lunes, 26 de agosto de 2013

¡Trabajo sexual SI! ¡Trabajo sexual NO! ¡Eso lo decido YO!



Georgina Orellano es trabajadora sexual y forma parte de la Mesa Nacional de Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (AMMAR). Recibió a Otro Viento en la oficina que funciona en la CTA sobre la calle Piedras, a unas pocas cuadras de la 9 de Julio. AMMAR surge en 1994 como organización en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires  (C.A.B.A) ante la persecución, los maltratos, la discriminación y violencia policial que sufrían cotidianamente las trabajadoras sexuales. Georgina relata los aprietos, obstáculos y experiencias que vivió en el ejercicio de su trabajo, desde lo dificultoso que fue contarlo en su casa ante un posible rechazo, donde destaca que “nunca escuchó una charla de sexualidad”, hasta lo que ocurre en algunos colegios cuando dan charlas y escuchan de los/as estudiantes la posibilidad de “ser padres o madres por practicar sexo oral”.
El pasado 2 de julio fue un día histórico para AMMAR que, junto con el apoyo del senador Osvaldo López, presentaron la ley de trabajo sexual autónomo, que otorga derechos y obligaciones a las trabajadoras sexuales, como cualquier trabajador/a en nuestro país. Consideran que se dio un paso importante en materia de derechos humanos hacia el sector y un golpe duro a la mafia de la corrupción policial, política y judicial porque sin ellos la trata no funciona.

Por Aramis Lascano y Melanie Timpanaro



¿Cómo surge el proyecto de ley y por qué?
Nace hace aproximadamente 2 años. En principio, el trabajo de AMMAR se limitaba al área de salud y a la defensa de los derechos humanos de las trabajadoras sexuales. Conseguimos la derogación de los edictos policiales en CABA, los artículos de los códigos contravencionales que criminalizaban nuestro trabajo en Entre Ríos y Santa Fe, así como la modificación de algunos artículos del código de Faltas de Santiago del Estero y, a fines del año pasado, en la provincia de Buenos Aires logramos que un fallo avale el trabajo sexual autónomo declarando la inconstitucionalidad del artículo 68 del Código de faltas de la Provincia de Buenos Aires. A las compañeras de Santiago del Estero les había llevado 8 años derogar solo algunos de los artículos que criminalizaban la prostitución y más allá de eso, no había cambiado la realidad de las trabajadoras. La policía jugaba con el desconocimiento, deteniéndolas por averiguación de antecedentes o por escándalos en la vía pública. Si solucionábamos los problemas en un lado, a la semana siguiente reaparecían en otro lugar.
Comenzamos a soñar a tener un marco legal, tener derechos laborales como obra social y jubilación, paritarias todos los años, como el resto de nuestros compañeros de la CTA. Primero empezamos con un borrador hecho por nosotras y nuestro abogado, Gastón Fingermann, que vivió en Holanda, ayudándonos a adaptar la experiencia de allá -que están organizadas, sindicalizadas, tienen cobertura sanitaria y un lugar para trabajar- a nuestra realidad, comparándolas con leyes de otros sectores laborales, leyendo artículo por artículo. Lo que le fue dando más impulso fue que nos empezaron a cerrar fuentes laborales de muchísimas compañeras en distintas provincias por decretos, ordenanzas municipales, leyes, clausurando cabarets y whiskerías, quizás con el objetivo de combatir la trata de personas, pero perjudicándonos y persiguiéndonos a nosotras que trabajábamos en la clandestinidad.
Se armaban leyes para combatir la trata pero nosotras, como organización, no fuimos escuchadas, se nos invisibilizó. Por esto, pensamos debíamos tener como objetivo principal de la organización, la ley, la regulación militando todas a nivel nacional por lo mismo.

Leyendo el proyecto, surgen algunas inquietudes. Por ejemplo, no hacen referencia al lugar en dónde ejercerían su trabajo.
Nosotras empezamos a hacer mesas de debate, en las provincias, acá en la CTA también se hizo, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Invitamos a tomadores de decisiones del área de la salud, a legisladores y organizaciones civiles que trabajan la temática de los derechos de las mujeres. Lo empezamos a pulir y la verdad que siempre se nos preguntó por qué no hablamos de lugares. Cuando se gire a las comisiones de Trabajo y de Mujer en el Congreso, va a sufrir modificaciones. Después nosotras queremos trabajar en la reglamentación. Se va a crear una Oficina de Protección del Trabajo Sexual que va a estar integrada por 3 delegadas de organizaciones de trabajadores/as sexuales y un delegado del Ministerio de Trabajo siendo ellos los que regulen el tema de la habilitación, de la zona, de los carnets, de las becas, de los talleres de salud, de las charlas formativas sobre derecho. No pensamos en zonas porque zonas rojas no queremos. No queremos un gueto. La ley nacional debe cubrir los 2 aspectos: las que trabajamos en la calle y las que trabajamos en privado, pudiendo tener las posibilidades de habilitar una cooperativa sexual pagando la habilitación.

¿Cómo sobrellevan las diferencias y cómo son sus vínculos con el colectivo de mujeres abolicionistas que creen que la prostitución no es un trabajo?
Son compañeras militantes feministas que luchan por los derechos de las mujeres y, como organización, estamos abiertas al debate. Desde que nació el abolicionismo -hace más de 120 años- nunca estuvo pensado que las trabajadoras sexuales se iban a organizar. Históricamente, ellas hablaban, pensaban y soñaban por nosotras. No las vemos como enemigas. Nuestros enemigos son la policía, los proxenetas, la complicidad política. Vos podes no estar de acuerdo con nuestra forma de vida o nuestro trabajo, pero me parece que la última instancia es castigarnos con el derecho penal. Feministas terminan castigando a las propias mujeres con el derecho penal promoviendo ese tipo de leyes que sirve a la Policía para perseguirnos. Si antes las compañeras pagaban coimas, ahora la suma se les subió el triple ya que no se le paga únicamente a la comisaría de la zona si no también a los de Narcotráfico, a Gendarmería, a todos los órganos de aplicación de la ley de trata, y demás ordenanzas y decretos. Les han dado muchísimo más poder para hostigar a las compañeras. La compañera se queda sin lugar de trabajo y vuelve a manos del proxeneta que se queda con un 50 o 70 por ciento de lo que nosotras generamos con nuestro cuerpo.

