“Es re-aprender la relación con algo que te pudo
haber matado. Es resinificarlo, es convertir aquellos que veías como veneno en
alimento. Eso me pasó con ‘Gordas’, transformé el veneno en alimento. Y tiene
que ver con el punto de apoyo desde el cual te enfrentas hacia ese objeto ¿La
comida es tu enemigo? No, no es tu enemigo, la necesitas para vivir. Es comer
para vivir no vivir para comer”, así nos comenzó la charla con Natalia Marcet quien en su obra de
teatro “Gordas” cuenta su lucha contra su enfermedad: la bulimia.
Vivimos
inmersos en un mundo donde la obsesión por el “cuerpo perfecto” está a la orden
del día. Continuamente se imponen y se
“ataca” con estos pensamientos e imágenes. Y muchas veces, resultado de esto, son
los trastornos alimenticios. Éstos se manifiestan cuando una persona no recibe,
por decisión propia, la ingesta calórica que su cuerpo necesita según su
estatura, edad, actividad física, etc.
Ésta realidad, hace necesario un debate frente a
una problemática que va en aumento y, entre tantas historias, Otro Viento se encontró con la
experiencia de Natalia, una artista de 44 años que sufrió desordenes
alimenticios gran parte de su adolescencia y adultez: “El primer
síntoma fuerte fue a los 14 años porque un novio de me dejó porque en el pueblo
de donde soy originaria, Dolores, nos decían “el 10” porque él era flaquito y yo
siempre fui normal pero grandota. Entonces él era el palito y yo el cero. Lo
cargaban un montón y yo me entere y empecé una dieta anoréxica que duro seis
meses”
Así empezaron los trastornos alimenticios de
Natalia, quien pasaba por etapas restrictivas, donde no ingería alimentos y por
otras compulsivas donde comía sin parar y luego, por ejemplo, hacía ejercicio
extremo: “Porque
nunca me induje vómito estaba tan difícil diagnosticármelo porque en aquella
época lo que se sabía y se decía socialmente, era la profunda anorexia ‘la
chica no come’ o la bulimia que era sólo ‘se mete los dedos para vomitar’ y yo
no me metía los dedos para vomitar. Entonces eso hizo que los síntomas se
profundizaran en el tiempo.”
Luego de encuentros con falsos homeópatas que le
dieron pastillas como anfetaminas para adelgazar (vale mencionar el rol que tiene el mercado desde la industrias
medicinales de “adelgazantes mágicos” que solo venden falsas ilusiones, jugando
con la salud de quienes las compran) y luego de tomar diuréticos, laxantes y
demás, la enfermedad se transformó en un día a día, “los síntomas
eran mi forma de vivir, se representaban en mí como la única forma de vivir”,
afirma Natalia.
Si bien, según los especialistas estas enfermedades
se reconocen desde fines del siglo XIX y aparecen casos documentados desde el
SXVII. Su expansión es propia a la
sociedad actual, sociedad patriarcal a la cual Natalia critica y considera
responsable: “La feminidad es
asociada a la delgadez y esto tiene que ver con un modelo patriarcal, cuerpos
más dominables, manipulables, pesos muertos sin sostén, sin apoyo en la tierra.
El concepto del macho grande, la mujer chiquitita, manipulable, dominable, a
mis espaldas.”
Son varias las causas que pueden llevar a que una
persona padezca dichas enfermedades pero hay dos entornos que son considerados
de mayor influencia: el familiar y el cultural. En su experiencia, Natalia
encuentra el embrollo de su enfermedad en varias causas: “Un enorme agujero
emocional más toda la presión externa: familiar, interna (propia), presión de los medios y
una presión por ser la mejor en todo las 24 horas, fantasía de perfección.”
Esa necesidad de ser “flaca”
“Que mal que está Nati”, murmuraba la gente en
aquellos periodos que Natalia aumentaba de peso. Esto tiene ver con un
estereotipo de belleza que implica un peso que no es sano para la gran mayoría
de las mujeres. Por ejemplo Natalia nos cuenta sobre el libro Fat is a feminista issue de Susie Orbach
el cual explica que: “Las
mujeres necesitamos acumular grasa en determinados momentos de nuestra
vida y en determinados lugares de nuestro cuerpo para dar pase a los cambios
hormonales que nos corresponden como mujeres, como cuerpos que después van a
dar vida. La gordura es un derecho femenino”.
