La
violencia hacia las mujeres se puede abordar desde varios
enfoques, vale la pena entonces, problematizarlos y poner en crisis los espacios
ocupados (o no) por las mujeres en la sociedad. Tanto el “acceso a la justicia”
por parte de las mujeres víctimas de
violencia de género, el trabajo desarrollado en base a la problemática desde
los espacios de extensión ofrecidos por la Universidad, y el abordaje que se
lleva adelante desde la organización militante, son ejemplos de esta temática
que intentan hacer visible.*
Los desafíos del Acceso a la Justicia
Vale
preguntarse entonces qué desafíos implica el “acceso a la justicia” por parte
de las mujeres que, víctimas de violencia de género, acuden en busca de defensa
y acompañamiento. En primer lugar, señalar el sesgo paternalista con el que se
inviste el poder Judicial -el cual no resulta escindido de la construcción
cultural machista que rodea a la Justicia en general, y a jueces y fiscales en
particular- hecho que resulta plasmado
no sólo en los primeros abordajes de los casos y el tratamiento a las victimas
cuando recurren al órgano judicial, sino también en los argumentos que se
plantean en los casos que agotan el itinere litigioso.
Sin
embargo desde el plano formal se considera que han habido incorporaciones y
avances al tratar la temática desde distintos organismos del Poder Judicial
(publicitación de páginas con información del tema referentes a cómo y dónde
hacer denuncias, por ejemplo). El abordaje institucional que se lleva adelante
resulta una mera “fachada de cartón pintado”, en tanto se hace tangible la
ausencia del Estado en todas sus formas lo que lleva a que actualmente no se tengan
instituciones que funcionen dando respuestas concretas y eficaces, en el caso
concreto de las situaciones de violencias.
Es
también necesario resaltar lo complejo que resulta abordar la cuestión
preventiva desde la esfera del derecho penal, la cual le es ajena desde un
plano ontológico en sí mismo, sumado a las pocas herramientas procesales que se
otorgan a las víctimas para continuar accionando en sede judicial (constitución
de particular damnificado), lo que a la larga implica que las mismas desistan
ya sea por carecer de los recursos económicos suficientes para hacer uso de una
defensa particular, o porque el proceso que atraviesan en lo personal se vuelve
desmoralizante.
Es
por ello que la problemática conlleva múltiples dificultades desde el plano
legal para ofrecer una resolución del conflicto que resulte “saludable”
mientras no haya un acompañamiento de las demás esferas del Estado involucradas
no solo desde lo normativo, sino también brindando los espacios de capacitación
y asesoramiento a lxsoperadorxs jurídicos, como así también incluir la
perspectiva de género desde los niveles de educación iniciales teniendo en
miras el rol socializador que cumple la institución escolar y siendo necesaria
la incorporación de programas, consejos educativos e incorporación de gabinetes
psicopedagógicos que permitan empezar a tratar cuestiones vinculadas a la no
violencia, las familias, etc.
Universidad-Extensión y Sociedad
Ahora
¿qué sucede dentro de la Universidad? Es desde sus programas de extensión,
donde se busca el vínculo con la sociedad, lo cual implica conjeturar a la
universidad como productora y transmisora de conocimientos, y pensarla desde el
aporte cualitativo que debería brindar como institución social para contribuir
a un mejor abordaje de este problema.
Es el
caso del proyecto de extensión “mujeres decidiendo sus cambios: creatividad
contra la violencia”, que se desarrolló durante el período 2011-2012 desde la
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, con la participación de estudiantes de diversas
carreras. Allí se realizaban variados talleres de concientización, debate y
expresión en dos refugios para mujeres víctimas de violencia de género, tanto
física como psíquica, simbólica, económica, e institucional entre otras, el cual tenía como principal objetivo contribuir
al empoderamiento de aquellas mujeres en situación de vulnerabilidad.
