jueves, 6 de febrero de 2014

Entender la devaluación y no morir en el intento



En estas últimas semanas se escuchó hablar de cuanto concepto económico se tuviera al alcance de la mano. Tipo de cambio, devaluación, inflación, atraso cambiario, corrida cambiaria, reservas, son algunos de ellos. Pero se olvidaron de algo importante. Siempre muy académicos todos, no le explicaron al pueblo (en su gran mayoría no adepto a la economía) su significado concreto, las relaciones que se dan entre los mismos, y  las implicancias que tienen cada uno de estos en la coyuntura económica del país.

Ante todo, no es mecánica cuántica. Son palabras bastante palpables que escuchamos/leemos y vivimos todos los días. Pero, ¿realmente entendemos cuando hablan economistas?

Bajar la economía a la tierra -o al barro- es bien necesario: para darle una vuelta de tuerca a esta materia tan compleja y ayudar a comprender ciertos supuestos que están escondidos detrás de las variables económicas que conocemos de nombre y que lamentablemente se obvian en el análisis.

Tipo de Cambio.

El Tipo de Cambio es básicamente el precio en moneda local que hay que pagar para hacerse de una divisa (moneda extranjera), para ejemplificarlo simple y llanamente: para comprar 1 U$S en el mercado oficial necesitaríamos $8,01(en caso de que pudiéramos hacerlo), sino necesitaríamos alrededor de $12,55 para comprarlo en el mercado paralelo.*

En la teoría existen dos tipos de cambio que se encuentran uno al extremo del otro. Por un lado, el Tipo de Cambio Fijo, en el cual la moneda local se ajusta a una divisa de referencia (como el dólar; con todo lo que ello implica), situación que se dio en nuestro país entre 1991 y 2001 con la Ley de Convertibilidad. En el otro rincón, encontramos el Tipo de Cambio Flexible. En este caso, el tipo de cambio llega a un precio que supuestamente equilibra al mercado, “gracias” al libre juego de la oferta y la demanda (acá vemos la “mano invisible” de la que hablaba Adam Smith, que implica la capacidad de autorregulación del libre mercado). Pero esto no es todo.

En nuestro país, la política cambiaria post-convertibilidad se enmarca en lo que se denomina “flotación administrada”. Parado a medio camino entre los dos tipos de cambio extremos, el Banco Central de la Republica Argentina (BCRA) interviene todos los días vendiendo y/o comprando dólares en el mercado cambiario para mantener el precio de la divisa más o menos estable, preservar las reservas y garantizar la competitividad cambiaria, siempre devaluando de a poco.

Sí, la intervención por parte del BCRA en el mercado cambiario se da todos los días. Salvo, el miércoles 22 y el jueves 23 del mes pasado. En estos dos días el BCRA no intervino en el mercado. No vendió dólares. El no intervenir en el mercado es una decisión concreta.

Mas allá de querer echar culpas al gran capital extranjero como Shell, City Bank, etc., de generar una “corrida cambiaria”, es decir comprar una gran cantidad de dólares en el mercado para que haya menos oferta disponible de la divisa y por lo tanto aumente su precio, la decisión de no intervenir en el mercado vendiendo dólares, es una decisión “oficial”. En palabras de Capitanich: “El precio del dólar ha alcanzado un nivel de convergencia aceptable para los objetivos de la política económica”, orgulloso y haciéndose cargo de la devaluación “nacional y popular”.

Devaluación.

La palabra devaluación es inherente a la historia económica de nuestro país, e implica la pérdida de valor de una moneda local con respecto a una moneda extranjera. Y a la relación inversa se la llama revaluación: el dólar se revalúa con respecto al peso.

Luego de una devaluación, para comprar una unidad de moneda extranjera se necesitan más unidades de moneda local. En este caso se habla de tipo de cambio nominal. A diferencia de este, existe el tipo de cambio real, en el cual empieza a jugar la relación entre el poder adquisitivo de las monedas en cuestión. Y si hablamos de poder adquisitivo, tenemos que hablar de inflación, que es el aumento general y sostenido en el nivel de precios.

¿Por qué una devaluación dispara los precios hacia arriba? En principio, porque, al ser un país agroexportador, sin una industria fuerte, la mayoría de los insumos que se utilizan para producir son importados, y no solo los insumos son importados, muchos productos que se consumen a diario también son comprados en el extranjero. Todo lo comprado al extranjero se encarece. Los costos aumentan y se traducen en precios más altos.

Se genera una redistribución regresiva del ingreso de los sectores populares en favor del empresariado, porque ahora la gente va a tener que gastar un porcentaje mayor del sueldo para comprar lo mismo que compraba antes; y aunque se acerquen las paritarias, la historia argentina reciente dicta que el tipo de cambio y el nivel general de precios aumentan aproximadamente a la par, mientas que los salarios lo hacen en menor medida.


Devaluar perjudica al pueblo y favorece a…

Seguramente los capitales extranjeros, culpados por el gobierno de generar un aumento en el precio del dólar, sean culpables también (aunque la suma de la operación que se les adjudica a las autoridades de Shell es bastante menor a lo que transa el BCRA todos los días en el mercado). Pero que el BCRA les allanó el camino al no intervenir el mercado para que el valor del dólar llegara a un “nivel de convergencia aceptable para la política económica”, no quedan dudas. La idea del gobierno era que los exportadores liquiden sus cosechas y entren dólares frescos que apacigüen la continua caída de las reservas. Porque con la lógica capitalista imperante y la especulación a la orden del día, los agroexportadores se guardan la producción, hasta que el dólar llegue a un nivel en el que su ganancia sea más grande de lo que ya es.

Las grandes empresas, los agroexportadores y la derecha en general que quiere llegar al gobierno en 2015, pujan por una devaluación. ¿Cuál es el beneficio que les genera a estos últimos, una devaluación? Los Prat Gay, los Redrado y demás economistas de la misma calaña, hablan constantemente de un “atraso cambiario”.

Cuando se habla de tipo de cambio “atrasado”, se agrega una variable económica más al debate. La “competitividad” que posee un sector o una economía en general, tiene que ver con la capacidad de hacer frente a los competidores internacionales en términos de la relación costo-beneficio.

En el caso de los agroexportadores argentinos, que deben afrontar sueldos, insumos, impuestos, etc., en pesos, y obtienen beneficios en dólares, se beneficiarán con un tipo de cambio alto. Es decir, si los costos son en pesos y los beneficios en dólares, cuanto más pesos se necesiten para comprar un dólar, mejor. Porque con un solo dólar de beneficio, pagan un mayor porcentaje del costo en pesos.

El “atraso” existe, porque al ser la inflación tal, y el dólar no aumentar desmedidamente, el gran margen de ganancias de aquellos se achica (aumentan los costos en pesos y los beneficios se mantienen en un mismo nivel), pero cuando aparece en escena una gran devaluación, la magnitud del margen de ganancias pasa a ser enorme, y muchos de los nombrados en párrafos anteriores se acuestan en su colchón de dólares, apoyan la cabeza en la almohada y se duermen con una sonrisa en la cara.

Porque como dijo el “ministro marxista”: “los mismos que hace diez años nos querían hacer creer que el dólar valía $1, hoy nos quieren hacer creer que vale $13”.



 *Fecha de hoy: 4 de febrero de 2014

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