martes, 12 de agosto de 2014

EDITORIAL Y CONTRATAPA - Revista Otro Viento N° 19

¿La ley que nos hizo una mejor sociedad?



“Están todos locxs”. Esa era la reacción de mucha gente, cuando hace varias décadas se movilizaban las primeras agrupaciones lanzando una campaña para conseguir la aprobación del matrimonio igualitario. Estaban todxs locxs y eran muy poquitxs. Las primeras reuniones para organizar la campaña cabían en la mesa de la casa de alguna compañera o compañero. Eran poquitxs y al principio solo contaban con el apoyo de los menxs.

Argentina, hace cuatro años, dio un paso histórico. Diez mil parejas se casaron y hablar de matrimonio igualitario ya no parece una locura. Ahora empieza a sonar obvio, quizás pronto cueste entender cómo en otro momento estaban privados de la posibilidad de casarse.

Fue un hecho positivo de un Congreso que decidió darle derechos a quienes no los tenían, lxs legisladores se hicieron eco de los reclamos populares. Sin embargo, éste hecho forma parte de un proceso de lucha de muchas décadas de quienes nunca tuvieron voz, y que ahora se ven reconocidxs. Esta ley no debe ser un ítem más de una lista de réditos políticos de aquellxs que dentro de unos años quieran sacar provecho, y que incluso ya intentan sacarlo. Hay que mirar con una perspectiva histórica y entender que las grandes leyes de la historia argentina no tienen nombre y apellido.

Han pasado cuatro años y aun quedan materias pendientes, ninguna ley logra erradicar automáticamente realidades naturalizadas por siglos. Desnaturalizar es un proceso largo y bastante complejo. Nunca iguales, la sociedad se divide entre heterosexuales y homosexuales, y se reservan los derechos para lxs primerxs.  Todavía  en la calle se ven las miradas despectivas. Los chistes homofóbicos existen. La disponibilidad de empleo sigue siendo escasa para aquellxs que son considerados “distintxs”, atenderse en un hospital público puede ser tanto una odisea como una situación donde la discriminación y la falta de valores son los principales protagonistas, y los sentimientos de una persona son los virus que hay que matar con cualquier arma disponible.

¿Por qué se sigue cuestionando el derecho a la igualdad? Por prejuicios. Se lxs catalogó, con Bergoglio y la Iglesia católica a la cabeza, de ser parte de un “plan del demonio”, hasta se dijo que iban a ser lxs encargadxs de la destrucción de la familia, la típica familia burguesa papá-mamá-nene. Se lxs tildó de violentxs, se hizo hincapié en que no estaban capacitadxs para la crianza, de que lxs gays lo eran por ser víctimas de abusos sexuales. Incluso se les buscó una cura, como si su elección sexual formara parte de una enfermedad que se estaba convirtiendo en una pandemia.

 Un sinfín de falacias que intentaban instalarse en la sociedad, que ayudada por su propia ignorancia intentaba impedir la trascendencia de la ley.  A cuatro años de su aprobación, podemos decir con total orgullo y alegría, que el matrimonio igualitario aportó a la lucha  por derrocar esas mentiras. Ninguna barbarie sucedió, la sociedad no se desintegró ni la familia se debilitó.

La realidad es que las relaciones humanas están atravesadas por la cultura, y por eso las leyes se modifican, para acompañar los cambios culturales. El cambio cultural se verifica con la toma de conciencia que sucede cuando las personas gay, lesbianas, bisexuales y trans circulan de otra manera en la calle, sobre todo en las grandes ciudades. Cuando reclaman sus derechos y son apoyados por muchos que no tienen la misma identidad sexual. Ya no es fácil discriminar, aunque existen quienes lo hagan. Hoy en día, aquellxs que se sientan molestos por la existencia de ellxs, tienen que pensarlo dos veces a la hora de emitir un juicio.

El matrimonio igualitario, es una herramienta en un marco legal. La ley ya fue sancionada, el cambio social es más difícil, pero está ocurriendo y no hay vuelta atrás.

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