La Unión de Cartoneros
Platense es una de las siete cooperativas que recicla la basura que producimos
los habitantes de La Plata. Pero de las toneladas diarias que se generan, sólo
pueden rescatar un pequeño porcentaje que no alcanza para que hagan de ello una
fuente de trabajo ¿No es hora de que les retribuyamos con condiciones laborales
dignas la tarea ecológica que los cartoneros llevan adelante?
Apoyada contra la reja que hace de puerta de entrada a la
Unión de Cartoneros Platense hay una tarima de madera escrita con tiza: "Necesitamos compañeros y compañeras
que quieran sumarse a trabajar". Un predio enorme donde el piso son
cenizas de plástico, de chapa, de madera, de tierra, en un costado un galpón
con una cinta donde se abren las bolsas y se separan los elementos según su
origen, y una máquina que aplasta los materiales que luego son enfardados
conforman la cooperativa que se encarga de vender a depósitos y empresas
recicladoras los deshechos que producen los habitantes de La Plata.
No debería haber olor y moscas, pero los hay en grandes
cantidades porque de los cinco camiones con bolsas verdes que reciben a diario,
en proporción, uno de ellos contiene basura que debería ir directamente a ser
enterrada. El trabajo es duro y la paga es mala, entonces hay muchos
recicladores que aguantan días o tal vez meses, y luego prefieren volver al
carro, a pasear por las calles de la ciudad en busca de materiales que puedan
reutilizarse.
La Unión de Cartoneros Platense es una de las siete
cooperativas que tienen un convenio con la Municipalidad de La Plata para poder
reciclar lo que se rescata en las bolsas verdes recogidas por camiones
diferenciados que pasan casa por casa a partir de las 8 de la mañana. El
subsidio es de 17 mil pesos mensuales que sólo les alcanza para pagar el
alquiler y la luz. Con la ganancia que generan, consiguen repartirse alrededor
de 1.900 y 2.300 pesos por mes entre los 20 trabajadores que la conforman.
En 2009 se aprobó la ordenanza municipal conocida como
"Basura 0" que prevé mediante su artículo 10 que “el Departamento Ejecutivo deberá fomentar la
participación en la Gestión integral de los Residuos Sólidos Urbanos (RSU) a
los trabajadores no formales o recuperadores urbanos, mediante la formación de
cooperativas. Estas deberán cumplir con los requisitos de la Legislación
Nacional y Provincial vigente en la materia”.
Si bien estas cooperativas existen y les llegan bolsas verdes, los
recuperadores urbanos no consiguen condiciones de trabajo dignas. Peor aún es
la situación si se tiene en cuenta que hay más de 3 mil cartoneros que no
ingresan a ese sistema. Esto se debe, según la presidenta de la Unión de
Cartoneros Platense y del Movimiento Nacional de trabajadores Cartoneros y
Recicladores, Graciela Fernández, a que "por
un lado no hay mucha difusión por parte de la municipalidad de las cooperativas,
porque todo el mundo piensa que los residuos se entierran, no que van a las
cooperativas; y por otro, la gente separa mal porque encontramos desde jeringas
hasta perros muertos, o papel mojado con yerba y no sirve".
Escalón por
escalón
Graciela Fernández habla con paciencia. Una sonrisa se le
dibuja en la cara cada vez que enumera los pequeños logros que alcanzan como
cartoneros. Tiene tres teléfonos que la interrumpen continuamente pero se las
ingenia para estar en todo. Hace un tiempo fue convocada por la diputada
provincial del Frente Para La Victoria, Karina Nazabal,
que presentó un proyecto de ley para reglamentar el trabajo de los cartoneros. La
normativa establece que las industrias y los grandes generadores de residuos
como los hoteles, shoppings, hipermercados, comercios de comidas rápidas y
countries, deberán contar con su propia gestión integral de RSU, debiendo
realizar el tratamiento, gestión y disposición final de sus residuos. Es decir,
deberán contratar una cooperativa recicladora para que se encargue de los
deshechos que se pueden reutilizar. Por un lado, tiene como fin penar
monetariamente a aquellos que producen grandes cantidades de desechos y a la
vez integrar al sistema laboral a los que conforman el primer eslabón del
circuito de la basura.
Pero el panorama no es alentador. El avance más importante
en materia de gestión de los RSU en los últimos años fue tomar la decisión de
que los materiales inorgánicos sean separados en los hogares, medida que fue
deficiente porque careció de la implementación de campañas de educación
ambiental y concientización de la población. Al mismo tiempo, donde hay
intereses económicos hay pujas de poder, y no falta la oportunidad para que
empresas tecnologizadas se quieran hacer cargo del sector. El jefe de Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, ya ha tenido intenciones de
deshacerse de las cooperativas y delegar la tarea de separar y recuperar los
residuos a determinadas empresas que no necesitarían demasiada mano de obra.
