domingo, 2 de diciembre de 2012

Votar a los 16 años: ¿una forma de participación juvenil en la política?




“Si pueden votar a los 16 años, que vayan a la cárcel” gritan ciertos sectores impolutos e individualistas de la clase media-alta. Lamentablemente para ellos, caen en un error. A partir de los 16 años, nuestra legislación nos responsabiliza penalmente por los ilícitos que cometemos. Si bien no se los envía a una de las 54 unidades penitenciarias en la provincia de Buenos Aires, sí se los deposita en centros de detención de menores aún peores.[1] Que los adolescentes puedan ser encerrados, pero no puedan decidir quiénes direccionarán las astas del Estado parecería, al menos, incongruente.


Ahora bien centrándose en la ley ¿qué es lo que trata este proyecto presentado por el oficialismo? Elaborado por Elena Corregido y Aníbal Fernández, la ley publicada en el Boletín Oficial el 2/10, modifica seis leyes y el primer artículo del Código Electoral para permitir el voto a cargos nacionales:  a los argentinos nativos y por opción desde los 16 años y a los argentinos naturalizados desde los 18 años. El voto es optativo para los jóvenes de 16 y 17 años, y por ello quedan exentos de sanciones (se los equipara a los mayores de 70 años). Así, el padrón electoral argentino, que es de aproximadamente 29 millones de personas, aumentará a algo más de 30 millones de electores.
Desde el oficialismo, el senador Aníbal Fernández en su web titula sobre el proyecto: “A los jóvenes: a no bajar las banderas, participando”. Por su parte, Daniel Filmus remarcó que "esto genera que los chicos discutan historia, que vean la realidad y que tengan la oportunidad de debatir". ¿Debatir dónde? Los jóvenes pueden debatir y no es imprescindible que ejerzan este derecho político, o acaso ¿el oportunismo permite que piense lo contrario?
Si la dirigencia política cree que con modificar ciertas leyes va a generar conciencia política mágicamente en la sociedad, está equivocada. Para ello es necesaria una política direccionada a la apertura de espacios de discusión, en los cuales la sociedad no calle y cada ciudadano tenga voz propia en verdaderas instancias de participación, que no se reduzcan a una concepción ignota de la democracia resumida en depositar un voto en la urna. Ahora bien ¿El gobierno de turno quiere una sociedad concientizada en términos reales o prefiere un pueblo que ignore las causas de sus problemas sociales? A pesar del discurso romántico y democrático, todo poder anhela mantenerse en el poder, y qué mejor que una sociedad muda para consolidar esa naturaleza de las cosas.
La Constitución Nacional establece en su artículo 22 que “el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por la constitución”, es decir, consagra la democracia representativa, un sistema que presupone que el gobierno actúa en representación “del pueblo” o que “el pueblo se gobierna a sí mismo por medio de sus representantes”. Este modelo de democracia indirecta es funcional a que el gobierno sea de los políticos de turno y no del pueblo, ya que mantiene alejados a quienes padecen el día a día en la calle de las decisiones que influyen en su vida cotidiana, dejando éstas en manos de señores de traje y corbata sin apartarse aunque sea un centímetro del dogma de la constitución en el artículo previamente citado. De esta manera, el ejercicio del derecho político a votar cobra una fundamental importancia (¿o no?).

El sufragio resulta aún un instrumento sumamente torpe para contribuir al establecimiento de un diálogo entre los representantes electos y sus electores; es incapaz de demostrar los diversos matices que quiere manifestar el pueblo en los comicios bianuales (incorporar otras voces, priorizar ciertas políticas, apoyar otras iniciativas o exigir el cumplimiento de otras, etc.,). Pero es otro factor el que dirige el fortalecimiento de las prácticas representativas: el ejercicio de poder.

El poder tiene que volver al pueblo, debe salir de ese lugar distante donde hoy está concentrado y desde donde se ejerce con verticalidad, del lugar de las grandes corporaciones y algunos pocos ciudadanos. En un sistema institucional como el actual se delega la toma de decisiones, el control de los recursos económicos, el uso de la violencia y el monopolio de la fuerza en el Estado.  Los representantes elegidos no responden obligatoriamente a los que los eligen sino que, por el contrario, responden a otros poderes no ostensibles, pero que de diversas formas manipulan y ejercen influencia en la toma de decisiones de gobierno siendo el problema central que estos poderes están fuera de control.
 No hay espacios para la participación cívica en la toma de decisiones. Que instituciones democráticas como el referéndum o el plebiscito nunca hayan sido utilizados a nivel nacional desde la reforma de la constitución en 1994 es una clara manifestación de que los gobiernos no quieren participación popular directa. ¿Y  esto a qué se debe? ¿El pueblo no debe hacer nada más que votar cada 2 años?
Entender que el “el arma más importante de la democracia es el voto en las urnas"[2] es una concepción limitada de la democracia y legitimante de un ejercicio vertical del poder. El instituto de la democracia indirecta se presenta como el único camino que conduce al bienestar social (vivienda - alimento - educación - trabajo). Dejando de lado la teoría puede verse una realidad distinta. Por ende, debe ser criticado y reformulado en vías de hallar otras formas que se adapten mejor a los problemas sociales que acechan al conjunto del pueblo.
La democracia participativa-deliberativa se presenta como vía alternativa de participación, discusión y debate con importante influencia en los avatares políticos de la sociedad, relegando el gobierno de las elites y entendiendo que la deliberación se dirige a obtener, idealmente, un consenso unánime. Cabe preguntarse si esta forma le conviene al poder de turno, o si por el contrario le quita el poder que absorbe del pueblo en su investidura. La hipocresía discursiva es fácil de detectar analizando un poco los intereses de quienes dominan y deciden el rumbo del pueblo.















[1] Un claro ejemplo fue lo ocurrido en el Instituto Almafuerte, ubicado en Abasto, donde 5 adolescentes fueron golpeados un salvajemente por “celadores” un domingo de septiembre. Para más información: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-202767-2012-09-06.html
[2] Palabras manifestadas por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su aparición mediática el jueves 1° de noviembre de 2012.

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