Las
principales motivaciones para participar del programa de extensión por parte de
lxs estudiantes se relacionaba con el hecho de que la gran mayoría de las
carreras que se dictan carecen en sus programas de una perspectiva de género
que complemente la formación, y por ende esta instancia les permitía tener un
proceso de trabajo en la temática de manera interdisciplinaria, articulando la
teoría adquirida en las distintas carreras universitarias que se dictan y la
práctica concreta.
La
dinámica con la cual se planteaban los talleres estaba vinculada a un trabajo
colectivo entre lxs extensionistas y las mujeres que asistían, y para ello
desarrollaban distintos talleres que trataban de propiciar un espacio de
expresión de esas mujeres, muchas veces a partir de actividades tendientes a lo
artístico y que fomentaran la creación de lazos de confianza, que permitieran
generar un ambiente distendido donde las mujeres pudieran compartir sus
experiencias y problematizar sus situaciones, abordando concretamente de esta
forma la cuestión de violencia de género que las vinculaba.
En
particular, esta experiencia de trabajo tuvo altibajos entre los cuales se
manifestaron diversas situaciones de vulneración de los derechos humanos de las
mujeres y niños que allí eran derivados quedando expuesto, por un lado, las
irregularidades por parte de las administradoras del refugio, y por el otro, la
falta de control del estado.
De
esta experiencia, una de las compañeras relató que en su aprendizaje, la
extensión no tiene un eje directriz, es decir que no hay un objetivo integral
en este intento de vincular la Universidad con la sociedad. Es así que los
proyectos funcionan de forma aislada, y con objetivos internos específicos de
cada proyecto en particular, sin pensar la extensión como una herramienta que
vincule distintos proyectos y los articule en miras a un objetivo común.
Cabe destacar que en su experiencia
particular no hubo por parte de la Universidad ningún tipo de averiguación
previa del lugar, como así tampoco funcionó la Universidad como espacio de
contención de las participantes del proyecto respecto de todas las situaciones
a las cuales se enfrentaron cuando encararon el mismo.
Tampoco encontraron un respaldo frente a la
situación previamente explicada por parte de las autoridades universitarias.
Esto es de fundamental importancia porque al trabajar con historias de
violencia de gran magnitud, el impacto que ello tuvo en las integrantes del
proyecto también fue fuerte, lo cual les generó en muchos casos problemas a la
hora de abordar ciertas temáticas en los talleres.
La lucha y organización contra la
violencia de género
Aquelarre
es un equipo interdisciplinario contra la violencia de género que surgió en el
año 2010 a partir de la propuesta y convocatoria de una organización de base.
Está compuesto por compañeras y compañeros, organizadxs e independientes, que
cuentan con herramientas específicas como psicología social, psicoanálisis,
abogacía, trabajo social, sociología, medicina, educación popular y compañeras
que se capacitaron junto al equipo y tienen experiencia en trabajar la
problemática de género.
Entre
los objetivos que se plantea, está contribuir a la concientización y abordaje
integral de la violencia de género como un problema social, cultural y
político. Aportar al proceso de reconocimiento/fortalecimiento de las mujeres
como sujetos de derechos, así como también en las posibilidades de una vida sin
violencia y la búsqueda de su autonomía.
Lucía
y Pilar, dos integrantes del equipo, contaron que Aquelarre nació como
iniciativa del FOL –Frente de Organizaciones en Lucha- para abordar la
problemática de la violencia de género en Florencia Varela.
Como
la violencia hacia las mujeres es una cuestión que no puede quedarse en lo
privado y que debe abordarse como una problemática social, surge la necesidad
de trabajar colectivamente a través de talleres, pues no daban abasto para
resolver los casos particulares. Esta idea se vio reforzada por el hecho de que
las integrantes de Aquelarre provinieran de diferentes disciplinas y
profesiones a las cuales la cuestión de género las interpelaba fuertemente pero
de la que no tenían demasiada formación.
Todo
ello incentivó a que brotara la necesidad de socializar las herramientas y de
pensar la problemática en forma global potenciando los conocimientos de cada
compañerx. Los miembros del equipo entienden que desde la profesión específica
es acotado lo que se puede hacer ya que se ve el tema de forma fragmentada, y
lo imperioso es el abordaje interdisciplinario.
