La izquierda frente a las próximas elecciones:
clasismo versus heteronomía
Pablo Bonavena es un reconocido Sociólogo
recibido de la Universidad de Buenos Aires, donde actualmente ejerce su cargo
de profesor, al igual que en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación de la Universidad Nacional de La Plata. En esta ocasión, hace un
análisis, en las páginas de Otro Viento, sobre el panorama actual de la izquierda argentina de cara a las
elecciones.
Uno de los datos más relevantes de la lucha política en la Argentina de las últimas décadas refiere a
la capacidad que tuvo el sistema político para procesar las confrontaciones.
Incluso remontó la crisis que se puso de manifiesto allá por el 2001 con cierta
prontitud y de una manera mucho menos cruenta de lo que se podía sospechar,
especialmente si tenemos en cuenta los asesinatos de manifestantes en el último
día del gobierno de la Alianza y de militantes del movimiento piquetero un
tiempo después.
En este marco, con un sistema político instalado, las elecciones
acaparan gran parte del debate político y las organizaciones que no participan
del mismo tienen una existencia muy marginal, circunstancia que no fue quebrada
hasta ahora por ninguna otra alternativa de lucha. El terreno electoral
adquiere, entonces, una gran gravitación táctica para la izquierda, aunque no
encuentre allí un terreno inmediatamente favorable, circunstancia que no
conforma una característica peculiar o específica de este lugar del mundo.
En efecto, desde hace muchas décadas se discute sobre las
posibilidades del desarrollo socialista, al menos con anclaje en el marxismo,
en el marco de un sistema republicano en general. En el campo de la sociología
alemana, por ejemplo, Werner Sombart allá por 1905 abordó la cuestión en su
famoso escrito ¿Por qué no hay socialismo
en los Estados Unidos?
Sobre las causas que dificultaron el desarrollo del movimiento
obrero argentino con perfil socialista se han ensayado varias hipótesis que
actualizan aquellas antiguas reflexiones.[1] Más allá de las variadas
explicaciones, la realidad marca que la clase obrera argentina es permeable a ideologías
no clasistas, donde se destaca obviamente el peronismo. Así, desde el gobierno
de Raúl Alfonsín, y con una continuidad ininterrumpida del sistema
electoral-parlamentario de muchos años, la izquierda no logró acumular fuerza
ni impactar significativamente sobre la clase obrera. Su influencia fue y es
muy acotada. En nuestro país la ecuación señalada por Sombart como un obstáculo
para la consolidación del socialismo entre la clase obrera parece perdurar,
incluso frente a las zozobras que soportó el sistema parlamentario con la caída de Alfonsín y De la Rúa.
Para los marxistas trabajar para la ruptura de esta limitación se
torna una tarea primordial; de allí que desde esta teoría se instale un
interrogante como fundamental a la hora de cualquier análisis de coyuntura: ¿En
qué situación se encuentra la clase obrera en su proceso de conformación como
un bando político autónomo (clase para sí)? ¿En qué grado expresa la capacidad
de actuar de manera independiente de las tutelas burguesas? Lo cierto es que la
clase obrera argentina de conjunto, tanto en su participación desde el
movimiento obrero o en sus preferencias electorales, oscila en su adhesión a
distintas representaciones políticas de una u otra fracción del capital. No hay
factores que hagan sospechar la quiebra de su heteronomía en lo inmediato, y
las experiencias en la base del movimiento obrero de los últimos años, si bien
son un avance a destacar, no parecen de conjunto conformar una alternativa
potente, al menos en el corto plazo.
Incluso, la tendencia histórica de lograr una presencia
interesante de la izquierda a nivel fabril, como se observa en los últimos
tiempos, disminuye cuando pasa a nivel del sindicato, y directamente no se
traslada a la esfera política o si lo hace es de manera muy limitada. Esta
realidad obliga a que la izquierda se pregunte sistemáticamente de qué manera
logra aportar al proceso de toma de conciencia, aún en el terreno poco propicio
de la contienda electoral.
