Georgina Orellano es
trabajadora sexual y forma parte de la Mesa Nacional de Asociación de Mujeres Meretrices
Argentinas (AMMAR). Recibió a Otro
Viento en la oficina que funciona en la CTA sobre la calle Piedras, a unas pocas cuadras
de la 9 de Julio. AMMAR surge en 1994 como organización en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires (C.A.B.A) ante la
persecución, los maltratos, la discriminación y violencia policial que sufrían
cotidianamente las trabajadoras sexuales. Georgina relata los aprietos,
obstáculos y experiencias que vivió en el ejercicio de su trabajo, desde lo
dificultoso que fue contarlo en su casa ante un posible rechazo, donde destaca
que “nunca escuchó una charla de sexualidad”, hasta lo que ocurre en algunos
colegios cuando dan charlas y escuchan de los/as estudiantes la posibilidad de
“ser padres o madres por practicar sexo oral”.
El pasado 2 de julio fue
un día histórico para AMMAR que, junto con el apoyo del senador Osvaldo López,
presentaron la ley de trabajo sexual autónomo, que otorga derechos y
obligaciones a las trabajadoras sexuales, como cualquier trabajador/a en
nuestro país. Consideran que se dio un paso importante en materia de derechos
humanos hacia el sector y un golpe duro a la mafia de la corrupción policial,
política y judicial porque sin ellos la trata no funciona.
Por Aramis Lascano y Melanie Timpanaro
Por Aramis Lascano y Melanie Timpanaro
¿Cómo surge el proyecto de ley y por qué?
Nace hace aproximadamente
2 años. En principio, el trabajo de AMMAR se limitaba al área de salud y a la
defensa de los derechos humanos de las trabajadoras sexuales. Conseguimos la
derogación de los edictos policiales en CABA, los artículos de los códigos
contravencionales que criminalizaban nuestro trabajo en Entre Ríos y Santa Fe,
así como la modificación de algunos artículos del código de Faltas de Santiago
del Estero y, a fines del año pasado, en la provincia de Buenos Aires logramos
que un fallo avale el trabajo sexual autónomo declarando la
inconstitucionalidad del artículo 68 del Código de faltas de la Provincia de Buenos
Aires. A las compañeras de Santiago del Estero les había llevado 8 años derogar
solo algunos de los artículos que criminalizaban la prostitución y más allá de
eso, no había cambiado la realidad de las trabajadoras. La policía jugaba con
el desconocimiento, deteniéndolas por averiguación de antecedentes o por
escándalos en la vía pública. Si solucionábamos los problemas en un lado, a la
semana siguiente reaparecían en otro lugar.
Comenzamos a soñar a tener
un marco legal, tener derechos laborales como obra social y jubilación,
paritarias todos los años, como el resto de nuestros compañeros de la CTA. Primero
empezamos con un borrador hecho por nosotras y nuestro abogado, Gastón
Fingermann, que vivió en Holanda, ayudándonos a adaptar la experiencia de allá
-que están organizadas, sindicalizadas, tienen cobertura sanitaria y un lugar
para trabajar- a nuestra realidad, comparándolas con leyes de otros sectores
laborales, leyendo artículo por artículo. Lo que le fue dando más impulso fue
que nos empezaron a cerrar fuentes laborales de muchísimas compañeras en
distintas provincias por decretos, ordenanzas municipales, leyes, clausurando
cabarets y whiskerías, quizás con el objetivo de combatir la trata de personas,
pero perjudicándonos y persiguiéndonos a nosotras que trabajábamos en la
clandestinidad.
Se armaban leyes para combatir la trata pero nosotras, como
organización, no fuimos escuchadas, se nos invisibilizó. Por esto, pensamos
debíamos tener como objetivo principal de la organización, la ley, la
regulación militando todas a nivel nacional por lo mismo.
Leyendo el proyecto, surgen algunas inquietudes.
Por ejemplo, no hacen referencia al lugar en dónde ejercerían su trabajo.
