La salida al mar, para cualquier país no sólo significa una
vía de comunicación con el resto del mundo, sino que también implica la oportunidad
de expandir las posibilidades económicas y políticas de una Nación. Bolivia,
precisamente carece de este beneficio. Su presidente, Evo Morales, a mediados
de abril pasado, presentó ante la Corte de La Haya una demanda marítima contra
Chile, 135 años después de que el Ejército chileno clausurara de manera
permanente la salida al Pacífico para el país boliviano.
“El mar para los
bolivianos es irrenunciable. Bolivia jamás se quedará en paz hasta que no se
resuelva este tema”, aseguró Morales, dando cuenta de la importancia que
retoma esta problemática para su mandato. Una muestra de esto, es la creación
nacional de la Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima, y la
designación del exmandatario Eduardo Rodríguez Veltzé como agente oficial ante
La Haya.
Sin embargo, los caminos judiciales de la Corte
Internacional de Justicia (CIJ) no siempre son tan veloces como efectivos. Tras
la presentación del Gobierno boliviano, -en abril de 2013 Bolivia ya había
presentado una primera demanda exigiendo el derecho “originario y legítimo” a
recuperar la soberanía marítima-, Chile deberá tomar una decisión. Michelle
Bachelet, actual presidenta chilena, por el momento se reúsa a negociar
pacíficamente un acuerdo.
Esta importancia de la que Morales habla en cada oportunidad
que se expresa sobre este tema, no es tomada con tal validez por muchos de los
países que iniciarían un conflicto bélico con la sola amenaza de perder un
puerto y que lejos de posicionarse a favor de una unidad entre naciones,se han
mostrado “neutros” a esta mutilación a la expansión política y económica que
padece Bolivia. Un capítulo aparte, es la tan cuestionada función de los medios
de comunicación masivos que, al menos en la Argentina, evitaron detallar la
presentación de la memoria jurídica ante La Haya.
Para pensar a una Latinoamérica Unida, la recuperación de la
salida marítima no es un simple capricho político, sino que significa reivindicar
y luchar contra el único brazo que siempre ha intentado hundir al pueblo
latinoamericano más allá de lo imaginable: el imperio. Hacia 1879, las empresas
británicas, aliadas a Chile y Perú, llegaron por los yacimientos de salitreque
se ubican en el desierto de Atacama. De esta manera, comenzó el saqueo bélico
más conocido como la “Guerra del Pacífico”, frente a una Bolivia que antes de
poder prepararse para un enfrentamiento, se vio derrotada en Antofagasta.
De esta manera, le arrebataron a Bolivia unos 120 mil km2 de
territorio y 400 km de costa, y se logró mitigar el esperado reclamo boliviano
con el “Tratado de Paz y Amistad” firmado en 1904. Ya sea por el Golpe de
Estado de 1973 contra Salvador Allende en Chile, por los fracasos de la etapa
dominada por el dictador Augusto Pinochet o por la indiferencia a una
pronta solución para Bolivia por el reciente Gobierno de Sebastián Piñera, el
país de Evo Morales continúa sin una salida efectiva al océano Pacífico.
Tras la presentación de Bolivia, el canciller chileno,
Heraldo Muñoz, calificó a esta acción como “una
demanda artificiosa, que carece de fundamento jurídico, y que revierte un
proceso de diálogo constructivo y de generación de confianzas mutuas que Chile
ha privilegiado”. Sin embargo, esta frase no parece verse reflejada en la
historia de este conflicto, ya que siempre que se retomó el diálogo, ya sea por
orden de Chile o Perú, las negociaciones terminaron fracasando. De igual
manera, Bachelet cerró la posibilidad actual de diálogo al sostener que si
Bolivia llevó el debate a La Haya, será allí donde se definirá el conflicto.
Por más que suene más televisivo que lo deseado, la gran
pregunta radica en ¿qué decisión tomará Chile? ¿Escuchará el legítimo reclamo
boliviano y extenderá -al menos una vez- un fraternal abrazo a la integridad de
los países latinoamericanos o volverá a repetir la historia del último siglo,
satisfaciendo a las garras del imperio para que la BBC y la CNN puedan llenar
sus grillas? La respuesta, al menos esta vez por medio de la justicia, tiene un
tinte boliviano.
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