Reflexiones sobre las
ideas de resocialización y reinserción.
Atrapamuros es
un colectivo que desde hace seis años se mete en las cárceles de la ciudad de
La Plata para proponerle a los presos y las presas talleres abordados desde la
educación popular. Tras estos años de trabajo, y teniendo en cuenta nuestro
constante intercambio con lo que ahí adentro se llama “la calle”, nos parece
necesario criticar dos conceptos que no suelen ser cuestionados, pero sí muchas
veces mencionados: la reinserción y la resocialización.
Para empezar,
somos conscientes que al intentar analizar estas ideas estamos desechando la
peor de las posturas, ya que hay quienes no dudan en repetir “que los
delincuentes se pudran en la cárcel”, frase tan trillada como aberrante. Esa es
una postura retrógrada, sí, pero igualmente creer que la cárcel es una
institución rehabilitadora que reinserta y resocializa personas tampoco es tan copado.
Vamos de a
poco e intentando ser claras: pensemos qué significa esto de resocializar. De entrada
podemos especular con que resocializar sería algo así como reformar a una
persona; que deje de ser alguien que la sociedad no quiere que sea para ser
alguien que la sociedad sí quiere.
Lo primero que hace ruido es esta idea escondida de que es posible borrar del interior de una persona todo aquello que ha construido desde que nació: las experiencias vividas, los valores aprendidos, la cultura incorporada y la personalidad creada. Todo lo que se quiere borrar pretende ser remplazado por nuevos valores. Y nos preguntamos, estos valores ¿a quiénes les sirven? ¿Quién los decide? ¿Para qué son? ¡Qué miedo pensar que pueda ser cierto que las personas sean amoldadas dócilmente a este sistema!
Ahora bien,
hasta acá charlamos del significado de la palabra, pero si lo observamos en la
práctica es aun más incoherente. Resocializar
sería la pretensión de que el individuo mejore sus lazos con la sociedad. La
cuestión está en que la estrategia para lograr esto consta del encierro y del
aislamiento. Para rematar, la persona no solo está aislada y encerrada, sino
que vive en condiciones indignas. En la cárcel se come mal, se duerme mal, se
respira mal y se vive mal. En la cárcel se pierde el derecho a la salud, a la
educación, al trabajo, y, ya siendo casi irónicas, a la vivienda digna.
Pasemos del primer
re al otro re: de la resocialización a la reinserción, que no son lo mismo pero
van de la mano. En la segunda etapa se supone que el/la preso/a ya fue
resocializado/a y está listo/a para volver a la sociedad. Lo curioso de esto es
que presupone que dicha persona dejó de ser parte de la sociedad por un momento,
como si la cárcel fuera un hoyo en la tierra. Sin embargo, la cárcel es una
institución bien propia de la sociedad en la que vivimos y de ninguna manera
está aislada de ella. En su interior viven personas que nacieron en esta realidad
y que van a salir para seguir transformándola y transformándose. Entender que
la cárcel tiene una dinámica social es lograr ver que adentro se viven muchísimas
cosas, todos los días y en todo momento. Es imprescindible darle valor a los
años que hombres y mujeres pasan encerrados/as, y no sólo apostar al momento de
su salida en libertad.
A fin de
continuar develando falacias, criticamos la intención de que la reinserción sea
una tarea que debe afrontar el individuo por sí sólo, ya que éste se supone que
fue rehabilitado, y ahora está capacitado para toparse con una sociedad que le
dará la bienvenida. ¡Pero ojo! Alertamos que no depende de la “buena voluntad”
por parte del detenido/a, y que la sociedad no estará tan predispuesta. Es
imprescindible entender que estamos hablando de un problema que nace en el
centro de la sociedad, siempre es producto de la misma, y tiene consecuencias
en las diversas historias de las personas. Reducir la cuestión a meras
decisiones personales es un análisis pobre, necio e inservible.
Para terminar
de entender esto de la reinserción vayamos al momento previo al encarcelamiento:
¿quiénes van a la cárcel?, ¿por qué? La cárcel, casi en su totalidad, está
poblada de gente pobre. Gente pobre que a lo largo de toda su vida fue excluida
de los derechos más básicos. Luego, una vez encerrada, siguieron siendo
marginados/as, pero ahora dentro de una institución estatal muy particular. Y
se pretende que una persona, en dichas condiciones, cargando con el estigma de
la cárcel y la deshumanización que atravesó en el encierro, pueda salir y encajar
en las normas establecidas y ser un “buen/a vecino/a”.
Con todo esto no queremos que se
confunda nuestra posición. Obviamente consideramos que las personas que toda su
vida fueron marginadas deben dejar de serlo. Pero esto no sucederá nunca por
estar diez años en cana ni será un proceso individual. A lo largo de la historia la sociedad fue construyendo las
desigualdades que hoy padecemos, y los sectores más desfavorecidos fueron
creciendo como consecuencias de múltiples políticas nefastas. Nada se soluciona
con un muro y una reja, el cambio real tiene que ser social y colectivo o no se
dará.
Si Atrapamuros
elige la cárcel como espacio de militancia es principalmente por dos cuestiones. Por un
lado, tenemos la real intención de visibilizar aquello que constantemente y desde
su origen intenta ser tapado, por eso entendemos que es fundamental sacar esas
voces que se encuentran tras los muros. Por otro lado, si entramos semana a
semana, es porque en la cárcel encontramos hombres y mujeres que son
elementales para construir una nueva sociedad. Estas personas que siempre
fueron invisibilidades son con las que hace años elegimos dialogar,
intercambiar opiniones, aprender en conjunto y organizarnos colectivamente.
Nos damos la tarea de construir desde abajo
con las compañeras y compañeros que se encuentran privados/as de su libertad,
porque nadie mejor que ellos/as puede decir las cosas que son necesarias
cambiar para vivir en una sociedad mejor. Codo a codo es como queremos avanzar
y aprender. En cada taller semanal intentamos llevar adelante esta decisión
porque no queremos “sacar gente buenita”, sino pensar entre todos/as el mundo
que deseamos, y planear cómo lo vamos a lograr.
TEXTOS: Brunela Germán y Clara Pérez Cejas de Atrapamuros - Colectivo de Educación Popular en Cárceles
IMAGEN: Giya Zabalza y Martín Zinclair
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