miércoles, 26 de febrero de 2014

Acá me pongo a cantar, al compás de la villera



“Cumbia callejera, 
quién dijo que esto no es arte
Damas gratis, Cumbia callejera (2005).
La cumbia no es sólo un estilo musical, su popularidad, su influencia y su fuerza hace que traspase territorios, fronteras, clases sociales, lugares comunes. ¿Por qué no permitirle su ingreso también al amplio campo de la literatura? Y ¿por qué no permitirle ingresar en un mundo tan complejo y vasto como la educación? De una vez por todas, la cumbia, y la música en general, deberían ocupar un lugar en las aulas.

La cumbia se originó en la costa norte de Colombia. Es un estilo musical que incorpora raíces africanas con influencias españolas e indígenas. En este sentido es un híbrido entre dos razas:
“Yo vine a la Argentina y te traje mi sonido, 
estilo blanco y negro, esto lo que yo más quiero, 
pa´ que
lo bailen todos, todos los negros cumbieros.
De ritmo que se escucha y se baila sin parar, 
Con Los Chicos De Barrio, Pablito va a agitar...” 
Damas gratis, A dónde están los negros

Una vez insertada en América Latina se difundió como un ritmo asociado directamente al baile. Así se dividió en sub géneros como cumbia colombiana, cumbia brasilera, cumbia argentina, cumbia paraguaya, etc. Dentro de la Argentina la cumbia se diversificó y dio lugar a otros géneros como el cuarteto.

Hay que destacar que es un género asociado a los márgenes, a la periferia de la capital. Frecuente en las bailantas y cantinas la cumbia adquirió popularidad y masividad. En la actualidad, hay compañías discográficas que se dedican sólo a este género.



La cumbia tiene repercusión en todos los ámbitos, pero generalmente se la asocia a los estratos sociales marginales o más bajos. Sin embargo, no hay que ir sólo a las bailantas para escuchar cumbia. Sin ir más lejos, en cualquier bar o bolichito de la ciudad de La Plata, se puede bailar esta música. Aunque hay que reconocer que en los bares donde asisten jóvenes de clase media es más frecuente que se escuche Agapornis o cualquier tipo de banda de este estilo que están muy de moda en la actualidad.

El porqué hoy en día existe una “cumbia cheta” que retoma cosas del género para mezclarla con un look muy cercano al pop latino, merece ser objeto de un análisis en particular. Sin embargo, para no pasar por alto la cita, es interesante la apreciación que hace la socióloga Maristella Svampa en su escrito  “La transformación y territorialización de los sectores populares”, al decir que: “Este tipo de consumo de un fenómeno cultural ajeno para la clase media o media alta, lleva implícito un reconocimiento y a la vez una toma de distancia, donde persiste el reflejo estigmatizador (su carácter de música villera, propias de las villas miseria).

La cumbia genera identificación y pertenencia. Con sus letras es capaz de representar desde una historia de amor hasta las problemáticas de un estrato social bajo como las drogas o la policía corrupta. Hay otros géneros musicales que reflejan estos tópicos, el rock por ejemplo, pero la cumbia lo hace desde lo directo, no se maneja con rodeos sino que es explicita y sin metáforas:
“Ellos que están arriba tienen todo el poder, 
Prometen tantas cosas que no van a hacer, 
Se llenan los bolsillos te dejan sin comer. 
A todos los vamos a matar”.
Yerba brava, A la celda (2001).

Las letras de cumbia apuntan contra todo aquello que les parece sucio y macabro (la policía, los poderosos, los caretas). Si lo hacen con violencia es porque el mismo sistema y sus distintas instituciones de poder ejercen violencia. Denuncian al sistema represivo en que estamos inmersos:
“Estás de servicio y tomas papusa, bajas 
del patrullero con la carretilla dura, 
re persecutoria chamuyas todo trabado, 
¡Salta la ficha que enroscado estás!
Gorra basura, andas cortando fuga, 
gorra basura, andas cortando fuga, 
con la carretilla dura, 
con la carretilla dura”.
Mala fama, Gorra basura (2001).

Si la cumbia está tan presente en muchos ámbitos, ¿Se puede hablar de la presencia del género en la escuela?

Primero, hay que destacar que es importante la inclusión de materiales no literarios para enseñar. Además, algunos materiales no literarios pueden volverse literarios en el momento mismo de su utilización. Si para que los chicos se entusiasmen con la poesía, el docente incorpora letras de canciones y le sirve, bienvenido sea. Además, ¿Quién dijo que las letras de canciones no son poesía? Y ¿Quién dijo que las letras de canciones de cumbia no pueden serlo también?

