Otro Viento entrevistó a los abogados Mario Juliano, Edgardo Salatino y
José Cipolletti, integrantes de la Asociación Pensamiento
Penal que opinaron sobre la serie de linchamientos, la consiguiente declaración
de emergencia en seguridad, el mundo del Poder Judicial y sus dificultades.
¿Cómo se sentiría un
estudiante de Comunicación Social al salir de una conferencia sobre periodismo
de investigación en la cual coexistan Horacio Verbitsky y Facundo Pastor? Sensaciones
similares a la que puede sentir cualquier estudiante de Derecho luego de huir del
Colegio de Abogados platense -demasiado cerca del centro de la corporación
judicial- una vez finalizado el “debate”
entre Mario Juliano y Mauricio D’Alessandro. El primero, juez del Tribunal Oral
en lo Criminal N°1 de Necochea, Director y cofundador de la Asociación Pensamiento
Penal. El segundo, jugaba a ser juez en la TV , y se tuvo que conformar con ser parte del
bloque de diputados bonaerenses de De Narváez, y fuente permanente de consulta
de la comunicación hegemónica para respaldar sus discursos patibularios.
Luego de un mal trago, Otro
Viento aprovecha la ocasión y atraviesa calle 13 para conversar con Mario
Juliano, con el Juez correccional de Quilmes, Edgardo Salatino y con el funcionario
de la Fiscalía
de Necochea, José Cipolletti. Los tres forman parte de Asociación Pensamiento
Penal, una organización civil sin fines de lucro, compuesta por jueces,
fiscales, defensores, abogados de la matrícula, docentes y estudiantes.
Aunque parecería ya fuera de
la agenda, fueron varios los linchamientos sufridos por distintas personas que
intentaban apropiarse de lo ajeno durante, principalmente, el mes de abril. Un
sector de la dirigencia política alegaba que el Estado “estaba ausente”, que
“la gente estaba cansada” o “desesperada”, alineándose al discurso justificador
de la barbarie con alta dosis de demagogia política y mediática. Otros
prefirieron repudiar los hechos lisa y llanamente, con un compromiso valorativo
y una sensibilidad honesta o simplemente un disfraz coyuntural.
A través de la campaña, se
pudo ver la otra campana que repudia semejantes actos atroces. Mario Juliano explicó: "En menos de una semana se reunieron
13 mil adhesiones que también son ‘la gente’ y también es la sociedad que
claramente dijo ´no compartimos este modo salvaje de resolver los conflictos,
esto se trata claramente de delitos, de linchamientos, y seguimos apostando por
el Estado democrático de derecho y las formas de resolver los conflictos con
todas las dificultades y defectos que eso implica´".
Desde el gobierno provincial,
aprovecharon el apogeo de la violencia directa de muchos contra pocos contra la
criminalidad, para irrumpir en el escenario con la declaración de emergencia en
materia de seguridad, en la misma línea: la violencia de muchos contra pocos. Seiscientos
millones para fortalecer el aparato represivo y a la organización criminal más importante
del territorio: la
Policía Bonaerense.
Mario Juliano calificó a la
declaración de emergencia como “absolutamente simbólica”, cuya finalidad es “sortear los mecanismos licitatorios para la
adquisición de bienes, en este caso, patrulleros e insumos”. Más aún, en
relación a la medida, agregó que estas fórmulas consisten en la militarización
del espacio público, en el amplio despliegue de fuerzas de seguridad y en una
manera de focalizar la respuesta a los conflictos reales desde una perspectiva
estrictamente represiva, “que son las
fórmulas que se vienen utilizando desde hace muchos años y que a las pruebas
nos remitimos, están fracasadas”.
Somos lo que decimos para no comprender lo que
hacemos
Era un 2 de abril, y mientras
en La Plata se
reclamaba por Memoria, Verdad y Justicia; en Palermo, Gerardo Romano junto a un
robusto portero de la zona, evitaban dos posibles conflictos penales: un hurto
–o un robo, en el peor de los casos- y un homicidio agravado. Pasado el
mediodía, en pleno barrio porteño, un hombre arrebató el reloj de una turista,
comenzó a correr con su alarmante botín para escaparse de los vecinos, que
lograron retenerlo para comenzar a golpearlo. Gerardo Romano participó de la
detención pero luego se interpuso para evitar el triunfo de la violencia de la
propiedad privada, sobre la vida.