Entretanto, a
principio de año el OPDS creó un registro donde podrán inscribirse formalmente
las cooperativas para facilitar su trabajo de gestión y reciclado. Quizás
esto finalmente contribuya a que se tengan estadísticas aproximadas sobre
cuántas personas cartonean y las condiciones en que viven ellas y sus familias.
"Si no
estuviéramos nosotros no se reutilizarían las cosas"
El fenómeno social del cartonaje se remonta a los ´90, época
en que las privatizaciones eran moneda corriente, al igual que la flexibilización
laboral y el conjunto de políticas neoliberales que deslegitimaron la
importancia del Estado.
Muchos desocupados consiguieron un carro y empezaron a
vender lo que la población desechaba. De a poco se fue naturalizando el trote
de los caballos por las calles, la gente revolviendo la basura, inventando
un trabajo en un sistema que los excluyó. Y la realidad es que gracias a ellos
se rescata el valor de materiales que pueden reutilizarse y no ir a parar al
CEAMSE a contribuir con esa montaña de basura contaminante. El problema es que
si se compara lo que la sociedad gana en materia de medio ambiente frente a los
beneficios que ellos adquieren, la balanza queda muy desequilibrada.
"Como algunas
personas trabajan en oficinas, nosotros estamos en el eslabón de la basura,
somos los primeros recicladores de la basura y si no estuviéramos nosotros se
enterraría más y si no estuviéramos nosotros no se reutilizarían las cosas",
opina Graciela Fernández mientras le toma la presión a Hugo, un cartonero de
unos 75 años que pasa todas las mañanas a tomar unos mates con ella. La Unión de Cartoneros Platense no es sólo
una cooperativa que recicla. A la par que constituían una fuente de trabajo en
el 2003, también se instalaban en el barrio como un lugar de referencia para los
vecinos y para los mismos cartoneros.
"Los martes
tenemos dentista, también tenemos ropero, estamos haciendo una biblioteca
popular y además funciona Ellas hacen y Fines", cuenta Graciela
Fernández. Todo esto se lleva a cabo en su casa, a un par de cuadras de la
cooperativa. En el cuarto que da a la calle están los asientos de odontólogo
junto con un banner de la Facultad de Odontología de la UNLP y a su lado un
mueble de plástico de Coca Cola con ropa separada según los talles y si es de
mujer, hombre o niño. Gladis, una vecina del barrio Gorina que se sumó a colaborar
hace un tiempo, saca el ropero a la calle y espera a que alguien se acerque. Mientras
tanto relata: "El roperito es una
feria gratuita, vos elegís algo de lo que hay y si te gusta te lo llevás, y si tenés
ropa en tu casa que no te gusta lo traes. Esto también hace a la idea del
reciclado: no todo es para la basura, se puede reutilizar".
También tienen mucho trabajo territorial en Altos de San
Lorenzo, lugar donde comenzó a gestarse la cooperativa. La familia de Graciela
Fernández fue la primera en abrir un depósito en La Plata. Luego, ella abrió
uno en 17 y 78 y por problemas con los vecinos y el desamparo del gobierno del
ex intendente, Julio Alak, decidieron juntarse y formar la cooperativa que
finalmente se radicó en Gorina. "Nosotros
tenemos mucho trabajo en Altos de San Lorenzo también. Damos clases de apoyo y
se trabaja en conjunto con las escuelas y las maestras de ahí. Por ejemplo, si
un cartonerito no va al colegio, vamos y ayudamos a los chicos, les preguntamos
por qué no van, es un seguimiento entre el colegio y nosotros", explica
Graciela.
En la
habitación también hay unas chapas de una especie de aglomerado que parece
resistente. Luego de tantos años de trabajo lograron empezar a darle un valor
agregado a los materiales y no quedarse en la venta del reciclado enfardado que
genera escasos ingresos por sus tan bajos costos (el kilo de cartón se compra a
$1,40). Ahora hacen chapas de tetra-plat, una madera rígida e impermeable
fabricada con tetra-brick que se utiliza para muebles, divisiones en casas y
también para algunos techos.
Mientras
tanto, a medida que el consumismo crece y se instala el hábito de "lo uso,
lo tiro", donde los avances tecnológicos, la industria, el diseño y la moda
nos obligan a renovar lo que nos rodea, se empieza a escuchar este susurro de
la reutilización de la "basura", de la importancia de no enterrarla,
sino de volverla objeto de valor, de reacondicionarla para que regrese al
mercado. Será que necesitamos un cambio de paradigma que priorice la inclusión.
Por Florencia Abelleira
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