Muchos docentes incorporan letras de rock, tango o folclore, ¿y si incorporamos una canción de Damas Gratis o de Yerba Brava? Seguramente los jóvenes se sentirán más identificados y más cómodos porque conocen esas canciones, porque las escuchan en los boliches o en sus casas. Quizás no conozcan o no les guste mucho el tango y el folclore. En cambio, las letras de cumbia permiten una identificación y una conexión con el barrio, con los pibes, con las minas.

Como explica Mariano Dubin en su ensayo “De la gauchesca a la cumbia villera”[1]: “Los contenidos de la música tradicional no podían expresar la experiencia de los jóvenes villeros, hijos de la villa, y ya hijos o nietos de provincianos. Es el momento en que Pablo Lescano, creador de Damas Gratis, considera que la estética de la cumbia debe desarrollar la experiencia villera. Explicaba entonces Lescano: ´Pensaba que había que hablar como los pibes de la calle. Y utilizar frases tumberas que acá todos conocen: jilguero, gato, bigote`”.

Pero el lenguaje de la cumbia no se reduce sólo al lenguaje de la ilegalidad social o al lenguaje de la cárcel, dice Dubin: “No se puede limitar el lenguaje de la cumbia villera a la cárcel; no es un discurso carcelario. Sin dudas, evoca ese mundo pero no finaliza allí su búsqueda. La cumbia villera nombró por vez primera un mundo que perdía todas las ilusiones liberales” agregando además que, los artículos periodísticos, los papers universitarios, las discusiones de café proliferaban al pulso de la paranoia del poder de ver otra vez ocupada Buenos Aires por las clases populares, explicitando que sin embargo,  “ese mundo sólo pudo ser nombrado por los letristas villeros”.

Pero no sólo se trata de llevar música a las aulas. Existe literatura relacionada con la cumbia, poca pero existe. Un buen ejemplo es la obra del escritor paraguayo Oscar Fariña: “El guacho Martin Fierro”. Establece una parodia del famoso texto gauchesco argentino:
“Acá me pongo a cantar
al compás de la villera,
que el guacho que lo desvela
una pena estrordinaria,
cual camuca solitaria
con la kumbia se consuela.

Pido a los porros del Chelo
que ayuden mi pensamiento,
les pido en este momento
que voy a cantar mi historia
me deliren la memoria
que esta va con sentimiento”.

El poema de Fariña representa una buena manera de conectar a los pibes con el Martin Fierro. A través de la parodia y, si se quiere, de la comicidad, el docente puede incluir como previo a la obra original, algunos versos del poema de Fariña para descontracturar y ganar la atención de los pibes dentro del aula. Seguramente el guacho villero los acercará más a su realidad cotidiana que el gaucho propiamente dicho.

Otro texto interesante es “La virgen cabeza” de Gabriela Cabezón Cámara. La autora desarrolla un mundo donde se enfrentan pobres y ricos, los pobres comandados por una travesti dentro de la villa y los ricos siempre mostrando asco y miedo. A la travesti, Cleopatra, se le aparece la Virgen y decide dejar de lado la prostitución para mejorar la situación de la villa: sacar a los pibes y pibas de la droga (precisamente el paco) y de la calle. Una periodista de policiales llamada Quïty se enamora de Cleopatra y comienza una historia de amor, un amor inesperado para la literatura, entre una travesti y una mujer.

Lo que muestra también es un mundo de violencia y excesos: las drogas, el sexo,  el alcohol, la villa, las mafias, la policía corrupta, el Estado, la Virgen, las putas, los chorros, las travestis, los niños, las chicas, la SIDE, la cumbia: un festival de elementos que se mezclan y se unen en esta novela.

Interesante es analizar este tipo de novelas que van más allá de lo canónico e intentan mostrar la realidad que viven muchos, pero sin dejar de lado las características formales de la literatura.

Sin embargo, el ejemplo más claro de  literatura villera es Washington Cucurto. Si bien en su DNI figura como Santiago Vega, fue su seudónimo el que lo llevo a la fama y a ubicarse en las grandes ligas de la literatura nacional.

Además de ser un escritor extremadamente prolífico (en el 2012 editó tres novelas), ha logrado instaurar una fraseología propia, con un estilo que te llevan a la cadencia que derrama la cumbia en cada una de sus canciones. Por eso, la mejor manera de hablar de Cucurto es a través de su obra, la cual puede gustar o no pero nadie podrá negar que ha marcado un estilo, que ha molestado a los grandes académicos pero también a los que reivindican la cultura popular.

