jueves, 3 de octubre de 2013

| Un susurro muy especial |


Doblemente difícil la tarea. Por un lado, tener que resumir en 4000
caracteres lo que fueron varias horas de mística y de rocanrol del país. Por
el otro, tener que llevar al papel la tormenta de sentimientos que se
arremolinan cuando comulgamos en la misa ricotera.



Pretender hacer una crónica de un recital del Indio, y obviar toda la previa a
que se apaguen las luces del estadio, sería como leer solamente el final de
una novela. Es que ahí es dónde empieza a crecer el germen de Patricio Rey.
Miles y miles en busca de… Y acá surge el primer gran interrogante: ¿Qué
fuimos a buscar a Mendoza? Si de algo estoy seguro, es que esa noche
había igual cantidad de motivos que de almas.

¿Por qué carajo se moviliza tal multitud? Los fundamentalistas del aire
acondicionado son la mejor banda tributo a Los Redondos que he
escuchado. Incluso la voz del muchacho que canta, se parece mucho a la
del líder de la banda surgida en la ciudad de las diagonales. Pero eso no
puede ser razón suficiente para tal procesión. Será verdad entonces que “el 
corazón tiene razones, que la propia razón nunca entenderá…”

Los medios dicen que hizo frío en Mendoza. Ilusos. Con el pecho bien
caliente a fuerza de bebidas varias, y con el convencimiento de que el fuego
había crecido y nosotros estábamos allí, me dirigí junto con esa banda
inconsolable al Autódromo de San Martín. Las más de 30 cuadras que me
separaban del bondi hasta la entrada, fueron un sinfín de déjàvus:
banderas, jóvenes, viejos, vinos, porros, puestos de choris, “llevate la
remera del recital”, “cuando-termina-nos-encontramos-acá”, “matar a un
rati para vengar a Walter”. Y entramos.

Se apagó la luz y se sintieron los chispazos de electricidad. No era ningún
desperfecto, la introducción de “Luzbelito y las sirenas” nos cacheteó y
empezó el agite. Atrás y sin darnos respiro, vino “El templo de Momo”, una
canción oscura, densa y hermosa. La sucesión de vibraciones, hizo que
todos nos olvidáramos de la garúa cada vez más lluvia. Es cierto que el
pelado cantó mal y desafinó bastante, supongo que culpar al clima es un
buen pretexto. Pero la lista de temas que metió, hizo que nos olvidemos de
cualquier fallido. Al que no se le puso la piel de gallina con “Blues de la 
Libertad” es porque en las venas le corre jugo de frutillas.

Seguramente cada uno tuvo su momento de mayor placer durante las dos
horas y puñado de minutos que duró el show. Para no caer en la obviedad
de citar a “Juguetes Perdidos” como el pico máximo de tensión, desde aquel
diciembre de 2008 en que fui bautizado por la magia de Patricio Rey; “To
beef or not to beef” me eligió para aflojarme las piernas cada vez que los
parlantes escupen: “Pensando en vos siempre, siempre extrañándote…”.

Así fue como llegó el pogo más grande del Universo y alrededores.

Y en el momento previo al riff eterno de Ji Ji Ji, el Indio dijo: 6 7 8.

 Lo escuché y no le pasé ni cabida. En ese momento el Indio no me
importaba en lo más mínimo porque yo estaba con Los Redondos. Con los
de abajo. Con los que hicimos 2500 kilómetros en menos de dos días para 
sentir. Con los que se gastaron un buen pedazo del sueldo para que 
la panza se nos haga un nudo, para descargar toda la mierda de la 
rutina, para llorar cuando la emoción se hace canción.

Sí, el Indio dijo 6 7 8 y volvió a mostrar su gran sentido de pertenencia al
kirchnerismo. Cuando terminó el recital, y volvía pateando cagado de frío,
me rescaté. Y pensé en un amigo y compañero, que iba a tener de sobra
para chicanearme durante varias semanas. Nada más.

A mi no me modificó en nada lo que dijo Solari. Quizás algunos repitieron
viejas ilusiones montoneras, de ver un socialista dónde no lo hay.
Alguna vez dijo "ser de izquierda", como tantos que hoy forman parte del
gobierno ¿y?

El Indio es de carne y hueso, tiene mucha guita y vive en Parque Leloir.
Pero tiene la capacidad de sensibilizar a una cantidad de gente, de todos los
estratos sociales, que ningún otro fenómeno cultural y social ha podido
equiparar. Ni religioso ni político.

Y eso es lo que me tiene anarcotizado. Su poesía. Lo que genera abajo. Lo que me une con los de abajo.
Todo el resto que diga arriba del escenario, “ya no es rock, mi amor: es pura suerte”.


ILUSTRACIÓN: Simón Jatip
TEXTO: Nacho Saffarano

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