Una vez más Venezuela se encuentra
sumida en la violencia. En febrero de este año se evidenció la intención de los
sectores opositores al proceso bolivariano -respaldados por EE.UU. y la derecha
internacional- de destituir al gobierno democráticamente elegido de Nicolás
Maduro.
Esta arremetida imperialista no se
desata solamente en las calles venezolanas, sino que principalmente lo hace en
los medios de comunicación masivos. Las grandes cadenas, al estar aliadas a los
grupos desestabilizadores, operan sobre la realidad alterándola según les
convenga, banalizando hechos aislados sin análisis serios, con ánimo de generar
desconcierto y agudizar el caos.
Estos sucesos son de suma importancia
para los movimientos sociales de América Latina y el mundo, por ser Venezuela
abanderada de un proceso político que lucha por la libre determinación de los
pueblos, con críticas claras y acciones concretas para acabar con la miseria
capitalista que somete al mundo.
VIOLENCIA FASCISTA
Los acontecimientos ocurridos tienen
origen a fines del mes de enero, cuando el líder del partido Voluntad Popular,
Leopoldo López, representando a varias facciones de la derecha venezolana,
lanza una campaña denominada #LaSalida, aludiendo a la finalización
antidemocrática del mandato de Nicolás Maduro.
En virtud de ello, el 6 de febrero en
los estados de Táchira y Mérida, se realizaron movilizaciones estudiantiles de
tildes derechistas, bajo la consigna de “más seguridad”, finalizando éstas con la quema de locales comerciales y
la casa del gobernador de Táchira y por lo cual, fueron detenidos algunos
estudiantes.
Luego, el 12 de febrero -“Día de la Juventud” en Venezuela- hubo una serie de
movilizaciones chavistas y antichavistas en conmemoración a la gesta
independentista de 1814. Una de ellas fue convocada por Leopoldo López en
reclamo de la situación económica y la liberación de los estudiantes detenidos.
Al haber concluido la misma, un grupo de mercenarios pagos por la derecha, procedió
a la quema de la Fiscalía General de la República y distintos automóviles.
En los días siguientes, López (con
pedido de captura, luego detenido) y la diputada María Corina Machado (títere
de la CIA) llaman a no abandonar las calles y a continuar con los ataques
desestabilizadores. El método utilizado es la “guarimba”, que tiene por objeto atentar de manera violenta y
sistemática contra la tranquilidad pública, para que intervengan las fuerzas “represivas” del
Estado y la conflictividad aumente, forzando así una intervención extranjera.
Recientemente, un ex agente de la CIA
encubierto, el cubano Raúl Capote, advirtió al diario venezolano “Chávez
Vive”, que centenares de jóvenes venezolanos fueron captados por la
agencia estadounidense y entrenados en Europa del Este, para desestabilizar a
Venezuela.
Hasta aquí los hechos. Pero para poder comprenderlos hay que
indagar sobre los motivos determinantes del afán estadounidense para derrocar
al chavismo. Entonces, es preciso preguntarse en qué consiste el chavismo.
¿Qué es el chavismo?
No se puede entender ni hablar de
chavismo sin considerar lo que fue el punto de inflexión que sentó las bases
sociales y políticas para la aparición de la figura de Hugo Chávez: “El Caracazo”.
El 27 de febrero de 1989, el pueblo venezolano
se lanzó a las calles -sin la convocatoria de ningún partido político-
revelándose ante 40 años de sumisión a las políticas del Fondo Monetario
Internacional (FMI), que se traducen en miseria para el 80% de la población
venezolana.
El 4 de febrero de 1992, se produce un
intento de golpe de Estado liderado por el Comandante Hugo Chávez, terminando
dicha avanzada en una derrota de tipo militar y con varios militares
revolucionarios encarcelados, entre ellos el mismo Chávez.
Sin embargo, esa derrota militar, se
transforma en un triunfo político, ya que varios de los motivos que la
impulsaban son demandas populares presentes en el Caracazo, por lo que recibe
un gran respaldo popular, logrando sus excarcelaciones. Decantando luego en la
creación del Movimiento V República en 1997, de bases ideológicas tradicionales
y regionales, con el cual Hugo Chávez triunfara en las elecciones
presidenciales al siguiente año.
Este movimiento, luego disuelto a fines
de 2006 para integrarse al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), tuvo
como base la democracia participativa, es decir, la participación del pueblo en
la política. Ejemplo de ello es la reforma constitucional de 1999, en la cual el pueblo tuvo un rol preponderante,
eligiendo y elevando propuestas a tratar por los constituyentes.
