miércoles, 22 de mayo de 2013

¿Vivir para trabajar o Trabajar para vivir?



“El trabajo, la labor, es una necesidad psicológica; la necesidad de gastar la energía física acumulada; una necesidad que es en sí la salud y la vida. Si tantas clases de trabajo útil son hechas ahora de mala gana, es únicamente porque imponen un exceso de trabajo o no están bien organizadas.”



La frase con la cual abrimos este racconto sobre lo que fue el 1º de mayo de 1886, corresponde a Piotr Kropotkin (1842 – 1921), ruso, geógrafo y anarquista revolucionario. Éste hombre desarrolló extensas elaboraciones científicas, siendo principalmente Siberia y toda Rusia el ámbito en el cual se desempeñó y en donde dejó de lado su objeto de estudio primario, mucho más ligado a conocer la estructura geográfica de la región, para darle un lugar primordial al estudio de las condiciones en las que se encontraba el campesinado.

A partir de 1870 comenzó a formular los primeros postulados del anarco-comunismo, dándole una suprema importancia al valor de la vida de la clase obrera, la cual se encontraba en una situación de explotación alarmante, legitimada por el actuar de los patrones. El pensamiento con el que se inicia esta nota, un poco sintetiza el pensar de Kropotkin. Él no batalló por la abolición del trabajo. Jamás tuvo esas intenciones, pero sí siempre fue consciente de que el trabajo debía estar supeditado a la vida y no viceversa.

Por eso, traemos a colación brevemente su pensamiento. Porque contemporáneo a la obra del anarquista ruso, en la primavera boreal de mayo de 1886 en Chicago, se producía uno de los primeros atentados contra la clase obrera organizada. Y es necesario pensar, que hace casi 130 años, cuando la comunicación era tan difícil y la globalización no era ni siquiera imaginada, que tanto en Rusia como en Estados Unidos, unos con la teoría y otros con la praxis, decidieron levantarse contra el opresor, reivindicando sus derechos y la lucha por la libertad.

Repensando el 1º de Mayo

La huelga iniciada en aquella recordada fecha, fue motorizada en su mayoría, por trabajadores inmigrantes europeos, quienes traían consigo las mejores enseñanzas del anarquismo. Las condiciones de trabajo y vivienda extremadamente precarias eran parte del paisaje cotidiano.

El marco de la huelga, fue la consolidación de la jornada de ocho horas laborales. Ésta reivindicación, en un primer momento, no había sido considerada por los anarquistas, quienes creían que era una simple concesión que darían los capitalistas para desviar a los obreros de la lucha por la Revolución.



En 1884, la Federación de Sindicatos y Organizaciones Gremiales de Estados Unidos y Canadá, había puesto a los empresarios el comienzo del año 1886, como plazo máximo para adecuarse a las 8 horas. Es por eso que a principios de ese año, cuando las instancias se iban poniendo cada vez más tensas, los militantes decidieron embanderarse en esa lucha, cargándola con todas las ideas que ellos llevaban adelante.

Ese histórico 1º de mayo de 1886, fue la fecha en la cual los trabajadores decidieron que no iban a aguantar más que se dilate su legítimo reclamo. Más de 300 mil obreros pararon las fábricas. La situación pacífica en Chicago, cuna del industrialismo estadounidense, se acabó el 3 de mayo, cuando 8 mil trabajadores se reunieron en la puerta de la fábrica Mac Cormick, para demostrarles a los carneros - siempre tan serviles a la oligarquía – que la unión de los de abajo era mucho más fuerte y que no iban a darse tan fácil por vencidos.

El enfrentamiento contra los agentes privados de Pinkerton, arrojó un trágico saldo de 6 muertos y 50 heridos, todos ellos obreros. La respuesta fue un encuentro al día siguiente en la Plaza Haymarket, dónde en medio de notables oradores, la policía dio la orden de desalojar provocando una masacre de la cual hoy en día no se sabe con exactitud el número de muertos.

Luego de ésta trágica situación, se declaró el estado de sitio en Chicago y se decidió juzgar a los organizadores del acto que,  luego de un procedimiento fraudulento y arbitrario, finalizó con la condena a prisión de tres de los líderes anarquistas y otros  cinco a la horca. Entre ellos se encontraba Spies que segundos antes de ser asesinado deja su último mensaje: “Tiempo llegará en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que vosotros estranguláis"
Pero la sangre que se derramó no fue en vano, los mártires de Chicago siguen siendo el ejemplo de lucha para toda la clase obrera. Fue un ejemplo inclaudicable, que hace recordar que siempre hay que seguir adelante y  no conformarse con las concesiones que los patrones otorgan.

