adquisitivo de los sectores populares.
El hecho concreto es que cuando una persona va al mercado a adquirir un producto, no va como chavista o antichavista, va al mercado y punto, y si allí no encuentra lo esencial para alimentarse o higienizarse irá creciendo su descontento.

Las maniobras especulativas por parte de los grupos económicos para desabastecer y aumentar los precios están digitadas a fin de generar el caos. Ante ello, el gobierno debería servirse de mecanismos aptos para repeler momentáneamente esos ataques, ya sea controlando la formación de los precios o fiscalizando la tasa de ganancia de los especuladores.

Hasta el momento el desabastecimiento se enfrenta generando una mayor provisión de bienes por parte del Estado, y la inflación con un importante aumento salarial (35 - 48%) logrando sostener el poder adquisitivo de los salarios.

Sin embargo, este circuito es ineficaz a largo plazo, ya que no soluciona el problema de la inflación sino que tiende a radicalizarlo mediante la emisión de moneda. Puesto que, al ser escasa la oferta de bienes en relación al dinero circulante, se genera una depreciación paulatina de la moneda.

Intentar solucionar problemas económicos estructurales pateando la pelota para adelante es correr riesgos muy grandes, y más si esta en juego la continuidad de un proceso como el bolivariano.
El defecto más grande en estos 15 años de gobierno chavista ha sido no revertir la estructura monoproductora del país. En Venezuela los dólares ingresan a merced de la exportación del petróleo (90% del total), gracias a la revalorización del barril a iniciativa de Chávez.

No hay que olvidar que una parte muy grande del dinero se destinó a recomponer la pobreza estructural dejada por el neoliberalismo, y con ello ganar legitimidad en el pueblo que hacía una década se había alzado contra la miseria neoliberal. Esta primera etapa del chavismo necesita ser superada con políticas que profundicen lo hasta ahora logrado, de lo contrario los avances se irán diluyendo.

La actual coyuntura debe llamar a la reflexión del gobierno, tal como lo anunciara Chávez el 20 de octubre de 2012 frente al Consejo de Ministros, es esencial dar el famoso Golpe de Timón. Los funcionarios encargados de los distintos ministerios deben salir a la calle a construir el socialismo a través de las comunas y el poder popular, y no decretarlo desde la lejana comodidad de sus despachos, es fundamental cortar con el burocratismo ministerial. En palabras de Chávez “… ni desde Miraflores ni desde la sede del ministerio tal o cual vamos a solucionar los problemas () cuidado, si no nos damos cuenta de esto, estamos liquidados y no sólo estamos liquidados, seríamos nosotros los liquidadores de este proyecto.

Además de ello, el pueblo venezolano necesita que la redistribución de la renta petrolera se transforme en una redistribución en fuerzas productivas, mediante la generación de empleo genuino. Para ello se debe desarrollar un acentuado proceso de industrialización con el objeto de diversificar la producción interna de bienes, a través de empresas gestionadas por los mismos trabajadores, donde ellos sean los dueños de los medios de producción, quitándole poder al sector empresarial concentrado.

La creación de industrias, debe insertarse en una organización colectiva de la producción, distribución y consumo, porque inaugurar fábricas que sean una isla, rodeadas del mar capitalista, terminan siendo tragadas por el mismo, como señalara Chávez.

Ahora bien, si el gobierno no se decide a profundizar el hasta ahora conocido capitalismo distributivo, son las organizaciones de base revolucionarias que se alistan dentro un espacio heterogéneo como lo es el PSUV quienes tienen que impulsar los cambios, a través de la disputa de tendencias frente al ala conservadora que frena la radicalización del proceso.

La manera más eficiente de repeler los avances de la derecha imperialista es a través de la lucha y organización popular, siendo el pueblo real partícipe en la toma de decisiones, interviniendo políticamente para modificar la actual estructura económica.

Hoy no solamente está en juego el futuro de Venezuela, sino el de todas las organizaciones populares de América Latina que crecieron y se conformaron al calor de las luchas libradas contra el neoliberalismo.

La llama encendida por el “Caracazo” debe ser revitalizada para que su fulgor ilumine a toda Nuestramérica, porque no se trata de qué sistema de producción es mejor o peor, se trata simplemente de comprender que bajo el capitalismo la humanidad está cavando su propia tumba, porque los recursos naturales son finitos, simplemente se acaban. Es una cuestión de subsistencia: si queremos conservar nuestra especie, el socialismo es la única alternativa viable.   


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