El Día Internacional del Trabajo
Doméstico se celebra cada 22 de julio. Se declaró como tal oficialmente en
1983, durante el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, con
el objetivo de reconocer la contribución de las labores de las mujeres en los
hogares, actividades que todavía hoy siguen siendo objeto de discriminación.
Históricamente existen dos esferas sociales diferenciadas:
el mundo del trabajo (producción) y el mundo de la casa y la familia
(reproducción). Estos espacios marcan
diferencias, distribuyendo tiempos, lugares, cotidianeidad y personas. Entre
los miembros de la familia, las mujeres históricamente fueron responsables del mundo privado y los hombres
del mundo público y responsables, a su vez, de la manutención económica de la
familia. Esta clasificación también es denominada como “división sexual del
trabajo”
Según el sociólogo francés Pierre Bordieu, las necesidades
reproductivas de la familia son reconocidas como funciones propias de la condición femenina y llevan en sí
mismas valores fuertemente
simbólicos.Aquí radica la fundación
de la división sexual del trabajo dentro del hogar. Pero las imágenes de género
que prevalecen en el ámbito privado son reproducidas, sin ningún lugar a dudas,
en los espacios de trabajo fuera del hogar, y por lo tanto, explican también la
segregación por sexo y la segmentación del mercado de trabajo.
No es muy difícil
notar que las tareas o actividades que desarrollan mayoritariamente las mujeres
en el ámbito laboral son, muchas veces, extensiones productivas de los trabajos
reproductivos que los paradigmas de la sociedad patriarcal tienen reservado a
las mujeres. Tengamos en cuenta que las mujeres predominan en todas las
ocupaciones que tradicionalmente han sido realizadas por las amas de casa:
tender la cama y servir la mesa (hoteles y restaurantes), enseñar (educación,
cuidar enfermos (servicios sociales y de salud) y hacer la limpieza (servicio
doméstico).
Sumado todo esto,tal como lo explica la antropóloga
francesa Françoise Héritier, la división sexual del trabajo se acompaña de una “valencia diferencial” de los sexos a favor
de los hombres, es decir, que las
ocupaciones femeninas, y lo femenino en general, son menos valoradas que las ocupaciones masculinas y lo masculino en general.
Del servicio doméstico
El servicio doméstico en América Latina es un fenómeno predominantemente urbano y femenino. Desde que la participación de las mujeres latinoamericanas en el mercado de trabajo empezó a crecer de manera significativa, se inició un proceso de transformación del sector. Sin embargo, el servicio doméstico sigue siendo uno de los sectores más relegados, y sus trabajadores se estancan en los escalones inferiores de la jerarquía laboral y social. En su conjunto, estos trabajadores tienen condiciones menos favorables que el resto de los asalariados, ligados a la subvaloración económica y social del trabajo de la mujer y de su rol mismo dentro de la sociedad.
Siguiendo el
contexto latinoamericano se observa como a causa de las conocidas corrientes
neoliberales y sus consecuentes crisis llevaron a la ruptura de la estructura
patriarcal del trabajo productivo, en donde ya no era posible que un solo
miembro familiar sea el encargado de la subsistencia material de la familia.
Por ende, muchas mujeres salieron a
buscar un trabajo remunerado como consecuencia de una necesidad de reemplazar
los aportes, muchas veces deteriorados, del presupuesto familiar que
anteriormente proveía su cónyuge, sin
que su objetivo estuviese centrado en las expectativas de su propia realización
personal.
Además, hay que tener en cuenta el arma de doble filo que
representa la flexibilidad laboral instalada en la mayoría de las relaciones de trabajo doméstico. La flexibilidad como
trabajadoras es uno de los factores más
importantes en la expansión del empleo femenino, ya que la flexibilidad laboral
de las mujeres en horario, tiempo, entrada y salida del mercado laboral encaja
con las necesidades de la nueva economía. Esta coincidencia también está
relacionada con el género: nuevamente las mujeres necesitan compatibilizar
permanentemente trabajo y familia.
¡Nueva Ley!
El 12 de abril de 2013 entró en
vigencia el nuevo régimen de contrato de trabajo para el personal de servicio
doméstico de casas particulares el cual pretende equiparar sus beneficios a los
que recibe cualquier trabajador. Se aplica a las personas que presten sus
servicios en las casas particulares o en el ámbito de la vida familiar y que no
importe para el empleador lucro o beneficio económico directo.
La nueva ley plantea importantes cambios respecto del anterior sistema,
estableciendo licencia por maternidad, vacaciones pagas, aguinaldo, igual
indemnización por despido, limita la jornada de trabajo a ocho horas diarias,
establece que las trabajadoras tendrán derecho a descansar 35 horas seguidas
de descanso semanal, se incorpora el régimen de horas extra y prohíbe el
trabajo a menores de 16 años.
Hay que mencionar
también, que al ser blanqueadas mantienen el derecho a continuar percibiendo la
Asignación Universal por Hijo y a la Asignación por Embarazo para la protección
Social, porque así expresamente lo establece la ley.
Coincidentemente a lo que venimos
sosteniendo, notamos como se “festeja” una ley que equipara la situación de un
trabajador cualquiera con una trabajadora de servicio doméstico. Una situación
que debió haber sido por naturaleza equiparada a cualquier situación laboral,
lo cual demuestra una falla evidente en la legislación anterior.
En un acercamiento a los medios el ministro de Trabajo Carlos
Tomada, explicó queel objetivo es que tengan los mismos derechos que cualquier
otro trabajador y agregó: “Esta no es una
política aislada sino que forma parte de un conjunto de iniciativas que buscan
ampliar derechos, como la ley que modificó el Estatuto del Peón Rural”.Igualmente,
habrá que ver y analizar cómo se desarrolla la aplicación de la misma, ya que
la nueva ley no apunta a regular, vale decir, que legislar no es lo mismo que
hacer cumplir la ley. Además, debemos tener en cuenta la falta de organización
colectiva que existe en ésta actividad.
Para el subsecretario de Relaciones Laborales del
Ministerio de Trabajo de la Nación, Álvaro Ruiz, la nueva ley da justo en ese
clavo: implica un cambio cultural en el modo de mirar el trabajo doméstico, ya
no como servicio personal sino como un trabajo. "Es un cambio de paradigma. Con un mayor control y una libreta de
trabajo «inteligente», que permita el seguimiento de las trabajadoras”, asegura.
Por otro lado, bastante más cauta, desde el Equipo
Latinoamericano de Justicia y Género, su directora, Natalia Gherardi, advierte:
"Si lo poco que se tiene no se
cumple, nada hace pensar que sólo con una ley más exigente en términos de
derechos para las empleadas va a haber una mayor regularización". Para
que algo cambie, sostiene, se necesita además una mejor y mayor fiscalización
del Estado y una mayor conciencia social.
Es destacable el
avance de las mujeres en el ámbito laboral en general, y en los últimos años han aparecido
diferentes reformas legales al respecto, también acompañadas de algunos tibios
cambios de criterios judiciales. Podemos notar que la situación se está dando
para que se avance con paso firme, pero
es totalmente necesario que desde
cada ámbito social se interpelen estas cuestiones para poder generar
realmente una masa crítica que tome conciencia del hecho.
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