La propuesta del movimiento básicamente
era concretar un quiebre con el modelo neoliberal hasta ese entonces imperante,
logrando una salida por izquierda de horizonte socialista, no al estilo
soviético de modelo cerrado, sino uno con
arraigo en las tradiciones combativas latinas (Bolívar, Rodríguez, Zamora,
entre otros) y construyéndose con las realidades concretas de la población y
sobre todo, creando poder popular para la liberación.
Este proyecto bolivariano, de fuertes rasgos
nacionalistas, es conciente de que no se limita sólo a sus fronteras, sino que
tiene perspectivas de construcción más amplias; y allí radican sus esfuerzos
inagotables por integrar los países de América Latina y el Caribe en una sola
región, entendiendo que es el único modo de autodeterminación de sus pueblos,
para lograr liberarse del yugo impuesto por EE.UU. y las potencias europeas.
Aquí se expresa uno de los puntos
cruciales del conflicto con el imperialismo yankee, el rechazo al Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA) en la Cumbre de Mar del Plata en 2005, y su
antítesis: la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA)
creada en 2004 por Cuba y Venezuela, con el objetivo de que sea un acuerdo
político, social y económico cooperativo entre los pueblos para luchar contra
la pobreza y la exclusión social. Con
una posición claramente antiimperialista, se ponen en pugna dos proyectos
totalmente distintos.
Con el triunfo del chavismo se da el
primer gobierno popular y de carácter populista en esta nueva era de América
Latina, y en cuanto a esto algunas salvedades: en este caso la idea de
populismo no es antagónica a la de socialismo.
Al respecto, como señala el periodista y
politólogo José Natanson “(…) en las sociedades postindustriales y
globalizadas del ´Extremo Occidente´ de la periferia capitalista, la exclusión ha reemplazado
a la explotación como el principal problema social, lo que en otras palabras
significa que el conflicto no pasa por la ubicación en una cierta estructura
social sino por la posibilidad de pertenecer o no a ella. Por eso, si en los
populismos clásicos la inclusión se producía vía trabajo, hoy se gestiona a
través de los programas sociales, sean éstos las misiones, la Asignación
Universal o el Bolsa Familia. En el camino, el Estado reemplazó a los
sindicatos como el lugar de construcción política de los sectores populares.”
Para llevar a cabo la inclusión es
necesaria la redistribución social de la economía, situación impracticable sin
lesionar los intereses de la minoría que se privilegió durante años acaparando
ingresos para sí.
En este sentido, una de las medidas
impulsadas por Hugo Chávez, fue la Ley Habilitante en 2001, que comprende un
paquete de 49 leyes acordes a la Carta Magna, referentes a materias
sustanciales como la tierra, pesca, hidrocarburos e instituciones financieras,
las cuales se contraponen a los intereses de la oligarquía venezolana.
Pero sin lugar a duda, el
punto más conflictivo fue la política impulsada por Chávez destinada a recomponer
internacionalmente el denostado precio del petróleo -hasta 1999 EE.UU. adquiría
el barril a un precio vil que no alcanzaba siquiera para costear los gastos de
extracción y comercialización-. Para ello fue necesario rehabilitar la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) mediante una gira
internacional durante agosto del 2000.
Concluyendo ésta en un encuentro -luego de 25 años sin reunirse- en Caracas,
donde los países acordaron un precio de barril razonable que beneficie a los
pueblos donde se encontraban los yacimientos, cumpliendo con el principal
objeto de la organización: regular el precio del barril.
La cantidad de años sin reunirse de esta
organización obedecía al lobby de las élites nacionales, quienes se enriquecían
rifando los barriles y beneficiando principalmente a EE.UU. -principal
comprador mundial-.
Con la restitución del precio del
barril, las divisas ingresadas a las arcas venezolanas ascendieron
exponencialmente. Puesto que, además, el gobierno logró un mayor control sobre
la empresa petrolera estatal PDVSA, lo que permitió destinar una gran cantidad
de recursos (64%) a las políticas sociales que caracterizan al proyecto
bolivariano, mejorando la calidad de vida de los habitantes.
¿EL ÁGUILA OTRA VEZ?
Las economías industriales como las de
EE.UU., con elevada producción de bienes manufacturados, necesitan (entre otras
cosas, para mantener su nivel de competitividad) del control directo de
materias primas, de las cuales se apodera sin importar su ubicación geográfica
ni los medios a utilizar. Venezuela, al tener las reservas de petróleo más
importantes del mundo, genera que los ojos del imperio se concentren sobre su
suelo.
Entonces, que un gobierno se declare
públicamente antiimperialista e intente llevar adelante el sueño de Simón
Bolívar, San Martín, el Che y tantos otros de integrar la región
Latinoamericana para asegurar la soberanía territorial e independencia de sus
países, contraviene manifiestamente los intereses del imperio.
Desde el establecimiento de la doctrina
Monroe en 1823, sintetizada en la frase “América para los americanos”, el águila del norte comenzó a regocijarse de las presas
que obtendría al sur del río Bravo.