La oferta electoral de la izquierda
En el espacio electoral de izquierda conviven distintas
propuestas: el bloque representado por el Frente de Izquierda y de los
Trabajadores (FIT) -conformado por el PO, el PST e IS- y el Nuevo MAS asume explícitamente
la necesidad de la lucha autónoma de la clase obrera. Procura utilizar los
comicios para hacer propaganda a favor de la necesidad de acción independiente
del proletariado, buscando aprovechar el momento más politizado de nuestra sociedad, la campaña
electoral, como medio para amplificar su alcance. Adopta un perfil
explícitamente clasista contrario a la “colaboración de clases” aunque, al
mismo tiempo, es menester señalar que su presentación por separado debilita los
alcances de la iniciativa.
Analizando específicamente el derrotero del FIT, luego de su
auspicioso debut vemos que prolongó los desencuentros entre sus componentes,
atenuando enormemente su potencial. Incluso su unidad estuvo en cuestión hasta
el filo del cierre de la presentación de listas para las elecciones Primarias
Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), y se llegó a plantear la
posibilidad de dirimir los desacuerdos por el orden de las candidaturas a
través de sus mecanismos. No hubo un avance en el debate estratégico y
programático entre las organizaciones que lo componen, ni se logró la incorporación de otros
agrupamientos políticos por fuera de los miembros fundadores. Con todos estos
avatares, el bloque FIT/MAS es la única opción política electoral que postula la
independencia política de los trabajadores con
la ruptura de la subordinación política de la clase obrera de Argentina
a la política de la burguesía, en especial al aparato peronista.
Mirando
otras propuestas de la izquierda en sentido amplio, es decir, incluidas
aquellas que no se reivindican marxistas,
vemos que varias organizaciones salieron a la búsqueda de desprendimientos
“progresistas” de las fuerzas burguesas, sin plantearse obviamente la interpelación
de la conciencia obrera heterónoma y buscar su crisis. Libres del Sur pasó del gobierno a deambular entre
partidos del sistema, como vemos con su participación en el Frente Progresista
Cívico y Social junto a la UCR y la Coalición Cívica-ARI, acompañado por restos
del Frente del Sur. Otros grupos (PCR/PTP y MST) se alistaron en el Frente
Popular Democrático y Social y el Frente Nueva Izquierda en la provincia de
Buenos Aires y la ciudad Autónoma de Buenos Aires, estableciendo una
confluencia con Víctor De Gennaro y Marta Maffei, entre otros, que han llevado
en repetidas oportunidades a las organizaciones de los trabajadores bajo las
tutelas burguesas. Para el caso del Frente Nueva Izquierda, el MST confluye con
el Partido Social comandado por la gobernadora Fabiana Ríos de Tierra del Fuego,
que enfrentó a los trabajadores provinciales en varias ocasiones.
Varios
agrupamientos replican así su política de alinearse en la lucha inter-burguesa,
como algunos de ellos lo hicieron junto al “campo” en el conflicto por el
aumento a las retenciones. El debut electoral de Marea Popular, en el Frente
Camino Popular con Buenos Aires Para Todos, se realiza directamente
subordinándose a Claudio Lozano, ex oficialista y miembro de la CTA que nunca
se caracterizó por impulsar la autonomía de clase, postulándose como una “izquierda social distinta a la dogmática”
con la meta de lograr “una suerte de
renovación del sistema político”. Dice que se propone la transformación en
“un marco de legalidad institucional
frente a la desaparición del FAP y la descomposición de Proyecto Sur”.[2]
No alude a la clase obrera ni asume aquel persistente déficit que señalé en un
inicio, buscando colocarse como una izquierda electoral institucionalista que,
claro está, se encuentra muy lejos de cualquier propuesta revolucionaria.
Este
somero panorama, que no cubre otras experiencias fuera de la Capital Federal o
de la provincia de Buenos Aires, sin detenerse en ningún distrito específico,
pone en evidencia que la oferta electoral de la izquierda se divide en dos
grandes orientaciones. Una que asume la tarea de intentar convertir a la clase
obrera al socialismo auspiciando su acción independiente y, otra, que no problematiza la heteronomía obrera. Una que procura
superar una limitación histórica de la clase obrera, y otra que de manera
consciente no la prolonga.
[1]
Véase, por ejemplo, de Torre, Juan Carlos; “¿Por qué no existió
un fuerte movimiento obrero socialista en la Argentina?”; en Torre, Juan
Carlos; Ensayos sobre el movimiento
obrero y peronismo; Siglo XXI, Buenos Aires, 2012; capítulo 2.
[2] Las
citas textuales corresponden al diario Clarín del 18 de junio de 2013; página
10.
No hay comentarios:
Publicar un comentario