Este mes
que pasó, no fue un mes más para la Argentina en lo que respecta a sus
relaciones políticas internacionales. Finalizando mayo y luego de 11 años de kirchnerismo,
el Club de París y la Argentina lograron cerrar con “final feliz” el acuerdo
que permite al país empezar a pagar nuevamente una deuda que había quedado en
el olvido. Por otro lado, los “buitre” siguen complicando al gobierno ya que la
Corte Suprema de Estados Unidos rechazó tomar el caso y volvió a quedar firme
la sentencia del juez Griesa que obliga a pagar el total de lo reclamado por
los fondos. ¿Qué implicancias tiene esto para la economía? ¿Cómo
cambia el panorama internacional de la Argentina?
El 28 de
mayo el Ministro de Economía, Axel Kicillof, firmó con representantes del Club
de París el acuerdo para cancelar la deuda que Argentina mantiene con la
institución, la cual se fijó en la suma de 9 mil 700 millones de dólares. Para
esto, el país tendrá un plazo de cinco años para realizar el pago, con la
posibilidad de extenderlo por dos años más, siempre y cuando las inversiones
extranjeras que se esperan recibir gracias al acuerdo,no se concretasen.
En primer
lugar, hay que aclarar que este acuerdo no es una decisión espontánea por parte
del Gobierno. Se encuentra enrolado en una política económica que tiene por
objetivo saldar todas las deudas para poder volver a pedir dinero en el
exterior y, de esta manera, insertarse en el mercado financiero internacional.
Esto se encuentra íntimamente relacionado con la “adicción” a los dólares que
tiene la economía argentina.
En lo que
va del 2014 ya se realizaron diferentes acuerdos. El primero que se debe
nombrar se relaciona con el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias
relativas a Inversiones(CIADI) que es el Tribunal Arbitral del Banco Mundial,
el cual falla en los litigios entre empresas y Estados, con una marcada
tendencia a favor de las transnacionales. Este acuerdo se dioen el marco del litigio
con Repsol, que tuvo por objetivo la quita de las más de 20 demandas que
realizó la empresa a partir de la expropiación en el año 2012.
Ahora
bien, el trasfondo del acuerdo con Repsol tiene varios puntos de confluencia
con el celebrado hace poco más de un mes. El objetivo de fondo del convenio
con la empresa española fue darle un marco de seguridad jurídica a otra
multinacional petrolera: Chevron. Esto permitió que dicha
empresa venga a invertir en Argentina, principalmente en Vaca Muerta, donde utiliza,
la nunca bien ponderada, técnica del fracking. Tampoco es menor que el Fondo
Monetario Internacional (FMI) haya sido oyente de este acuerdo.
En
contraposición con esto último, Kicillof salió a festejar no sólo el acuerdo en
sí,sino también la “no intervención” del FMI en el caso ¡Claro, no hizo falta!Él
mismo se encargó de cocinar la receta típica del Fondo.¿Cuáles son sus
ingredientes? Devaluación, tarifazo, aumento de tasas y ajuste salarial, todo
lo que viene sucediendo en el país desde comienzos del 2014.
Otro
dato significativo es que la deuda aumentó más de 3 mil millones de dólares
desde 2001 hasta el 2013, siendo a fines de este último año, según datos del
Banco Central, por poco más de 7 mil millones de dólares. Lo que no se explica es cómo pasó a ser casi
10 mil millones en seis meses. ¿Será que finalmente Kicillof acepta lo que le proponen
en vez de proponer como él se jacta? Además, existe una total incertidumbre
sobre el monto verdadero de la deuda, ya que el único registro efectivo de la
misma se encuentra en mano de los acreedores.
En lo
hasta acá desarrollado, se puede ver que esta decisión cuaja perfecto con el
perfil de “pagadores seriales” que Cristina Fernández anunció en agosto del año
pasado. Una vez más entramos en el círculo vicioso de pagar para volver a
endeudarnos, para “generar confianza” a las grandes potencias imperialistas y
sus empresas aliadas.Los beneficiarios de este acuerdo
(Alemania, Japón, Holanda, Estados Unidos, entre otros) invertirán en
Argentina, utilizarán mano de obra barata, reventarán hasta puntos
inimaginables nuestros recursos naturales, para luego llevarse las enormes
ganancias a un costo mínimo.
