¿La ley que nos hizo una mejor sociedad?
“Están todos locxs”. Esa era la reacción de mucha gente,
cuando hace varias décadas se movilizaban las primeras agrupaciones lanzando
una campaña para conseguir la aprobación del matrimonio igualitario. Estaban
todxs locxs y eran muy poquitxs. Las primeras reuniones para organizar la
campaña cabían en la mesa de la casa de alguna compañera o compañero. Eran
poquitxs y al principio solo contaban con el apoyo de los menxs.
Argentina, hace cuatro años, dio un paso histórico.
Diez mil parejas se casaron y hablar de matrimonio igualitario ya no parece una
locura. Ahora empieza a sonar obvio, quizás pronto cueste entender cómo en otro
momento estaban privados de la posibilidad de casarse.
Fue un hecho positivo de un Congreso que decidió
darle derechos a quienes no los tenían, lxs legisladores se hicieron eco de los
reclamos populares. Sin embargo, éste hecho forma parte de un proceso de lucha
de muchas décadas de quienes nunca tuvieron voz, y que ahora se ven reconocidxs.
Esta ley no debe ser un ítem más de una lista de réditos políticos de aquellxs
que dentro de unos años quieran sacar provecho, y que incluso ya intentan
sacarlo. Hay que mirar con una perspectiva histórica y entender que las grandes
leyes de la historia argentina no tienen nombre y apellido.
Han pasado cuatro años y aun quedan materias
pendientes, ninguna ley logra erradicar automáticamente realidades
naturalizadas por siglos. Desnaturalizar es un proceso largo y bastante
complejo. Nunca iguales, la sociedad se divide entre heterosexuales y
homosexuales, y se reservan los derechos para lxs primerxs. Todavía en la calle se ven las miradas despectivas.
Los chistes homofóbicos existen. La disponibilidad de empleo sigue siendo
escasa para aquellxs que son considerados “distintxs”, atenderse en un hospital
público puede ser tanto una odisea como una situación donde la discriminación y
la falta de valores son los principales protagonistas, y los sentimientos de
una persona son los virus que hay que matar con cualquier arma disponible.
¿Por qué se sigue cuestionando el derecho a la
igualdad? Por prejuicios. Se lxs catalogó, con Bergoglio y la Iglesia católica
a la cabeza, de ser parte de un “plan del demonio”, hasta se dijo que iban a
ser lxs encargadxs de la destrucción de la familia, la típica familia burguesa
papá-mamá-nene. Se lxs tildó de violentxs, se hizo hincapié en que no estaban
capacitadxs para la crianza, de que lxs gays lo eran por ser víctimas de abusos
sexuales. Incluso se les buscó una cura, como si su elección sexual formara
parte de una enfermedad que se estaba convirtiendo en una pandemia.
Un sinfín de
falacias que intentaban instalarse en la sociedad, que ayudada por su propia
ignorancia intentaba impedir la trascendencia de la ley. A cuatro años de su
aprobación, podemos decir con total
orgullo y alegría, que el matrimonio igualitario aportó a la lucha por derrocar esas mentiras. Ninguna barbarie
sucedió, la sociedad no se desintegró ni la familia se debilitó.
La realidad es que las relaciones humanas están
atravesadas por la cultura, y por eso las leyes se modifican, para acompañar
los cambios culturales. El cambio cultural se verifica con la toma de
conciencia que sucede cuando las personas gay, lesbianas, bisexuales y trans
circulan de otra manera en la calle, sobre todo en las grandes ciudades. Cuando
reclaman sus derechos y son apoyados por muchos que no tienen la misma
identidad sexual. Ya no es fácil discriminar, aunque existen quienes lo hagan.
Hoy en día, aquellxs que se sientan molestos por la existencia de ellxs, tienen
que pensarlo dos veces a la hora de emitir un juicio.
El matrimonio igualitario, es una herramienta en un
marco legal. La ley ya fue sancionada,
el cambio social es más difícil, pero está ocurriendo y no hay vuelta atrás.
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