¿No comparten de ninguna manera la visión de ese sector del feminismo que sostiene que al cuerpo se le pone un precio y lo usa otro? ¿Cuál es su lugar utópico?
Mientras el trabajo sexual sea clandestino, siempre van a haber mafias que se queden con un porcentaje de lo nuestro. Si le damos un marco legal y le damos la oportunidad a esa compañera que acceda a una obra social y una jubilación y empezar a poner este tema en debate en la sociedad, va a disminuir toda la discriminación y estigmatización en torno nuestro. Se va a hablar de lo que nunca se habla, del tema de la sexualidad. El día que nosotras no estemos más es porque no tengamos más clientes. Porque ellos van a vivir una sexualidad con su respectiva pareja. Nosotras no vamos a tener ganancias y vamos a tener que trabajar de otra cosa. Depende de un cambio de la sociedad, no únicamente de las trabajadoras sexuales. Al abolicionismo lo que le molesta es que laburamos con nuestros genitales. Todo laburante explota algo de su cuerpo para recibir una remuneración económica. El problema es que nosotras trabajamos con algo que nada más tenemos que utilizarlo para parir o para abortar, según algunos sectores feministas. Nosotras también decidimos sobre nuestro cuerpo para trabajar. No hay alguien que está atrás nuestro que nos obliga. Por ahí si hay compañeras que lo están, pero no son compañeras nuestras que reivindican la prostitución como trabajo. Cada una de nosotras tiene una historia diferente: a qué edad, cómo y por qué ingresó, cuál fue la determinación de llevarla a pararse en una esquina o estar trabajando dentro de cuatro paredes, pero después nosotras decidimos.
Hay muchos que mezclan trata, proxenetismo y trabajo sexual autónomo. Son 3 cosas distintas. Tenemos un montón de compañeras explotadas pero por ser explotadas, no son tratadas. Son explotadas como toda la clase trabajadora y los sindicatos nacieron para mejorar esas condiciones laborales y negociarlas. No somos víctimas para que nos rescaten, somos trabajadoras, queremos que nos permitan ser libres, decidir sobre lo que hacemos con nuestro cuerpo, sin hipocresía ni discursos moralistas.



Ustedes no ven una situación de sometimiento del hombre hacia la mujer…
Muchas veces el sometimiento no pasa desde el cliente hacia nosotras, sino de nosotras al cliente. Nosotras arreglamos y elegimos con qué cliente salir depende del auto que tenga, cuál es el monto, cuál es la hora, a qué hoteles vamos. Si no nos gusta, nos vestimos, nos cambiamos,  nos vamos, y les exigimos que nos pague antes. No vemos una situación de sometimiento. Hay muchos clientes que vienen y nos demandan otra clase de servicio que no siempre es sexual. Hay una gran cantidad que te pagan un café, te cuentan los problemas de su vida, que se están por separar de su mujer y nosotras los aconsejamos.
No es sin clientes no hay trata. No hay trata sin jueces corruptos, sin policías corruptos, sin complicidad de los tres poderes. En lugar de luchar contra la trata, la lucha es contra nosotras. Hay que entender que la trata no es sinónimo de prostitución. El trabajo nuestro no es indigno. Las condiciones en las que trabajamos y la clandestinidad sin marco legal, si.
Algunos sectores para entender el movimiento nuestro tuvieron que estudiar y escribir libros. Nosotras no necesitamos leer un libro para entender nuestra realidad, porque la vivimos todos los días. Sabemos de qué hablamos cuando hablamos de los clientes, de la sexualidad, del poder de decisión sobre nuestro cuerpo, de la libre elección y la autonomía, de la persecución policial, de clandestinidad y vulneración de derechos. Nos corren en los debates con cuestionamientos como: “si consideramos a la prostitución como trabajo se la recomendaríamos a nuestro hijo”. Esa es una chicana. Anda a preguntarle a una empleada doméstica, a un albañil…

¿Y cómo le responderías?
Nosotras ejercemos nuestro trabajo y les damos lo mejor a nuestros hijos. Decimos que cada uno es dueño de su cuerpo y decide libremente, el cuerpo de mi hijo es de él, ya no es mío. Vamos a estar orgullosas de hacer todo lo posible, de haberles dado los mejores estudios, y si aún ellos eligen el trabajo sexual, tenemos que aceptarlo. Si lo estamos reivindicando como un trabajo, hay que romper con ese mito y quizás darles los consejos para que no cometan los mismos errores que nosotras.



Sandra Cabrera era dirigente de AMMAR Rosario. Denunció la complicidad policial en casos de explotación sexual de niños, niñas y adolescentes y el cobro de coimas a trabajadoras sexuales. Encarnó la lucha de muchas contra la marginalidad, la injusticia, los abusos y negociados de la policía. Fue amenazada, perseguida, y finalmente, asesinada un 27 de enero de 2004. El único procesado, el policía Diego Parvluzik fue sobreseído hace un año y la causa está paralizada. En el 2014, se va a cerrar la causa por falta de pruebas. De no revertirse la situación procesal, Sandra Cabrera será una victoria de la impunidad policial más y van.







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