lunes, 3 de noviembre de 2014

La verdad en el discurso informativo


El discurso informativo, elaborado y utilizado precisamente por los medios de información, cuenta con características determinadas que hace que se diferencie del resto de los discursos. Si bien dichas características son amplias, y no serán abordadas en esta nota, sí interesa aquí el concepto de verdad del que se sirven los medios en su accionar diario.




El pasado 8 de julio, los trabajadores de la autopartista LEAR decidieron cortar la circulación de tránsito en la Autopista Panamericana, en reclamo por la reincorporación de los empleados despedidos. Los medios se hicieron eco del hecho, pero, mientras la mayoría hablaba de desalojos o incidentes, otros pocos mencionaban la represión. ¿El relato de unos es más real que el de los otros? ¿Quién miente? ¿Quién dice la verdad?

Hasta no hace mucho tiempo, se creía y sostenía que los medios de comunicación miraban los hechos desde una mirada neutral, es decir sin un juicio de valor sobre los mismos. Así fue como, a la hora de informar, todos se paraban desde un supuesto objetivismo en el que los valores, creencias, intereses políticos o económicos, no jugaban un rol importante ni decisivo.

Sin embargo, el evidente entramado de relaciones que se tejían a la hora de informar los acontecimientos, sumado a las nuevas corrientes teóricas comunicacionales, pusieron en jaque al objetivismo. En Argentina se manifestó particularmente en el enfrentamiento que tuvieron –y siguen teniendo- el multimedio Clarín y el oficialismo: los mismos hechos no eran solo abordados desde perspectivas diferentes, sino totalmente opuestas.

No obstante, y aunque esto último supuso un quiebre, los cuestionamientos quedaron de algún modo a mitad de camino. Es verdad, ya nadie –o casi nadie- pone en duda la falta de objetividad de los medios. Pero lo que nunca se puso en tela de juicio fue que ellos transmitían la realidad, que funcionaban como puente entre el público y los hechos, más allá de los intereses que estuvieran mediando allí.

Se siguió sosteniendo que había una realidad, común a todos, que los medios se encargaban de llevar a cada uno de los diarios, las radios o los televisores. Así, a partir de ese momento, los medios pasaron a reflejar o recortar un pedazo de esta realidad, como si ella estuviera ahí afuera esperando ser reflejada o recortada.
No obstante, seguir hablando de la realidad, como si ella estuviera ahí afuera y debiera ser develada, es hoy un argumento agotado. O al menos debería serlo. Como afirma el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, palabras más palabras menos, la cosa en sí, es completamente inasequible, sólo podemos nombrarlas. Es decir, que solo conocemos las cosas a través del lenguaje.

Seguir sustentando la idea de un mundo, de una verdad, que está afuera, implicaría, de algún modo, la creencia en un ser superior con un lenguaje propio. El mundo no habla, quienes hablan son los seres humanos, y por ende son sus proposiciones y descripciones del mundo las que pueden ser verdaderas o falsas, pero no la realidad.

Dejando de lado, por el momento, a la filosofía, volvamos sobre lo que nos compete: el discurso de la información. El recientemente fallecido semiólogo argentino Eliseo Verón, y autor de la teoría del análisis de los discursos, afirma que la actualidad es también el resultado de un proceso productivo. Ni una ilusión, ni un simulacro, sino una producción.

Verón dice: “Ese objeto cultural que llamamos actualidad tiene el mismo status que un automóvil: es un producto, un objeto fabricado que sale de esa fábrica que es un medio informativo”. Y agrega: “Los medios no copian nada (más o menos bien o más o menos mal): producen realidad social”.

Para dejarlo claro: la realidad que transmiten los medios, no es verdadera ni falsa. Es una construcción. El discurso informativo, al igual que otros discursos, tiene ciertas particularidades que lo caracterizan, y desde ahí, desde un lenguaje propio, es que construye un tipo de verdad, pero no la crea. Se trata más bien, como explica Eliseo de Verón, de una larga cadena de montaje que tiene como producto final la actualidad.

Por supuesto que no se trata de una construcción ingenua o inocente. Todos los medios al mismo tiempo que edifican su verdad, también construyen un público determinado. Por lo tanto, al momento de empezar a fabricarse esa actualidad, se tiene en cuenta una serie de gustos, preferencias y líneas editoriales.
En la introducción de esta nota, se mencionaba el ejemplo de la protesta realizada por los trabajadores de la autopartista LEAR en la Autopista Panamericana. Télam, Clarín e Infobae referían al hecho como “incidentes”, mientras que La Nación decía “desalojos”. El único medio de alcance nacional que habló de “represión” fue el periódico Página 12.

Si el lector opta por aferrarse al discurso oficialista, seguramente diría simplemente: Clarín miente. De hecho, este ha sido el eslogan más utilizado para desacreditar al conglomerado mediático más grande de Argentina. Por otro lado, si elige seguir a los medios opositores, pensaría que quienes son fieles a la realidad son ellos, y no los periódicos o noticieros televisivos que responden al kirchnerismo.

Siguiendo lo desarrollado hasta acá, ¿es correcto afirmar que Clarín miente? No, Clarín no miente, pero tampoco sería correcto afirmar que Página 12 o Tiempo Argentino sí lo hacen. Más bien, lo cierto es que los dos construyen dos modelos de realidades diferentes, atendiendo a dos destinatarios –también construidos- que también son diferentes.

Nuevamente, las palabras de Eliseo Verón resultan esclarecedoras: “Los medios producen la realidad de una sociedad industrial  en tanto realidad en devenir, presente como experiencia colectiva para los actores sociales”. La actualidad como realidad social en devenir existe en y por los medios informativos: los hechos que componen la realidad social no existen en tanto hechos sociales antes de que los medios los construyan.

El uso de algunas palabras en lugar de otras no es casual, sino que es causal. Usar “represión” en lugar de “incidentes” o “desalojos” es una decisión que supone una postura concreta. Si, como se dijo al principio, solo se puede nombrar las cosas, las palabras que se utilizan para nombrarlas son fundamentales, ya que es a través de ellas que el discurso toma forma.

Por lo tanto, la idea de asimilar los medios a máquinas excavadoras que buscan desenterrar realidades escondidas, resulta difícil de seguir sosteniendo. Los medios son máquinas constructoras. No se refleja, ni se recorta, ni se omite la realidad, porque ella no existe como un hecho en sí mismo. Un acontecimiento no puede ser verdadero ni falso, pero sí pueden serlo las palabras que los describen.
Y esto último va más allá de si el medio es oficialista u opositor, hegemónico o alternativo, de alcance masivo o limitado. No importa que se trate de una revista, de un diario, de un noticiero radial o televisivo. Todos edifican un modelo de actualidad que responde a ciertos valores morales, convicciones ideológicas, intereses económicos y, por qué no, también a creencias religiosas.


En definitiva, y para cerrar los argumentos desarrollados hasta aquí, puede aseverarse lo siguiente: el discurso informativo está compuesto por palabras que no son elegidas al azar, sino que responden a las lógicas de cada medio. El discurso a su vez es el que construye la realidad, y la realidad que se construye es el producto de un proceso realizado por la fábrica, es decir los medios de información.

Por Sebastián Bertelli

No hay comentarios:

Publicar un comentario