El discurso
informativo, elaborado y utilizado precisamente por los medios de información,
cuenta con características determinadas que hace que se diferencie del resto de
los discursos. Si bien dichas características son amplias, y no serán abordadas
en esta nota, sí interesa aquí el concepto de verdad del que se sirven los
medios en su accionar diario.
El pasado 8 de julio, los trabajadores de la
autopartista LEAR decidieron cortar la circulación de tránsito en la Autopista Panamericana ,
en reclamo por la reincorporación de los empleados despedidos. Los medios se
hicieron eco del hecho, pero, mientras la mayoría hablaba de desalojos o incidentes, otros pocos mencionaban la represión. ¿El relato de unos es más real que el de los otros? ¿Quién
miente? ¿Quién dice la verdad?
Hasta no hace mucho tiempo, se creía y sostenía que
los medios de comunicación miraban los hechos desde una mirada neutral, es
decir sin un juicio de valor sobre los mismos. Así fue como, a la hora de
informar, todos se paraban desde un supuesto objetivismo en el que los valores,
creencias, intereses políticos o económicos, no jugaban un rol importante ni
decisivo.
Sin embargo, el evidente entramado de relaciones que
se tejían a la hora de informar los acontecimientos, sumado a las nuevas
corrientes teóricas comunicacionales, pusieron en jaque al objetivismo. En
Argentina se manifestó particularmente en el enfrentamiento que tuvieron –y
siguen teniendo- el multimedio Clarín y el oficialismo: los mismos hechos no
eran solo abordados desde perspectivas diferentes, sino totalmente opuestas.
No obstante, y aunque esto último supuso un quiebre,
los cuestionamientos quedaron de algún modo a mitad de camino. Es verdad, ya
nadie –o casi nadie- pone en duda la falta de objetividad de los medios. Pero
lo que nunca se puso en tela de juicio fue que ellos transmitían la realidad,
que funcionaban como puente entre el público y los hechos, más allá de los
intereses que estuvieran mediando allí.
Se siguió sosteniendo que había una realidad, común
a todos, que los medios se encargaban de llevar a cada uno de los diarios, las
radios o los televisores. Así, a partir de ese momento, los medios pasaron a
reflejar o recortar un pedazo de esta realidad, como si ella estuviera ahí
afuera esperando ser reflejada o recortada.
No
obstante, seguir hablando de la
realidad, como si ella estuviera ahí afuera y debiera ser develada, es hoy un
argumento agotado. O al menos debería serlo. Como
afirma el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, palabras más palabras menos, la
cosa en sí, es completamente inasequible, sólo podemos nombrarlas. Es decir,
que solo conocemos las cosas a través del lenguaje.
Seguir sustentando la idea de un mundo, de una
verdad, que está afuera, implicaría, de algún modo, la creencia en un ser
superior con un lenguaje propio. El mundo no habla, quienes hablan son los
seres humanos, y por ende son sus proposiciones y descripciones del mundo las
que pueden ser verdaderas o falsas, pero no la realidad.
Dejando de lado, por el momento, a la filosofía,
volvamos sobre lo que nos compete: el discurso de la información. El
recientemente fallecido semiólogo argentino Eliseo Verón, y autor de la teoría
del análisis de los discursos, afirma que la
actualidad es también el resultado de un proceso productivo. Ni una ilusión, ni
un simulacro, sino una producción.
Verón dice: “Ese
objeto cultural que llamamos actualidad tiene el mismo status que un automóvil:
es un producto, un objeto fabricado que sale de esa fábrica que es un medio
informativo”. Y agrega: “Los medios
no copian nada (más o menos bien o más o menos mal): producen realidad social”.
Para
dejarlo claro: la realidad que transmiten los medios, no es verdadera ni falsa.
Es una construcción. El discurso informativo, al igual
que otros discursos, tiene ciertas particularidades que lo caracterizan, y
desde ahí, desde un lenguaje propio, es que construye un tipo de verdad, pero
no la crea. Se trata más bien, como explica Eliseo de Verón, de una larga
cadena de montaje que tiene como producto final la actualidad.
Por supuesto que no se trata de una construcción
ingenua o inocente. Todos los medios al mismo tiempo que edifican su verdad, también construyen un público
determinado. Por lo tanto, al momento de empezar a fabricarse esa actualidad,
se tiene en cuenta una serie de gustos, preferencias y líneas editoriales.
En la introducción de esta nota, se mencionaba el
ejemplo de la protesta realizada por los trabajadores de la autopartista LEAR
en la
Autopista Panamericana. Télam, Clarín e Infobae referían al
hecho como “incidentes”, mientras que La Nación decía “desalojos”. El único medio de
alcance nacional que habló de “represión” fue el periódico Página 12.
Si el lector opta por aferrarse al discurso
oficialista, seguramente diría simplemente: Clarín miente. De hecho, este ha
sido el eslogan más utilizado para desacreditar al conglomerado mediático más
grande de Argentina. Por otro lado, si elige seguir a los medios opositores,
pensaría que quienes son fieles a la realidad son ellos, y no los periódicos o
noticieros televisivos que responden al kirchnerismo.
Siguiendo lo desarrollado hasta acá, ¿es correcto
afirmar que Clarín miente? No, Clarín no miente, pero tampoco sería correcto
afirmar que Página 12 o Tiempo Argentino sí lo hacen. Más bien, lo cierto es
que los dos construyen dos modelos de realidades diferentes, atendiendo a dos
destinatarios –también construidos- que también son diferentes.
Nuevamente, las palabras de Eliseo Verón resultan
esclarecedoras: “Los medios producen la
realidad de una sociedad industrial en
tanto realidad en devenir, presente como experiencia colectiva para los actores
sociales”. La actualidad como
realidad social en devenir existe en y por los medios informativos: los hechos
que componen la realidad social no existen en tanto hechos sociales antes de
que los medios los construyan.
El uso de algunas palabras en lugar de otras no es
casual, sino que es causal. Usar “represión” en lugar de “incidentes” o
“desalojos” es una decisión que supone una postura concreta. Si, como se dijo
al principio, solo se puede nombrar las cosas, las palabras que se utilizan
para nombrarlas son fundamentales, ya que es a través de ellas que el discurso
toma forma.
Por lo tanto, la idea de asimilar los medios a
máquinas excavadoras que buscan desenterrar realidades escondidas, resulta
difícil de seguir sosteniendo. Los
medios son máquinas constructoras. No se refleja, ni se recorta, ni se omite la
realidad, porque ella no existe como un hecho en sí mismo. Un
acontecimiento no puede ser verdadero ni falso, pero sí pueden serlo las
palabras que los describen.
Y esto último va más allá de si el medio es
oficialista u opositor, hegemónico o alternativo, de alcance masivo o limitado.
No importa que se trate de una revista, de un diario, de un noticiero radial o
televisivo. Todos edifican un modelo de actualidad que responde a ciertos
valores morales, convicciones ideológicas, intereses económicos y, por qué no,
también a creencias religiosas.
En definitiva, y para cerrar los argumentos
desarrollados hasta aquí, puede aseverarse lo siguiente: el discurso
informativo está compuesto por palabras que no son elegidas al azar, sino que
responden a las lógicas de cada medio. El discurso a su vez es el que construye
la realidad, y la realidad que se
construye es el producto de un proceso realizado por la fábrica, es decir los
medios de información.
Por Sebastián Bertelli
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