jueves, 18 de octubre de 2012

La Democracia Prohibida


En las siguientes lineas pretendemos compartir algunas sensaciones cotidianas que como estudiantes nos invitan a reflexionar acerca del rol que cumplimos dentro del ámbito educativo, como también respecto  de la sociedad en general.

Para comenzar es preciso resaltar que los estudiantes llegan a la universidad luego de un paso previo por diversas instituciones educativas de menor grado, pero no por ello menos influyentes en la adquisición del conocimiento. La educación, en manos de los órganos burocráticos de poder, es un instrumento fundamental para moldear a su gusto la formación de los estudiantes, de modo que el estado de cosas se mantenga inalterable, sin cuestionamientos; para ello es necesario minimizar el desarrollo de las capacidades humanas, inmovilizando el saber a través de métodos autoritarios y verticales de enseñanza, logrando con esto, entre otras cosas, formar sujetos alienados que piensen lo justo y necesario para mantener la estabilidad del sistema imperante, extinguiendo el pensamiento crítico y transformador que caracteriza a un espíritu joven; "si no existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y de consiguiente infecunda"(1).

Entonces, es hora de activar nuestra cabeza para reflexionar y replantearnos el rol que ocupamos como estudiantes, futuros profesionales, o simplemente como un sujeto más dentro de esta sociedad. Con relación al ámbito educativo consideramos interesante analizar brevemente una de las herramientas de articulación que tienen los estudiantes: los centros de estudiantes, con el objetivo de que sirva como disparador para abrir un canal de discusión constructiva, a través del cual nos encontremos nosotros mismos, con nuestra realidad, para preguntarnos: ¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos? ¿Qué buscamos en la universidad? ¿Qué rol cumplimos, y cuál deberíamos cumplir? ¿Nos sentimos parte de ella, o solamente un individuo pasivo que transita sus pasillos? Quizá, estas preguntas y muchas más, sean cotidianas en nuestro interior pero, qué relevancia tienen sino exceden lo meramente individual;  surge aquí la necesidad de poder compartir nuestros cuestionamientos con el resto de la comunidad universitaria, ya que muchos serán similares y otros muy distintos, sin embargo, a través del diálogo y del encuentro con nuestros pares podremos hallar respuestas colectivas a los mismos.

Un espacio vital de encuentro es el centro de estudiantes, ya que se concibe como una organización democrática de representación gremial de los mismos dentro de una institución educativa. Entendida como tal, esta debe asumir la responsabilidad que genera ser el medio de expresión colectivo de los estudiantes, ya que las pretensiones ejercidas individualmente carecen de la fuerza necesaria para hacer ruido en el aparato institucional. Para ello, entendemos que es necesario que se generen sitios de debate y discusión en donde cada uno pueda participar, expresarse y así hacer valer sus derechos, como por ejemplo tener un rol activo a la hora de decidir qué tipo de profesionales queremos ser, en base a qué necesidades: sociales o simplemente individuales. Ahora, ¿qué sucede cuando estos espacios no se generan? ¿Cuando al estudiante se lo conforma solamente con ir a estudiar y rendir algunos exámenes, siendo el acto más osado de participación política y democráctica ir a votar una vez al año?

Sin duda alguna, cuando los espacios de participación se reducen y no se abren a la confluencia de los estudiantes y al debate, no existe democracia en términos reales. La situación se agrava aún más cuando la organización que debe defender los intereses de los mismos opta por asegurar los fines que persigue la cúpula directiva de la institución, es decir se convierte en un soldado a su servicio con el objeto de materializar la línea que le bajan desde arriba, que consiste en mantener a los estudiantes desvinculados de los problemas políticos, sociales y económicos que afectan al pueblo, como consecuencia del sistema reinante; es por ello que no se fomenta un espíritu crítico orientado a modificar los paradigmas de la actual sociedad, ya que las instituciones educativas son parte del Estado, y como tales orientan su enseñanza a legitimar las relaciones vigentes.

A modo de conclusión, entendemos que la democracia participativa parece no haber encontrado un esquema apropiado o la conveniencia de ninguna fuerza para ser desarrollada en los hechos. Por lo único que vive la antigua democracia es por que la gente cree en ella. Por eso, creemos que nunca tenemos que dejar de aprender, de debatir, de romper estructuras para encontrar las verdades que nos son negadas u omitidas. Debemos seguir soñando... un mundo mejor es posible, hay que luchar por ello, fomentar el espíritu crítico, el libre juego de la mente, innovar siempre, y producir cultura para romper con la impuesta en pos del bienestar humano. 


otro viento

No hay comentarios:

Publicar un comentario