El triunfo de la jornada de 8 horas ¿Y ahora como sigue?

Es innegable el valor histórico que ha tenido el triunfo de las 8 horas, ya que hoy en día, una gran parte de la masa trabajadora, vende su fuerza de trabajo “sólo” 48 horas a la semana. Ahora bien, ¿son solamente ocho las horas que destinan hombres y mujeres para el trabajo remunerado? ¿Qué hay del tiempo de traslado hasta el lugar donde desarrollan su oficio? ¿Está actualizado el cálculo por el cual surgen las ocho horas?

De las veinticuatro horas del día, el hombre y la mujer, disponen de ocho horas para el trabajo asalariado, ocho horas de ocio, y ocho horas para el descanso. Este cálculo, se vuelve completamente anacrónico cuando lo llevamos a los casos concretos. Basta salir a la calle, y observar al transporte público encargado de trasladar a los trabajadores; y ver lo abarrotado que se encuentra, con demoras constantes que hacen perder tiempo de su vida a los que lo utilizan. Basta tener en cuenta el número de trabajadores precarizados (cerca de un 40% del total de asalariados) para ver que las ocho horas no se cumplen.

Es por eso es que se plantea necesariamente, encarar al trabajo desde otra visión, empezando por el respeto a los logros obtenidos en tantos años de lucha. Frente a este escenario, resulta de suma importancia rever y comprender el concepto explicado al inicio por Kropotkin: Ver al trabajo como una necesidad biológica, siempre que esté bien organizado. Que el trabajo sea para vivir. Y que ese vivir, sea digno.

Sumak Kawsay

Retomando la idea de vivir dignamente, hallamos en los pueblos originarios de América, el concepto del “buen vivir” (sumak kawsay en quechua). Esta cosmovisión, se propone como superadora del actual “vivir mejor”, concepto netamente económico y capitalista en los cual el ideal de felicidad solo va de la mano del aumento del nivel de riqueza. Tal es así, que el desarrollo de los países se mide con el crecimiento del Producto Bruto Interno, dejando afuera todo otro factor. Claro está que para “vivir mejor”, millones de personar a lo largo de la historia, han tenido que vivir peor.



El buen vivir promueve la integración del hombre con la naturaleza, buscando que solamente consuma lo necesario, sin necesidad de un derroche despiadado. Los pueblos originarios, imaginaron que de esta manera nunca habría escasez.

Algo que puede resultar tan difícil de ver materializado en el mundo en cual vivimos, ha tenido recepción legislativa en las Reformas Constitucionales de Ecuador y Bolivia en los años 2008 y 2009 respectivamente.[1]

A partir de entonces, las reglas del buen vivir están presentes en la concepción del trabajo de la Constitución Ecuatoriana. De esta manera, queda en el pueblo, como garante de la misma, obligar al Estado a que las cumpla.  Artículo 33:

El trabajo es un derecho y un deber social, y un derecho económico, fuente de realización personal y base de la economía. El Estado garantizará a las personas trabajadoras el pleno respeto a su dignidad, una vida decorosa, remuneraciones y retribuciones justas y el desempeño de un trabajo saludable y libremente escogido o aceptado.

Para finalizar, resulta de gran importancia este “nuevo” concepto. En primer lugar, en el terreno de lo simbólico, debido al origen de su nombre: Los que fueron marginados por conquistadores y criollos, aportan ahora desde su visión del mundo, palabras que pretenden colaborar con la solución de los problemas creados por aquellos. Y en segundo lugar, porque señalan dónde han podido estar los errores del llamado desarrollo. El hecho de que hayan encontrado su camino para lograr aparecer en estas dos constituciones, puede ser una ocasión más para repensar el desarrollo desde la periferia, y no sólo desde el centro, desde los marginados de la periferia, y no sólo desde sus élites. El resultado es más que prometedor.

Por Pablo Frías y Nacho Saffarano



[1] Llevando el caso concreto a Ecuador, todo el Capítulo II sobre Derechos; está enmarcado en las “Reglas Del Buen Vivir”, donde se desprenden apartados sobre Agua y Alimentación, Medio Ambiente, Salud, Educación, Trabajo y Seguridad Social, entre otros.

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