Las mujeres han trabajado desde
siempre. A lo largo de toda la historia han sido un pilar indispensable para el
desarrollo de pueblos y familias. Sin
embargo este aporte muchas veces se minimiza hasta el punto de
permanecer oculto para la sociedad. Hasta el punto de no considerarlo un
“trabajo” para pasar a considerarlo una obligación.
Desde el
origen de la humanidad hasta hoy día ha existido lo que se llama una división sexual
del trabajo, arraigada a fenómenos sociales y culturales que atraviesan por
completo a la sociedad, que asigna roles y funciones a las personas, en función
de su género.
De esta
forma, la distribución del trabajo entre hombres y mujeres se basa en preconceptos
que están en función de características intrínsecas de cada sexo, tomando a la mujer como el ser
ideal para cumplir las tareas hogareñas y cuidar de los hijxs, y al hombre como
el individuo apto para el trabajo y para forjar las relaciones fuera del hogar,
ubicándolo en un ámbito público-productivo.
Las tareas
domésticas, entre las cuales encontramos el limpiar, planchar, lavar, cuidar a
los hijxs, no son consideradas trabajo. Con el tiempo, el hecho de que se
reconozca que con la realización de dichas tareas se estaban cubriendo
necesidades materiales básicas, se las comenzó a considerar trabajo no
remunerado. Lamentablemente, este cambio de título no implicó la descreencia de
que únicamente es la mujer la que debe realizarlas.
La descolonización
de lo que nos enseñan, de querer una “señorita que sepa tejer, que sepa bordar,
y que sepa abrir la puerta cuando su pareja llega de trabajar” es algo con lo que se viene peleando día a día,
pero en cada batalla que se cree conquistada existen trabas burocráticas de las
que no nos percatamos.La creciente
incorporación de las mujeres al mercado laboral no es suficiente para que se
produzca la incorporación de los hombres al trabajo doméstico y eso desemboca
en un grave problema para la calidad de la vida de las mujeres, las cuales
terminan soportando una carga laboral doble, dado que el “nuevo” trabajo se
suma a lastareas domésticas.
En busca de un nuevo patriarcado.
El camino
hacia la distribución más equitativa de oportunidades para ambos géneros en el
mundo laboral se enfrenta con estas tareas asignadas por “designio divino” a
las mujeres, impidiendo que se demuestre el potencial y la aptitud que tienen
para ocupar cualquier puesto de trabajo.Existeninnumerablesempresas nacionales
e internacionales, así como puestos políticos e incluso los trabajos menos
pensados, donde se realizan divisiones sexistas y excesivas.
Hoy en día,
empresas no toman como empleadas a las mujeres
por el simple hecho de que en un momento quizás “planeen” reproducirse y
eso les implica un cese de actividad laboral con paga incluida. Más de alguna
mujer debe haber escuchado en entrevistas laborales las preguntas: ¿Estás en pareja? ¿Piensan tener
hijxs? Acaso, ¿estar en pareja modifica el rendimiento laboral? ¿O es la
posibilidad de quedar embarazada lo que en verdad “molesta”? La aparición de
leyes que regulen la licencia por paternidad, podrían compensar en parte esta
situación.
Entrando al mundo
de los oficios,se presenta la sensación de que simplemente por su condición de mujer
no es capaz de llevar adelante ciertas actividades. Si no lo existiera, ¿Por
qué nos sorprende ver a una mujer presidente, a una mujer taxista, o a una que quizásesté
al frente de una empresa? Existe una crisis de igualdad que amenaza
especialmente a las mujeres y muchas de las consecuencias de esa crisis
impactan en el conjunto de la sociedad.
Los datos
concretos, nos muestran la cruda realidad. Según la encuesta permanente de
hogares (EPH) realizada por el INDEC, para el año 2010, del total de hombres en
edad de trabajar, contaban con un trabajo registrado el 74,2 %, mientras que
para las mujeres ese porcentaje desciende a 50,2 %. La brecha calculada indica
que las mujeres participan un 30% en la actividad económica en general.
Los tiempos
van avanzando. Las sociedades cambian. Y con los cambios, nuevas problemáticas.
A paso lento, pero la mujer desde mediados del siglo XX se abre paso porel
ámbito laboral. Entonces se abre el interrogante: ¿a qué puestos acceden y en
qué condiciones? Según un estudio[1] que data del año 2009, en
el sector privado argentino, solo son ocupados por mujeres el 4,1% de los
puestos directivos (los más altos en la jerarquía).
La teoría del
techo de cristal es la que nos intenta explicar este fenómeno. El techo de cristal hace referencia a que
el ascenso de las mujeres en el mundo laboral está limitado por su condición de
género. Aunque pareciera que nadie lo ve, los datos concretos nuevamente traen
aparejada la discriminación indirecta que sufren las mujeres en sus trabajos.
El techo que no se ve
Estamos en un
periodo en el cual se está desarrollando un nuevo tipo de patriarcado en el
cual las mujeres no son solo amas de casa, aunque las estructuras y valores
sociales y culturales aun no puedan ser cambiados. Sin embargo, hay que tener
en cuenta que la sociedad que se intenta idealizar, no es aquella en la cual se
reemplace al hombre por la mujer, sino aquella en la cual se pueda incluir a
ambos. Hay que tener en cuenta que los hombres también se encuentran sumergidos
en el mundo capitalista y que su explotación es moneda corriente.
Si se decide,
simplemente lograr una igualdad de oportunidades, estamos diciendo que queremos
tener la misma explotación que sufren ellos. Hay que aspirar a una
transformación del modelo entero.La
lucha contra el patriarcado, debe buscar también la lucha contra el modelo
capitalista.
Quizás lo más
llamativo de toda esta cuestión, es que las propias mujeres han incorporado
tales prejuicios y estereotipos de género, haciéndolos parte de su discurso
como si fuera resultado de una elección propia.Se cree que es lógico que haya
trabajos específicamente masculinos y que entre los obstáculos para ocupar un
puesto de trabajo se encuentre la noción de que nos impediría desarrollar una
vida familiar. Para desnaturalizar esto, es necesario que desde la propia
subjetividad femenina se pongan en marcha juicios críticos a estos
estereotipos, dejar de minimizarse por los modos patriarcales y pensar en el
desarrollo de carreras laborales femeninas con criterio masculino.
Juana de
Arco, jefa del ejercito; María Curie, pionera en el estudio de la
radiactividad; Dolores Ibárruri, política, famosa por su frase "¡No
pasarán!"; Eva Perón, política e incansable luchadora de los derechos de
la mujer. Diferentes mujeres que sin embargo tenían algo en común, rompieron
con los preconceptos de las sociedades en las que nacieron, donde se esperaba
que estuvieran limpiando sus hogares.
Pueden ser lo
que desean, nuestra hermana, nuestra amiga, la que nos apañe, jefa de hogar, la
que organice la economía de nuestra familia, una empleada o intelectual. Pero
no queremos que sean las que obedezcan, las que caminen detrás de los hombres
sintiéndose humilladas o silenciadas. Queremos que sepan tejer, que sepan
bordar y que puedan abrir la puerta para ir a luchar.
Por Martin
NicolasSotiru y SofiaToccalino
Ilustración: Giya Zabalza
[1] Women on Boards: A statistical
review by Country, Region, Sector and Market Index, Gobernance Metrics International, Marzo 2009.
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