Una de las máximas expresiones del
dominio imperial sobre estas tierras tuvo lugar durante la década de 1970,
donde se puso en marcha el Plan Cóndor ideado por Henry Kissinger (Secretario
de Estado de EE.UU. entre 1969 y 1977). El Plan consistía, principalmente, en
eliminar literalmente a la clase trabajadora organizada al calor de la revolución
cubana y preparar el terreno para hipotecar los países en nombre del
neoliberalismo voraz, ocasionando una enorme fractura social y niveles de
exclusión inusitados que aún subsisten hasta en países que han intentado
moderar sus efectos mediante políticas “progresistas”.
Estas intervenciones escondidas tras el
velo de las fuerzas militares nacionales y las corporaciones económicas de cada
país, sumadas a las netamente militares (Vietnam, Afganistán, Irak, etc.),
generaron repercusiones negativas a nivel interno y mundial.
Es por ello que se les tornó
imprescindible disfrazarlas, sirviéndose de cualquier desajuste interno que
produzca descontento en la población (llámese inflación, inseguridad,
desabastecimiento o corrupción) para trabajar sobre esa base a través de la
Agencia Central de Inteligencia (CIA) aplicando el manual de Gene Sharp, que
consiste en cooptar a las distintas organizaciones opositoras mediante el
financiamiento y asesoramiento para acelerar el proceso desestabilizador. Y ya con la conflictividad avanzada y traducida en
sangre, entrometerse en los asuntos internos de cada país bajo la consigna de
acabar con la violencia garantizando así, los derechos y libertades de esa
población.
Este no tan novedoso mecanismo de
injerencia internacional (mejor conocido como “Golpe Suave”) viene a suplantar la intromisión netamente militar
mediante técnicas “pacifistas” y legitimadas por la democracia. Así su puesta en
práctica ha servido para derrocar recientemente al gobierno democráticamente
elegido en Ucrania (aliado a Rusia), como también hace algunos años a Muamar
Gaddaffi en Libia, y en Paraguay a Lugo, entre otros.
En Venezuela, las manifestaciones
opositoras iniciadas en febrero de 2014 guardan puntos de conexión con el Golpe
de Estado del 11 de abril de 2002, que forzó a Hugo Chávez a entregarse a los
militares (sin firmar su renuncia) a fin de evitar que bombardeen el Palacio
Miraflores, tras los hechos de violencia ocurridos esa tarde en la marcha
convocada por los sectores más reaccionarios e influenciados por las
principales agencias de EE.UU., la CIA, NED y la NSA.
Allí la misma oposición -a través de
francotiradores encubiertos- disparó contra su gente, para que los medios de
comunicación hegemónicos (Globovisión, la CNN, El País, Clarín, etc.)
atribuyesen la sangre derramada y el caos al presidente Hugo Chávez. Por desgracia para éstos, el pueblo venezolano
secundado por los militares leales al proceso bolivariano, salieron a respaldar
inmediatamente a su Comandante, logrando restituirlo en el poder en tan sólo 48
horas.
Hoy día la tensión en Venezuela es
producto de la imposibilidad de la derecha de hacerse con el poder por vías
legítimas. Las elecciones municipales del 8 diciembre de 2013 fueron
determinantes para afirmar esto último. Agotada la esperanza “democrática” -la derecha pretendía que se tomase como un plebiscito para
forzar la salida de Maduro-, se
puso en práctica la “teoría del atajo”, predicada por la diputada Corina Machado y Leopoldo
López -ambos pertenecientes a la coalición burguesa de la MUD (Mesa de Unidad
Democrática)-. La cual implica desatar toda la bronca
del fracaso en la calle, mediante ataques violentos a las instituciones
públicas, funcionarios y chavistas. Esto se da
en evidente complicidad con los medios de comunicación que se encargan de pasar
parte al mundo, satanizando a Maduro y sus ministros, tal como lo hicieron en
2002.
No obstante, este intento de
derrocamiento a diferencia del golpe del 2002 no logró consolidarse, puesto que
tanto Fedecámaras como el grupo económico Polar no pararon sus actividades en
función de las movilizaciones, como tampoco lo hizo la CTV (Central de
Trabajadores de Venezuela, opositora), sumado al alejamiento de los
antichavistas de las calles por los altos grados de violencia. Por lo cual, el
gobierno y el movimiento chavista lograron controlar los niveles de
conflictividad que, pese a ello, están encendidos ante la persistencia de
pequeños grupos dispuestos a no claudicar hasta que renuncie el presidente.
