“Durante la golpiza los cinco hombres no dejaban de gritarnos
‘nosotros matamos putos’, y a mí (Marina), mientras me golpeaban me gritaban
‘puto, puto, puta de mierda’; desplazando mi identidad hacia cualquier lugar
habilitado por ellos, en la incapacidad de nombrarme lesbiana, de reconocer en
voz alta a quién y a qué estaban castigando.”
Este fragmento pertenece
al testimonio de Marina quien junto a su amigo Rodrigo fueron víctimas de una
golpiza en plaza Italia, en la ciudad de La Plata , en febrero de este año. Los responsables
fueron un grupo de hombres cuyo motivo principal fue la intolerancia y rechazo
hacia su orientación sexual.
Después de dos leyes
fruto de la histórica lucha del movimiento gay, travesti, transexual, tránsgenero,
bisexual e intersex que otorgan el derecho a la identidad, con la ley de Identidad de Género
sancionada en mayo de 2012, al matrimonio entre personas del mismo sexo sancionada
en 2010 y a 23 años de que la homosexualidad haya sido sacada de
la lista de enfermedades mentales de la Organización Mundial
de la Salud
parece que algunas cosas todavía están en blanco y negro.
La actitud de esta patota que agredió a dos
personas por su manera de ser o de vivir, quienes además terminaron en el
hospital, responde a una discriminación de tipo sexista cuyo parámetro de
‘normalidad’ es la heterosexualidad obligatoria. Más aún, a quien no sigue este mandato se le responde con violencia. Y
a la violencia simbólica se le agrega la física. A lo que se castiga es a lo considerado
‘diferente’ en una sociedad que a pesar de algunos avances sigue moviéndose en
términos patriarcales.
Pero
¿cómo es que en el año 2013 sigamos presenciando hechos de esta magnitud? Porque si bien este fue sólo un caso existen
muchos más como el crimen de Pepa Gaitán, asesinada por el padre de su pareja o
bien el caso de ‘la Moma ’,
una travesti asesinada en 2011 y cuyo crimen sigue sin ser esclarecido, entre
otros, no solo aquí en Argentina sino en el mundo también. Son golpes físicos y
psicológicos que en ocasiones terminan en asesinatos o bien suicidios por lo
cual no hay que callar sino más bien lo contrario, visibilizar dichos casos
para que no queden impunes.
Para
establecer el comienzo de este tipo de discriminación habría que retomar cómo
fueron construidos los distintos actores sociales a través de la historia,
profundizar un poco en las construcciones sociales que han sido internalizadas
y naturalizadas. Con respecto a esto, el antropólogo Isidoro Moreno expresó que
hay quienes consideran que otros:
“Desde la lógica productivista del sistema, son diferentes, y por lo
tanto tratados como desiguales, cuanto no pueden ser definidos como población
activa (por ejemplo) quienes no presentan una orientación sexual exclusivamente
heterosexual, es decir, dirigida explícitamente, al menos de forma potencial,
sólo a la reproducción: Gays, lesbianas, bisexuales”[1].
Es así
como mucho de lo considerado fuera de los parámetros de ‘normalidad’ fue y es
utilizado en forma de burla y/o agresión en varios ámbitos sociales como por
ejemplo, en el caso de Mariana y Rodrigo, en la plaza donde lo que se castiga
es a ese ‘otro/a diferente’. La agresividad de estos hombres, no es un hecho
aislado sino que, lamentablemente, representa a muchas otras personas en la
sociedad.
Detrás de las palabras
Por otra parte, la lengua está cargada de ideología, como se nombran
las cosas es parte de como se
representan los valores. Y esto, transmite además una visión del mundo. Por
ejemplo, para denigrar a una persona, en el caso de Marina y Rodrigo se ve
claramente, la utilización de la palabra ‘puto/a’.
Es aquí donde se crea el enfrentamiento entre quien no es “hombre” en
los términos antes mencionados es señalado peyorativamente como “puto”. En este
caso, para entender el porqué de esta dicotomía entre hombre/puto se puede
retomar al autor Eduardo Archenti quien explica que: “Ser hombre pasa por una práctica en la que para serlo debemos convertir
a los otros en ‘no-hombres’, en anomalías del género y esto a partir de prácticas
humillantes”[2].
Es así como una identidad se fortalece
negando a otra, se hace visible cuando encuentra otro en quien depositar una
imagen negativa.
En
cuanto a la utilización de la palabra ‘puta’ o bien mismo ‘puto’ masculinizando
a una mujer que le gustan las personas de su mismo sexo también representa un
tipo de invisibilización porque se niega su identidad. ‘Torta’ es otra de las
palabras que se utilizan de manera peyorativa cargándolo de significado
negativo, es decir, que a una mujer le guste otra mujer es utilizado como
insulto.
Como
vemos aún queda mucho por trabajar para erradicar esta constante discriminación
que sufren las personas homosexuales, bisexuales, trans e intersex. No alcanza
con promulgar una ley, eso es un comienzo. Falta por ejemplo, difusión de
información para el acompañamiento de niños/as cuya identidad está en plena construcción,
aquí no se puede dejar de tener en cuenta la figura que tiene la iglesia en la
educación y formación y el discurso que sostiene sobre la homosexualidad e
identidades diversas.
Falta la figura del Estado en la vulneración
de derechos y cuya ausencia se evidencia también en cada golpe físico y
psicológico que reciben quienes construyen una identidad de género fuera de los
patrones de heterosexualidad. Queda mucho por hacer, pero, sin lugar a dudas,
es una lucha que se está gestando.
Desde
diferentes organizaciones como por ejemplo, La Comunidad Homosexual
Argentina (CHA) que presentó el mes pasado un proyecto para modificar la Ley Antidiscriminatoria
para que incluya la discriminación motivada por el prejuicio a la orientación
sexual e identidad de género, las actividades que realiza para la juventud la Federación Argentina
LGBT, y así muchas organizaciones más que día a día luchan para que no existan
más personas como los hombres ejecutores de la golpiza en plaza Italia.
“Pero
ellos y ellas, los raros, los despreciados, están generando, ahora,
algunas
de las mejores noticias que nuestro tiempo transmiten a la historia.
Armados
con la bandera del arcoiris, símbolo de la diversidad humana,
ellas y
ellos están volteando una de las más siniestras herencias del pasado.
Los
muros de la intolerancia empiezan a caer.”
Eduardo
Galeano. El peligroso arcoíris.
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