lunes, 4 de marzo de 2013

Y ni siquiera dejaron las sobras


En 1821 en la provincia de Buenos Aires se designa gobernador a Martín Rodríguez, aunque fue una mera formalidad, ya que este delegó el desarrollo de la política al entonces Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, Bernardino Rivadavia. Un idealizador de la sociedad europea, empapado de las políticas económicas de corte liberal, que buscó convertir las ciudades rioplatenses en pequeñas “París”.



Una de las medidas que tomó fue gestionar un préstamo con la empresa británica Baring Brothers, que se termina por convertir en la primera deuda externa. Dicho empréstito se concedió en 1824, constaba de 1.000.000 de libras esterlinas y tenía como fines crear pueblos en las fronteras con los nativos y distintas obras públicas en la ciudad, entre las que se destacaba la creación de la infraestructura portuaria para fomentar la política librecambista. Es decir que de los anhelos de un país libre e independiente, se pasó en un abrir y cerrar de ojos al comienzo de la perdida de la soberanía nacional.

La casa prestamista respondía a los intereses del Imperio Británico, que buscaba extender su hegemonía política por distintas partes del mundo, y en Argentina como en otros países de Latinoamérica, consiguió aliados. Las condiciones de los préstamos imperialistas nunca favorecieron a los gobiernos locales, sin dudas sus fines eran la dominación política.

El dato más contundente de este empréstito es que solo llegaron al gobierno 552.700 libras, la mayoría en letras de cambio de casas comerciales en manos de ingleses o grandes comerciantes criollos. Lo que deja entrever que los objetivos fueron un gran disfraz para tapar meros intereses de la clase comercial dominante que solo buscó incrementar sus privilegios. Los mismos perjudicaron no solo a la provincia, sino a  “la nación” ya que se tomo como un préstamo nacional.

Se pagaron los platos rotos donde comieron unos pocos, y ni siquiera dejaron las sobras. Las obras para las que se contrajo no fueron realizadas y el dinero se terminó de gastar en armas compradas a Inglaterra para la guerra con Brasil. El empréstito se terminó de pagar en 1904 -82 años después de que se contrajo- y se canceló con una suma mucho mayor de los que fue el valor nominal del empréstito.

Recopilando el pensamiento de algunos intelectuales respecto a esta cuestión, aparece Bartolomé Mitre, considerado como el creador de la historia oficial, lo menciona a Rivadavia como “el más grande hombre civil de los argentinos”. El autor escribe varias décadas después del préstamo, que todavía estaba vigente y la suma a pagar se había multiplicado bastante. Historiadores de corriente liberal, como Ernesto Fitte,  remarcan la necesidad del empréstito como “el precio de la libertad” que tuvo que pagar para el reconocimiento de la Independencia, lo que es un poco contradictorio, incluso si se tienen en cuenta las palabras de uno de los propulsores del préstamo, Martín García: “No podemos malquistarnos con Inglaterra pues le debemos mucho y si rompemos relaciones pueden exigirnos el pago”, lo que rectifica el carácter dominador en términos políticos del préstamo. Por su parte Raúl Scalabrini Ortiz, de la tendencia revisionista, señala que el empréstito fue parte de una operación financiera mucho más vasta llevada a cabo por los británicos en toda América Latina, lo que también señala Marx en El Capital: “Convertir a todos los demás países en simples pueblos de agricultores, reservándose ella el papel fabricante”.

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