En las siguientes lineas pretendemos compartir algunas sensaciones
cotidianas que como estudiantes nos invitan a reflexionar acerca del rol que
cumplimos dentro del ámbito educativo, como también respecto de la sociedad en general.
Para comenzar es preciso resaltar que los estudiantes llegan a la
universidad luego de un paso previo por diversas instituciones educativas de
menor grado, pero no por ello menos influyentes en la adquisición del
conocimiento. La educación, en manos de los órganos burocráticos de poder, es
un instrumento fundamental para moldear a su gusto la formación de los
estudiantes, de modo que el estado de cosas se mantenga inalterable, sin
cuestionamientos; para ello es necesario minimizar el desarrollo de las capacidades
humanas, inmovilizando el saber a través de métodos autoritarios y verticales
de enseñanza, logrando con esto, entre otras cosas, formar sujetos alienados
que piensen lo justo y necesario para mantener la estabilidad del sistema
imperante, extinguiendo el pensamiento crítico y transformador que caracteriza
a un espíritu joven; "si no existe una vinculación espiritual entre
el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y de consiguiente
infecunda"(1).
Entonces, es hora de activar nuestra cabeza para reflexionar y
replantearnos el rol que ocupamos como estudiantes, futuros profesionales, o
simplemente como un sujeto más dentro de esta sociedad. Con relación al ámbito
educativo consideramos interesante analizar brevemente una de las herramientas
de articulación que tienen los estudiantes: los centros de estudiantes, con el
objetivo de que sirva como disparador para abrir un canal de discusión
constructiva, a través del cual nos encontremos nosotros mismos, con nuestra
realidad, para preguntarnos: ¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos? ¿Qué buscamos en
la universidad? ¿Qué rol cumplimos, y cuál deberíamos cumplir? ¿Nos sentimos
parte de ella, o solamente un individuo pasivo que transita sus pasillos?
Quizá, estas preguntas y muchas más, sean cotidianas en nuestro interior pero,
qué relevancia tienen sino exceden lo meramente individual; surge aquí la necesidad de poder compartir
nuestros cuestionamientos con el resto de la comunidad universitaria, ya que
muchos serán similares y otros muy distintos, sin embargo, a través del diálogo
y del encuentro con nuestros pares podremos hallar respuestas colectivas a los
mismos.
Un espacio vital de encuentro es el centro de estudiantes, ya que
se concibe como una organización democrática de representación gremial de los
mismos dentro de una institución educativa. Entendida como tal, esta debe
asumir la responsabilidad que genera ser el medio de expresión colectivo de los
estudiantes, ya que las pretensiones ejercidas individualmente carecen de
la fuerza necesaria para hacer ruido en el aparato institucional. Para ello,
entendemos que es necesario que se generen sitios de debate y discusión en
donde cada uno pueda participar, expresarse y así hacer valer sus derechos,
como por ejemplo tener un rol activo a la hora de decidir qué tipo de
profesionales queremos ser, en base a qué necesidades: sociales o simplemente
individuales. Ahora, ¿qué sucede cuando estos espacios no se generan?
¿Cuando al estudiante se lo conforma solamente con ir a estudiar y rendir
algunos exámenes, siendo el acto más osado de participación política y
democráctica ir a votar una vez al año?
Sin duda alguna, cuando los espacios de participación se reducen y no se
abren a la confluencia de los estudiantes y al debate, no existe democracia en
términos reales. La situación se agrava aún más cuando la organización que debe
defender los intereses de los mismos opta por asegurar los fines que persigue
la cúpula directiva de la institución, es decir se convierte en un soldado a su
servicio con el objeto de materializar la línea que le bajan desde arriba, que
consiste en mantener a los estudiantes desvinculados de los problemas
políticos, sociales y económicos que afectan al pueblo, como consecuencia del
sistema reinante; es por ello que no se fomenta un espíritu crítico orientado a
modificar los paradigmas de la actual sociedad, ya que las instituciones
educativas son parte del Estado, y como tales orientan su enseñanza a legitimar
las relaciones vigentes.
A modo de conclusión, entendemos que la democracia participativa parece
no haber encontrado un esquema apropiado o la conveniencia de ninguna fuerza
para ser desarrollada en los hechos. Por lo único que vive la antigua
democracia es por que la gente cree en ella. Por eso, creemos que nunca
tenemos que dejar de aprender, de debatir, de romper estructuras para encontrar
las verdades que nos son negadas u omitidas. Debemos seguir soñando... un mundo
mejor es posible, hay que luchar por ello, fomentar el espíritu crítico, el
libre juego de la mente, innovar siempre, y producir cultura para romper con la
impuesta en pos del bienestar humano.
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