Si entendemos a la cultura como constructora de hegemonía, es entendible que también desde estos lados se lo critique a Cucurto y a su machismo. Una de sus obras, “El curandero del amor”, en su primer capítulo tira líneas como las siguientes:Megabardera, ultratrola, imparable, por eso la quiero tanto, por eso amo a mi ticki cumbiantera”
Tiene la habilidad de que no se sepa si el que habla es Cucurto o Vega. Si es su alter ego o no. Lo querés o lo querés cagar a trompadas, no tiene demasiados grises. Y ahí está la gran habilidad del quilmeño.

En esta novela también aborda temáticas sensibles como el aborto practicado en condiciones completamente precarias. Su relato extremadamente crudo, no sólo logra hacernos meter de lleno en una de esas lúgubres salitas, sino que además nos hace tomar nuevamente conciencia de una realidad que aqueja a una porción enorme de las pibas de nuestros barrios:
“–Puto, puto. No quiero tener un hijo tuyo.
Y lo miró al curandero.
–Y usted, déjese de joder y meta esas pinzas.
Yo me quedé volando entre mis lágrimas por el cachetazo de mi ticki: Sentí sus alaridos de dolor. Después fue todo sangre. Las sábanas, la cama, la pieza, el barrio y el barcito peruano. El mundo fue rojo, como la Unión Soviética o la cancha de Independiente de Avellaneda.
El curandero del amor se asustó.
–Hay mucha sangre, hay que quemarla o se morirá desangrada.
Mi ticki cumbiantera, mi compañera fiel, mi hermana, mi todo, sangraba sin parar. La sangre inundaba el piso como una inundación. Como un río de sangre. La sangre de nuestro amor, la sangre de mi vida.
–Va a haber que hacer una curación doble de urgencia.
El curandero corrió hasta el ropero. Tiró la ropa que había adentro y sacó un nebulizador. Con la manguera me ató el brazo y con una jeringa comenzó a sacarme sangre.
– ¡Sangre! –gritó.
Yo sentí el pinchazo y la sangre que salía de mi cuerpo.
– ¡Cerrá el puño, pelotudo! –me volvió a gritar.
Cuando terminó voló la goma del nebulizador dándome otra cachetada en la mejilla.”

Otra cosa para destacar de Cucurto o Vega (ya no importa la diferencia en este momento) es la creación de Eloísa Cartonera. Él no fue el único, pero si uno de los impulsores de esta cooperativa, que a través de la compra del material que recolectan los cartoneros, editan sus libros con las tapas de ese mismo cartón, pintadas a mano y con el amor que solamente la fuerza del trabajo cooperativo puede lograr.

Cucurto, también se metió con la historia. Jugando a construir un nuevo revisionismo desde los márgenes,  en el año 2008 se editó 1810: La Revolución de Mayo vivida por los negros. Una novela donde el propio Cucurto, como personaje, convive con San Martín en el Barrio de Constitución como escenografía latente.

“Querido general San Martín, doscientos años después te escribo encerrado en una pieza del barrio de Constitución, te escribo como si fueras un hermano que no conozco. Te escribo desde mi condición de escritor cumbiantero contemporáneo que no acepta la historia como se la contaron otros. Desde mi corazón de admirador y enamorado tuyo, ahora que te descubrí doscientos años después, desde un rincón del Río de la Plata que supo ser terreno de todas tus hazañas y amoríos tales. Hoy sos “el faro, el guía, el Libertador y prócer de América”, en los libros de historia y en la boca de los políticos revolucionarios de izquierda. Yo te quiero como el hombre sencillo que fuiste y que ocultó su imagen de luchador de grandes gestas.”

Podríamos citar algunos ejemplos más de literatura que se basa en los márgenes, en la periferia, en todo lo que el canon deja a un costado y la Academia no incluye. Podríamos proponer incluir este tipo de literatura en la escuela y, por qué no, en la Universidad.
Pero, ¿podemos hablar de la cumbia en literatura? Bueno, esto sería mucho decir. Se puede incluir a la cumbia en referencia a  su contexto más conocido: la villa, el barrio, los pibes y las pibas, las bailantas, la calle. Tocar estos tópicos sería incluir nuevos sujetos sociales y nuevos contextos que pululan


Por Camila Grippo y Nacho Saffarano

[1] Se puede entrar en:  larazondemilima.blogspot.com.ar

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