Esto de haber empezado en noviembre con la búsqueda de
historias que se esconden detrás de ciertas costumbres, características fuera
de lo común, es un golazo. Calorcito y calor, te dejan patear la calle, la caminata
se utiliza mucho más como medio de transporte cuando el fresquete invernal
desaparece hasta nuevo aviso.
Y claro que en el andar, aunque muchas veces sea automático,
es donde podemos encontrar esas pequeñas cosas que pueden pasar inadvertidas o terminar
siendo gigantes, y no sólo para uno, sino para una ciudad.
En este número, charlamos con el encargado de devolverle la
vida a los árboles que mueren, a las
maderas olvidadas del Parque Saavedra. Este espacio verde, abarca las manzanas
que van de 12 a 14 y de 64 a 68; y es uno de los parques más antiguos de la
ciudad. Tiene además dos partes, una abierta y una cerrada que es más arbolada,
en esta última es donde el compañero de 34 años, Fernando Rigone, le da significado
a un pedazo de madera.
Fernando nos relató sus inicios en esta historia: “yo empecé a jugar con madera desde chiquito,
siete u ocho años y lo fui tomando más en serio a medida que me hacía más
grande. En el 2001, la situación del país me dejó sin laburo, no tenía un mango
y por necesidad me convertí en artesano, fue difícil. Lo que vendía en el día
era lo que comía, y encima la policía te levantaba de todos lados”.
Nos cuenta que sorteó la crisis, pudo recibirse y ahora es
profe de literatura y labura en la facultad de Humanidades: “Por un tiempo tuve olvidada
la artesanía, hasta que un día me dio ganas de hacer mi brazo izquierdo y
empezó de nuevo. Pero el motor para arrancar y seguir fue una madera de 13 y
69, que la veía siempre que iba para lo de mi vieja”.
Un buen día se decidió
a intervenirla sin preguntar y con miedo de cómo iba a reaccionar la gente y
sobre todo los órganos institucionales, pero la receptividad fue buena: “Los vecinos me prestaban electricidad, y
hasta un día cayó un patrullero y pensé que se me venía, pero no, me felicitaron
por el trabajo (risas)”.
Nos cuenta además que desde ese entonces lo invitaron a intervenir
en el Parque Saavedra, pero que con esa gente quedó todo mal, porque eran del
municipio y chapeaban con eso, cuando en realidad al trabajo lo estaba haciendo
él porque tenía ganas y nunca le pagaron un peso.
Fernando comentó que le cuesta vender las obras, incluso le
costaba cuando era artesano, y argumenta: “me
da cosa pensar que eso va a quedar en una casa o un museo y no lo va a ver
nadie. Lo que me interesa tiene que
ver con el arte de la calle, el arte popular en el sentido de que es accesible
a todo el mundo”.
Con mucha pasión
Fernando habla de la idea de re-significar espacios: “Esa esquina que antes no te decía nada, ahora te dice algo, y la gente
se apropia de eso también, es parte de ese camino que vos tenés que hacer para
ir a trabajar. No importa ya si la obra es linda o fea, sino qué significa para
el que lo ve”. Este artista, concluye la idea haciendo referencia a lo que
pasa en “la nena” de 13 y 69, que cada 15 días, una persona que él no conoce ni
tampoco sabe por qué, deja una flor en los pies de la escultura. Y remata: “también hay gente que piensa que es una
cagada (risas)”.
En 2010 fue su primera escultura en el espacio público y a
partir de ahí ya tiene 40, en La Plata y los alrededores también. En relación a
ello, nos cuenta que: “Hay un movimiento
grande de talladores que está pasando un momento muy bueno y creciendo cada vez
más. Acá en La Plata hay unas 40 o 50
personas que estamos en la misma”.
Para concluir, retomamos la idea que viene del número
anterior, y que en este caso Fernando, nos dé su opinión sobre un tema de la
sociedad, esta vez elegimos policía y seguridad. Fernando reflexiona que: “Si lo tengo que pensar a título individual,
de individuos pienso que son algunos pobres tipos que tienen que laburar de eso
porque no les queda otra, y otros tienen una vocación de poder que asusta y
deciden trabajar de eso”.
Su opinión, no se
queda allí, Fernando piensa que en cuanto a la institución, la policía es “quema cabezas, transforma gente muy piola
en no tan piola”, y agrega además que “sería
bueno que la función que tienen que cumplir en nuestra sociedad no fuese
necesaria, pero ya que lo es, que revisen su estructura hiperverticalista y la formación de quienes lo ejercen”.
En cuanto a la
seguridad concluye que: “Sí, la verdad es
que hay inseguridad, y que el nivel de violencia que tenemos es alto, pero nos
estamos haciendo cargo de los ´90, y de un proceso de hace 30 años. Ahora ¿Cómo
se soluciona? Seguro que con más policías no”.
Le ponemos un punto final a la historia de Fernando, quien
seguirá tallando los árboles de la ciudad, quizás alguno de estos días, tengan
la suerte de encontrarse con su arte y recordar que detrás de esa obra se
encuentra la historia de un hombre que tiene mucho para contar.
TEXTO: Juan Fernández
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