miércoles, 20 de septiembre de 2017

Dime cómo hablas y te diré quién eres

Desempolvé unas viejas carpetas de psicología. Y cuando digo desempolvé, es literal: las retiré de arriba del mueble, y soplé sobre ellas, haciendo que se desprenda una fina capa de polvo, que inmediatamente se desparramó por el aire de la habitación.

Había cierta nostalgia en esa búsqueda -porque se trataba de textos que leí en mi primer año de facultad- pero principalmente había cierta curiosidad: quería encontrar un escrito en particular. No recordaba bien de qué hablaba, pero sí que mencionaba a un tal Freud, otro tal Sherlock Holmes y a un desconocido Lermolieff.



Honestamente, no busqué demasiado, porque no eran muchas fotocopias. Pasé por alto algún título de Foucault, también otro de Lewkowicz, y creo que otro de Susana Lonigro. Hasta que por fin di con lo que estaba buscando: Mitos, emblemas e indicios, escrito hace ya muchos años por Carlo Guizburg.

Ahora bien, ¿por qué toda esta introducción? Calma, que a eso voy. Hace ya varias semanas, Esteban Bullrich, actual candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires, mencionó entre los logros de la gestión PRO: “(…) un metro más de asfalto, una sala más, un pibe más que está preso…”. Porque claro, todxs en el fondo soñamos con una sociedad maravillosa, de calles asfaltadas, y muchxs muchxs pibxs presxs.

Quizás pueda pensarse a este personaje como una excepción a la regla, pero no. Basta con retroceder, y pasearnos por el amplio historial  de "errores" que cargan sobre sus espaldas muchxs de lxs funcionarixs de la gestión de los globos amarillos. Veamos algunos ejemplos:

María Eugenia Vidal gana las elecciones en octubre de 2015, y se convierte en gobernadora de la provincia más poderosa del país. En medio de los papelitos, la música pop para divertirse, y los colores chillones de la escenografía, una radiante Mariú dio su discurso triunfal. Todo venía bien hasta que, otra vez, apareció el acto fallido: “Cambiamos futuro por pasado” dijo mientras sonreía, y se rectificó instantes después. Siempre sonriendo claro.

Pero eso no es todo amigxs. Mauricio Macri, el paladín de esta gesta heroica de nuevxs próceres, tampoco ha escapado a esos pequeños pifies que aparecen de vez en cuando en los discursos públicos. Citemos entonces su más celebre declaración fallida: “(…) ,la terrible inequidad de aquel que puede ir a la escuela privada, versus aquel que tiene que caer en la escuela pública”. En esta frase, la educación pública aparece como algo similar a un pozo, en el que cualquier persona puede caer sin posibilidad de retorno. Evidentemente, el actual presidente nunca cayó allí.

Último ejemplo, y también el más actual –al menos de los casos públicos-: la desaparición forzada de Santiago Maldonado trajo conjeturas de las más variadas, y voces de todos los sectores políticos. El gobierno tuvo que salir a poner la cara, y esa cara fue la de la poco agraciada Patricia Bullrich.

Entre las muchas entrevistas y frases célebres y petulantes de la ministra, destaca un nuevo, y siempre inevitable, acto fallido: “Se quieren plantear bandos: el bando de los que quieren encontrar a Maldonado, y el bando de los que no queremos encontrar a Maldonado”. Nótese que Bullrich comienza hablando en tercera persona, pero finaliza hablando en primera. No obstante, no hay que dejar de reconocer el mérito de Pato en el cumplimiento de los objetivos: Santiago todavía no aparece.

Jaime, el niño Macri quiere una sesión de programación neurolingüística

Breve resumen de lo expuesto hasta acá: estaba buscando un texto en particular, que hacía referencia a ciertos personajes, unos de ficción, otros no. Buscaba ese texto porque me remitía inmediatamente a algunxs de lxs personajes de Cambiemos (lamentablemente, ningunx de ficción).

El texto al que me refiero pertenece al historiador italiano Carlo Guizburg. En él desarrolla el paradigma del método indiciario: este paradigma consiste, a grandes rasgos, en encontrar el significado oculto en los detalles. Guizburg cita como ejemplo a Giovanni Morelli – también conocido bajo el seudónimo de Iván Lermolieff- quién, a través del método indiciario, podía detectar y diferenciar los cuadros originales, de aquellos que eran falsos.

Para eso, Morelli se basaba en los detalles de las obras: no iba a los aspectos más evidentes, sino que se detenía, por ejemplo, en la forma en que tal pintor hacía las uñas, o tal otro terminaba una oreja. Según él, era en ese tipo de aspectos donde el artista más se dejaba fluir, y donde menos se manifestaba la escuela pictórica a la que pertenecía. Por lo tanto, ese detalle le era único y prácticamente irrepetible, ya que los falsificadores no se detenían en ellos. En ese momento, el artista mostraba su ser.

Guizburg también cita como ejemplos salientes a Sherlock Holmes, el famoso detective creado por Arthur Conan Doyle, y al mismísimo Sigmund Freud. El caso del primero, resolvía los misteriosos delitos basándose en una serie de huellas casi imperceptibles dejadas durante el crimen. Por el lado de Freud, éste buscaba ciertos rasgos o gestos que desnudaban la verdadera personalidad de sus pacientes.

Y he aquí el nudo del asunto: en esos pequeños actos fallidos, de los cuales se mencionaron unos pocos ejemplos, es donde hay que buscar la estructura ideológica que sostiene al actual gobierno. No son datos sin importancia, ni confusiones, ni mucho menos son meros errores involuntarios.

Esteban Bullrich, para excusarse por su frase de lxs pibxs presxs, dijo que estaba cansado. Y eso sí puede ser cierto: cuando la mente se libera -ya sea por cansancio o ya sea por relajación- de toda la programación neurolingüística armada por Jaime Durán Barba, aflora verdaderamente de dónde provienen quienes gobiernan, y a qué intereses responden.

El discurso duranbarbiano no consta solo de palabras, sino también de gestos y de formas programadas para mover el cuerpo, según lo amerite la ocasión. No es casual que lxs vocerxs del PRO se expresen de formas sutilmente similares (a veces no tan sutiles). Hay un equipo que piensa y mueve los hilos, programa y reprograma cuando es necesario.

Pero ni aún el experimentado e intrépido consultor ecuatoriano puede controlar absolutamente todos los mecanismos de esta máquina. A veces los engranajes fallan, principalmente cuando hay situaciones imprevistas, o cuando las entrevistas no son armadas o pactadas previamente. Si la pregunta que se dispara no está dentro de los planes, la respuesta desnuda el aparato que opera en el orden del discurso.

Hay una vieja frase atribuida al escritor francés Gustave Flaubert, pero popularizada por el arquitecto alemán Ludwig Mies Van der Rohe, que refiere a la importancia y trascendencia de los elementos claves: “Dios está en los detalles”. Parafraseándolo, y cambiando alguna que otra palabra, podríamos decir que: “El opresor está en los fallidos”.

Por Colectivo Cultural Otro Viento


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