Nosotras empezamos a hacer
mesas de debate, en las provincias, acá en la CTA también se hizo, en la Facultad de Ciencias
Sociales de la UBA. Invitamos
a tomadores de decisiones del área de la salud, a legisladores y organizaciones
civiles que trabajan la temática de los derechos de las mujeres. Lo empezamos a
pulir y la verdad que siempre se nos preguntó por qué no hablamos de lugares.
Cuando se gire a las comisiones de Trabajo y de Mujer en el Congreso, va a
sufrir modificaciones. Después nosotras queremos trabajar en la reglamentación. Se va a crear una Oficina de Protección
del Trabajo Sexual que va a estar integrada por 3 delegadas de organizaciones
de trabajadores/as sexuales y un delegado del Ministerio de Trabajo siendo
ellos los que regulen el tema de la habilitación, de la zona, de los carnets,
de las becas, de los talleres de salud, de las charlas formativas sobre
derecho. No pensamos en zonas porque zonas rojas no queremos. No queremos un
gueto. La ley nacional debe cubrir los 2 aspectos: las que trabajamos en la
calle y las que trabajamos en privado, pudiendo tener las posibilidades de
habilitar una cooperativa sexual pagando la habilitación.
¿Cómo sobrellevan las diferencias y cómo son sus
vínculos con el colectivo de mujeres abolicionistas que creen que la
prostitución no es un trabajo?
Son compañeras militantes
feministas que luchan por los derechos de las mujeres y, como organización,
estamos abiertas al debate. Desde que nació el abolicionismo -hace más de 120
años- nunca estuvo pensado que las trabajadoras sexuales se iban a organizar.
Históricamente, ellas hablaban, pensaban y soñaban por nosotras. No las vemos
como enemigas. Nuestros enemigos son la policía, los proxenetas, la complicidad
política. Vos podes no estar de acuerdo con nuestra forma de vida o nuestro
trabajo, pero me parece que la última instancia es castigarnos con el derecho
penal. Feministas terminan castigando a las propias mujeres con el derecho
penal promoviendo ese tipo de leyes que sirve a la Policía para perseguirnos.
Si antes las compañeras pagaban coimas, ahora la suma se les subió el triple ya
que no se le paga únicamente a la comisaría de la zona si no también a los de
Narcotráfico, a Gendarmería, a todos los órganos de aplicación de la ley de
trata, y demás ordenanzas y decretos. Les han dado muchísimo más poder para
hostigar a las compañeras. La compañera se queda sin lugar de trabajo y vuelve
a manos del proxeneta que se queda con un 50 o 70 por ciento de lo que nosotras
generamos con nuestro cuerpo.
¿No comparten de ninguna manera la visión de ese
sector del feminismo que sostiene que al cuerpo se le pone un precio y lo usa
otro? ¿Cuál es su lugar utópico?
Mientras el trabajo sexual
sea clandestino, siempre van a haber mafias que se queden con un porcentaje de
lo nuestro. Si le damos un marco legal y
le damos la oportunidad a esa compañera que acceda a una obra social y una
jubilación y empezar a poner este tema en debate en la sociedad, va a disminuir
toda la discriminación y estigmatización en torno nuestro. Se va a hablar de lo
que nunca se habla, del tema de la sexualidad. El día que nosotras no estemos
más es porque no tengamos más clientes. Porque ellos van a vivir una sexualidad
con su respectiva pareja. Nosotras no vamos a tener ganancias y vamos a tener
que trabajar de otra cosa. Depende de un cambio de la sociedad, no únicamente
de las trabajadoras sexuales. Al abolicionismo lo que le molesta es que
laburamos con nuestros genitales. Todo laburante explota algo de su
cuerpo para recibir una remuneración económica. El problema es que nosotras trabajamos con algo que nada más tenemos
que utilizarlo para parir o para abortar, según algunos sectores feministas.
Nosotras también decidimos sobre nuestro cuerpo para trabajar. No hay alguien
que está atrás nuestro que nos obliga. Por ahí si hay compañeras que lo están,
pero no son compañeras nuestras que reivindican la prostitución como trabajo.