Es
necesario resaltar que desde el equipo trabajan la cuestión de género enmarcada
en una lucha más grande, y buscan fortalecer los procesos organizativos de las
mujeres, ya que entienden que la lucha contra el patriarcado y la lucha contra
el capitalismo van de la mano, y la organización es la salida a ambos flagelos.
Con
respecto al abordaje en el barrio, las integrantes comentaron que en una
primera instancia el apoyo era más técnico (trabajaban sobre cuestiones básicas
como dónde denunciar, cómo hacerlo, etc.), luego comenzaron a aportar otras
herramientas, a construir materiales como el POP –Protocolo para Organizaciones
Populares- que es una sistematización de las experiencias que recogieron de los
diferentes talleres. Este Protocolo intenta, por un lado, aportar a pensar el
qué hacer y cómo intervenir de forma más potente desde las organizaciones
sociales, y por otro reflexionar y criticar lo existente, lo que debería ser y
no es, lo que no funciona, para pensar sobre formas propias de intervención y
resolución de los problemas.
Como
en los distintos barrios se fueron generando organizaciones de género
compuestas por las vecinas que sufrían violencia de género y que se juntaban
para apoyarse y acompañarse mutuamente, comenzaron a intervenir a través de los
talleres, rompiendo con el asistencialismo.
El
equipo también está acompañando el armado de Casa de Mujeres en uno de los
barrios del FOL. El proyecto consiste en que en uno de los terrenos donde se
van a construir viviendas para las familias del Movimiento, se destine un
espacio a la construcción de una casa para aquellas mujeres cuya vida corre
riesgo a causa de la violencia de género.
El
objetivo es que no sea un depósito, como muchos refugios, sino un espacio
abierto dentro de la organización y que las familias trabajen en conjunto para
sostenerlo. El equipo está pensando colectivamente cómo debería funcionar esa
casa, qué elementos serían necesarios para que se transforme en un lugar de
empoderamiento de la mujer y no meramente un lugar de aislamiento. La idea es
poder dar respuestas a corto plazo, pero dentro de una perspectiva general y
continuada.
También
aportan desde la construcción de redes sin descartar las soluciones estatales
porque existen, aunque con deficiencias, y hay que exigirle al Estado que
responda; realizan acompañamiento y talleres de formación para lograr el
empoderamiento de las mujeres; y participan de la Campaña Nacional contra las
Violencias hacia las Mujeres, que es un espacio compuesto por organizaciones
diversas que intenta dar una respuesta colectiva, unificando las exigencias y
las reivindicaciones.
En busca del cambio
A
partir de lo anteriormente explicado, se hace necesario pensar en una cierta
flexibilización del sistema penal en ciertos casos de violencia de género en
los cuales entendemos que el agravamiento de las penas no es una solución a la
problemática de fondo. De esta forma, no se genera ningún cambio radical en la
problemática en sí, ya que no se atacan las causas que generan que este tipo de
delitos sigan existiendo en nuestra sociedad.
Por
otro lado, también es importante el trabajo interdisciplinario en el sistema
penal. Consideramos que las causas vinculadas a la violencia de género que
tramitan en el fuero penal, no deberían hacerlo de forma aislada, sino que
deben ser articuladas con las causas que tramitan en otros fueros (generalmente
el de Familia), así se permite un tratamiento integral de una problemática tan
compleja y multifacética.
Es en este sentido es que encontramos que la Universidad
tiene un rol fundamental en lo que respecta a la formación de profesionales
vinculados y comprometidos con la temática. Es por esto que vemos necesaria la
incorporación en las currículas de contenidos que aborden una perspectiva de
género de manera integral a los fines de contribuir a la formación de
profesionales críticos y comprometidos con la problemática en cuestión.
Carolina Lasarte, Florencia Montiel y Lucía Vosou
Imagen: Giya Zabalza
*La presente nota es una adaptación del trabajo de
Seminario sobre Violencia contra la mujer cursado en la Facultad de Ciencias
Juridicas y Sociales de la UNLP en el año 2013.
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