El mes
de marzo encontró nuevamente a los maestros en las calles. Esta vez acompañados
por diversos sectores, como son los estudiantes y los trabajadores estatales,
cada vez más cansados por tantos años de olvido presupuestario, pero también
cada año más decididos a afrontar la lucha, sabiendo que la organización desde
abajo es el único camino al triunfo por una educación pública de calidad.
La cuestión salarial de los maestros repercute,
sin dudas, en el total de la clase trabajadora. Yendo más lejos, se puede decir
que el salario docente es el único que se discute en toda la sociedad y las
razones son variadas. Si se empieza por el rol fundamental que cumplen en la construcción
de un país, es importante que los ingresos de este sector sean eje de debate de
todos. Además, no se puede olvidar el papel central que tiene la paritaria
docente, que es la que luego marca el camino del resto de las negociaciones
entre los representantes de los trabajadores.
Desde diversas organizaciones del campo popular
se hizo mella en remarcar que “si ganan los docentes, ganamos todos”, y este
slogan es más que una linda campaña de agitación. Tiene un trasfondo completamente real, dado que generalmente el salario
de los maestros, va a ser tomado como punto de referencia para el resto de los
asalariados. Por lo tanto, un pibe que trabaja de mozo o una chica que
atiende en un comercio, se ven afectados por el acuerdo que alcancen los
dirigentes sindicales y el Estado.
La situación real fue que marzo encontró
nuevamente a los maestros en las calles. Esta vez acompañados por diversos
sectores, como son los estudiantes y los trabajadores estatales, cada vez más
cansados por tantos años de olvido presupuestario, pero también cada año más
decididos a afrontar la lucha, sabiendo que la organización desde abajo es el
único camino al triunfo por una educación pública de calidad.
Panorama
Nacional del Conflicto
Nuestros resabios unitarios, y la poca
federalización de los medios de comunicación, provocaron que el eje de los
ámbitos de disputa fuera la provincia de Buenos Aires -más allá de que la
situación fáctica real de este terreno, con un paro histórico de 17 días y 40
mil trabajadores marchando por las calles de La Plata- hacen que tome una
importancia suprema.
Es menester contar que a lo largo y ancho del
país, hubo focos de lucha del gremio docente, -algunos más radicalizados que
otros- por la historia de lucha que llevan atrás, como lo es la provincia de
Neuquén. Allí, el sindicato ATEN, donde militaba el compañero Carlos
Fuentealba, realizó diversas medidas de fuerza para ejercer presión sobre el
Estado, como lo es el corte de ruta. Chaco, La Rioja, Mendoza, Jujuy,
Corrientes, Catamarca y Entre Ríos, también fueron claros ejemplos de esto.
Al
momento del cierre de esta edición, más de 13 mil docentes de Salta se
encuentran en la tercera semana de paro, organizando marchas en todo el interior
de la provincia, para lograr confluir todos los Departamentos en una gran
columna en la ciudad capitalina. Los maestros están
pidiendo $5.500 de básico para que sus hijos inventen un estilo de vida digna.
Y también, luchan para que los pibes tengan para comer en las escuelas. Nada
más. Y nada menos.
Guita
para la yuta, sí; guita para los maestros, no
En plena época de finales de la facultad, de
balances laborales anuales, de empezar a hacer malabares con los ahorros del
año para ver si nos podemos ir un fin de semana en enero, la Policía hizo un
paro. En diciembre de 2013, las fuerzas represivas del Estado se acuartelaron
(esta manera suavecita que tienen de decirle a la huelga) para exigir a los
gobernantes un salario básico mucho más alto del actual.
La medida, que comenzó en la provincia de
Córdoba, rápidamente se replegó en el resto del país. El amarillismo mediático
también tuvo un rol principal, cuyo fin fue generar miedo en la población, para
que éste se construya en el factor de presión al Estado y largue la plata más
rápido.
La
realidad nos dice que la Policía tuvo un aumento de sueldo (de casi el doble de
lo que venían cobrando) en menos de 48 horas. Incluso, en la provincia de
Buenos Aires, el candidato a presidente en el 2015, Daniel Osvaldo Scioli,
tardó 24 horas en arreglar con las cúpulas policiales el sueldo que iban a cobrar
durante 2014.
Esto no es casualidad. Que los docentes tarden
más de 17 días en cerrar un salario (¡que encima no fue aceptado por las bases,
sino que fue arreglo de dirigentes!) que tiende solamente a equiparar los
términos inflacionarios; que la realidad no nos chupe el bolsillo en menos de
15 días; y que la Policía pueda acordar lo que va a ganar en tan solo un par de
horas, tiene mucho que ver con la forma de ver la realidad y la sociedad por
parte de los gobernantes.