Cada una de nosotras tiene una historia diferente: a qué edad, cómo y por qué
ingresó, cuál fue la determinación de llevarla a pararse en una esquina o estar
trabajando dentro de cuatro paredes, pero después nosotras decidimos.
Hay muchos que mezclan
trata, proxenetismo y trabajo sexual autónomo. Son 3 cosas distintas. Tenemos
un montón de compañeras explotadas pero por ser explotadas, no son tratadas.
Son explotadas como toda la clase trabajadora y los sindicatos nacieron para
mejorar esas condiciones laborales y negociarlas. No somos víctimas para que
nos rescaten, somos trabajadoras, queremos que nos permitan ser libres, decidir
sobre lo que hacemos con nuestro cuerpo, sin hipocresía ni discursos
moralistas.
Ustedes no ven una situación de sometimiento del
hombre hacia la mujer…
Muchas veces el
sometimiento no pasa desde el cliente hacia nosotras, sino de nosotras al
cliente. Nosotras arreglamos y elegimos con qué cliente salir depende del auto
que tenga, cuál es el monto, cuál es la hora, a qué hoteles vamos. Si no nos
gusta, nos vestimos, nos cambiamos, nos
vamos, y les exigimos que nos pague antes. No vemos una situación de
sometimiento. Hay muchos clientes que vienen y nos demandan otra clase de
servicio que no siempre es sexual. Hay una gran cantidad que te pagan un café,
te cuentan los problemas de su vida, que se están por separar de su mujer y
nosotras los aconsejamos.
No es sin clientes no hay
trata. No hay trata sin jueces corruptos, sin policías corruptos, sin
complicidad de los tres poderes. En lugar de luchar contra la trata, la lucha
es contra nosotras. Hay que entender que la trata no es sinónimo de
prostitución. El trabajo nuestro no es indigno. Las condiciones en las que
trabajamos y la clandestinidad sin marco legal, si.
Algunos sectores para
entender el movimiento nuestro tuvieron que estudiar y escribir libros.
Nosotras no necesitamos leer un libro para entender nuestra realidad, porque la
vivimos todos los días. Sabemos de qué hablamos cuando hablamos de los
clientes, de la sexualidad, del poder de decisión sobre nuestro cuerpo, de la
libre elección y la autonomía, de la persecución policial, de clandestinidad y
vulneración de derechos. Nos corren en los debates con cuestionamientos como:
“si consideramos a la prostitución como trabajo se la recomendaríamos a nuestro
hijo”. Esa es una chicana. Anda a preguntarle a una empleada doméstica, a un
albañil…
¿Y cómo le responderías?
Nosotras ejercemos nuestro
trabajo y les damos lo mejor a nuestros hijos. Decimos que cada uno es dueño de
su cuerpo y decide libremente, el cuerpo de mi hijo es de él, ya no es mío.
Vamos a estar orgullosas de hacer todo lo posible, de haberles dado los mejores
estudios, y si aún ellos eligen el trabajo sexual, tenemos que aceptarlo. Si lo
estamos reivindicando como un trabajo, hay que romper con ese mito y quizás
darles los consejos para que no cometan los mismos errores que nosotras.
Sandra Cabrera era dirigente de AMMAR Rosario.
Denunció la complicidad policial en casos de explotación sexual de niños, niñas
y adolescentes y el cobro de coimas a trabajadoras sexuales. Encarnó la lucha
de muchas contra la marginalidad, la injusticia, los abusos y negociados de la
policía. Fue amenazada, perseguida, y finalmente, asesinada un 27 de enero de
2004. El único procesado, el policía Diego Parvluzik fue sobreseído hace un año
y la causa está paralizada. En el 2014, se va a cerrar la causa por falta de
pruebas. De no revertirse la situación procesal, Sandra Cabrera será una
victoria de la impunidad policial más y van.
No hay comentarios:
Publicar un comentario