Se inicia un nuevo
espacio en la revista, un espacio amplio con el objetivo de buscar esas
pequeñeces que terminan siendo enormes, de encontrar esas cosas hechas por las personas
de abajo y dejar un poco relegados a los grandes hombres y mujeres que están en
los diarios, en la tele y en la boca de todos. Situaciones que escapan de lo
rutinario y maquinario y que llenan de color a la gris selva de cemento. Nos
centramos en la ciudad de donde somos, La Plata , asique si en su barrio hay algo que
contar, escríbanos.
Además de estas
cosas que suceden en todas las plazas y parques de la ciudad, en el Parque
Alberti se ve un punto en el cielo, que no es cielo, no es un avión, ni tampoco
Superman, no es un ovni ni ningún elemento para estudiar el espacio, pero
entonces, ¿qué es? Un barrilete, sí, un
barrilete que pasó a ser parte de las características del barrio. El
responsable de esto es Eduardo Castro, un empleado público de 65 años que
encuentra en los barriletes ese lugar para escapar de la locura cotidiana, de
lo establecido por la rutina.
Llegamos a donde
estaba Eduardo, sentado viendo para arriba ya que un amigo de él estaba jugando
con el barrilete. “Esto lo hago como hobby,
disfruto de hacerlo aparte de que me despeja, me permite poner la cabeza en
otra cosa” nos cuenta y, agrega que
es una actividad que hace desde los 9 años y que él mismo construye los barriletes de varias formas “los más grandes son de hasta 2 metros ”.
Eduardo es un tipo
sencillo, que ha ganado su popularidad en el barrio, todos saben quién es el
hombre del barrilete rojo. Pero no siempre fue así: “Al principio lo remontaba desde el patio de mi casa, porque me daba
vergüenza, pero hace más de 10 años que vengo al parque y lo remonto acá, y es
más lindo, hasta a veces se junta un grupito, ahora algunos me dicen el hombre
record (risas)”.
Eduardo explica que “los
barriletes más grandes son para tenerlos cerquita porque el viento te los tira,
pero me gusta más soltarlos, si el viento te deja podés meterlo hasta las
nubes, 1500 o 2000
metros de altura”.Pero, poner un barrilete en el
cielo no deja de tener sus complicaciones, y Eduardo nos cuenta algunas
historias: “Muchas veces me han cortado
el hilo, helicópteros o avionetas. Una vuelta se me cortó y fue a parar a 147 y
34, recorrió más de 20 cuadras, lo seguí y lo había encontrado un pibe así que
se lo dejé”.
Para englobar la
charla en lo que es la revista le preguntamos sobre un tema general sobre la sociedad,
a ver qué opinión se tiene sobre las noticias que están en las agendas
mediáticas, o en los discursos políticos. En este caso tocó la juventud, y
Eduardo se suelta a hablar diciéndonos que es como todo, hay pibes más
estudiosos otros que no, lo que se nota es un poco más de maldad, dijo una cosa
que da que pensar “en la época mía éramos
más chiquilines, nos cuidábamos más de todo, teníamos miedo, sobre todo a la
policía, ahora la juventud no le tiene miedo a nada”.
Si sacamos algunas
deducciones, Eduardo vivió sus 18 años en la dictadura militar que puso en el
poder a la junta militar que presidía en un primer
momento Onganía y que derrocó al presidente radical Arturo Ilia, era un momento
de terror ejercido por los milicos y la policía. Si bien se han dado avances en
la democracia lo que permite ver Eduardo en “hoy no le tienen miedo a nada”,
falta mucho por pulir, porque sigue habiendo abusos, represión y censura por
parte del Estado.
Y así entre
anécdota y anécdota concluye la charla con Eduardo que a lo largo de la
conversación tuvo que interrumpirse ya que la gente del Parque Alberdi, que ya
lo conoce, se acercaba a saludar al
hombre record, “gente amiga, acá en el
barrio del parque nos conocemos todos”, concluye. La historia de Eduardo
termina dándole la posta a alguna otra de alguien que en algún rincón de la
ciudad tiene algo para contar…
Texto: Juan Fernández
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