El conjunto de la sociedad
palermitana y el bloque de la hegemonía mediática más unida y organizada que
nunca, quedaron a la expectativa de una decisión “ejemplar” de Facundo Cubas,
juez de instrucción porteño, que tenía en sus manos el hecho sucedido. Cubas
decidió liberar al arrebatador, a las pocas horas del hecho, luego de estar
detenido bajo custodia policial, advirtiendo que no se presentaban ninguno de
los riesgos procesales previstos en la ley que permitan el dictado de la
prisión preventiva: no tenía antecedente condenatorio, se constató que vivía
donde indicó y no registraba ningún pedido de captura dispuesto por otro
Tribunal.
Sin lugar a dudas, el juez no violentó ni la constitución, ni
los tratados internacionales, ni el código procesal. Ahora bien, toda la
comunidad esperaba la respuesta de un funcionario público, no de un androide de
escritorio actuando como “que pase el siguiente”. La automatización judicial y la estandarización de los
conflictos encierran al magistrado en el mundo de la burocratización: tan
cerrado que se redacta en un lenguaje que no sale de la jaula, inaccesible para
sus verdaderos destinatarios y aparentemente leal al lema “ante respuestas
injustas, palabras en latín”.
En cuanto a ese universo en
que parece inmerso gran parte de los magistrados, Juliano entiende que “el Poder Judicial ha sido muy refractario a
dar respuestas racionales o comprensibles para la sociedad y se ha encapsulado
dentro de un mundo artificial creyendo que eso era lo que correspondía y eso ha
generado una brecha con la sociedad”. Si bien admite que durante muy buena
cantidad de tiempo los involucrados en los conflictos han sido tratados como
números, alega que es en base a “tratar a
todos los conflictos de la misma manera".
Por su parte, Edgardo Salatino
sostuvo que: "El poder judicial es
el poder más conservador de los tres órganos de poder. Históricamente lo fue.
Hay operadores que siguen tratando como número de expedientes, relativizando
que hay personas atrás de esos expedientes". Ante esta problemática,
José Cipolletti opinó que al
pretender algunos que con el Código Penal se solucionen los problemas de
inseguridad, se trasladan los problemas de gestión global al Poder Judicial, que
no puede hacerse cargo y "en la medida que quiera hacerse cargo
de los problemas de gestión global, va a tener tanto trabajo que no tiene más
remedio que burocratizarlo".
Los integrantes de Asociación
Pensamiento Penal suelen cuestionar permanentemente el rol de los operadores
judiciales, atacar los lugares comunes del Derecho Penal y reflexionar más allá
de lo que el statu quo intenta imponer. Desde la presentación de “amigos del
tribunal" (o “amicus curiae” en latín) en un amparo para que se garantice a Alejandro
Cibotti, una persona con HIV que padece dolores agudos por enfermedades
residuales, el uso de la marihuana con fines medicinales hasta una
campaña de neutralidad religiosa que busca el retiro de símbolos (principalmente
crucifijos) exhibidos en las salas de audiencias de tribunales. Vale aclarar
que, “amigos del tribunal" es una figura por la cual terceros ajenos al proceso judicial se
presentan voluntariamente en una causa a los efectos de aportar información o
argumentos jurídicos referidos a un caso pendiente de resolución.
Aún más interesante es la
iniciativa “Banco de la Infamia”, sitio donde Pensamiento Penal sistematiza
solo algunos de los casos (que toman estado público) de presos sin condena
firme que luego, son absueltos o sobreseídos. Personas presumiblemente
inocentes privadas de su libertad (y de un cúmulo de derechos interminable) que
sufrieron daños irreparables.
Como bien señaló el
constitucionalista Lucas Arrimada, en reiteradas oportunidades, hay abismos y
puentes entre el Poder Judicial, como institución política, y la justicia, como
horizonte y espacio social de lucha política. Las iniciativas de Pensamiento
Penal intentan deslegitimar las injusticias más espantosas que, gran parte del
Poder Judicial, intenta imponer en nombre de un valor tan importante como la
justicia.
Por Aramis Lascano y Florencia Abelleira
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