sábado, 3 de mayo de 2014

El turno de lxs estudiantes


“Ahora nos toca a nosotros” parecían decir los movimientos estudiantiles en la Francia del General De Gaulle.

Primero había sido la burguesía en 1789, con la Revolución Francesa, derrocando a la monarquía absoluta (y con ello al antiguo sistema feudal) para imponer un nuevo, revolucionario y silencioso sistema de explotación: el capitalismo. Casi un siglo después, tenía lugar en París una sublevación de igual carácter pero de signo opuesto: extirpar de la sociedad al sistema dominante. Se instauraba en 1871 la Comuna de París, un gobierno de las/os trabajadoras/es, con base fundamental en la autogestión de las fábricas y la administración pública puesta al servicio del pueblo (que muy a nuestro pesar duraría tan solo dos meses).




Era su turno, el nuestro

En 1968, con epicentro en la misma ciudad que había soportado los cimbronazos anteriormente mencionados, surge un nuevo acontecimiento, de dimensiones épicas para el movimiento estudiantil que, apoyado por una gran masa obrera, haría temblar al gobierno de De Gaulle. Muchos críticos del Mayo Francés lo caracterizarían luego como una mera “revuelta estudiantil”. Lejos de eso, Daniel Cohn-Bendit, líder del movimiento por aquellos días (hoy en el parlamento europeo) sostuvo que “la revuelta tenía como objetivo enfrentar la moral ambiente, una concepción autoritaria de la vida, una moral autoritaria”.

Precisamente, la independencia de Argelia (colonia francesa de 1830 a 1962) y la Guerra de Vietnam (que en 1968 noquea a EE.UU.) generaron en la juventud francesa - y mundial- la sensación de que al imperialismo se lo podía vencer. Incluso, en el primer caso, miles de estudiantes se habían nucleado en organizaciones clandestinas por fuera del Partido Comunista Francés (desprestigiado por su apoyo al imperialismo), para llevar a cabo tareas de propaganda en los regimientos franceses.
Caldo de cultivo para la juventud

Es en medio de este clima que el gobierno francés, con un ataque directo al movimiento estudiantil, aplicaba una reforma a los planes de estudio que implicaba entre otras cosas la “selección natural” mediante la aplicación de exámenes de ingreso. Sumado a esto, la crítica al modelo de enseñanza mismo y a la relación verticalista docente-estudiante iba a generar un cóctel explosivo, que daría pie a que el estudiantado empezara a dar sus primeros pasos políticos luchando contra las autoridades universitarias.

A raíz de esto, la Sorbona se va a ver invadida por estudiantes que con el grito “¡Abajo la selección!” convocan a una huelga general de una semana. Como contrapartida, las autoridades universitarias prohíben las actividades políticas dentro de la facultad y amenazan con expulsar a un sector de estudiantes, motivo por el cual permite el ingreso de la policía al establecimiento.

Posteriormente, se vuelve a generar una huelga general en todas las universidades por la libertad de los detenidos, y es en estos días en que empiezan a circular los volantes que llaman a la solidaridad obrera. La lucha se unifica y el movimiento obrero lanza a la calle más de diez millones de trabajadoras/es.
Pero más allá del nuevo impulso que esto último da a la lucha universitaria, los dos meses de huelgas, barricadas, facultades y fábricas tomadas, etc., no se podrán sostener por mucho tiempo más. La revuelta se masifica, se transforma en insurrección y se llega a un punto en que la disyuntiva se encuentra en seguir adelante y derrocar al gobierno, o retirarse ante su propio talón de Aquiles, la debilidad como nuevas organizaciones revolucionarias.

El movimiento sabía que su organización era incipiente y que sin el apoyo y dirección de una alternativa obrera con un programa definido, no podrían triunfar en su lucha contra el sistema. Es por esto que más allá del resultado en sí del Mayo Francés se debe reivindicar la praxis estudiantil, porque la consigna era clara y se siguió al pie de la letra: “El poder tenía las universidades. Los estudiantes las tomaron. El poder tenía las fábricas. Los obreros las tomaron. […] El poder tiene el poder. ¡A tomarlo![1]

[1] Graffiti en la facultad de Ciencias Políticas

Por Ignacio Tunes

No hay comentarios:

Publicar un comentario