Con el proceso inflacionario en boca de todos (desde hace ya tiempo),
las causas explicadas son tantas como economistas aparecen para “explicarlas”.
Que por estructura oligopólica, que por emisión monetaria, que por aumento de
demanda, que por puja distributiva, etc. En la actualidad existen ciertos
conceptos básicos que pueden nuclearse en un par de teorías académicamente
aceptadas, y a ellas nos remitimos.
¡Basta de emitir!:
Enfoque monetarista
Según los monetaristas, la inflación se produce cuando existe más dinero
en circulación del que debería haber de acuerdo a las reservas existentes
en el Banco Central y a la actividad económica en general de un país.
¿Cómo se incrementa la cantidad de dinero en circulación? El gobierno,
para financiar el déficit fiscal (cuando gasta más de lo que recauda por
impuestos), emite nuevos billetes que llegan a manos de la población a través
de créditos al consumo, planes sociales, etc.
Si hay mayor cantidad de dinero en circulación, se genera una mayor
demanda de bienes y servicios, y si esto es así pero se mantiene fijo el nivel
de oferta de bienes, se produce un exceso de demanda, por lo tanto
aumentan los precios (principio de escasez).
El supuesto es que
en esta economía no hay recursos ociosos, como resultado se está produciendo al
máximo de la capacidad operativa (la producción no puede aumentarse), y por
consiguiente lo único que puede aumentar es el nivel general de precios.
Bajando todo esto a un ejemplo simple, supongamos que en una economía
existen solamente dos limones y $100 (estos podrían gastarse nada más que en
esos dos limones), entonces cada limón valdría $50. Si al cabo de un tiempo, la
producción de la economía se mantuviera en dos limones, pero se emitieran $100
más, tendríamos ahora dos limones y $200 para gastar. Por lo que cada limón
costaría ahora $50 más que antes, en total $100 cada uno.
Bajo la esfera de estas explicaciones es que muchos economistas
(generalmente, de la oposición) critican el accionar del gobierno en cuanto al
rol que juega el Banco Central de la República Argentina
(BCRA) y entienden que la emisión de billetes, es la que genera la inflación.
A simple vista, podemos hacer dos críticas a esta teoría y ambas tienen
que ver con los supuestos que subyacen a la misma. En primer lugar debería
poder demostrarse que existe el hecho de que hay “pleno empleo” en la economía;
en criollo: que todas/os las/os trabajadoras/es en edad laboral que quieran
laburar, puedan hacerlo. Resulta difícil pensar que este supuesto pueda
aplicarse a la realidad.
Por otro lado, la teoría no tiene en cuenta la posibilidad de la
población de atesorar esa mayor cantidad de dinero o de reinvertirlo en
aumentar la producción. Para los monetaristas, una mayor cantidad de dinero
implica necesariamente un aumento del consumo, desestimando las demás
posibilidades existentes.
Oligopolios y el
dedo acusador: Estructuralismo
El estructuralismo nace como respuesta al estudio de la
problematización específica de la economía latinoamericana por sus
características particulares, principalmente el subdesarrollo y la dependencia
del buen desempeño del sector externo. Los economistas que se agrupan bajo este
enfoque, afirman que la inflación tiene su raíz en la conformación de los sistemas
productivos-distributivos que pertenecen a cada sociedad con características
históricamente determinadas.
¿Qué es lo que dicen? Primero, que los países latinoamericanos son
esencialmente agro-exportadores (y cuentan con una pequeña industria
manufacturera), y que a medida que crece la economía, aumentan los salarios y
la demanda varía. Ante estos cambios, la balanza comercial pasa a ser negativa
(o sea, las importaciones superan las exportaciones) y el BCRA debe “quemar”
sus reservas (dólares).
Ante este escenario, hay cada vez menos dólares en la economía, por lo
que la industria ya no puede importar las maquinarias (o en todo caso, le
cuesta más caro) que le permitan aumentar o diversificar su oferta de bienes.
Esto es lo que se denomina estrangulamiento del sistema productivo
y estamos otra vez ante un aumento de precios, por efecto del aumento de la
demanda con una oferta de bienes que no puede aumentarse.
Además, sostienen que esta pequeña industria está muy concentrada, o sea
que sólo hay un puñado de empresas que fabrican los productos. En términos
económicos, estamos ante un conjunto de oligopolios, que al no poseer
competencia, pueden aumentar sus precios muy por encima de sus costos, para así
obtener ganancias altas.
Las recetas que desde este enfoque se proponen para disminuir la
inflación son, por ejemplo, la fijación de precios máximos (suena parecido a “precios cuidados”), la diversificación
de las exportaciones del país (no ser soja-dependientes) y la sustitución de
importaciones (algo así como ensamblar Blackberrys en Tierra del Fuego).
