Y es que La Mágica , es sencillamente
eso, una fiesta de cumbia. Sus creadores, integrantes de los grupos Los Labios y Fantasma, la han pensado como la primera fiesta “off bailanta”:
¡Pero ojo! El hecho que sea pensada como una fiesta para un público de clase
media, media-alta, no hace que excluya a aquellos fanáticos cumbieros,
residentes de los espacios tradicionales de cumbia.
Intentando romper con
la lógica imperante bolichera, de que hay que ir vestido de determinada manera
porque si no, no pasas, en La Mágica cada uno se viste
como quiere. Sos cheto, bienvenido cheto. Sos freaky, bienvenido freaky. Y
así se puede seguir enumerando. Con una movida nocturna, tan caracterizada por
segregar al público, resulta por demás gratificante que surjan espacios capaces
de abarcar a gente de todos los palos.
Hay que remarcar que,
cada fiesta está acompañada por dos o tres bandas en vivo, siempre una de “las
grandes ligas” sumadas con bandas emergentes que fusionan cumbia con otros
estilos como puede ser el hip-hop, la salsa e incluso la electrónica.
En la primera edición
platense, se encargaron de abrir el escenario Los Cheremeques, un grupo sureño que rompe con la lógica de la
cumbia comercial, para meterse en ritmos latinos como la salsa y el son, que
lleva al resultado más que obvio, de todo el público bailando.
A continuación, la banda más esperada de la
noche, arrojaba sus primeros acordes. Desde Santa Fe, el Banana Mascheroni
irrumpe el escenario para delirio de la monada. Los Del Fuego ya estaban
sonando y, la ecléctica versión de “Persiana Americana” de Soda Stereo, provocó
que más de un fernet se chorreara producto del proto-pogo que se hizo en el
medio de la pista.
No faltaron los
clásicos interpretados por los santafesinos. Clásicos que no fueron compuestos
por ellos, pero que han sido reinventados y aprehendidos por su público, para
sentirlos propios. Para aquellos que gozamos de la música en su variedad
pudimos darnos el gusto de escuchar en una sola banda, temas de Silvio
Rodríguez, de Los Redondos y Bob Marley. Todos en un ritmo cadencioso, que invitaba
a mover el cuerpo entero, incluso a aquellos pocos agraciados que al intentar
mover la cadera, solo logramos un leve vaivén en los hombros.
Y así se desarrolló la
noche: con ritmo y sustancia. Celebrando que la música, una vez más, ha logrado
traspasar las barreras sociales y mancomunarnos en una masa homogénea, bailando
melodías salvajes.
Por Nacho Saffarano
Por Nacho Saffarano
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