AVANZAR PARA NO RETROCEDER
Los cuestionamientos al chavismo no
provienen solamente de los sectores más reaccionarios que han ido perdiendo
privilegios durante el proceso. También en las bases del chavismo hay fuertes
críticas producto de la inflación que impacta con creces sobre el poder
adquisitivo de los sectores populares.
El hecho concreto es que cuando una
persona va al mercado a adquirir un producto, no va como chavista o
antichavista, va al mercado y punto, y si allí no encuentra lo esencial para
alimentarse o higienizarse irá creciendo su descontento.
Las maniobras especulativas por parte de
los grupos económicos para desabastecer y aumentar los precios están digitadas
a fin de generar el caos. Ante ello, el gobierno debería servirse de mecanismos
aptos para repeler momentáneamente esos ataques, ya sea controlando la
formación de los precios o fiscalizando la tasa de ganancia de los
especuladores.
Hasta el momento el desabastecimiento se
enfrenta generando una mayor provisión de bienes por parte del Estado, y la inflación con un importante aumento salarial (35 -
48%) logrando sostener el poder adquisitivo de los salarios.
Sin embargo, este circuito es ineficaz a
largo plazo, ya que no soluciona el problema de la inflación sino que tiende a
radicalizarlo mediante la emisión de moneda. Puesto que, al ser escasa la
oferta de bienes en relación al dinero circulante, se genera una depreciación
paulatina de la moneda.
Intentar solucionar problemas económicos
estructurales pateando la pelota para adelante es correr riesgos muy grandes, y
más si esta en juego la continuidad de un proceso como el bolivariano.
El defecto más grande en estos 15 años
de gobierno chavista ha sido no revertir la estructura monoproductora del país.
En Venezuela los dólares ingresan a merced de la exportación del petróleo (90%
del total), gracias a la revalorización del barril a iniciativa de Chávez.
No hay que olvidar que una parte muy
grande del dinero se destinó a recomponer la pobreza estructural dejada por el
neoliberalismo, y con ello ganar legitimidad en el pueblo que hacía una década
se había alzado contra la miseria neoliberal. Esta
primera etapa del chavismo necesita ser superada con políticas que profundicen
lo hasta ahora logrado, de lo contrario los avances se irán diluyendo.
La actual coyuntura debe llamar a la
reflexión del gobierno, tal como lo anunciara Chávez el 20 de octubre de 2012
frente al Consejo de Ministros, es esencial dar el famoso “Golpe de Timón”. Los funcionarios encargados de los distintos
ministerios deben salir a la calle a construir el socialismo a través de las
comunas y el poder popular, y no decretarlo desde la lejana comodidad de sus
despachos, es fundamental cortar con el burocratismo ministerial. En
palabras de Chávez “… ni desde Miraflores ni desde la sede del ministerio tal o
cual vamos a solucionar los problemas (…) cuidado, si no nos damos cuenta de esto, estamos
liquidados y no sólo estamos liquidados, seríamos nosotros los liquidadores de
este proyecto.”
Además de ello, el pueblo venezolano
necesita que la redistribución de la renta petrolera se transforme en una
redistribución en fuerzas productivas, mediante la generación de empleo
genuino. Para ello se debe desarrollar un acentuado proceso de
industrialización con el objeto de diversificar la producción interna de
bienes, a través de empresas gestionadas por los mismos trabajadores, donde
ellos sean los dueños de los medios de producción, quitándole poder al sector
empresarial concentrado.
La creación de industrias, debe
insertarse en una organización colectiva de la producción, distribución y
consumo, porque inaugurar fábricas que sean una isla, rodeadas del mar
capitalista, terminan siendo tragadas por el mismo, como señalara Chávez.
Ahora bien, si el gobierno no se decide
a profundizar el hasta ahora conocido capitalismo distributivo, son las
organizaciones de base revolucionarias que se alistan dentro un espacio
heterogéneo como lo es el PSUV quienes tienen que impulsar los cambios, a
través de la disputa de tendencias frente al ala conservadora que frena la radicalización
del proceso.
La manera más eficiente de repeler los
avances de la derecha imperialista es a través de la lucha y organización
popular, siendo el pueblo real partícipe en la toma de decisiones,
interviniendo políticamente para modificar la actual estructura económica.
Hoy no solamente está en juego el futuro
de Venezuela, sino el de todas las organizaciones populares de América Latina
que crecieron y se conformaron al calor de las luchas libradas contra el
neoliberalismo.
La llama encendida por el “Caracazo”
debe ser revitalizada para que su fulgor ilumine a toda Nuestramérica, porque
no se trata de qué sistema de producción es mejor o peor, se trata simplemente
de comprender que bajo el capitalismo la humanidad está cavando su propia
tumba, porque los recursos naturales son finitos, simplemente se acaban. Es una
cuestión de subsistencia: si queremos conservar nuestra especie, el socialismo
es la única alternativa viable.
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