Pero nada dice esta teoría de la inexistencia de demostraciones
empíricas sobre la relación entre el grado de concentración de la economía y el
nivel de inflación. Dado que la
concentración es una tendencia inherente al capitalismo, podríamos suponer
tranquilamente que en los países desarrollados la inflación debería ser mayor
que en nuestro país, y bien claro está que no es así.
Sólo Venezuela
comparte los niveles de inflación de la Argentina. Además está
demostrado que los precios no pueden aumentarse indefinidamente en el tiempo,
existe algún punto en el que las personas ya no comprarán esos productos más
caros, y los precios necesariamente deberán bajar.
Y la puja
distributiva, ¿qué onda?
Lo primero que debemos explicar en este caso, es que por la venta de
cualquier bien o servicio, el ingreso que se recibe es “repartido” entre el
capital, el Estado y la clase trabajadora. Entonces, si sube el precio, ¿este
aumento se reparte en partes iguales? Si suponemos que los impuestos no varían,
y el aumento de precio se lo queda el capitalista, los asalariados percibirán
que los bienes son más caros, por lo que pedirán un aumento de sueldo. Si
consiguen el aumento, la patronal volverá a subir los precios para no salir
perdiendo, y así sucesivamente. Gracias
a la ambición de los actores
implicados llegamos a la famosa espiral inflacionaria.
¿Entendí mal? ¿O me estás diciendo que la clase trabajadora, viendo
reducirse su salario real constantemente, comparte las culpas del aumento de
los precios con el capital y el Estado? Sí, lamentablemente, esto dice la
teoría. Y gracias a esto, existen los famosos topes salariales que se proponen desde el estado, por poner el
ejemplo actual, en las paritarias.
Quienes barajan estas explicaciones, se olvidan de que el salario
representa solo una parte del costo de producción,y que ante aumentos en estos
últimos, el empresariado (que bajo la lógica del sistema nunca aflojará en
reducir su margen de ganancia) transferirá estos mayores costos alprecio de
góndola,y los precios aumentarán.
Profecía
Autocumplida, Crisis de Confianza y Expectativas Crecientes
A pesar de que no es una teoría, no está nunca de más plantear el
interrogante. El término “profecía
autocumplida” plantea que si
definimos una situación falsa y dado esto, las personas adaptan su
comportamiento creyendo que dicha situación es verdadera, lograran que la
situación antes falsa, se convierta en verdadera.
En palabras más cotidianas, si los medios hegemónicos repiten con vagos
fundamentos de que el precio del dólar debería ser de $16, cabe preguntarnos,
¿qué haría la mayor parte de la sociedad que consumen dichos medios? En
principio, esto colaboraría en la sensación de que el precio actual del dólar
es incorrecto, y por lo tanto, no serán pocos los que saldrían a comprar
dólares bajo tal percepción, generando una presión en el mercado cambiario, que
habría reales posibilidades de que el dólar ascienda hasta los $16. La
situación posiblemente sea insostenible en el tiempo, pero no podemos negar que
este fenómeno tiene efectos concretos en la economía.
En ocasión de la devaluación de mediados de enero, la mayoría de las/os
comerciantes incrementaron sus precios (quienes no tienen costo en dólares
también). Cabe preguntarse, ¿el dólar aumenta e inmediatamente cambian los
costos de producción? La respuesta, obvia, es no.
Los efectos pueden tardar hasta varios meses en verse reflejados en la
economía.
¿Pero qué es lo que sucede? La
devaluación genera tales expectativas de una inflación aun mayor, o de que la
situación puede volver a repetirse, que todas/os salen a reajustar sus precios
en función de dichas expectativas, logrando de esta forma, que se alcance los
niveles de inflación que
se esperaban.
Estas expectativas inflacionarias en ascenso, sumado a la crisis de
confianza en la que está inmerso el gobierno, perjudican el buen funcionamiento
de cualquier medida que este tome desviando los efectos deseados.Valga la
aclaración: los agentes económicosno
se basan solamente en sus expectativas, ni tampoco afirmamos que es la crisis
de confianza la que genera el proceso inflacionario. Aunque podemos ver que
dicha crisis puede ayudar a que el proceso se perpetué.
De lo explicado hasta aquí, se puede ver a las claras que ninguna de las
teorías desarrolladas es lo suficientemente sólida como para explicar (por si
solas o en conjunto), el proceso inflacionario en la Argentina, ya sea por
falta de sustento teórico o empírico. Lo que sí podemos afirmar, es que la
dependencia total del sector externo para el buen funcionamiento del sistema
económico y las fuertes devaluaciones que se han dado a lo largo del desarrollo
histórico del país, juegan un papel preponderante en las altas tasas de
inflación que atentan contra el nivel de vida de las trabajadoras y los
trabajadores.
Por Ignacio Tunes y Martín Sotiru
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