Pero la cultura actual, supone un prototipo de
cuerpo que no acepta que cada persona tiene un cuerpo con una realidad que lo
diferencia como única, según su estatura, las actividades que realiza, su edad.
Por estas características le corresponde un determinado peso para estar
saludable que no se condice con el “peso ideal” para la sociedad actual: “Los cuerpos de las mujeres son colonizados, un
mercado te dice cómo tiene que ser tu cuerpo entonces te está ordenando, te
está sistematizando, te esta masificando bajo un mandato. Es una forma de
dominación y colonización del cuerpo de la mujer”.
Se reproduce también, en los talles de ropa cada vez más pequeños, que no
cumplen con la llamada “ley de talles” (regida según la norma IRAM 75300) la
cual tampoco está reglamentada de forma correcta.
“Gordas”: una historia de vida
“Durante un tratamiento que hice, de tres años con
internación psiquiátrica, internación de día, porque estuve al borde de la
muerte, veía que gente se iba muriendo mientras yo me recuperaba y entonces
dije: ‘yo tengo que dar servicio’.” Y lejos de quedarse con
las manos cruzadas, una vez finalizado el tratamiento, Natalia recurrió a su
pasión, el arte. Desde chica que bailaba, actuaba y cantaba entonces se
convenció que era desde ese lugar, desde donde podía contar su historia, que
representa la de muchas otras.
“Yo recordaba
escuchar una mujer, cuando empecé el tratamiento, que decía ‘se puede, se
puede’ y yo pensaba ‘boluda callate, no me digas se puede que yo no sé que voy
a hacer el próximo segundo sin comerme una heladera entera. No me jodas’. Era
totalmente contraproducente. Entonces me di cuenta que en realidad yo tenía una
herramienta, que era el teatro donde yo podía transformar una historia de vida
en un objeto estético que diera servicio”.
Hace seis años que “Gordas” recorre el mundo no
sólo en teatros sino también en escuelas secundarias. Su obra plantea este
debate, lo grita: “Un psicoanalista me dijo algo maravilloso, más allá
de la bulimia y la anorexia, ‘Gordas’ de lo que habla es de la terrible bestia,
el terrible demonio que tenemos adentro que se produce de la terrible presión
que tenemos desde el afuera”.
Con su obra, Natalia busca la prevención como
objetivo primordial, “si vos ves el
espectáculo y después estas frente a un laxante, ya vas a tener el recuerdo del infierno y no
te lo vas a tomar. Si eso le produjo a
alguna persona que vio el espectáculo, la función de mi vida está cumplida,
porque esa es la prevención, que también apunta a entender que es de una
profunda ignorancia discriminar a una persona por la forma de su cuerpo”.
El interés de Natalia no queda ahí, su idea es
generar una red que implique seguir trabajando para estar cada vez mejor, con
colaboración de la sociedad para propagarlo y es ahí donde ve la falencia, de
quienes están en el poder: “Yo creo que hay una gran responsabilidad
que los gobiernos no están cumpliendo, que tiene que ver con legitimar, viabilizar
y guiar las prevenciones primarias y secundarias de los desordenes en la
alimentación. No se lo toma como algo primordial y de carácter primario y
necesario para la sociedad. Estoy hablando de prevención, para que la
gente no caiga, para que la gente sepa que es normal y natural que los
cuerpos sean distintos”.
La charla concluyó dejando entrever que tal como
ella decía, hay una profunda ignorancia sobre estas cuestiones. Eso sí, Natalia
deja bien claro que su lucha fue dura y significó un cambio radical: “Aprendí el límite de la saciedad, aprendí a sentir hambre y saciedad. Aprendí este
ciclo, que es un ciclo primario que tenes que aprender también, porque yo no
tenía hambre y saciedad, tenía ansiedad, atracón. Ahora tengo herramientas para
diferenciar cuándo es que quiero comer una torta y cuándo es que con eso quiero
tapar algo que me dolió en el mundo emocional, algo que me dolió, así de
sencillo. Algo que te lastima, algo que no podes procesar”.
Por Paula Calgaro y Melanie Timpanaro
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