En el Editorial de este número, damos cuenta del
Plan de Seguridad de Scioli, que no es otra cosa que más dinero para reprimir y
menos plata para educar. A la gestión le importa mucho más que la Policía tenga
muchas balas, a que las escuelas tengan calefacción. A este gobierno, le interesa que su masa de votantes se enorgullezca
por tener a muchos milicos en los barrios, que por tener a todos los pibes bien
comidos y preparados para aprender.
Como sintetizó maravillosamente Claudia Rafael de la Agencia Pelota de Trapo, el presupuesto
destinado a niñez que el Estado
bonaerense abona –a veces sí, a veces no- es de 104.760.000 pesos, lo cual
representa “el 17,46 % de lo que ahora
anunció que con las utilidades del Banco Provincia destinará a chalecos
antibalas, armas, municiones y patrulleros. Casi seis veces más en pertrecharse
que en abrazar. En disparar que en acariciar. En poner en la mira que en cuidar
que un chico crezca con una sonrisa desplegada al viento”.
¿Qué
rol debe cumplir el Estado?
Está claro que la situación salarial fue el
motor de la lucha de todos los levantamientos de los docentes. Pero es una
mentira y una injusticia que fue la única bandera que se levantó, ya que las
condiciones edilicias y el cuestionamiento de grandes sectores sobre los contenidos
que se brindan en las aulas, también fueron parte de las reivindicaciones.
¿Cómo se encuentra la educación
pública en nuestro país? Para comenzar a visibilizar críticamente esta situación, es necesario hablar de los
resabios que dejó la reforma neoliberal de los ‘90. Durante este proceso, el Estado estuvo regulado
por la lógica del mercado. Se descentralizó y se transfirió la educación a las
provincias y a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es decir, se trasladó la
responsabilidad de gestionar económicamente la educación. Así fue como se
implementaron innovaciones en todos los niveles educativos.
De esta forma, el gobierno
nacional dejó de hacerse cargo de la prestación educativa, aunque paralelamente
subsidió a las escuelas privadas, considerándolas también parte del sistema
educativo estatal.
De aquí surgen varias contradicciones para resaltar: en primer lugar,
se evidencia una desigualdad interprovincial, ya que no todas las provincias
tienen los mismos ingresos para poder mantener de igual manera la educación; y en
segundo, jamás se debería considerar a la escuela privada como parte de la
matrícula educativa estatal, ya que se legitimaría la desigualdad social de los
jóvenes pertenecientes a distintos estratos sociales, incapaces de gozar todos
de los mismos derechos.
Pero como ya es sabido, al
Estado le sale más barato subsidiar a las escuelas privadas que abrir nuevos
establecimientos públicos, ya que eso conllevaría una inversión mayor. Es decir, dicho sistema
impulsado desde el Estado no hace más que reproducir una descalificación de la escuela pública,
flexibilización docente y mantenimiento de la desigualdad social.
Para la docente e investigadora Laura Marrone "es necesario reabrir el debate sobre la
cuestión del presupuesto de la educación. Se necesita derogar el actual sistema
de financiación. El Estado nacional debe volver a hacerse cargo de la educación
en todos sus niveles y llevar al 10 % del PBI la inversión educativa, que debe
ser aportada en partes iguales por Nación y provincias”. Esta medida, junto
con soltarle la mano a la educación privada, podría ser un paso para la
obtención de una educación pública de calidad.
Mediotización
“Estos se quejan pero tienen semanas de 5 días, días de 4
horas, y si no ganan más guita es porque no quieren laburar”.
Oyente
del programa de radio de Alejandro Fantino.
Párrafo aparte para el rol de los medios
masivos de comunicación. Fieles a la clase que representan, tanto oficialistas
como “opositores” se pusieron de acuerdo para demonizar a los docentes y deslegitimar
la lucha que llevan adelante.
Quienes se autoproclaman progresistas (hoy en
día el progresismo es un término tan vago, que termina por no definir a nada ni
nadie), estaban de acuerdo en las cuestiones de fondo del reclamo, pero no los
métodos. Por eso llamaban a los docentes
a que reflexionen para que puedan continuar con la lucha, pero con los pibes
adentro del aula.
Esto es un claro desconocimiento de los
métodos de lucha de la clase obrera, que además tiene como objetivo el
enfrentamiento entre los trabajadores. Los maestros, a diferencia de políticos
y faranduleros devenidos en politólogos, mandan a sus hijos a la escuela
pública. Por eso también sufren las consecuencias de no tener clases. Por eso
también salen a luchar.
Una vez
más fueron los medios populares y alternativos, quienes ofrecieron la posibilidad
de escuchar otras voces; tanto para que los docentes
tengan un lugar donde expresarse, como para informar al pueblo sobre la situación
desde un lugar comprometido. No diciendo: “un grupo de docentes corta una ruta”
sino, “un grupo de docentes sale a luchar en defensa de la educación pública”.
Por Juliana Arias y Nacho Saffarano
ILUSTRACIÓN: Simón Jatip
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