De esta
manera, ni siquiera se cumple con los postulados que desarrolló Néstor
Kirchner, quien fomentaba el impulso de una “burguesía nacional consciente” que
genere las condiciones para la inclusión social. La decisión fue apostar a los capitales
transnacionales y no al desarrollo de la industria nacional.
¿Rendidos a sus pies?
El pasado 16 de juniose conoció
la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos con respectoal juicio con
losfondos buitre. En contra de todos los pronósticos, la Corte rechazó tomar el
caso argentino, obligando al país a pagar a los fondos especulativos los 1.330
millones de dólares que reclaman.
Las expectativas de la Argentina
estaban puestas en las otras dos opciones que tenía la Corte, además de la que
finalmente tomó. La primera era aceptar el caso; y la segunda era que la Corte
pidiera una opinión al Procurador General de los Estados Unidos. En ambos
casos, la Argentina hubiese ganado tiempo y estirado la definición final lo
suficiente para llegar al vencimiento de la cláusula RUFO en diciembre de este
año.
Esta cláusula establece que si la
Argentina ofrece una mejor oferta a los fondos buitre que la ofrecida a los
demás acreedores, estos últimos tendrán derecho a sumarse a esa mejor oferta.
En otras palabras, vencida la cláusula, la Argentina negociaría en soledad con
los buitres, sin temer por una avalancha de juicios de los acreedores que sí
aceptaron la reestructuración de la deuda.
Resumiendo el caso en pocas
palabras, del total de los acreedores el 93% aceptó los términos de re-pago de
la deuda argentina. Un 7% no lo aceptó y dentro de este remanente, solo el 1% representa
a los fondos buitre. Argentina puede tranquilamente pagar los 1.330millones de
dólares reclamados. El problema consiste en que gracias a lacláusula RUFO, unos
15 milmillones extras se sumarían por ese 6% restante (más de la mitad de las
reservas del Banco Central). Y luego, el otro 93% que sí aceptó reestructurar
la deuda, se subiría a los reclamos (la cifra en cuestión excede holgadamente
los 100 mil millones de dólares).
A priori, al país se le presentan
dos opciones: pagar o no pagar.¿Qué implica cada una de ellas? Pagar,
implicaría sentarse a negociar con los representantes de la especulación y tratar
de estirar al máximo las negociaciones a la espera del vencimiento mencionado
anteriormente. No pagar, llevaría a la Argentina a una cesación de pagos, mejor
conocido como default. Esto último, iría en contramano de todos los esfuerzos
del gobierno por volver a tomar préstamos en dólares en el exterior.
Tanto el discurso oficial como la
oposición se alinean detrás de la bandera de respetar estos compromisos
internacionales, y más si está la justicia de por medio. La economía ortodoxa
no discute si hay que pagar o no, sino cómo se debe pagar.Esta decisiónlleva consigo una
carga ideológica que remite a la economía neoliberal, una carga ideológica que
encuentra en el capital extranjero un aliado estratégico para el desarrollo. Lo
que nunca se explica es la dependencia que esto genera en los países
periféricos, como el nuestro, con respecto al centro del capitalismo mundial.
Es importante remarcar el origen
odioso de ambas deudas. En gran parte fueron contraídas por la última dictadura
genocida para la compra de armamento y el financiamiento del terrorismo de
Estado. Por lo visto, pareciera ser que es más fácil salir a pagar que contar
todo lo que hay detrás. Pero, ¿no es ilógico que el pueblo siga cargando con el
peso de una deuda contraída en la etapa más nefasta de la historia del país
para utilizarla en contra de aquel?
Una vez más se eligió pagar la
deuda ilegítima en vez de apostar a saldar la deuda social que se tiene con
nuestro pueblo.Una vez más se elige pagar millones de dólaresen vez de apostar
por una educación de calidad, por una salud para todas y todos, por una
vivienda digna.Una vez más deciden por nosotros, sin consultarnos siquiera qué
nos parece.Una vez más, y como dice Rodolfo Walsh, el
pueblo está aprendiendo que está solo y que de su propia entraña, sacará la
astucia y la fuerza.
Por Augusto Soberon, Martín Nicolás Sotiru, Ignacio Tunes
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